Cines peruanos de antaño (historia de los primeros films y cines)

Tema en 'Cine' iniciado por grindo doido, 17 May 2022.

    grindo doido

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    Historia del cine peruano

    Contexto histórico
    1 agosto, 2015 No hay comentarios 12946 visualizaciones
    Publicado en Diccionario del Cine Iberoamericano. España, Portugal y América; SGAE, 2011; Tomo 6, pags. 710-717. Autores: Isaac León Frías y Ricardo Bedoya.
    Introducción. II. Inicio de la producción fílmica. III. De 1908 a 1919. IV. De 1919 a 1930. V. La llegada del cine sonoro. VI. La producción cinematográfica a partir de 1937. VII. La animación. VIII. El filme de episodios. IX. El cortometraje. X. Cine de aficionados o cine independiente. XI. Películas de la región andina. XII. Perú en el cine extranjero. XIII. Los intelectuales y el cine.
    I. INTRODUCCIÓN. Al iniciarse el año 1895, los diarios del Perú comentan los “ingenios” de Thomas A. Edison. En enero de ese año, la prensa da cuenta que los estadounidenses usan el fonógrafo para transmitir el ruido de la caída del Niágara: “Mediante la módica suma de 25 céntimos se goza del placer de oír el horrible estruendo de la inmensa catarata en el propio domicilio de cada oyente, sin viaje y sin fatiga”. La información añade: “Para dentro de poco ya no se necesitará derroche alguno de fantasía, gracias al aparato recientemente inventado por Edison, el Kinetógrafo, se verá realmente la inmensa caída de las aguas del río, como si estuviera a sus orillas” (El Comercio, Lima, 04.01.1895). Pronto, los limeños ven el kinetoscopio en su ciudad. El 24 de mayo de 1895 el ciudadano estadounidense, W. H. Cole, dependiente de la casa comercial que realiza la explotación del equipo, lo presenta como el aparato de visión individual, patentado por Edison en 1891, que exhibe junto a un fonógrafo perfeccionado. Las exhibiciones del kinetoscopio, con mirilla de visión individual y el fonógrafo se inician la noche del sábado 25 de mayo en el local del Jardín Estrasburgo de la Plaza de Armas de la ciudad. Se registran testimonios periodísticos de aquellas exhibiciones: “Indudablemente el aparato que nos ocupa es sorprendente y se reduce a una especie de panorama iluminado por un foco de luz eléctrica, en el cual se observa una fotografía, ya de una escena en un teatro, de una bailarina o un caballo galopando, etc. Pero lo notable consiste en que todo se ve al natural y las figuras tienen los mismos movimientos que los seres que representan, siendo la ilusión perfecta” (ibíd., 27.05.1895). El kinetoscopio se integra a la programación de actividades festivas de Lima. Su carácter portátil facilita su traslado a diferentes puntos de la ciudad. En junio de 1895 se exhibe ya en el Parque de la Exposición. Le acompañan concursos de tiro al blanco, carruseles, columpios y la asistencia de una banda de música militar. Durante un periodo, el aparato, siempre aparejado con un fonógrafo, es la atracción dominical de retretas y regatas en compañía de los dioramas y los espectáculos más primitivos y fascinantes de linternas mágicas, con las que se proyectan vistas fijas iluminadas de paisajes peruanos, sobre todo de la región amazónica, proporcionadas por la Sociedad Geográfica de Lima o por establecimientos fotográficos, como la casa Courret. Uno de los primeros peruanos interesados en esta fantasmagoría de las imágenes móviles es el médico y político Ricardo L. Flores. El kinetoscopio recorre enseguida algunas ciudades del interior del país, sobre todo del norte, como Tumbes, Piura, Chiclayo, donde se registra su presencia en ese mismo año. El periodista Miguel Patiño Maldonado, en una serie de artículos sobre la llegada del cine al país publicados en 1984, recuerda que el Jirón de la Unión, principal calle de Lima, es transitada muchas veces por empresarios ambulantes del kinetoscopio. Las vistas son acompañadas por “charlas ilustrativas” que incitan a los curiosos a depositar más monedas para poder ampliar la duración de la exhibición.
    El otro artefacto, el vitascopio, llega al país gracias a un grupo de comerciantes que poseen el derecho para la explotación del mismo. El 3 de enero de 1897 se efectúa su primera proyección en Lima. La función se lleva a cabo en el Jardín Estrasburgo de la Plaza de Armas de Lima y hasta allí acuden el presidente Nicolás de Piérola y algunos de sus ministros, que aprecian la sesión inaugural. El diario El Tiempo al otro día reseña, “Anoche se efectuó en este hermoso Jardín la primera exhibición del vitascopio, ofrecida por los señores C. J. Vifquain y W. H. Alexander. El vitascope que es un aparato sencillo a primera vista, colocado en una especie de garita situada detrás de los espectadores, a la distancia de unos treinta pies de un lienzo blanco, bien tenso, donde se fijan las imágenes y escenas lanzadas por el vitascopio… hace el efecto de un espejo, en el que se reproduce todo lo que pasa delante de él. Para el efecto se cortó la corriente eléctrica que iluminaba el recinto, cerrándose también el cuartucho en el que se dejó el foco de luz eléctrica indispensable, apareciendo en el lienzo acto continuo dos bailarinas empeñadas en un animado baile”. En días sucesivos, las expectativas por contemplar el espectáculo crecen. El público de Lima puede asistir pagando 60 céntimos, tratándose de adultos y 30 los niños. El día 8 de enero del mismo año el diario El Tiempo informa, “día a día va aumentando el interés del público de Lima por el nunca bien ponderado vitascopio (…) todas las familias están acudiendo a presenciar el nuevo prodigio de Edison y a escuchar el fonógrafo”. Tras esas primeras exhibiciones, el vitascopio se traslada hacia los salones ocupados por la Sociedad Geográfica de Lima, en los altos de la Biblioteca Nacional, para darlo a conocer a los miembros de la institución y luego hacia los balnearios del sur de la capital donde se protegen del calor del verano limeño las familias prominentes de la ciudad. La exhibición en la Sociedad Geográfica es impulsada por Ricardo L. Flores.
    El cinematógrafo Lumière se presenta por primera vez en el país, el 2 de febrero de 1897, en sesión llevada a cabo en el Salón Estrasburgo de Lima. “El martes en la noche se exhibirá en el Jardín Estrasburgo el Cinematógrafo, nuevo aparato de electricidad original del ingenioso señor Lumière y que, según se nos asegura, es el vitascopio perfeccionado con aumento y más precisión en las vistas. El público tendrá ocasión de apreciar este invento, aparato francés, todas las noches, dividido en tres partes o actos, que constan de diez vistas cada una, siendo el valor de la entrada 50 centavos por serie” (El Tiempo, Lima, 30.01.1897). Los encargados de portar el aparato son los señores A. Jobler y Georges de Nissolz. Los ensayos del cinematógrafo impresionan a la prensa de Lima que escribe: “El cinematógrafo es sin duda lo más perfecto que hasta hoy se haya presentado en aparatos de esa clase, pues comparado con el vitascope, hay entre éste y aquél la diferencia, si así podemos expresarnos, que puede existir entre un ensayo y una representación” (ibíd, 03.04. 1897). El presidente Nicolás de Piérola, que el mes anterior asiste como espectador del vitascope, también acude a conocer el cinematógrafo. Motivado por Ricardo L. Flores, y en su compañía, acude al Jardín Estrasburgo la noche del 5 de febrero de 1897, el cinematógrafo, como antes el vitascopio, pronto es conocido en el interior del país. El repertorio de las películas que se llevan a las provincias peruanas son las mismas que se ven en Lima. Así, un escueto despacho periodístico enviado desde Arequipa y fechado el 3 de junio de 1899, dice lo siguiente: “hoy debutará el cinematógrafo en esta ciudad” (El Comercio, Lima, 04.06.1899). En julio de 1899 se registra el paso del cinematógrafo por la ciudad de Ica y sus provincias, por iniciativa de un empresario de nombre J. García.
    El estereokinematógrafo, un aparato Lumière instalado en el Teatro Politeama de Lima, proyecta el 23 de abril de 1899, tres películas denominadas Catedral de Lima, Camino a La Oroya y Chanchamayo, filmadas por un camarógrafo extranjero, anónimo e itinerante. Se puede imaginar su contenido pero no se sabe más de esas vistas. Sus títulos, escuetos, descriptivos, designan el nombre de los lugares donde se llevan a cabo las filmaciones. En cualquier caso, la ubicación geográfica del escenario elegido significa la importancia de la ruta de la selva central de Perú en la imaginación de los viajeros extranjeros de ese tiempo. Para filmar las cintas, el operador sale de Lima, asciende los Andes centrales de Perú camino a la localidad de La Oroya y desciende a la ceja de la selva, donde se ubica Chanchamayo. Aquella es por entonces la vía de la prosperidad abierta, desde mediados del siglo XIX para los colonos, sobre todo europeos, dedicados al trabajo del cultivo del café y plantas frutales como medianos y pequeños productores. Chanchamayo es un destino de inmigrantes estimulados por las políticas de colonización trazadas por el gobierno del presidente Nicolás de Piérola, en el poder desde 1895. Ellos, compartiendo la ideología en boga, tienen la convicción de que la mejor forma de desarrollar el país es creando focos de colonización en las inmensas zonas “vacías” de la geografía peruana. Estas primeras películas filmadas en Perú sirven para proporcionar una imagen cabal de esos lugares, tan importantes en el imaginario de entonces como encarnación del Perú ubérrimo.
    II. INICIO DE LA PRODUCCIÓN FÍLMICA. La llegada a Lima de la empresa del Biógrafo Automático, en febrero de 1904, resulta un hecho notable. Bajo el mando del empresario de origen español Juan José Pont, es la primera sociedad cinematográfica que se propone mostrar, de manera itinerante, vistas tomadas en todo el país. En el diario El Tiempo, de Lima, 18 de febrero de 1904 se publica: “Ha llegado a Lima don Juan José Pont, empresario de este célebre aparato (The Automatic Biograph) de proyecciones cinematográficas. El señor Pont después de una gira que ha tenido mucho éxito en el Brasil, la República Argentina y Chile se propone exhibir aquí su interesante repertorio de vistas modernas. La empresa cuenta también con una maquinaria especial de tomavistas del biógrafo y nos promete exhibir el Paseo Colón, la inauguración del ferrocarril eléctrico y los principales acontecimientos que se desarrollen en Lima durante su permanencia en ésta”. El viernes 19 de febrero de 1904 uno de sus empleados toma vistas del Jirón de la Unión y de la Plaza de Armas a las 4:30 de la tarde, lo mismo hace el domingo 21 de febrero, filmando la salida de la misa de 11:30 en la iglesia de San Pedro y del Paseo Colón a las 5 de la tarde. El 23 de febrero exhibe con gran suceso las vistas filmadas hasta entonces, llamadas Salida de misa de la Iglesia de San Pedro de Lima; Inauguración del tranvía eléctrico de Lima a Chorrillos; La High Life limeña en la calle de Mercaderes; El Paseo Colón; La Plaza de Armas. Dos días después agrega La llegada de su excelencia a la inauguración del tranvía eléctrico. Su excelencia es Manuel Candamo, entonces presidente de Perú. Pont filma también, el 28 de febrero de 1904, vistas de la corrida de toros llevada a cabo en esa fecha. Las cintas filmadas por Pont son exhibidas en alternancia con aquellas extranjeras que conforman su repertorio. En marzo se traslada a los balnearios sureños de Lima, proyectando las películas en el Hotel de la Estación de Chorrillos. Tras algunas exhibiciones en el puerto del Callao, entre abril y mayo de 1904, realiza un viaje por el sur de Perú. Estando en Arequipa, coincide con la visita que hace a esa ciudad el presidente Candamo. Es allí que sobreviene la muerte súbita del gobernante, lo que motiva a Pont a filmar las exequias, que luego proyecta en el Callao, antes de salir del país.
    III. DE 1908 A 1919. En 1908 se empiezan a construir locales estables dedicados a la exhibición de películas, pese a que algunos enemigos del cine, acostumbrados a la proyección fílmica itinerante en carpas, opinan que “construir todo un teatro para un cinematógrafo habiendo en Lima tantos muladares y plazuelas, (es) un disparate” (Gil Blas, 16, Lima, 19.05.1909). Es así como se constituye la Empresa del Cinema Teatro, con el fin expreso de edificar una sala permanente de exhibiciones cinematográficas. El 24 de agosto de 1908 se constituye la empresa, teniendo como socios a Héctor García y Lastres, Ricardo L. Flórez, Carlos Zavala y Loayza, Ramón Ribeyro, Aurelio García y Lastres, Raúl Godoy, Andrés Álvarez Calderón, Percy Buzaglo, Luis Montero Tirado, Carlos Álvarez Calderón, Elías Mujica, Alfredo Álvarez Calderón, Mansueto Canaval y la testamentería de Nicolás Álvarez Calderón. Algunos de los socios son connotados miembros del Partido Civil, representante de los intereses económicos y políticos de la oligarquía peruana y accionistas de El Diario, órgano de prensa fundado para apoyar la candidatura presidencial de Augusto B. Leguía en 1908. Esta “burguesía cinematográfica” inicia el espectáculo permanente del cine en el país. La importancia de la Empresa del Cinema Teatro recorre la historia del cine en Perú, ya que no sólo es la que construye la primera sala de cine de material noble, el Cinema Teatro de la calle de Belén de Lima, sino que mantiene durante dos décadas una posición dominante y casi monopoliza el mercado fílmico nacional. Gracias a un amplio circuito de salas edificadas a lo largo del país consolida su poder, convirtiéndose en la principal importadora de películas. Pronto logra que las salas más cómodas y exclusivas de Lima, como el Excelsior o el Colón, formen parte de su circuito. La empresa con su actividad en el campo de la distribución y exhibición de películas, hace un verdadero cambio en los usos del negocio, ya que sustituye la venta por el arrendamiento de los filmes que importa. Hasta entonces, el negocio de la exhibición de películas consiste en un permanente tráfico comercial de cintas. Los empresarios ambulantes y los que conducen el espectáculo en carpas, usan un repertorio de películas que luego enajenan o intercambiaban entre sí. La Empresa del Cinema Teatro sigue el modelo de localización de filmes empleado por la sociedad francesa de Charles Pathé en 1907, establece sus vínculos con los exhibidores a partir del arrendamiento de las películas, lo que trae, con el paso del tiempo, el establecimiento de relaciones monopólicas con los circuitos de salas.
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    Negocio al agua (Federico Blume, 1913)
    Causa sensación igualmente la inauguración del Teatro Colón, en enero de 1914. Ubicado en la esquina de Belén y la nueva plaza Zela, más tarde plaza San Martín, sobre un terreno de 1.500 metros cuadrados adquirido de las familias Freundt y Oliva. Es una construcción de cemento armado, con 1.200 localidades, que se convierte en sinónimo de modernidad en salas de espectáculos. La empresa extiende sus actividades a los balnearios sureños donde designan a Augusto García Moreno y a Percy Buzaglo como representantes en Barranco y Chorrillos, pero también al Callao donde, a través de los empresarios Scaglia y Baldwin, propietarios de la Carpa de Moda de la Plaza del Ovalo y tras el Edén Cine, logran colocar su programación fílmica. La empresa impulsa también una amplia labor de producción de películas de reportaje, a la que se agrega el film Negocio al agua de Federico Blume (1913), primera cinta argumental hecha en Perú. A poco de quedar constituida la Empresa del Cinema Teatro, empieza a desarrollar una importante labor de producción fílmica paralela a su actividad de exhibición de cintas extranjeras. La orientación y el objeto de la producción consiste en ofrecer una crónica periodística y en movimiento de la vida en el país, un tanto a la manera en que la empresa Pathé lo hace desde años antes con su famoso Journal, conocido en Perú con el título Revista Pathé. Las películas filmadas por la Empresa del Cinema Teatro proyectan una visión de la actividad urbana hecha de ritos sociales y de ceremonias militares que buscan demostrar que el país es una nación dinámica y en franca recuperación, después del desastre de 1879. El personaje clave en la producción cinematográfica del Cinema Teatro es el camarógrafo Jorge Enrique Goitizolo. Sin embargo, no es el único, aunque los demás se mantienen en un pertinaz anonimato. La labor del camarógrafo no es por entonces una actividad propicia al lucimiento personal, pues consiste en el registro objetivo de los hechos, en la captación de las vistas al natural, recogidas evitando distorsiones y rehuyendo los virtuosismos. A pesar de ello, se registran los nombres de algunos camarógrafos, como el de Héctor Francq, residente en Iquitos, que se vincula con la Empresa del Cinema Teatro y colabora con Goitizolo. También ejercen como operadores fílmicos Hugo Saija, Alfredo Polli, Raúl Orellana y el apellidado Torres Porres.
    En 1915 nace la Empresa de Teatros y Cinemas Limitada, como producto de un acuerdo entre la Empresa del Cinema Teatro y la Compañía Internacional Cinematográfica, las más encarnizadas rivales en el negocio de la producción y la exhibición de películas en el país. En aquellos días de lucha en que las empresas se disputan las más famosas y despampanantes películas, con gran contento de las casas francesas e italianas que doblan con ello las ganancias, no vuelven para el cinematógrafo de Lima. En los siguientes años, la empresa tiene una notable expansión y se incorporan nuevos accionistas como Federico Clarke, Roberto Tode, Miguel Echenique, Gustavo Dreyfuss, Juan Raffo, Domingo Gamio, Jacinto Santa María, Alfredo Gildemeister, Humberto Goggi, Alfredo de Verneuil, entre otros. Como consecuencia de la debacle de la Compañía Internacional Cinematográfica, la empresa que funda Juan Armengol abandona el país estableciéndose desde entonces en Chile, donde llega a ejercer como gerente de Chilean Cinema Corporation, filial de una distribuidora estadounidense.
    IV. DE 1919 A 1930. Durante el periodo en que Augusto B. Leguía gobierna Perú, en su segundo mandato, del 4 de julio de 1919 hasta el 22 de agosto de 1930, el cine se convierte en una herramienta central en la difusión de la imagen del poder. Se multiplican los cortometrajes y noticiarios que registran las efemérides del presidente. Los encargos fílmicos de propaganda del gobierno resultan negocios rentables para las empresas productoras de documentales y reportajes, a las que se abona una suma fija por cada “metro de cinta lista para su proyección en la pantalla”. Esa política oficial crea entre los cineastas y en la opinión pública, la convicción de que el estado debe intervenir en el desarrollo de una cinematografía nacional, postulado que adquiere categoría de acuerdo multilateral en la Primera Conferencia Hispanoamericana de Cinematografía, realizada en octubre de 1931 en Madrid, con participación de Perú. Allí se recomienda a los estados hispanoamericanos establecer por ley el porcentaje de películas nacionales que deben ser exhibidas en sus territorios, incluyendo como nacionales a las cintas del ámbito hispanoamericano, amén de acuerdos aduaneros de liberación de derechos. A pesar de que las recomendaciones no se ponen en vigencia, la idea de la protección estatal a la cinematografía encuentra entonces su primera justificación. El gobierno de Leguía empieza a tambalearse en 1929, tras la crisis de Wall Street y en 1930 es derrocado. A partir de ese momento, ni las empresas productoras, ni el maltrecho presupuesto fiscal, encuentran los medios para mantener el ritmo de producción conocido. Se clausura entonces el romance del cine con el poder.
    V. LA LLEGADA DEL CINE SONORO. La primera proyección sonora en Perú se realiza el 29 de noviembre de 1929, en el Cine Colón, ubicado en la Plaza San Martín de Lima. La película elegida es El capitán Calaverón / Captain Swagger de Edward H. Griffith (1928), en el sistema Movietone. Las instalaciones técnicas las hace el ingeniero Juan Pablo Goicochea. A su turno, el primer filme peruano de ficción que se exhibe sonorizado es Resaca de Alberto Santana, un drama ambientado en el mundo del boxeo. Se estrena en julio de 1934. Días antes se proyecta un documental titulado La manifestación patriótica del 28 de mayo de 1933, con la imagen sincronizada con la voz del narrador y del que no conoce el realizador. El técnico Narciso Rada Palacios, propietario de la patente de un sistema de reproducción de sonido llamado Countersound Film Rada, se encarga de sincronizar las imágenes de Resaca con la música, ruidos y algunos diálogos provenientes de discos. El sonido óptico aparece en 1936 con la película Buscando olvido de Sigifredo Salas, producida por la empresa Cinematográfica Heraldo, del camarógrafo Manuel Tullen y el sonidista Francisco Diumenjo, quien realiza el registro sonoro de esta película.
    VI. LA PRODUCCIÓN CINEMATOGRÁFICA A PARTIR DE 1937. Durante estos años destaca la empresa Amauta Films que se constituye en Lima en 1937 por iniciativa del industrial Felipe Varela la Rosa, en sociedad con su hermano Washington Varela la Rosa y Renato Lercari y Alfonso Cisneros más unos socios minoritarios. Antes del estreno de La bailarina loca de Ricardo Villarán (1937) y primera producción de Amauta Films, la empresa enumera las razones que sustentan su existencia, “imponer nuestro idioma y nuestras costumbres en la pantalla; imprimirlos en libros de celuloide que son los que prefiere el público; terminar con el prejuicio de la película en castellano deficiente; revelar nuestro paisaje virgen a la contemplación del mundo; hacer admirar en el extranjero nuestra música y nuestro ambiente; exaltar nuestros mejores elementos de la escena y la radio; ensayar la conciliación del gusto y la taquilla; para que se vean sus producciones por ser buenas y no por ser nacionales; conquistar el mercado continental a fuerza de capital y técnica; demostrar no sólo que podemos hacer, sino que podemos superar” (RadioCine, 2, Lima, 22.07.1937). En octubre de 1940 se estrena su última película. Los motivos de la extinción de la compañía son múltiples y uno de ellos es la escasez de insumos fotográficos ocasionada por la segunda guerra mundial y pesan los contratiempos económicos causados por la censura su última producción Barco sin rumbo de Sigifredo Salas (1940). En total produce catorce películas.
    El 14 de julio de 1944 el presidente Manuel Prado, dicta una norma legal que se propone fomentar la realización de documentales y noticiarios de periodicidad semanal, que deben exhibirse en forma obligatoria en todas las salas del país. El sistema se financia mediante un arrendamiento forzoso de las cintas a los exhibidores que trasladan el monto del alquiler, al valor de la entrada al cine. Más tarde se aplica un tributo de diez centavos al precio de las entradas, destinado a las cuentas de los productores de documentales y del Noticiario Nacional. El sobreprecio permite la producción de las películas que son remuneradas por el estado con tarifas determinadas según el metraje del filme. Los temas y asuntos de los cortos y noticiarios son señalados por el Ministerio de Gobierno y Policía, según el rol de prioridades e intereses del gobierno, encargado de administrar el sistema de promoción y de adjudicar los encargos a las empresas productoras, lo que genera muchas acusaciones acerca de preferencias y prebendas estatales. El sistema que permite la existencia del Noticiario Nacional se mantiene vigente, aunque con tropiezos, hasta 1957.
    Para los fines gubernamentales empresas que sobreviven desde la década de 1930, son las realizadoras del proyecto como Perú Sono Films, empresa de Enrique Bermúdez y la productora Huascarán son sostenes del Noticiario Nacional. Luego están Pedro Valdivieso y Julio Barrionuevo, técnicos en fotografía y sonido de la antigua Amauta Films, José Dapello y Eduardo Tellería, luego responsable del Noticiario Perú, que se realiza hasta 1986. Empresas productoras como Leo Films de Victor León, Noticiarios Nacionales de David Carneiro y Artistas Cinematográficos de Franklin Urteaga.
    Inca Films se funda en 1974 por José Zavala Rey de Castro y Francisco Lombardi tiene al primero como gerente y productor y al segundo como principal director. La empresa empieza produciendo cortos y pasa luego al largometraje, sin desprenderse de la elaboración de cortos que le permiten sostenerse económicamente. Produce tres largometrajes dirigidos F. Lombardi, Muerte al amanecer (1977), Cuentos inmorales (1978) y Muerte de un magnate (1980). Después de la muerte de Zavala en 1982, Lombardi se convierte en el responsable de la empresa, aunque la función gerencial recae en José Perla y más tarde en Gustavo Sánchez. Coproduce con empresas españolas y es la obra de Lombardi la que caracteriza la línea de producción de la empresa y la que se identifica con ella a lo largo de los años. Cuando Producciones Inca Films se disuelve como empresa, se forma Inca Cine en la que Gustavo Sánchez es el ejecutivo principal. Las películas de Lombardi, que no forman parte de la nueva sociedad, se siguen realizando con Inca Cine, pero aumenta el número de películas a cargo de otros directores.
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    Grupo Chaski, 1982
    El Grupo Chaski, se forma a inicios de la década de 1980, y es el proyecto de grupo más orgánico constituido en una época de afirmación de un cine de vocación social y en el marco de movimientos populares de fuerte proyección en el país. Los gestores y líderes del grupo son el peruano Fernando Espinoza, sonidista, el suizo Stefan Kaspar, productor y el uruguayo Alejandro Legaspi, camarógrafo y fotógrafo. El mediometraje documental Miss Universo en el Perú, filmado en 1983, da a conocer al Grupo y sirve casi de manifiesto de una postura crítica frente a la realidad peruana. Tiene también entre sus miembros a René Weber, Oswaldo Carpio, María Barea y Susana Pastor, y no se limita a la producción para las salas de cine, pues también hace labores de difusión de su propio material y de otras películas, especialmente extranjeras, en comunidades y barrios populares y a este empeño, que se extiende a lo largo del país, dedican mucho tiempo y energías. Se trata del proyecto integral de comunicación cinematográfica más ambicioso que se lleva a cabo en el país, con el apoyo de fundaciones europeas, que prácticamente interrumpe actividades a finales de la década. El largometraje Anda, corre, vuela de Augusto Tamayo (1995), es una producción de Casablanca Films, la empresa que funda S. Kaspar después del inesperado fin de las actividades de Chaski en 1991.
    VII. LA ANIMACIÓN. Surge en Perú en la década de1950 para servir necesidades de las agencias publicitarias. Publicidad Lowder es la empresa que recurre a la animación como apelación comercial para proyectarse en pantallas de cine. En octubre de 1955 llama la atención la novedad del corto publicitario El rey come como un rey, realizado para la empresa de productos alimenticios Nicolini SA por los estudios de dibujos animados Sur, con producción de Pedrín Chispa, música y textos del compositor Mario Cavagnaro, y asesoría técnica de los hermanos Ponce Gutiérrez. En 1957 la prensa anuncia un pequeño éxito del cortometraje de animación, Sorpresas limeñas, financiado por la compañía fabricante de aguas gaseosas, J. R. Lindley e Hijos SA. Llegada la era de la televisión, a partir de 1958 es Rafael Seminario quien más se dedica a la producción publicitaria de animación.
    VIII. EL FILME DE EPISODIOS. Al entrar en vigencia la ley de cine dictada por el gobierno militar en 1972, los directores se ven en la necesidad de abordar proyectos de producción factibles y propicios de seducir al público, reacio a ver películas peruanas. Se descubre en el filme de episodios, o película antológica, filme ómnibus, como también se le llama, como una posibilidad para realizar historias de ficción, dirigidas de modo colectivo y dispuestas a proponer situaciones y personajes cercanos en temperamento, costumbres y sensibilidad al espectador urbano. La apuesta es atraer al público a través del reconocimiento con el lenguaje coloquial, los lugares de la ciudad y las costumbres populares que se convierten en claves de identificación con las historias representadas. Se apela a argumentos simples, al registro de costumbres y a la presencia mayoritaria de actores no profesionales. Cuentos inmorales (1978) presenta facetas de Lima y lo limeño, vistas a partir de cuatro historias que se desarrollan en espacios y lugares representativos de la diferenciación social urbana. Los episodios los dirigen José Carlos Huayhuaca (Intriga familiar), Augusto Tamayo San Román (Mercadotecnia o las desventuras de Mercurio), José Luis Flores Guerra (El príncipe) y Francisco Lombardi (Los amigos). Huayhuaca, Tamayo y Lombardi tienen el vínculo de su pertenencia a la revista de crítica cinematográfica Hablemos de Cine. Salvo Lombardi, los otros realizadores hacen su debut en el cine de ficción. La película tiene un notable éxito de público. La fórmula se repite en Aventuras prohibidas (1980), cuyos episodios están dirigidos por Augusto Tamayo San Román (Strip), José Carlos Huayhuaca (La historia de Fiorella y el Hombre Araña) y Luis Llosa (Doble juego). El público también acompaña esta experiencia. Una raya más al tigre (1981) es una incursión final en el filme de episodios. La dirigieron el argentino Oscar Cantor (La casa pensión), los alemanes Kurt y Christine Rosenthal (Chaparro siempre paga) y Francisco Salomón (Sábado chico). Un estreno desairado indica que la fórmula no da para más. En su momento, el filme de episodios sirve para afianzar la relación del cine peruano con el público, ofreciéndole gestos y modos de hablar de actores naturales e imágenes inéditas de ambientes de la ciudad.
    IX. EL CORTOMETRAJE. La ley de cine dictada en 1994 establece un sistema de premios económicos para cuarenta y ocho cortos destacados cada año. Pero las falencias en la aplicación de la ley restringen la posibilidad de realizarlos aspirando a recibir tales recompensas del estado. El cortometraje deja de ser una actividad empresarial, como lo es entre 1972 y 1992, como consecuencia de la ley de cine entonces vigente, para convertirse en un modo de aprender el oficio del cine. Desde 2000 la producción de cortos se incrementa, aunque pocas cintas se exhiben en auditorios públicos. Su presencia se siente en algunos festivales, muestras culturales y pases en programas de televisión. La mayoría de los cortos son hechos por jóvenes, sobre todo en universidades e institutos de Lima y el interior del país, y también por peruanos que cursan estudios de cine fuera del país.
    X. CINE DE AFICIONADOS O CINE INDEPENDIENTE. Una constante en la historia del cine sonoro peruano es la aparición de películas que no llegan a alcanzar los estándares mínimos de verosimilitud, corrección técnica, pulcritud narrativa ni solvencia en la representación. Subproductos que son consecuencia de esfuerzos aislados y entusiastas de producción que no encuentran respaldo en circunstancias reales de profesionalidad,talento o capacidad técnica. Más aún cuando se hacen al margen de cualquier base industrial inexistente en Perú. Son cintas que lucen solitarias, maltrechas, desconocidas, marginales, las únicas que logran filmar sus directores. Es el caso de La muerte llega al segundo show, del hispano-argentino José María Roselló y Beltrán (1958); Tres vidas de Aquiles Córdova (1967); Interpol llamando a Lima del uruguayo Orlando Pessina (1969); Los Montoneros de Atilio Samaniego Arauco (1970); Cholo de Bernardo Batievski (1972); Dos caminos de Salvador Akoskin (1972) y Los nuevos de Paul Delfín (1973). Ninguna de ellas logra aceptación del público.
    XI. PELÍCULAS DE LA REGIÓN ANDINA. Con las escasas excepciones de las películas de Antonio Wong Rengifo, hechas en la década de 1930 en la Amazonia peruana, y las cintas de la llamada Escuela del Cuzco, de finales de la década de 1950 e inicios de la de 1960, el cine del país es de producción capitalina e iniciativa limeña. A partir de mediados de la década de 1990 el auge de la producción en video analógico primero, y en soporte digital después, motiva a algunos jóvenes realizadores establecidos en diversas provincias de Perú a realizar largometrajes de ficción. Las películas se hacen sobre todo, en departamentos de la zona andina como Ayacucho, Cajamarca y Puno. Las condiciones de producción son precarias; el presupuesto es ínfimo; los actores carecen de formación profesional; las imperfecciones técnicas de iluminación, logro de la continuidad y montaje saltan a la vista. Son películas realizadas con espíritu aguerrido pero con la inseguridad narrativa del aprendiz. A pesar de todas sus carencias, estas películas producidas, realizadas y acabadas en la región andina de Perú dan cuenta de un clima y una realidad. Asoladas por la violencia que desata el grupo terrorista Sendero Luminoso a partir de 1980, en el caso de Ayacucho y víctimas de la pobreza crónica y la desigualdad estructural, las poblaciones andinas del interior del país procesan los traumas del pasado y tratan de explicar las razones de lo que ocurre. Películas como las de Palito Ortega en Ayacucho y Flaviano Quispe en Puno, en clave de filmes sociales o de un género como el melodrama, aluden a las circunstancias que producen el estallido. En otros casos, las convenciones del filme de horror movilizan miedos ancestrales, que se encarnan en las mitologías quechuas del Pistacho, la Jarjacha, o la creencia aimara en el Kharisiri, el brujo o hechicero caníbal, representados en películas de Ayacucho de los realizadores Melinton Eusebio y Palito Ortega, o en El misterio del Kharisiri, de Henry Vallejo (2004), en Puno. El miedo en la ficción sustituye a los traumáticos miedos reales del pasado
    XII. PERÚ EN EL CINE EXTRANJERO. El país es escenario, total o parcial, de muchas películas a lo largo de la historia del cine. En 1931 el Marqués de Wavrin filma Au pays du Scalp, crónica de un viaje desde las Islas Galápagos en Ecuador, hasta Cuzco en Perú, atravesando territorio amazónico, en la que Alberto Cavalcanti colabora en el sonido y la edición. The Yagua, última película rodada por Paul Fejos, se realiza con miembros de la tribu Yagua, que habitan en los afluentes del río Amazonas, al este de Iquitos, entre 1940 y 1941. El melodrama Armiño negro de Carlos Hugo Christensen (1952), producido por Argentina Sono Films, se filma en Cuzco para captar el panorama natural de las ruinas de Machu Picchu, convertidas en icono distintivo del país. En 1952 se hace la producción estadounidense Sabotaje en la selva de George Stone, sobre un guión de la peruana G. Pardo de Zela. Se filma también Cocobolo /The Daughter of the Sun God de Kenneth Herts (Hartford) producida por Edward A. Biery y Rudolph Cusmanano, estrenada en los cines de Lima en 1962. Sol Lesser produce en
    1952, para Radio Keith Orpheum (RKO), Las esmeraldas de Illa Tiki. El mismo año se filman imágenes de Lima que los productores mexicanos Jesús y Eduardo Galindo incorporan, como planos de exteriores en El plebeyo de Zacarías Gómez Urquiza, melodrama basado en la historia del vals peruano compuesto por Felipe Pinglo Alva. Charlton Heston es el protagonista de El secreto de los incas / Secret of the Incas de Jerry Hopper (1953), con exteriores realizados en Cuzco, para Paramount. Entre 1954 y 1955, los italianos Enrico Grass y Mario Craveri recorren el país filmando el documental El imperio del sol / L’Imperio del sole (1955). En 1959 se rueda Yo pecador de Alfonso Corona Blake, película mexicana biografía del actor, cantante y sacerdote franciscano José Mojica radicado en Perú. En 1968 se estrena Amor en los Andes / Andesu no Hananyome, del japonés Susumu Hani, que registra las huellas de la presencia asiática en la cultura andina. The Last Movie / La ultima película de Dennis Hopper (1971), se filma en la localidad de Chinchero, Cuzco. El documentalista cubano Santiago Álvarez registra en Piedra sobre piedra los efectos sociales del terremoto que sacude el país el 31 de mayo de 1970. El alemán Werner Herzog filma Aguirre la ira de Dios / Aguirre, der Zorn Gottes (1972) y Fitzcarraldo (1982) en parajes peruanos. El estadounidense Les Blank documenta el segundo rodaje de Herzog en Burden of Dreams (1982). El boliviano Jorge Sanjinés rueda en el Cuzco El enemigo principal (1974), mientras que Marcel Ophuls recoge testimonios sobre la presencia en Perú del criminal de guerra Klaus Barbie para Hotel Terminus (1988). Luc Besson filma en el lago Titicaca, en Puno, en los Andes del sur de Perú, algunas secuencias de Azul profundo / Le grand bleu (1988); Fréderic Rossif registra la fauna andina en La fiesta salvaje / La fete sauvage (1976), y Godfrey Regio filma diversos paisajes peruanos para Powaqqatsi (1988). El argentino de origen español Octavio Getino, durante una etapa de su exilio en Perú, asume el guión y la supervisión de la realización de La Familia Pichilín (1977), un mediometraje producido por la Unidad de Cine del Centro de Teleducación de la Universidad Católica (Cetuc). El viaje (1992) del argentino Fernando Solanas incluye escenas filmadas en Cuzco y zonas deprimidas de Lima. El estadounidense Carl Franklin filma en Lima Full Fathom Five (1990), una coproducción peruano-estadounidense. El francés, nacido en Perú, Manuel Poirier, filma en Lima Te quiero (2001).
    [​IMG]
    Armiño negro (C. H. Christensen, 1952)
    XIII. LOS INTELECTUALES Y EL CINE. Los intelectuales peruanos se acercan al cine para dar cuenta de sus manifestaciones y sus progresos o comentar sus preferencias desde los inicios del cine mismo. El pensador José Carlos Mariátegui, fundador del partido socialista peruano y autor de Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, escribe sobre Max Linder en 1914, y sobre Charles Chaplin con ocasión del estreno de El circo / The Circus (1928). Chaplin también inspira un enjundioso artículo del poeta Xavier Abril. El poeta César Vallejo, es autor desde 1927 de varios textos periodísticos que describen el panorama de la actualidad cinematográfica en Europa. El también poeta José Santos Chocano, defiende con ardor los méritos de la película peruana La Perricholi de Enzo Longhi (1928) sobre la vida de la actriz local conocida como tal, que es cuestionada por la cercanía de sus productores al régimen de Augusto B. Leguía, gobernante autoritario de Perú entre 1919 y 1930. Los historiadores Jorge Basadre y Aurelio Miró Quesada Sosa indagan la naturaleza y efectos del cine a fines de la década de 1920. Libros fundamentales de la literatura peruana, como La casa de cartón de Martín Adán, 5 metros de poemas de Carlos Oquendo de Amat, Trilce de César Vallejo y Hollywood de Xavier Abril, se afilian a diferentes líneas de la sensibilidad de vanguardia y apelan a las manifestaciones del movimiento, de la expresión del automatismo y la representación de hechos simultáneos, a la manera del cine experimental de la década de 1920. El escritor y compositor musical César Miró propone dos largometrajes en la década de 1940, además de escribir informadas crónicas sobre la vida en Hollywood de finales de la década de 1930. Entre las décadas 1950 y 1960, ejercen la crítica de cine la poetisa Blanca Varela, así como los escritores José B. Adolph, Augusto Elmore y Alfonso La Torre. El estudioso de la literatura Jorge Puccinelli es uno de los impulsores del Cine Club de Lima a inicios de la década de 1950. El pintor Fernando de Szyslo, junto con la poetisa Blanca Varela y el músico José Malsio, realizan en 1952, Esta pared no es medianera, un cortometraje de resonancias superrealistas. El novelista Mario Vargas Llosa incorpora técnicas de construcción y de establecimiento del punto de vista narrativo propias del cine en novelas como La ciudad y los perros, Los cachorros, La casa verde y Conversación en la catedral, entre otras, además de intervenir como correalizador en la adaptación fílmica de su novela Pantaleón y las visitadoras (1975) y ser autor de varios artículos sobre temas fílmicos. El crítico literario José Miguel Oviedo trata temas de cine o comenta películas en textos y ensayos. El poeta José Watanabe oficia de guionista y director de arte en películas peruanas, y el escritor Guillermo Niño de Guzmán escribe crítica de cine en varias publicaciones. El escritor Alfredo Bryce Echenique publica artículos sobre algunos importantes directores de cine.
    BIBLIOGRAFÍA: El Comercio, Lima, 04.01.1895; El Comercio, Lima, 27.05.1895; El Tiempo, Lima, 30.01.1897; El Tiempo, Lima, 03.04.1897; El Comercio, Lima, 04.06.1899; Cinemundial, vol. VI, 7, julio de 1921; M. Patiño Maldonado: “¿Vamos al biógrafo?”, El Comercio, Lima, 10.05.1984; R. Bedoya: 100 años de cine en el Perú: una historia crítica, Lima, U. de Lima / Instituto de Cooperación Iberoaméricana, 1992.
    I. ISAAC LEÓN FRÍAS
    II-V; VII-XIII. RICARDO BEDOYA
    VI. RICARDO BEDOYA / ISAAC LEÓN FRÍAS


    https://ibermediadigital.com/ibermedia-television/contexto-historico/historia-del-cine-peruano/
     
    grindo doido, 6 Nov 2022

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    Para la nueva generación, hablar, comentar y debatir sobre estos temas, es algo absurdo, incomprensible y poco digerible. Los que pasamos de los 40 estamos en el límite de aquellos presentaciones donde la gente entusiasmada, feliz y con mucha parafernalia celebraba esos agrupamientos masivos con films yanquis y uno que otro nacional. Y ahora las plataformas virtuales que te alejan de lo social y te acercan a otra forma de concebir y percibir el cine.

    De una u otra forma, esta historia formara parte de nuestras vidas, de nuestras primeras vivencias, incluso de algunos encuentros con féminas que al final terminaron siendo la madre de nuestros hijos.

    El séptimo arte siempre se apoderara de nuestro lado objetivo y mas del sentimentalismo puro. Valeu galera.
     
    grindo doido, 6 Nov 2022

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    De nada estimado y apreciado cófrade. Para comentar sobre cines, films, nos faltaría tiempo, es una gran válvula de escape. Lamentablemente no hay tantas crónicas como quisiéramos muchos para difundirlo, tal vez iremos al pasado y vendremos algún día con una historia de los que nos ocurrió en esas épocas. Disfrutemos de este bello arte.
     
    grindo doido, 6 Nov 2022

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    Es una buena informacion para recopilar datos, esto tambien es historia lo que ha pasado.
     
    JanoJimLi, 7 Nov 2022

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    Hay que navegar bien para sacar buenos materiales, creo que hay un libro sobre la historia del cine y cines peruanos. Si no me equivoco, el Metro era el mas grande o el que recibía mas público en Lima. Que recuerdos.
     
    grindo doido, 7 Nov 2022

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    Metro, Tacna, Tauro, Le París, Roma, todas excelentes salas cofrade *gringo doido*. Ahora, varias en ruina o convertidas en iglesias evangélicas.
     
    Potólogo, 11 Nov 2022

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    Sin duda apreciado @Potólogo, y si te pones a revisar otros aposentros que funcionaron de cines o parecidos, están en completo abandono. Allí se quedan muchos lindos, buenos, debuts y grandes añoranzas de cuando eramos chibolos.
     
    grindo doido, 11 Nov 2022

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    hay un cine casi llegando a la plaza Bolognesi yendo por Alfonso Ugarte todavía entra la gente caletamente
     
    hsantana, 13 Nov 2022

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    Reliquia viviente. A magica que tem o antigo e fascinante.
     
    grindo doido, 14 Nov 2022

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    El cine Paty en Breña.
    Cine Alfa en el centro de lima (Rufino Torrico)
    Cine Lido en PUEBLO LIBRE
    Monarca en Bellavista
    Como olvidarlos.
     
    JoseToxico, 14 Nov 2022

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    CINE IDOLO: En los años 60, cuando Lima disfrutaba de las peliculas en Cine, existian las Salas de Estreno y las Salas de Barrio, En Pueblo Libre existia el Gran Cine de Estreno "IDOLO", con la declive de los cines en Lima en los 90 fue destruido.
    Hoy en dia solo quedan las losetas de la acera de la entrada. Todo vecino de Pueblo Libre recuerda con añoranzas su CINE IDOLO.
    — en Pueblo Libre.

    [​IMG]

    El cine Lido quedaba en Jirón Moquegua 564, cerca al cine Tacna, tuvo su época, algo pequeño pero siempre pasando buenos films ( sobre todo de acción).
     
    grindo doido, 14 Nov 2022

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    Cines entrañables apreciado cofrade. Me encantaría que me ilustre sobre el cine Alfa, la verdad no lo recuerdo. Saludos. Valeu galera.
     
    grindo doido, 14 Nov 2022

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    El antiguo Cine "DANUBIO", también se llamó Cine "PARA TÍ" y su último nombre fue Cine "PATTY", se llamó así desde que se reinauguró en 1984. Ahora es un condominio ubicado en el Jirón Jorge Chávez.

    [​IMG]

    cuadra 11 de Jirón Jorge Chavez.

     
    grindo doido, 14 Nov 2022

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    LOS CINES DE ANTAÑO: JESUS MARIA


    [​IMG]
    Los cines de Jesús María y las películas que eran proyectadas en ellos estuvieron ligados a mi juventud temprana. Solo era cruzar la Brasil y caminar unas cuadras para estar en uno de ellos y varias cuadras más para estar en los otros.
    El más cercano era el Opera en la cuadra 11 de General Garzón. Recuerdo haber visto en ese cine Los Archivos de Odessa, una película ambientada en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Cómo en este caso, no es la única película que haya visto en este cine sino la primera que viene a mi memoria.
    En la avenida Brasil estaba el imponente Diamante donde vi la taquillera Tiburón. Años más tardes se convertiría en sede de la productora televisiva Astros y hoy en el terreno que ocupaba existe un edificio.
    Varias cuadras más al sur estaba el cine San Felipe, uno de los más modernos de la ciudad de entonces y por el antiguo Super Market de Húsares de Junín estaba el Mariátegui en el que vi La Aventura del Poseidón y donde hoy funciona el Maracaná, centro de diversiones donde se presentan variados shows musicales.
    No podemos dejar de mencionar dos cines de barrio como el Palermo y el Nacional, que desaparecieron con el paso del tiempo, antes que los cines mencionados anteriormente.
    Al lado de Jesús María mencionaremos los cines ubicados en el barrio de Santa Beatriz, el gran cine Roma donde vi dos grandes producciones, Terremoto y Lo que el Viento se llevó; el cine Azul y el Petit Thouars además de dos de los cine clubes de mayor renombre en los 70s y 80s, el del Ministerio de Trabajo en el sexto piso del edificio de la Avenida Salaverry y el famoso Antonio Raimondi donde vi por primera vez Nos habíamos amado tanto del gran Scola.
    Cómo no recordar los noticieros que pasaban antes de las películas y los gratos momentos vividos. Ir al cine siempre fue una de las distracciones que disfruté con mi hermano Juan, otro gran cinéfilo y amante de las películas francesas.
    Lamentablemente hoy han desaparecido todos los antiguos cines de Jesús María y Santa Beatriz excepto los del Real Plaza de Salaverry los Cines Las Américas; sin embargo los recuerdos permanecerán siempre en nuestra memoria, entre ellos las idas a la anticuchería Doña Julia, en las cercanías de la Plaza San José, luego de la Vermouth de ley.


    https://eloraculodedontribi.blogspot.com/2019/03/los-cines-de-antano-jesus-maria.html


    [​IMG]


     
    grindo doido, 14 Nov 2022

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    Recordando cines en Piura

    [​IMG]
    Se acuerdan del cine "Ramón Castilla"


    HUBO un tiempo en que cruzar el antiguo Puente Viejo para ponernos en el lado de Castilla, caminar luego una cuadra más hacia abajo, una cuadra que hasta ahora parecen dos en lugar de una larga, nos tomaba minutos. Pero aún así lo hacíamos siempre acelerando el paso para estar primeros o no muy atrás de la cola que se formaba delante de la boletería del cine Ramón Castilla cada vez que se proyectaba en su sala algún western italiano.
    HICIMOS cola para ver, por ejemplo, “Por unos dólares más”. Con esta película descubrimos a Clint Eastwood y ya era éramos sus hinchas cuando, años más tarde, lo vimos caracterizando a “Harry el sucio”. Para entonces Eastwood ya era un actorazo. La música de “Por unos dólares más” fue, desde luego, electrizante. Lo mismo nos pasó con este otro film del mismo actor: “El bueno, el feo y el malo”.
    Y TAMBIÉN con esta otra película, “Django”, con Franco Nero en el papel principal. Tanto entusiasmó esta última a un amigo mío, con quien fui a verla, que a la salida del cine éste me dijo muy en serio: “Tengo un hijo que viene en camino y así se va a llamar: Django”. Y cuando el chico nació y el cura le preguntó a mi amigo de cómo iba a llamarse su hijo, él, sin quitarle la mirada al cura, le dijo de un sopapo: Django. “¿Cómo?”. Mi amigo volvió a repetírselo, pero esta vez pronunciándoselo muy pausadamente: “Djan,,,go..., padre”.
    EL RAMÓN CASTILLA era, pues, otro de los cines que había en Piura en aquel entonces. Ya con la entrada en la mano uno pasaba a la sala de proyecciones para ver dónde sentarse. La gente que frecuentaba este cine buscaba siempre una butaca que estuviera lo más lejos posible de la perpendicular con el piso de arriba. El de la platea alta. Desde donde no faltaban quienes, en medio de la función, lanzaran colillas o envolturas de caramelos sobre las cabezas del público apoltronado abajo. Era lo más osado que se les podía ocurrir a los espectadores de arriba. De ahí no pasaban.
    EN LA CALLE TACNA, frente a la Plaza de Armas de Piura, también abrió sus puertas el cine Sol. Tuvo una existencia corta si la comparamos con las más largas de los otros cines. Ajustó su cartelera sobre todo a películas mexicanas, de esas que hacen llorar al público más sensiblero. Como las que protagonizaba La India María, que era el nombre artístico de esta actriz y comediante mexicana llamada María Elena Velasco Fragoso. Las veces que me acerqué a la boletería de este cine fue para entrar a ver alguna película de Cantinflas. Siempre las repiten por cable. Y allí estamos. Mirándolas cómodamente en casa. Hasta dejo de lado el periódico o el libro que estoy leyendo para ponerme a verlas.
    EL CINE SAN JOSÉ, que parecía estar muy apartado del centro de Piura en ese entonces, sobrevivía (esa es la palabra) con películas tipo “El Llanero Solitario”, “El Zorro”, “Tarzán en Nueva York”, “El ladrón de Bagdad”o “Robin Hood”. Además de mexicanas. Y cuando éstas fueron insuficientes para evitar que el concesionario de este cine, no el dueño que era el Arzobispado de Piura, tirara la toalla el cine de sexo irrumpió en él. Muchachos y gente adulta y hasta adultos mayores hacían su colita cuando estaban avisados de la proyección de algo muy caliente. Era de verlos y de verlos también, al final de cada película, palmeándole el hombro de quien les ofrecía esos manjares de entretenimiento. Pero para él, para el concesionario del cine, aquello era un salvavidas para evitar cerrar. Lo conocí. Se llamaba Héctor Vargas. Como programador de cine, ni hablar. Era bueno. Se codeaba tranquilamente con sus pares de Lima. Cuando la cartelera del Teatro Municipal estuvo en sus manos los llenos en la sala de este cine eran colosales.
    EN LA ÉPOCA en Koko Zavala Ganoza y yo trabajábamos en el diario “Correo” de Piura, ambos esperábamos que fuera las 7 de la noche para abandonar la redacción del periódico y meternos a esa hora, en que empezaba la función de vermuth, al cine Variedades. Cuando en el diario se presentaba alguna urgencia hasta allí nos iban a buscar. Y lo que hacían era pedirle al administrador que nos llamaran a través de los parlantes internos de la sala. Si la película estaba en lo mejor, los espectadores de arriba se traían abajo esa platea protestando por la interrupción y las mentadas de madre contra nosotros eran interminables. Esperábamos que el griterío se apagara para salir como gatos. Calladitos. Si que nadie se diera cuenta.

    https://www.panoramad.com.pe/es/nacionales/26-sociedad/9785-recordando-cines-en-piura
     
    grindo doido, 14 Nov 2022

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    Yo Abancay - PERU

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    CINE NILO ABANCAY.....
    ESCRIBE: CIRO PALOMINO DONGO.
    EL TIEMPO DE OTRO TIEMPO (17)
    [El cine teatro Nilo]


    “Nilo” se llamaba el cine-teatro construido por una pareja de inmigrantes palestinos, que habían plantado las raíces de sus vidas en Abancay y a quienes el vecindario llamaba “los turcos”, y eso mismo lo hacían en casi todo Latinoamérica con los árabes de cualquier lugar. Pero la verdad fue que los libaneses, sirios, palestinos, jordanos, armenios que emigraron a otras latitudes en búsqueda de libertad y un mejor destino, lo hicieron con un pasaporte de la República de Turquía, razón por la cual cuando ingresaron a los países donde arribaron se les conoció con el gentilicio más mortificante para ellos: “Turcos”, porque estos jamás fueron ciudadanos de aquella república que surgió en 1923, sino esclavos de lo que fue conocido como el Imperio Turco Otomano que entre los siglos XVI y XVII, que fue su época de máximo esplendor, controlaba una vasta parte del Sureste europeo, el Medio Oriente y el norte de África, es decir, tres continentes. Esa mala costumbre pervive hasta la fecha, aun cuando los nuevos inmigrantes árabes muestran un pasaporte de un país y Estado independiente, claro está, excepto Palestina.
    Aunque no lo tengo fijamente entre mis recuerdos, pero cuando leo o escucho la palabra “Nilo”, lo primero que se me viene a la memoria es el cine Nilo, por ejemplo cuando por primera vez leí el poema “El Golen” de Jorge Luis Borges: “Si (como afirma el griego en el Cratilo)/ el nombre es arquetipo de la cosa / en las letras de “rosa” está la rosa/ y todo el Nilo en la palabra “Nilo”. De modo que para mi memoria el Nilo no solo es el mayor río del África, sino un muy especial recuerdo mío.
    Para mí el local del cine teatro “Nilo” era lo que más brillaba en todo el jirón Arequipa. Allí se metieron las mejores horas de mi niñez. Su fachada es de piedra almohadillada y tiene tres niveles. En el segundo piso que da a la calle Arequipa exhibe seis balcones. En el primer piso pasando por la calle tiene una vidriera y encima de ella una inscripción en piedra que reza: "NJA 1926", quizá sea en homenaje a su dueño y aluda la fecha en que debía haber empezado su construcción. En ese escaparate se pegaba el poster de la película que se estrenaba ese día y a sus costados dos amplias puertas por donde se ingresa a un hall que tiene dos escaleras para bajar a la platea. Detrás de la vidriera estaba la boletería con dos ventanillas, una para los asientos de la platea y la otra para el “gallinero”.
    El edificio tiene además dos puertas a sus costados que eran la entrada a dos tiendas. En mi niñez la de la izquierda era una peluquería-barbería y la de la derecha era un bazar de telas, joyas y otras cosas más que vendía su dueño y que solo podían saber los varones adultos, porque se trataba de armas de fuego y sus municiones. Además ese era el lugar de reunión de su propietario con sus paisanos que al igual que él habían acabado alojando sus huesos en Abancay, donde tuvieron sus hijos y sus nietos y otros numerosos “turquitos” más.
    En el hall de la entrada a la platea existían dos gruesas barandas de fierro donde nos apoyábamos para ver en las paredes superiores los carteles de los próximos estrenos: De aventura, de guerra, de romanos, de historia sagrada, del Oeste, de la selva, de Cantinflas, mejicanadas, pero también de las películas para mayores. Mientras veíamos esos carteles gritábamos con entusiasmo como si ese asunto dependía exclusivamente de nosotros: “¡Esa no me la pierdo!”, pero vaya a saber dios si llegarías a verla, pero si te portabas bien haciendo sin chistar todo lo que te pedían, y te deshacías en zalamerías cuando era oportuno, garantizabas tu presencia en su estreno. Sufrías todo ese suplicio, no porque tus padres eran pobres o tacaños, sino como hoy con los juegos del PlayStation, ellos también tenían el prejuicio de que toda esa espectacular fantasía que ofrecía el cinema podía zumbarte el "coco".
    Para ingresar a la platea se bajaba por dos amplias escaleras de madera que estaban pegadas a las paredes del edificio, que a unos pocos peldaños doblaban para encontrarse en la entrada de un vestíbulo. A la mano izquierda entrando estaban los baños para hombres y mujeres y a la derecha la sala de proyección de las películas. A la entrada de la platea te esperaba el recepcionista de los boletos y al ingresar tras una cortina granate te tropezabas con tres filas de butacas en bajada y al frente un enorme telón griego que se habría para los costados y que con su color azul capri con unas gruesas cintas doradas que lo cruzaban casi al final de su parte superior e inferior, cubría el ecran del cinema y el escenario del teatro.
    Para la galería o el gallinero, el ingreso era por otra puerta que estaba ubicada a la mano derecha entrando. Era un profundo corredor en bajada de casi dos metros de ancho y su piso era empedrado. Cuando llegabas a un portón de madera tenías que subir por la mano izquierda una gradería por donde llegabas a un pasadizo donde debías entregar tu boleto de entrada a la dueña que era una viejecita de cabellos blancos igualita a la Sarita García. Unos pasos más adelante estaba un baño rústico y a la mano izquierda empezaba la galería, donde todos felices se acomodaban y empezaban a hacer la bulla de los saludos o a lanzar las puntas con que se hincaban los mozalbetes, especialmente cuando veían que uno de su pandilla a lado de algunas muchachas había ingresado a la platea, para gritarle con nombre y apellido: "¡Pancho Rodríguez, aquí está tu lugar, calientito!" o "¡Pancho Rodríguez, te has caído a la platea, ojala y no estés herido!", decían esto último porque la altura era más de seis metros. Aquel bullicio continuaba sin parar hasta que empezaba la función.
    Primero pasaban un aviso de Ley y luego los avances o lo que ahora llaman los tráiler de las próximas películas a estrenarse en esa sala, después congelaban un aviso que decía: “5 MINUTOS DE INTERMEDIO” y otras cosas como ir al baño y que estaba prohibido fumar. Cuando ese intermedio iba un poco más allá de los 5 minutos que rezaba el aviso, nos ponía en un coma de ansiedad que nos obligaba a gritar desaforadamente: “¡¡Hora!!”. “¡¡Hora!!” “¡¡Hora!!”, y todas las bullas más que hicieran falta para que la película empezara y por fin empezaba. Entonces nuestro tiempo de este mundo, de ese año, de ese día y esa hora se detenían para mandarse a mudar a la época de los salvajes, los romanos, los vikingos, los apaches, los vaqueros, los rancheros, la biblia, los egipcios, los castillos y otros tiempos antiguos, pero también a las guerras del siglo XX, y nuestro espacio abanquino desaparecía tragado por los mares, los desiertos, las selvas, los grandes parajes nevados, el viejo Oeste americano, las ciudades antiguas y modernas, pequeños poblados, aldeas nativas, ranchos como haciendas, lejanos países y cientos de otros paisajes remotos más, sin faltar los escenarios de las sangrientas batallas, donde con toda naturalidad veíamos cómo los seres humanos se mataban o se morían heroicamente, pero menos mal que al final los buenos que siempre eran "gringos" alcanzaban las victorias y de paso se ganaban las chicas más valientes y bonitas.
    Entonces nosotros ya no éramos nosotros, porque de verdad habíamos salido de nuestros cuerpos para meternos en la fantasía sin límites que nos obsequiaban los magos, los héroes, las bellas mujeres, los cantantes, los bailarines, los poderosos guerreros, los rudos aventureros y los animales inteligentes que solo les faltaba hablar. Y así pasábamos aquellos imperceptibles minutos metidos en la inmensa alegría que nos obsequiaba el triunfo de los héroes y por eso todas sus victorias las aprobábamos con un unánime griterío lleno de aplausos, pero también nos angustiaban hasta hacernos rabiar de verdad la ganancia de los malos. Y eso no era todo, pues también llorábamos frente a la desgracia y el dolor que suelen causar las injusticias, especialmente contra los desvalidos.
    Y como si fuera por arte de birlibirloque, en medio de nuestras rabias y congojas de repente surgían las hilarantes y cómicas escenas o los disparatados eventos que nos provocaban grandes carcajadas hasta casi ahogarnos. Pero ahí no quedaba todo, pues también teníamos que tragarnos, masticándonos las uñas, los terroríficos episodios de alguna que otra película de miedo, que nos enseñaba que la purita maldad podía estar metida en el alma de las gentes y que podíamos no morirnos de viejos como nuestros abuelos, sino que alguien, como si fueran los “ñacachos” de nuestros cuentos infantiles, podía matarnos porque les daba la gana.
    Para librarnos de esas malvadas películas aprendimos a noticiarnos en nuestras nocturnas y callejeras reuniones, sobre qué películas eran “las buenas”, “las malas”, “las terroríficas” y “las imperdibles”. De esa experiencia cinéfila aprendí intuitivamente algo que después un libro de sicología me pudo explicar, y era que todos tenemos y compartimos hasta cinco emociones comunes como la alegría, el miedo, el humor, la furia, la pena y algo que no podíamos explicarnos pero que existía: lo absurdo. Es decir que había y sucedían cosas y experiencias que no tenían explicación, pero que podían ser la puerta de entrada a cualquiera de esas otras emociones primarias.
    Pero si en el mejor momento de una escena que podía definir toda la trama de la película, sin cortarse la proyección, se saltaba aquel capítulo, entonces todos enfurecidos maldecíamos al dueño del cine gritando: “¡Turco ratero, devuélveme mi plata!”, “¡Turco ratero, devuélveme mi plata!” y el grosero y airado reclamo cesaba cuando otra vez la película se ponía interesante. A veces esos reclamos terminaban en insultos y groserías para los airados bulliciosos, sin que estos de ningún modo se quedaran callados, porque además en medio de la oscuridad nadie los podía reconocer. Debo confesar que en el "gallinero" del cine Nilo aprendí todas las groserías que después me sirvieron para ofender a los malcriados y algunas veces para defenderme de los mismos. Lo que resultaba muy gracioso era que aprovechando la oscuridad, muchas veces un mocoso de mi edad podía gritarle a un adulto majadero: “¡Cállate huevón!” y mientras nosotros celebrábamos a carcajadas esa inesperada ocurrencia, reptando se largaba a otra parte del "gallinero!", antes que el ofendido "huevón" viniera a sacarle su "".
    Si me pondría a contar sólo el título de cada una de las películas que llegué a ver en aquella mi añorada niñez, y que todavía recuerdo, se haría muy aburrido, pues fueron tantas y tantas. Unas eran de acción donde los “jovencitos” (los héroes) nunca se cansaban de hacer lo que querían. Las de aventuras en desiertos, mares, ríos, selvas, montañas, nieves, páramos, etc. Otras eran cómicas, dramáticas o de terror. Las musicales de Joselito que nos encantaba a los mocosos y las de Marisol y Rocío Durcal a las niñas, que según ellas eran dos irreconciliables rivales. Recuerdo que también gustaban de los musicales americanos. Las de ciencia ficción como la serial de Flash Gordon.
    Las guerreras, especialmente de la segunda guerra mundial con incontables tropas, gigantescos aviones bombarderos, ágiles cazas, monstruosos barcos de combate con enormes cañones, y panzudos submarinos que lanzaban rapidísimos torpedos que hundían desprevenidos buques. Donde los alemanes eran unos gordos tontos que solo se dedicaban a comer, fumar y a torturar prisioneros, mientras los héroes americanos que a pesar de la oscuridad de la noche se metían a sus bases militares, navales, aéreas y de submarinos para dinamitarlo todo, rescatar a sus compañeros y quedarse, con besos y todo, con las chicas más guapas de la historia.
    También vi las películas del Oeste americano, donde el “jovencito” tenía el caballo más lindo, más veloz e inteligente de la película y que desde su cabalgadura o debajo de una enorme carreta, con solo un revolver al que jamás se le acababan las balas, mataba cientos de apaches que haciendo una bulliciosa ronda iban montados a pelo en poderosos pintos y mustangos. O aquella que mostraba un pueblo de una sola calle con casas de dos pisos, cuyos edificios principales eran un banco que siempre asaltaban, la oficina de sheriff con cárcel de donde los malos y el "jovencito" con la ayuda de su caballo siempre se escapaban, una funeraria a la que nunca le faltaba clientes y una cantina. En ese bar cantaban y bailaban unas mujeres vestidas de rojo y negro exhibiendo sus largas piernas con medias de malla negra y sus bombachos calzones, y donde, por cualquier motivo, el "jovencito" se peleaba con más de seis malosos a quienes los masacraba a puñetazo limpio, y aunque también recibía buenos “kekos” y terribles “wacapanasos”, ni siquiera se despeinaba; y, finalmente por esa misma calle entraban decenas de bandidos unos con caras de malos y otros de mejicanos para asaltar el pueblo y desde las ventanas y balcones sus moradores de todas las edades les disparaban a matar. En esa misma calle lo que te paralizaba el corazón eran los duelos entre el bueno y el malo que se desarrollaba lentamente y con una tenebrosa música de fondo, cuando de pronto en medio de ese suspenso, surgía el ruido de un balazo, y después de proyectar en toda la pantalla el rostro sin dolor de los duelistas, caía el malo.
    Algunas veces vi otro tipo de películas que a los joros no nos gustaba tanto, pero sí a las jovencitas y las amas de casa, y especialmente a los moradores de la campiña, eran las lacrimosas mejicanadas. Generalmente eran en blanco y negro y ambientadas en ranchos y haciendas y plagadas de trágicas historias de amor no correspondido. Estaban llenas de serenatas, balazos a pie o en caballos, peleas a puñetazo limpio y amorosas canciones lanzadas al aire con melodiosa voz por charros cantores o lindas señoritas, como esas que decían: “Deja que caiga la luna / deja que se meta el sol / para decirte cositas / muy bonitas corazón/….” o está otra: “Noche de ronda / que triste pasa, que triste cruza por mi balcón / Noche de ronda / como me hieres, como lastimas mi corazón / Luna que se quiebra, sobre las tinieblas de mi soledad ¿A dónde vas? / Dime si esta noche tú te vas de ronda como él se fue ¿con quién está? / Dile que lo quiero, dile que me muero de tanto esperar, que vuelva ya /….” o esta: “Amorcito corazón / yo tengo tentación de un beso / que se brinda en el calor / de nuestro gran amor, mi amor /…” o la mundialmente conocida: “Bésame, bésame mucho / como si fuera esta noche / la última vez / Bésame, bésame mucho / que tengo miedo a perderte / perderte después /…” y muchísimas más que muchos de ustedes recuerdan mejor que yo, porque de algún modo a su tiempo o todo el tiempo les han roto el corazón.
    En los comentarios que las señoras hacían sobre estas películas, se sentía la enamorada admiración que tenían por Pedro Infante, Jorge Negrete, Luis Aguilar, Pedro Armendáriz, Arturo de Córdova, y un auténtico respeto por la calidad actoral de María Félix, Dolores del Río, Kati Jurado y Sara Montiel. Entre los cómicos que sí nos gustaban a los joros y a todo el mundo estaban Mario Moreno “Cantinflas”, Germán Valdez “Tintan”, Antonio Espino “Clavillazo” o Adalberto Martínez “Resortes”.
    También este cine era un teatro, donde de vez en cuando, dentro de una gira nacional, se presentaban las obras de teatro clásico protagonizado por los famosos actores y actrices nacionales de la Asociación de Artistas Aficionados (AAA) de Lima. Algunas veces también se presentaban cantantes con cartelera nacional, ya sean de la música criolla o del folklore andino. Aun todavía deben estar pintados en las paredes de la pieza que hacía de vestuario, los nombres que como recuerdo de su actuación dejaron los artistas que pasaron por el escenario del buen Cine-Teatro “NILO”, que para su tiempo fue una infraestructura muy moderna y hasta elegante, que tenía entradas para el escenario, un proscenio, un foso para la orquesta y una gran platea.
    Por su parte el pueblo no se quedaba atrás porque en sus tablas los colegios presentaban las veladas-varietés, donde los artistas locales de todas las edades ya sea cantando, bailando, declamando poesías o actuando entretenían al vecindario que asistía para contribuir con una buena causa, porque las entradas se vendían pro-esto o pro-aquello.
    Ya sea a colores, en blanco y negro, mudas o sonoras, hay películas que jamás olvidaré, y si se me ocurre repetirlas, alguna de ellas puedo bajarlas con la magia del Internet, y volver a sentir con nostalgia, la misma alegría y entusiasmo que me ofrecía la galería o la platea de mi CINE NILO. Después, aunque ya existía, gracias una nueva administración se puso de moda el cine Municipal que estaba encima de los arcos del Palacio Municipal, y más tarde inauguraron en el jirón Tarapacá uno que se llamaba Julmar, pero esos ya fueron tiempos de mi adolescencia que no es mi propósito referir en estas remembranzas.
    Cuando acabé de terminar esta grata reminiscencia del cine de mi infancia, me acordé de una graciosa anécdota que ya en la adolescencia nos ocurrió una noche a mí y a mi patota al salir de ese local, y es que habíamos asistido a la proyección de una interesante película, por supuesto y como casi siempre en el “gallinero”. Pero como no queríamos que las chicas que nos gustaban se enteraran que éramos unos misios y que andábamos allí arriba mezclados con los pobretones del pueblo, minutos antes que acabara el filme salíamos volando de ese lugar, y ya afuera aparentar que estábamos saliendo de la platea o simplemente largarnos lejos de ahí.
    Pero esa noche, como siempre salimos volando casi al final de la función y ya en la puerta nos llevamos de encuentro a un robusto caballero de más de 50 años de edad que no conocíamos, quien perdiendo el equilibrio en la acera acabó cayendo de espaldas en la calzada. Después de provocar ese inesperado accidente, seguimos corriendo más veloces aun, para no enterarnos qué avería le habríamos causado.
    Al día siguiente, disciplinadamente formados en el patio de honor del colegio, nos comunicaron que a partir de ese día se haría cargo de la dirección de la Gran Unidad Escolar “Miguel Grau” de Abancay, un respetado profesor que llegaba desde la otra provincia. La ceremonia de esa presentación fue con los tradicionales “bombos y platillos” que obligaba la ocasión, donde casi todos nuestros profesores nos presentaron al nuevo director, por medio de discursos, poesías, canciones y los desgastados y hasta aburridos sketchs cómicos que de memoria se habían aprendido algunos alumnos.
    Después de todo eso que ya conocíamos hasta el aburrimiento, para finalizar la ceremonia, habló por fin el nuevo director, quien luego de acabar su emocionado discurso, acotó con algo de cólera en su voz: “Anoche cuando caminaba por las inmediaciones del cinema de esta ciudad, un grupo de salvajes me atropellaron violentamente hasta hacerme caer y provocarme un fuerte golpe en la cadera. ¡Espero que esos forajidos no sean de nuestro glorioso colegio! ¡Muchas gracias!”.
    Lo que a mí me resulta gracioso es que el ex Instituto Nacional de Cultura – INC mediante Resolución Directoral Nº 1129-2001-INC, del 06 de noviembre del 2001, haya declarado como Patrimonio Cultural de la Nación en la categoría de ACD (¿?) al CINE TEATRO NILO, ubicado en el jirón Arequipa Nos. 203 al 211, y que luego de casi 18 años, el hoy Ministerio de Cultura no haya hecho absolutamente nada para procurar su expropiación, previo pago a sus nuevos propietarios del justiprecio de su indemnización, para que antes de que el tiempo lo destruya como ya se nota, disponer su puesta en valor para los fines culturales de la ciudad de Abancay. ¿Para qué sirve el Canon Minero?


     
    grindo doido, 14 Nov 2022

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    Ir al cine en nuestra “Isla Bonita” sigue siendo una de las actividades de ocio por excelencia, siempre ha sido todo un evento; sobre todo para los “cinefilos” como yo, si es que uno está propiamente mentalizado como corresponde. El comprar canchita, un gran vaso de gaseosa, estar sentado en una sala oscura viendo los avances de las películas que se vienen, ya sea solo, con amigos, con tu pareja (o prospecto de pareja), se ha convertido en todo un evento social. Y aunque la piratería sea la reina indiscutible en el panorama comercial Iquiteño, ir al cine nunca pasara de moda y si te dejas llevar, es toda una experiencia. De seguro alguien que lleva años yendo al cine ha podido quedarse con todo un historial de anécdotas, algunas que dan risa, otras que lo hacen cuestionar el porqué va al cine en primer lugar.
    Pero empecemos este artículo como corresponde, desde inicios del siglo XX, Iquitos fue hogar de varios cines tales como el Olimpia, Imperio, Loretano, Recreo, España, de propiedad del empresario español José Altimira; así como el majestuoso Alhambra, Bolognesi, Excélsior, Belen (estos 3 últimos de propiedad del empresario limeño José Calero Paz); y mención especial para el más grande “Cine Iquitos” de propiedad del Sr. Joao Pinto Junior (Abuelo de mi buen amigo, Juanin Pinto), y el ultimo cine se construyó a finales de la década del 70 de propiedad del Sr. Roberto Reátegui Escobedo, llamado Cine Atlántida. Para empezar todos ellos eran diferentes al multicine “Cinestar” que funciona actualmente en la 2da cuadra del Jr. Arica, principalmente porque los antiguos cines se trataba de sala única versus el multicine antes citado.
    Todos estos ex cines cambiaron de uso y fueron demolidos o abandonados¡…Es así como el Ex Cine Iquitos es ahora una galería comercial (Jr Próspero/Palcazu), el Ex Cine Belén es un camal de pollos! (Calle 9 de diciembre – 4ta cuadra), el Ex Cine excélsior es ahora una galería de tiendas (Calle Arica – 3ra cuadra), el Ex Cine Alhambra es ahora el Hotel Dorado Plaza (Calle Napo – 2da cuadra), el Ex Cine Loretano se convirtió en la pollería “Cocoroco” (esquina Grau/Bermúdez), el Ex Cine Atlántida es ahora el gimnasio de un colegio católico (Calle Arequipa – 1ra cuadra) y el Ex Cine Bolognesi como local del ASCIDEL y que actualmente está abandonado debido a una deuda con la Municipalidad (esquina San Martín/Hullaga) – y valga acotar que está en ruinas.
    Esta semana de relax en Iquitos, asistí a ver la película “JOKER”. Pues sucedió que a media proyección cinematográfica, todos los espectadores fuimos testigos del instante en que la actriz alemana de color “Zazie Beetz” en este mundo globalizado y digital con sonido estéreo incluido, increíblemente se quedaba sin voz!, en repetidas ocasiones y por largos segundos!. Los reclamos no se hicieron esperar y se escuchaba en la sala gritos pidiendo la reposición del audio, puedo decir que eran educados, en cierto sentido, diría que hasta tímidos. Algunos silbidos corteses adornaron los reclamos a la tercera o cuarta vez de ocurrir el mismo problema, y fue en esos momentos que recordé los años en que acudía a los cines antiguos, la reacción del público en nuestra “Isla Bonita” era muy diferente, ante una circunstancia similar, 25 ó 30 años atrás, cuando las películas se “estrenaban” 6 meses o un año después de su estreno oficial en USA o Europa.
    La reacción inmediata en aquellos tiempos estaba dominada por gritos, silbatinas generalizadas, insultos al proyector de turno; al administrador; al maldito dueño del cine!; a la señora mala gracia que te vendía el ticket; al tipo que estaba dos filas delante tuyo con su enamorada; a la mancha de pitucos; al compañero de al lado, es decir, un verdadero escándalo. Los adolescentes y no tan adolescentes de esos años, parecíamos esperar la llegada de una falla en la proyección, por más mínima que fuera, para iniciar el ruido. La idea era lanzar el insulto más soez, el grito más desatinado, el silbido más estridente y con un poco de mala suerte, recibir un escupitajo de campeonato proveniente del balcón, si es que te habías sentado en la platea a una distancia que te hacía un blanco fácil de ello.
    Eran otros tiempos, no digo mejores, sólo diferentes. Bastaba que la gente empezara a ingresar para que también empezara a fumar. Los chicles, cigarrillos, caramelos y chupetes se vendían dentro del mismo cine, y otro dato: no te quitaban lo que te comprabas fuera!, podías llevar hasta tu ¼ de pollo, a vista y paciencia del respetable público. La iluminación era distinta, mejor dicho no había iluminación: durante la previa a la función, la luz era tenue, pero la oscuridad era total justo antes de la presentación de los comerciales de Inca Kola, Bimbo, Ducal o Clinic Este era el momento indicado para aquellos que habían ido al cine sólo bajo el pretexto de estar con la enamorada, lejos de la vista de los curiosos (especialmente de los sachasuegros) para de este modo dar rienda suelta al chape y al toqueteo (suena más elegante que paleteo), importándoles un pepino si en la pantalla de tela se proyectaba Tiburón – 9, Rocky – 13, Terminator – 15 o Star Wars 17; la película de turno no era con ellos, menos con sus afanes.
    Esto era común en aquellos tiempos, ya que siempre había parejas que escogían los últimos asientos traseros, que eran muy convenientes para que las parejitas dieran rienda suelta a su romance con besitos y abrasitos inocentes que, aún así, los infaltables cucufatos de entonces, juraban que merecían ser colocados en la hoguera e incinerados vivos. Qué hubieran dicho, esos mismos mojigatos del comportamiento de esas parejitas al final de la era de las salas de cines, dentro de ellas. Lo mejor, para esos menesteres románticos de entonces, fueron los cines “Bolognesi” y “Excelsior”. Las entradas, DIOS mío, se pagaban con monedas de cobre conocidas como “el gordo” y “flaco”, porque una era mas gruesa (el doble) que la otra. Qué hermosos tiempos aquellos donde no se conocìa la malicia ni la perversidad, como tampoco la bellaquería o el disimulo. “TODO TIEMPO PASADO FUE MEJOR”, ¿alguien me puede decir lo contrario?. La pregunta está dirigida a aquellos que saben de ese pasado.
    No es un recuerdo tan grato, pero es recuerdo al fin y al cabo. En esa época ir a una función de estreno era riesgosa para los olfatos más delicados, incluso para los oídos más delicados, pues no faltaba uno que otro desadaptado que escogía justo la escena del beso romántico del joven protagonista a su damisela (de la película) para mostrar a toda la audiencia el indecoro de sus flatulencias, si pues: de película, los pendex!, bien que me acuerdo y ustedes también. Yo me considero un “cinefilio”, al parecer es una cosa hereditaria. Mi Padre, contador de profesión nos llevaba a mí y a mis hermanos, al llegar del trabajo de PetroPerú aún exhausto después de su jornada laboral, acudíamos sin falta, entre dos o tres veces a la semana, a las funciones de permanencia voluntaria a ver los clásicos de Alfredo Hitchcock, recuerdo por ejemplo que después de ver “Psicosis”, les juro que me daba miedo meterme a la ducha detrás de una cortina.
    Antes de los años ‘70 u ‘80 ir al cine no era cualquier cosa. Los códigos de vestimenta de nuestra “Isla Bonita” de aquellas épocas señalaban que uno debía andar bien vestido, peinado para ir al cine. Además, era un evento tan preciado que se ponía cierta atención al momento de elegir una función: la gente mayor recordaba que, cuando las películas eran sériales, se quedaban en el momento más interesante y continuaban la siguiente semana. No existía ninguna de las tecnologías de las que ahora disfrutamos pero vaya que era emocionante llegar temprano para sentarte en tu butaca consentida para ver mejor la película, después de pasadas unas cuantas horas o minutos, dependiendo de la duración de la película, salir a comprarte unos chicles, frutas o un chocolate sublime o golazo en lo que cambiaban de rollo era parte de la experiencia de ir al cine de antes ya que era toda una espera, pues te dejaban en el minuto de la película más interesante y tenías que correr porque si no ya no verías el comienzo de la continuación.
    Todos los que vivimos este cambio nos hemos maravillado de la nueva forma de hacer, presentar y disfrutar el cine, ya que hoy en día no sólo lo vemos sino que hasta lo sentimos y lo vivimos. Ir al cine en el pasado era algo de gran emoción por ver una película, ya que no había muchos cines sin embargo los boletos eran muy accesibles y llevar a toda la familia no salía tan caro, el cine ha evolucionado con el pasar de los años. Para ir al cine, tenías que comprar el periódico y chequear la cartelera y si querías ver una película en especial, era muy probable que tuvieras que ir a un determinado cine que la exhibiera, ya que no se presentaba en la mayoría de las salas de la ciudad. Antes: había un intermedio entre 15 y 30 minutos para que la gente saliera al baño sin perderse la película o comprar más dulces y comidas. Ahora: no hay intermedio, si tienes que ir al baño, te vas a perder una parte esencial de la película. Antes: todo era hacer filas para la única película que estaba en taquilla del cine y otra fila para entrar a la sala, por lo que tenías que llegar por lo menos con media hora de anticipación.
    Los cines antiguos proyectaban películas analógicas, es decir necesitaban de un cuarto de proyección; que era manejado por un “proyeccionista” en formatos de 35 milímetros, y que a cada rato se levantaba y cambiaba el rollo de la película y lo guarda en su lata correspondiente. El ruido del celuloide girando al envolverse representaba una señal inequívoca al cual tenía que estar atento; ya que estas cintas de 35 mm. requerían del cuidado de la lámpara, los rodillos, los patines de la ventanilla (por donde reposaba la película al pasar), o el microobjetivo del sonido. Inclusive se llegaba al extremo, que los rollos de las películas eran sometidos a un desgaste intenso; hasta que rollos se cortaban y saltaban con cada vez mayor frecuencia hasta su retiro definitivo. En cambio las películas actuales (digitales), tienen una operatividad “más cómoda” ya que las películas llegan en discos duros que solo hay que conectar, siendo el mantenimiento mínimo, ya que solo hay que limpiar los filtros de aire.
    Tradicionalmente las películas eran distribuidas en forma de rollos de película de 35 mm. estos rollos eran grandes y pesados, además de ser muy delicados. Por no hablar de la degradación de la calidad que sufrían los rollos tras ser proyectados múltiples veces. Además, los rollos se distribuían a las salas mediante sistemas logísticos de transporte (bicicleta), se trasladaban de un cine a otro; por eso el horario de películas exhibidas en simultáneo en Iquitos, diferían en 45 minutos. Estos eran proyectados en equipos específicos para manejar estos enormes rollos. La manipulación de las películas requería de intervención humana, así como estar pendientes de los cambios de rollo durante la proyección. Cada rollo de película de 35 mm tenia un metraje de entre 20 y 24 minutos, y a modo de ejemplo; este tipo de rollo pesaba nada menos que 3 Kg y tenia 1,8 metros de diámetro.
    Vistos a la distancia, los cines de antes eran divertidos a pesar de las incomodidades. Como tener que cambiar de lugar porque la persona sentada al frente era más alta y no permitía ver los subtítulos en español, otra era la de tratar de encontrar a los amigos en la oscuridad de la sala cuando se llegaba tarde y facilitar la búsqueda con un discreto silbido o de plano con un grito que era común: “¡Ya llegué!…Los asientos eran de sillas de madera retráctiles, con espaldar de esterilla. Y existía una fila reservada para autoridades y sus familiares (prefecto y alcalde), que estaban cuidados por la policía municipal. Recuerdo la última vez que fui a ver una película analógica “Titanic”, chicas que la vieron más de diez veces sólo para babear por Leonardo DiCaprio, todo el mundo llorando a mares y la maldita canción de Celine Dion sonando por todos lados.
    Uno se pregunta ¿Dónde están esas personas con las cuales compartimos esa época?, ¿asisten al cine actualmente?, gente de 40 o 50 años para arriba, personas que sin conocerse compartíamos el mismo deseo de diversión que nos motivaba ir al cine, juntos sonreíamos,, nos carcajeamos, lloramos y aplaudíamos, si, ¡aplaudíamos juntos el final de las películas más emotivas!, gritábamos arengando a Rocky cuando pelaba con Drago en el ocaso de la guerra fría, insultábamos a los malos, silbábamos a las bellas actrices, gritábamos sandeces ante una escena de sexo, si es que lograbas colarte a una película apta para mayores de 18 años; si pues, con lo difícil que era poder evadir al Policía Municipal. Sobre todo si era el famoso “Timoshenco”, que con su linterna te alumbraba en la cara para asegurarse de tu minoría de edad y te sacaba de tu asiento. Qué tiempos aquellos.

    https://proycontra.com.pe/los-cines-de-antes-en-la-ciudad-de-iquitos/
     
    grindo doido, 14 Nov 2022

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    Última edición: 24 Jul 2023
    grindo doido, 24 Jul 2023

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    El Portofino por niccolas de pierola central vi la ultima pelicula el utlimo soldado fue en abril de 1998 fue la ultima pelicula que vi en este cine elegante hermosos con sofa de terciopelo lujoso recuerdo que fui el unico que vi la pelicila me quede desde las 3pm hasta las 10 pm de la noche a las 5pm sali un rato y me encontre con el personaal de limpieza y me dijo que no te preocupes ve la pelicula no hay nadies y disfrute de esta pelicula en patalla gigante
     
    Walia, 25 Jul 2023

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    Mis cines de preferencia por la cercanía fueron Metro, República, Bijou, Excelsior, Adán y Eva, Romeo y Julieta, Roma, Mariátegui, San Felipe, el del Ministerio de Trabajo ( el mas económico por esos años y el mas cerca de mi casa), Las Américas ( cuantas anécdotas, antes de ir a clases o de los previos a una borrachera y algo mas).
     
    grindo doido, 26 Jul 2023

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