Pier10
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Fue una casualidad del destino que conociera a un grupo que corre 5 km y luego se van a beber cerveza.
Estaba en un bar esperando a un amigo cuando de la nada se aproxima un grupo de unas 40 personas. Todos en ropa deportiva, sudados y con ganas de emborracharse.
Me provoco extrañeza que los dejen entrar al bar, pero al ver esas piernas tonificadas y traseros pegados a pantalonetas de colores, pues dije: ¡bingo!
Vi a una chica que me gustó y no dude dos veces, le pregunté qué era ese grupo.
- Es un grupo social para correr y tomar.
- Ah. Osea para conocer gente y enamorarse corriendo.
- jajajajaj No necesariamente enamorarse, pero sí conocer gente.
- No me digas que con esos ojos nadie te está dando cuerda.
- Que cosas dices. Me haces poner roja.
- Ya que estamos en un bar, pues escoge dos birras de tu preferencia.
- No, como crees.
- Lager es una buena opción. Pero hay mejores. No sé, ya estás comprometida con el pedido.
No sé qué pensó en ese momento, solo se que pidió dos birras. Una fuerte y de buen cuerpo y otra de frutos rojos.
Nos sentamos y me presento a su grupo. Recuero que había un tipo que le había echado el ojo, pero no había pasado nada. Él estaba inquieto con mi presencia, quería sacarme de su lado a toda costa. Yo, por mi parte, pues decidí volar bajo y hacer una buena conversación con todos.
Tragos van y vienen y veo que ella le dice a su amiga que tiene hambre. En seguida le dije:
- Al lado venden unos emparedados de muerte.
- No entiendo que dices, pero suena rico.
- ¿Que?. Necrofila me saliste.
- jajajajja Eres muy gracioso.
- Vamos que tengo una deuda contigo.
- No tienes ninguna deuda.
- Dos cervezas dicen lo contrario.
Fuimos y le prometí a su amiga que le traería algo. Ella accedió, sabía que estaba interesado, pero antes de irnos le pidió a su amiga que le envié localización en tiempo real. Ella lo hizo y en parte le dije que era lo mejor. Así ambas estarían tranquilas.
En la fila de los sándwiches le dije que tenía hambre y que quería comer ya.
Ella me dijo que faltaba poco. Le respondí diciéndole que no había entendido la indirecta.
- ¿Cuál indirecta?
Sin más, le di un beso. Me nació que sea uno de aquellos, esos que marcan época y que ponen a las rodillas temblorosas.
Ella me miró y sonriendo me devolvió el beso. Mi mano, que estaba en su cintura, bajo a sus nalgas. Y, apesar de haber mucha gente, no nos importo. Sus nalgas eran duras y redondas, no muy grandes pero bien firmes. Mis dedos traviesos fueron dibujando círculos imaginaros por su espalda y cuello. Y poco de antes de ser atendidos le besé el cuello y sentí que gimió muy despacio.
- Pide un sándwich y vamos a coger como Dios manda.
- Ya. Debo estar loca, pero es lo que quiero ahora.
Continuará...
Estaba en un bar esperando a un amigo cuando de la nada se aproxima un grupo de unas 40 personas. Todos en ropa deportiva, sudados y con ganas de emborracharse.
Me provoco extrañeza que los dejen entrar al bar, pero al ver esas piernas tonificadas y traseros pegados a pantalonetas de colores, pues dije: ¡bingo!
Vi a una chica que me gustó y no dude dos veces, le pregunté qué era ese grupo.
- Es un grupo social para correr y tomar.
- Ah. Osea para conocer gente y enamorarse corriendo.
- jajajajaj No necesariamente enamorarse, pero sí conocer gente.
- No me digas que con esos ojos nadie te está dando cuerda.
- Que cosas dices. Me haces poner roja.
- Ya que estamos en un bar, pues escoge dos birras de tu preferencia.
- No, como crees.
- Lager es una buena opción. Pero hay mejores. No sé, ya estás comprometida con el pedido.
No sé qué pensó en ese momento, solo se que pidió dos birras. Una fuerte y de buen cuerpo y otra de frutos rojos.
Nos sentamos y me presento a su grupo. Recuero que había un tipo que le había echado el ojo, pero no había pasado nada. Él estaba inquieto con mi presencia, quería sacarme de su lado a toda costa. Yo, por mi parte, pues decidí volar bajo y hacer una buena conversación con todos.
Tragos van y vienen y veo que ella le dice a su amiga que tiene hambre. En seguida le dije:
- Al lado venden unos emparedados de muerte.
- No entiendo que dices, pero suena rico.
- ¿Que?. Necrofila me saliste.
- jajajajja Eres muy gracioso.
- Vamos que tengo una deuda contigo.
- No tienes ninguna deuda.
- Dos cervezas dicen lo contrario.
Fuimos y le prometí a su amiga que le traería algo. Ella accedió, sabía que estaba interesado, pero antes de irnos le pidió a su amiga que le envié localización en tiempo real. Ella lo hizo y en parte le dije que era lo mejor. Así ambas estarían tranquilas.
En la fila de los sándwiches le dije que tenía hambre y que quería comer ya.
Ella me dijo que faltaba poco. Le respondí diciéndole que no había entendido la indirecta.
- ¿Cuál indirecta?
Sin más, le di un beso. Me nació que sea uno de aquellos, esos que marcan época y que ponen a las rodillas temblorosas.
Ella me miró y sonriendo me devolvió el beso. Mi mano, que estaba en su cintura, bajo a sus nalgas. Y, apesar de haber mucha gente, no nos importo. Sus nalgas eran duras y redondas, no muy grandes pero bien firmes. Mis dedos traviesos fueron dibujando círculos imaginaros por su espalda y cuello. Y poco de antes de ser atendidos le besé el cuello y sentí que gimió muy despacio.
- Pide un sándwich y vamos a coger como Dios manda.
- Ya. Debo estar loca, pero es lo que quiero ahora.
Continuará...