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Malo .......Continúe Don Cornelio jajajaja. Se ve interesante el relato.
Jajajaja que frío tu alma.
Crees que con 500 Laura te acepte para que se acuesten, ella misma tomaría el billete y te mandaría a lo más profundo de tu ser y lo dudo que sea ninfómana, ella simplemente tiene dos caretas, esposa y puta ( discúlpame @JuanxxxPablo por el adjetivo).jaja cual frio de alma si al kachudo le excita que se la tiren a su flaca XD y yo estoy dispuesto a gozarla con 500 lekas cual es el problema? todos salidmos ganado incluso la misma flaca que es ninfomana XD
En realidad no es para acostarse solo para que me saque toda la leche con su boca y se la trague nada mas, no me interesa su cuca ni su qlo y creo que con 500 recontra bien pagado XDCrees que con 500 Laura te acepte para que se acuesten, ella misma tomaría el billete y te mandaría a lo más profundo de tu ser y lo dudo que sea ninfómana, ella simplemente tiene dos caretas, esposa y puta ( discúlpame @JuanxxxPablo por el adjetivo).
Y lo que comenta @spadina72 es totalmente cierto el hombre debe estar buscando la mejor manera de terminar la Odisea que está atravesando.
Saludos
La semana pasada no escribí nada porque la salida se suspendió a último momento. Un compromiso previo que había asumido mi esposa, así que lo pasamos para éste viernes que pasó.
Esa noche, mientras mi esposa se ducha y arregla, poniéndose más linda todavía (¿para mí, para él), aprovecho el momento y le reviso el celular. La contraseña es nuestra fecha de casamiento. Reviso sus contactos, el WhatsApp, pero a Abel no lo tiene agendado. Quizás lo tenga con otro nombre, pienso. Busco en el mío su número, lo marco en el de ella, a ver si lo tiene registrado, y nada.
Entonces caigo en que tiene otro teléfono, el laboral, el cuál a veces deja en su oficina, cómo en ésta ocasión.
Dejo el celular como estaba, termino de arreglarme y la veo salir del cuarto, bellísima, esplendorosa. No puede ser que ese huevón se esté tirando a mi jerma, pienso al verla.
¿Y, que te parece?, me pregunta dando una vueltita para que la contemple mejor.
Te cogería ahora mismo, acá, en el suelo, le aseguro, tocándome el bulto para que note las ganas que le tengo.
Ya vas a poder cuándo estemos de vuelta, que me llevó un buen rato ponerme todo este maquillaje, promete.
Le pido de sacarle una foto, que es la que acompaña el relato, y salimos, que ya nos está esperando el taxi.
Con Abel y Paola nos encontramos directamente en el restaurante. La cena transcurre de lo más normal, en un momento las mujeres van al servicio, y me quedo con Abel, los dos solos, frente a frente.
Me dan ganas de decirle que ya sé que se está tirando a mi esposa, que ahí se termina todo, que en cuanto regresen del baño se van a enterar. Y si no me creen, tengo las imágenes. Pero me contengo, no puedo hacer semejante escándalo y tirar todo por la borda.
Cuándo regresan le pido a Paola, que es pastelera certificada, que me acompañe a elegir los postres. Mi idea era dejarlos un momento a solas, para evaluar sus reacciones, pero no alcancé a detectar nada raro. Mientras nos ausentamos de la mesa siguieron platicando de lo más normal, con mi esposa riéndose con alguna broma de Abel, pero eso fue todo, no hubo ningún acercamiento ni nada fuera de lo habitual. Son dos profesionales.
Debo reconocer que al ser conciente de la relación que existe entre ambos, empecé a mirar a la esposa de Abel con otros ojos. Nunca me había pasado, pero estuve más atento a sus curvas, considerando el comentario que hizo alguien por ahí, de que lo más justo sería un ojo por ojo, diente por diente. Te tiraste a mi mujer, me tiro a la tuya. Pero durante la cena no hubo chance de ningún otro acercamiento, quizás en otro momento, tantear el terreno y ver qué pasa. Tampoco es que sea tan fácil, no todas las mujeres son cacherazas infieles como la mía.
Ya pasada la medianoche, y de algunos tragos, nos despedimos en la puerta del restaurante. Ellos se subieron a su taxi y nosotros al nuestro.
Cuándo llegamos a casa yo ya estaba entonado no solo por el vino de la cena y los tragos del final, sino también por haber visto a mi esposa cara a cara con su amante. Y aunque esperaba detectar alguna complicidad entre ellos, que no la hubiera me excitaba más todavía.
¿Cómo podían actuar con tanta normalidad después de haber tirado como bestias en celo hacía unos pocos días? No digo que se pusieran a chuponearse ahí delante nuestro, pero a lo sumo, no sé, alguna mirada cómplice, pero nada de nada.
Si no los hubiera visto con mis propios ojos, jamás llegaría a pensar que esos dos pudieran tener algo. Lo que me lleva a preguntarme si Abel es el primero con el que mi esposa me pone los cachos, o es uno más de su lista. Hasta preferiría que fuera uno más, porque si no es así, y es el primero y el único, significaría que entre ellos hay algo especial. Que no es solo que se gustaron y tuvieron ganas de cachar, sino que hay sentimientos de por medio.
Me prometiste algo antes de salir, le digo al entrar al departamento, tomándola de la cintura y apoyándola por detrás.
¿Ah sí? ¿Y qué era que no me acuerdo?, me dice la muy perra, frotándome el poto por toda la bragueta.
Con una mano le aprieto las tetas, metiéndole la otra por entre las piernas. Se estremece toda. Se da la vuelta, me da un beso bien de lengua y se pone de rodillas en el suelo. Le gusta hacerse la sumisa, la sometida, aunque es ella la que tiene todo el control.
Me desabrocha el pantalón y me pela la pija, cierro los ojos cuándo se pone a chupármela, sintiendo que valió la pena esperar toda la noche para ese momento. Me hace garganta profunda, y cuándo se la saca de la boca y me la escupe, no puedo evitar imaginarla haciéndole eso mismo a Abel. ¿A cuántos más se la habrá chupado? ¿Cuántos amigos y conocidos habrán disfrutado las delicias de su boquita?
Fuimos al cuarto y tiramos casi toda la noche. Ella siempre es muy fogosa, aunque esa noche en especial no podía dejar de preguntarme si estaba así por mí o por Abel, por haberlo tenido tan cerca. Igual, fuera por él o por mí, le acabé adentro como un burro, para que no queden dudas de quién es su dueño.
Durante la semana no hubo actividad en casa, me refiero a sus infidelidades, aunque en un par de oportunidades, el martes y el jueves, estuvo ilocalizable por varias horas. No sé que estuvo haciendo, ¿cachando con Abel en un telo? ¿Cachando con algún otro? Me desespera esa incertidumbre....Ver el archivos adjunto 1978750
Lamento decirte que luego de ver las fotos de tu esposa, ella es una sandia: Uno nunca se la come solo.La semana pasada no escribí nada porque la salida se suspendió a último momento. Un compromiso previo que había asumido mi esposa, así que lo pasamos para éste viernes que pasó.
Esa noche, mientras mi esposa se ducha y arregla, poniéndose más linda todavía (¿para mí, para él), aprovecho el momento y le reviso el celular. La contraseña es nuestra fecha de casamiento. Reviso sus contactos, el WhatsApp, pero a Abel no lo tiene agendado. Quizás lo tenga con otro nombre, pienso. Busco en el mío su número, lo marco en el de ella, a ver si lo tiene registrado, y nada.
Entonces caigo en que tiene otro teléfono, el laboral, el cuál a veces deja en su oficina, cómo en ésta ocasión.
Dejo el celular como estaba, termino de arreglarme y la veo salir del cuarto, bellísima, esplendorosa. No puede ser que ese huevón se esté tirando a mi jerma, pienso al verla.
¿Y, que te parece?, me pregunta dando una vueltita para que la contemple mejor.
Te cogería ahora mismo, acá, en el suelo, le aseguro, tocándome el bulto para que note las ganas que le tengo.
Ya vas a poder cuándo estemos de vuelta, que me llevó un buen rato ponerme todo este maquillaje, promete.
Le pido de sacarle una foto, que es la que acompaña el relato, y salimos, que ya nos está esperando el taxi.
Con Abel y Paola nos encontramos directamente en el restaurante. La cena transcurre de lo más normal, en un momento las mujeres van al servicio, y me quedo con Abel, los dos solos, frente a frente.
Me dan ganas de decirle que ya sé que se está tirando a mi esposa, que ahí se termina todo, que en cuanto regresen del baño se van a enterar. Y si no me creen, tengo las imágenes. Pero me contengo, no puedo hacer semejante escándalo y tirar todo por la borda.
Cuándo regresan le pido a Paola, que es pastelera certificada, que me acompañe a elegir los postres. Mi idea era dejarlos un momento a solas, para evaluar sus reacciones, pero no alcancé a detectar nada raro. Mientras nos ausentamos de la mesa siguieron platicando de lo más normal, con mi esposa riéndose con alguna broma de Abel, pero eso fue todo, no hubo ningún acercamiento ni nada fuera de lo habitual. Son dos profesionales.
Debo reconocer que al ser conciente de la relación que existe entre ambos, empecé a mirar a la esposa de Abel con otros ojos. Nunca me había pasado, pero estuve más atento a sus curvas, considerando el comentario que hizo alguien por ahí, de que lo más justo sería un ojo por ojo, diente por diente. Te tiraste a mi mujer, me tiro a la tuya. Pero durante la cena no hubo chance de ningún otro acercamiento, quizás en otro momento, tantear el terreno y ver qué pasa. Tampoco es que sea tan fácil, no todas las mujeres son cacherazas infieles como la mía.
Ya pasada la medianoche, y de algunos tragos, nos despedimos en la puerta del restaurante. Ellos se subieron a su taxi y nosotros al nuestro.
Cuándo llegamos a casa yo ya estaba entonado no solo por el vino de la cena y los tragos del final, sino también por haber visto a mi esposa cara a cara con su amante. Y aunque esperaba detectar alguna complicidad entre ellos, que no la hubiera me excitaba más todavía.
¿Cómo podían actuar con tanta normalidad después de haber tirado como bestias en celo hacía unos pocos días? No digo que se pusieran a chuponearse ahí delante nuestro, pero a lo sumo, no sé, alguna mirada cómplice, pero nada de nada.
Si no los hubiera visto con mis propios ojos, jamás llegaría a pensar que esos dos pudieran tener algo. Lo que me lleva a preguntarme si Abel es el primero con el que mi esposa me pone los cachos, o es uno más de su lista. Hasta preferiría que fuera uno más, porque si no es así, y es el primero y el único, significaría que entre ellos hay algo especial. Que no es solo que se gustaron y tuvieron ganas de cachar, sino que hay sentimientos de por medio.
Me prometiste algo antes de salir, le digo al entrar al departamento, tomándola de la cintura y apoyándola por detrás.
¿Ah sí? ¿Y qué era que no me acuerdo?, me dice la muy perra, frotándome el poto por toda la bragueta.
Con una mano le aprieto las tetas, metiéndole la otra por entre las piernas. Se estremece toda. Se da la vuelta, me da un beso bien de lengua y se pone de rodillas en el suelo. Le gusta hacerse la sumisa, la sometida, aunque es ella la que tiene todo el control.
Me desabrocha el pantalón y me pela la pija, cierro los ojos cuándo se pone a chupármela, sintiendo que valió la pena esperar toda la noche para ese momento. Me hace garganta profunda, y cuándo se la saca de la boca y me la escupe, no puedo evitar imaginarla haciéndole eso mismo a Abel. ¿A cuántos más se la habrá chupado? ¿Cuántos amigos y conocidos habrán disfrutado las delicias de su boquita?
Fuimos al cuarto y tiramos casi toda la noche. Ella siempre es muy fogosa, aunque esa noche en especial no podía dejar de preguntarme si estaba así por mí o por Abel, por haberlo tenido tan cerca. Igual, fuera por él o por mí, le acabé adentro como un burro, para que no queden dudas de quién es su dueño.
Durante la semana no hubo actividad en casa, me refiero a sus infidelidades, aunque en un par de oportunidades, el martes y el jueves, estuvo ilocalizable por varias horas. No sé que estuvo haciendo, ¿cachando con Abel en un telo? ¿Cachando con algún otro? Me desespera esa incertidumbre....
Espero nos pueda seguir contando más como le va en esta situación cofraLa semana pasada no escribí nada porque la salida se suspendió a último momento. Un compromiso previo que había asumido mi esposa, así que lo pasamos para éste viernes que pasó.
Esa noche, mientras mi esposa se ducha y arregla, poniéndose más linda todavía (¿para mí, para él), aprovecho el momento y le reviso el celular. La contraseña es nuestra fecha de casamiento. Reviso sus contactos, el WhatsApp, pero a Abel no lo tiene agendado. Quizás lo tenga con otro nombre, pienso. Busco en el mío su número, lo marco en el de ella, a ver si lo tiene registrado, y nada.
Entonces caigo en que tiene otro teléfono, el laboral, el cuál a veces deja en su oficina, cómo en ésta ocasión.
Dejo el celular como estaba, termino de arreglarme y la veo salir del cuarto, bellísima, esplendorosa. No puede ser que ese huevón se esté tirando a mi jerma, pienso al verla.
¿Y, que te parece?, me pregunta dando una vueltita para que la contemple mejor.
Te cogería ahora mismo, acá, en el suelo, le aseguro, tocándome el bulto para que note las ganas que le tengo.
Ya vas a poder cuándo estemos de vuelta, que me llevó un buen rato ponerme todo este maquillaje, promete.
Le pido de sacarle una foto, que es la que acompaña el relato, y salimos, que ya nos está esperando el taxi.
Con Abel y Paola nos encontramos directamente en el restaurante. La cena transcurre de lo más normal, en un momento las mujeres van al servicio, y me quedo con Abel, los dos solos, frente a frente.
Me dan ganas de decirle que ya sé que se está tirando a mi esposa, que ahí se termina todo, que en cuanto regresen del baño se van a enterar. Y si no me creen, tengo las imágenes. Pero me contengo, no puedo hacer semejante escándalo y tirar todo por la borda.
Cuándo regresan le pido a Paola, que es pastelera certificada, que me acompañe a elegir los postres. Mi idea era dejarlos un momento a solas, para evaluar sus reacciones, pero no alcancé a detectar nada raro. Mientras nos ausentamos de la mesa siguieron platicando de lo más normal, con mi esposa riéndose con alguna broma de Abel, pero eso fue todo, no hubo ningún acercamiento ni nada fuera de lo habitual. Son dos profesionales.
Debo reconocer que al ser conciente de la relación que existe entre ambos, empecé a mirar a la esposa de Abel con otros ojos. Nunca me había pasado, pero estuve más atento a sus curvas, considerando el comentario que hizo alguien por ahí, de que lo más justo sería un ojo por ojo, diente por diente. Te tiraste a mi mujer, me tiro a la tuya. Pero durante la cena no hubo chance de ningún otro acercamiento, quizás en otro momento, tantear el terreno y ver qué pasa. Tampoco es que sea tan fácil, no todas las mujeres son cacherazas infieles como la mía.
Ya pasada la medianoche, y de algunos tragos, nos despedimos en la puerta del restaurante. Ellos se subieron a su taxi y nosotros al nuestro.
Cuándo llegamos a casa yo ya estaba entonado no solo por el vino de la cena y los tragos del final, sino también por haber visto a mi esposa cara a cara con su amante. Y aunque esperaba detectar alguna complicidad entre ellos, que no la hubiera me excitaba más todavía.
¿Cómo podían actuar con tanta normalidad después de haber tirado como bestias en celo hacía unos pocos días? No digo que se pusieran a chuponearse ahí delante nuestro, pero a lo sumo, no sé, alguna mirada cómplice, pero nada de nada.
Si no los hubiera visto con mis propios ojos, jamás llegaría a pensar que esos dos pudieran tener algo. Lo que me lleva a preguntarme si Abel es el primero con el que mi esposa me pone los cachos, o es uno más de su lista. Hasta preferiría que fuera uno más, porque si no es así, y es el primero y el único, significaría que entre ellos hay algo especial. Que no es solo que se gustaron y tuvieron ganas de cachar, sino que hay sentimientos de por medio.
Me prometiste algo antes de salir, le digo al entrar al departamento, tomándola de la cintura y apoyándola por detrás.
¿Ah sí? ¿Y qué era que no me acuerdo?, me dice la muy perra, frotándome el poto por toda la bragueta.
Con una mano le aprieto las tetas, metiéndole la otra por entre las piernas. Se estremece toda. Se da la vuelta, me da un beso bien de lengua y se pone de rodillas en el suelo. Le gusta hacerse la sumisa, la sometida, aunque es ella la que tiene todo el control.
Me desabrocha el pantalón y me pela la pija, cierro los ojos cuándo se pone a chupármela, sintiendo que valió la pena esperar toda la noche para ese momento. Me hace garganta profunda, y cuándo se la saca de la boca y me la escupe, no puedo evitar imaginarla haciéndole eso mismo a Abel. ¿A cuántos más se la habrá chupado? ¿Cuántos amigos y conocidos habrán disfrutado las delicias de su boquita?
Fuimos al cuarto y tiramos casi toda la noche. Ella siempre es muy fogosa, aunque esa noche en especial no podía dejar de preguntarme si estaba así por mí o por Abel, por haberlo tenido tan cerca. Igual, fuera por él o por mí, le acabé adentro como un burro, para que no queden dudas de quién es su dueño.
Durante la semana no hubo actividad en casa, me refiero a sus infidelidades, aunque en un par de oportunidades, el martes y el jueves, estuvo ilocalizable por varias horas. No sé que estuvo haciendo, ¿cachando con Abel en un telo? ¿Cachando con algún otro? Me desespera esa incertidumbre....