Felipe Vallejo
Cabo
Capítulo IX: Exhibicionismo y un deseo insaciable
Hice algo de trampa, corrí algo de la arena con mi mentón o con mi nariz porque la verdad que tener arena en la boca es completamente desagradable. Le despejé toda la arena de la vagina, la que tapaba sus senos no me importaba tanto por ahora, esa la quitaría luego con las manos, cuando Majo estuviera tan excitada que no le importara nada.
Empecé a deslizar mi lengua suavemente por la vagina de Majo, ¡al fin!, después de largos quince días. Majo empezaba a soltar esos gemiditos cortos y suavecitos que tanto me gustaban. Luego de un par de minutos explorando la caliente vagina de Majo con mi lengua, ella me detuvo. Dijo tenerme una propuesta. “Si te aguantas los quince días del paseo sin follarme, el último día te entrego mi culo”.
Era tentador. Era quizás lo único que me faltaba probar de Majo. A esta altura de la relación esperaba que ya me hubiera dejado follarla por el culo. Pero Majo era muy reservada con su ojete; por lo flaquita que era, pensaba que su primera vez por el culo sería muy dolorosa.
Era una propuesta verdaderamente tentadora, pero no acepté, no podía pasar un minuto más sin follarla, más si ya habíamos empezado.
Cuando me negué a la propuesta de Majo, pareció molestarse. Se levantó del suelo, se sacudió la arena que le tapaba los senos y me dio la espalda. Cuando me acerqué a ella para ver que le pasaba, se volteó rápidamente, me agarró de los hombros y me empujó hacia el suelo. Quedé sentado, ya sabía que Majo iba a continuar. Se puso de espalda a mí, se agachó y agarró mi pene entre sus dos manos, lentamente lo metió a su boca y empezó a rodearlo con su lengua. Fue acomodando su cuerpo de modo que su vagina quedara en toda mi cara, así nos dimos una mamada mutuamente.
Las mamadas de Majo son sensacionales, siempre está el riesgo de querer correrse en su boca antes de follar, pero no era la forma de terminar esta ocasión tan especial; además que esto lo disfruto mucho cuando puedo ver su cara mientras me hace la mamada, pero en esta ocasión lo único que veía era su rosada y apretada concha.
Me contenía para lo realmente bueno y finalmente llegó. Majo me montó; parecía empezar tranquilamente, a un ritmo ligero, muy lento, pero esa actitud le duró como mucho unos 30 segundos. Luego empezó a saltar salvajemente sobre mí, comprobé ahí que había cumplido con los quince días de abstinencia, porque les digo la verdad, ¡qué manera de follar la de Majo esa noche!
Su coño era una caldera, hervía; no sé si nunca se la había sentido tan húmeda o si los quince días de no follar con Majo me hicieron olvidar la calidez de su deliciosa y ajustadita vagina.
Majo estaba totalmente llevada, brincaba fuertemente, cogía desesperada, no le importaba la intensidad de sus gemidos, ni el sonido de nuestros cuerpos al chocar, de hecho no le importaba si el choque de nuestros cuerpos le generaba dolor. Majo se movía y se movía, con cada vaivén yo sentía que Majo me iba hacer terminar, pero segundo tras segundo me contenía, quería que durara un segundo más y uno más y otro, hasta que amaneciera.
Sin embargo, cuando creo estábamos más calientes, en el punto más álgido, escuchamos un ruido. Y vaya ruido, era mucha gente, venían con tambores y sonaban desde muy lejos. Majo y yo nos paramos rápidamente corriendo hacia el mar. Nos metimos lo suficiente para que nuestras cabezas quedaran por fuera pero nuestros cuerpos tapados por el agua.
Teníamos muy mala suerte. Para esa época del año se celebran muchas fiestas, y los residentes de esta ciudad costera acostumbraban a celebrar en la playa. Majo y yo nos habíamos quitado la ropa a la entrada de la playa, así que era muy probable que la vieran por ahí botada, pero en caso de que no la vieran, igual nos sería imposible recuperarla, ya que tendríamos que pasar desnudos frente a la multitud.
Pero apenas entramos al agua eso no nos importó mucho, alcé a Majo dentro del agua y empecé a follarla de nuevo. Majo se colgó de mí y, ayudados por el turbio movimiento del mar a esa altura de la noche, pasamos un magnífico momento.
Cogíamos plácidamente, sintiendo como aumentaba el placer por el temor de ser descubiertos por la multitud que celebraba en la playa y además por el movimiento de las olas; por momentos el agua nos cubría totalmente, se nos hacía más difícil respirar; y si para ese momento nuestra respiración ya estaba agitada había que sumarle los momentos en que el agua nos cubría del todo. Era toda una hazaña. Cuando sentí que ya no resistía más, hice que Majo me soltara, luego la tome de su cabeza y la hundí en el agua buscando que su cara quedara a la altura de mi pene, solté esa tremenda descarga que había guardado por quince días tan solo para ella.
Segundos después Majo sacó su cabeza del agua abruptamente; estaba muy molesta conmigo. Mi puntería había fallado, el semen no había caído directamente en su cara, gran parte se fue en el agua y otra tanta cayo en su hermoso pelo. La abracé y me disculpé. Luego de aceptar mis sinceras disculpas, nos abrazamos y nos besamos por un par de minutos.
No sé cuánto tiempo pasamos follando en el mar, pero lo cierto es que la gente que andaba de fiesta en la playa seguía allí y parecía no tener ninguna intención de irse pronto.
Ni Majo ni yo teníamos la más mínima idea de cómo escapar de allí. Pasamos un largo rato planeando formas de salir de sin ser vistos, también con la ligera ilusión de que la gente se marchara pronto y contar con la suerte de encontrar nuestra ropa al salir. Pero estábamos pidiendo mucho. Los festejos se alargaban y mientras tanto nosotros empezábamos a sentir, ahora sí, la baja temperatura del mar a esa hora. Nos abrazábamos para conservar el calor, pero sabíamos que eso no serviría por mucho tiempo. Viéndonos acorralados decidimos que solo había una opción. Salir así como estábamos y correr, tratar de ser vistos el menor tiempo posible.
Acordamos que yo saldría primero, buscando crear distracción entre la gente allí presente, trataría de llegar al lugar donde estaba nuestra ropa, recuperarla, y luego seguir corriendo, seguir hasta llegar a un callejón oscuro que habíamos visto cuando veníamos hacia la playa. Mientras tanto Majo saldría corriendo por el lado opuesto del que yo iba, se iría directamente al callejón y allí me esperaría. Fue bastante bochornoso y lo peor de todo fue que no encontré la ropa, apenas unas cuantas cosas, entre estas las llaves de la cabaña.
Cuando me encontré con Majo en el callejón tuvimos que seguir desnudos. Tuvimos que ir pensando en cómo movernos por la ciudad, tras los autos parqueados en la calle y tras algunos muros o fachadas que nos cubrieran mientras planeábamos el siguiente lugar para escondernos. Por suerte la casa que habíamos alquilado no estaba muy lejos de allí. Nos favoreció que era muy tarde, ya no había casi gente en las calles, casi toda estaría durmiendo, o en su defecto en la playa. Ahora esperábamos llegar a casa y que todos estuvieran dormidos.
Ver a Majo corriendo desnuda por las calles me hizo calentar, verla dar saltitos esquivando piedras, quizás basura; en ocasiones exponerme para cubrirla a ella, cubrir su desnudez que solo yo tenía derecho a admirar, sentirle el corazón latir muy rápido, sentir su piel sudando cuando juntábamos nuestros cuerpos detrás de un auto; todo eso me puso muy mal y parece que a ella también. De hecho creo que su apetito no había quedado satisfecho con lo que habíamos hecho en el mar, y esta situación solo hizo aumentar su deseo.
Pero no podíamos exponernos más, no podíamos darnos el lujo de volver a follar por ahí, en cualquier lado sin siquiera conocer las calles. Al llegar a la cabaña también sería muy difícil, teníamos que compartir el cuarto con Esperanza y su novio, y como ya es conocido, Majo tiene pánico de ser descubierta por su hermana cuando folla.
Finalmente llegamos; habíamos dejado nuestro equipaje en la sala y por suerte, todos dormían a esa hora. Las luces estaban apagadas así que entramos silenciosamente, abrimos las maletas y, por fin, nos vestimos.
Entramos al cuarto y nos acostamos, obviamente los dos en la misma cama-, en la otra dormía Esperanza y su novio. Hacía mucho calor por lo que solo nos cubrimos con una sábana, y en un comienzo no nos abrazamos. Inicialmente nos acostamos quedando frente a frente, charlamos casi susurrando por un rato, nos besamos y nos deseamos un mutuo y plácido descanso.
No podía dormirme, por mi mente aún pasaban las imágenes de lo que habíamos acabado de vivir. Recordaba con mucha lujuria los momentos de placer con Majo en la playa y sumergidos en el mar; también fui recordando ese momento en que corrí desnudo frente a la multitud, esos cientos o, quizás, miles de ojos perplejos ante el asombro, acosándome y detallándome; los murmullos que por un momento taparon el sonido de las olas chocando contra las rocas, los balbuceos de esa multitud que permaneció atónita, perpleja, por culpa de un foráneo que con su inmoralidad había invadido su celebración.
Mientras me perdía en mis recuerdos, tratando de conciliar el sueño, Majo se dio vuelta y muy lentamente empezó a refregarse con mi cuerpo. Yo no sabía si estaba despierta y quería calentarme o si, sencillamente, estaba dormida teniendo un plácido sueño. Lo cierto era que no me iba a quedar con las ganas de saberlo. Acerqué mi cara hasta ponerle detrás de su cabeza. Muy suavecito empecé a susurrarle al oído, a besarle detrás de su oreja; estaba despierta. Le insinué que lo hiciéramos allí, tratando de guardar silencio, pero Majo no se animaba. De todas formas yo sabía que Majo tenía ganas, estaba aún caliente y le sería difícil conciliar el sueño sin ponerle fin a su insaciable apetito sexual.
Empecé a besarle el cuello y a pasarle mi mano por su vientre. Majo no oponía resistencia alguna, pero cuando mi mano bajaba un poco más, buscando su zona más caliente, me detenía. Sabía que de permitirme llegar allí, no habría marcha atrás. De un momento a otro se impulsó hasta quedar sentada, me tomó de la mano y salimos de la habitación cautelosamente.
Pensamos ir a la piscina que había en este centro turístico, pero quizás sería demasiado evidente, fue entonces que nos decidimos ir por los lados de las canchas de tenis. Obviamente no follaríamos allí, era campo abierto y por consiguiente éramos más visibles. Además ya habíamos tenido suficiente de revolcarnos en la arena, y si bien, la cancha no tiene arena si no polvo de ladrillo, es más o menos lo mismo. Por esa zona, al lado de las canchas de tenis, quedaba un pequeño parque, lleno de vegetación; muchas palmeras y matorrales que servirían perfectamente para ocultarse allí. Ese era nuestro sitio.
Capítulo X: Infragantis
El día de nuestra llegada no había podido ser mejor. Majo y yo nos sacamos esas ganas que veníamos guardándonos por largos quince días. Esa primera noche quedamos exhaustos. Al otro día me fue muy difícil despertarme. Recuerdo que desperté porque escuché a Majo discutir. Le reprochaba a Esperanza andar desnuda por el cuarto. Por estar aún somnoliento no pude verla, aunque claro está, ya conocía bastante bien su cuerpo, pero no sobraba un segundo vistazo después de tanto tiempo. En todo caso no pudo ser, no pude ver de nuevo su bello y esbelto cuerpo sin recubrimiento alguno…

Hice algo de trampa, corrí algo de la arena con mi mentón o con mi nariz porque la verdad que tener arena en la boca es completamente desagradable. Le despejé toda la arena de la vagina, la que tapaba sus senos no me importaba tanto por ahora, esa la quitaría luego con las manos, cuando Majo estuviera tan excitada que no le importara nada.
Empecé a deslizar mi lengua suavemente por la vagina de Majo, ¡al fin!, después de largos quince días. Majo empezaba a soltar esos gemiditos cortos y suavecitos que tanto me gustaban. Luego de un par de minutos explorando la caliente vagina de Majo con mi lengua, ella me detuvo. Dijo tenerme una propuesta. “Si te aguantas los quince días del paseo sin follarme, el último día te entrego mi culo”.
Era tentador. Era quizás lo único que me faltaba probar de Majo. A esta altura de la relación esperaba que ya me hubiera dejado follarla por el culo. Pero Majo era muy reservada con su ojete; por lo flaquita que era, pensaba que su primera vez por el culo sería muy dolorosa.
Era una propuesta verdaderamente tentadora, pero no acepté, no podía pasar un minuto más sin follarla, más si ya habíamos empezado.
Cuando me negué a la propuesta de Majo, pareció molestarse. Se levantó del suelo, se sacudió la arena que le tapaba los senos y me dio la espalda. Cuando me acerqué a ella para ver que le pasaba, se volteó rápidamente, me agarró de los hombros y me empujó hacia el suelo. Quedé sentado, ya sabía que Majo iba a continuar. Se puso de espalda a mí, se agachó y agarró mi pene entre sus dos manos, lentamente lo metió a su boca y empezó a rodearlo con su lengua. Fue acomodando su cuerpo de modo que su vagina quedara en toda mi cara, así nos dimos una mamada mutuamente.
Las mamadas de Majo son sensacionales, siempre está el riesgo de querer correrse en su boca antes de follar, pero no era la forma de terminar esta ocasión tan especial; además que esto lo disfruto mucho cuando puedo ver su cara mientras me hace la mamada, pero en esta ocasión lo único que veía era su rosada y apretada concha.
Me contenía para lo realmente bueno y finalmente llegó. Majo me montó; parecía empezar tranquilamente, a un ritmo ligero, muy lento, pero esa actitud le duró como mucho unos 30 segundos. Luego empezó a saltar salvajemente sobre mí, comprobé ahí que había cumplido con los quince días de abstinencia, porque les digo la verdad, ¡qué manera de follar la de Majo esa noche!
Su coño era una caldera, hervía; no sé si nunca se la había sentido tan húmeda o si los quince días de no follar con Majo me hicieron olvidar la calidez de su deliciosa y ajustadita vagina.
Majo estaba totalmente llevada, brincaba fuertemente, cogía desesperada, no le importaba la intensidad de sus gemidos, ni el sonido de nuestros cuerpos al chocar, de hecho no le importaba si el choque de nuestros cuerpos le generaba dolor. Majo se movía y se movía, con cada vaivén yo sentía que Majo me iba hacer terminar, pero segundo tras segundo me contenía, quería que durara un segundo más y uno más y otro, hasta que amaneciera.
Sin embargo, cuando creo estábamos más calientes, en el punto más álgido, escuchamos un ruido. Y vaya ruido, era mucha gente, venían con tambores y sonaban desde muy lejos. Majo y yo nos paramos rápidamente corriendo hacia el mar. Nos metimos lo suficiente para que nuestras cabezas quedaran por fuera pero nuestros cuerpos tapados por el agua.
Teníamos muy mala suerte. Para esa época del año se celebran muchas fiestas, y los residentes de esta ciudad costera acostumbraban a celebrar en la playa. Majo y yo nos habíamos quitado la ropa a la entrada de la playa, así que era muy probable que la vieran por ahí botada, pero en caso de que no la vieran, igual nos sería imposible recuperarla, ya que tendríamos que pasar desnudos frente a la multitud.
Pero apenas entramos al agua eso no nos importó mucho, alcé a Majo dentro del agua y empecé a follarla de nuevo. Majo se colgó de mí y, ayudados por el turbio movimiento del mar a esa altura de la noche, pasamos un magnífico momento.
Cogíamos plácidamente, sintiendo como aumentaba el placer por el temor de ser descubiertos por la multitud que celebraba en la playa y además por el movimiento de las olas; por momentos el agua nos cubría totalmente, se nos hacía más difícil respirar; y si para ese momento nuestra respiración ya estaba agitada había que sumarle los momentos en que el agua nos cubría del todo. Era toda una hazaña. Cuando sentí que ya no resistía más, hice que Majo me soltara, luego la tome de su cabeza y la hundí en el agua buscando que su cara quedara a la altura de mi pene, solté esa tremenda descarga que había guardado por quince días tan solo para ella.
Segundos después Majo sacó su cabeza del agua abruptamente; estaba muy molesta conmigo. Mi puntería había fallado, el semen no había caído directamente en su cara, gran parte se fue en el agua y otra tanta cayo en su hermoso pelo. La abracé y me disculpé. Luego de aceptar mis sinceras disculpas, nos abrazamos y nos besamos por un par de minutos.
No sé cuánto tiempo pasamos follando en el mar, pero lo cierto es que la gente que andaba de fiesta en la playa seguía allí y parecía no tener ninguna intención de irse pronto.
Ni Majo ni yo teníamos la más mínima idea de cómo escapar de allí. Pasamos un largo rato planeando formas de salir de sin ser vistos, también con la ligera ilusión de que la gente se marchara pronto y contar con la suerte de encontrar nuestra ropa al salir. Pero estábamos pidiendo mucho. Los festejos se alargaban y mientras tanto nosotros empezábamos a sentir, ahora sí, la baja temperatura del mar a esa hora. Nos abrazábamos para conservar el calor, pero sabíamos que eso no serviría por mucho tiempo. Viéndonos acorralados decidimos que solo había una opción. Salir así como estábamos y correr, tratar de ser vistos el menor tiempo posible.
Acordamos que yo saldría primero, buscando crear distracción entre la gente allí presente, trataría de llegar al lugar donde estaba nuestra ropa, recuperarla, y luego seguir corriendo, seguir hasta llegar a un callejón oscuro que habíamos visto cuando veníamos hacia la playa. Mientras tanto Majo saldría corriendo por el lado opuesto del que yo iba, se iría directamente al callejón y allí me esperaría. Fue bastante bochornoso y lo peor de todo fue que no encontré la ropa, apenas unas cuantas cosas, entre estas las llaves de la cabaña.
Cuando me encontré con Majo en el callejón tuvimos que seguir desnudos. Tuvimos que ir pensando en cómo movernos por la ciudad, tras los autos parqueados en la calle y tras algunos muros o fachadas que nos cubrieran mientras planeábamos el siguiente lugar para escondernos. Por suerte la casa que habíamos alquilado no estaba muy lejos de allí. Nos favoreció que era muy tarde, ya no había casi gente en las calles, casi toda estaría durmiendo, o en su defecto en la playa. Ahora esperábamos llegar a casa y que todos estuvieran dormidos.
Ver a Majo corriendo desnuda por las calles me hizo calentar, verla dar saltitos esquivando piedras, quizás basura; en ocasiones exponerme para cubrirla a ella, cubrir su desnudez que solo yo tenía derecho a admirar, sentirle el corazón latir muy rápido, sentir su piel sudando cuando juntábamos nuestros cuerpos detrás de un auto; todo eso me puso muy mal y parece que a ella también. De hecho creo que su apetito no había quedado satisfecho con lo que habíamos hecho en el mar, y esta situación solo hizo aumentar su deseo.
Pero no podíamos exponernos más, no podíamos darnos el lujo de volver a follar por ahí, en cualquier lado sin siquiera conocer las calles. Al llegar a la cabaña también sería muy difícil, teníamos que compartir el cuarto con Esperanza y su novio, y como ya es conocido, Majo tiene pánico de ser descubierta por su hermana cuando folla.
Finalmente llegamos; habíamos dejado nuestro equipaje en la sala y por suerte, todos dormían a esa hora. Las luces estaban apagadas así que entramos silenciosamente, abrimos las maletas y, por fin, nos vestimos.
Entramos al cuarto y nos acostamos, obviamente los dos en la misma cama-, en la otra dormía Esperanza y su novio. Hacía mucho calor por lo que solo nos cubrimos con una sábana, y en un comienzo no nos abrazamos. Inicialmente nos acostamos quedando frente a frente, charlamos casi susurrando por un rato, nos besamos y nos deseamos un mutuo y plácido descanso.
No podía dormirme, por mi mente aún pasaban las imágenes de lo que habíamos acabado de vivir. Recordaba con mucha lujuria los momentos de placer con Majo en la playa y sumergidos en el mar; también fui recordando ese momento en que corrí desnudo frente a la multitud, esos cientos o, quizás, miles de ojos perplejos ante el asombro, acosándome y detallándome; los murmullos que por un momento taparon el sonido de las olas chocando contra las rocas, los balbuceos de esa multitud que permaneció atónita, perpleja, por culpa de un foráneo que con su inmoralidad había invadido su celebración.
Mientras me perdía en mis recuerdos, tratando de conciliar el sueño, Majo se dio vuelta y muy lentamente empezó a refregarse con mi cuerpo. Yo no sabía si estaba despierta y quería calentarme o si, sencillamente, estaba dormida teniendo un plácido sueño. Lo cierto era que no me iba a quedar con las ganas de saberlo. Acerqué mi cara hasta ponerle detrás de su cabeza. Muy suavecito empecé a susurrarle al oído, a besarle detrás de su oreja; estaba despierta. Le insinué que lo hiciéramos allí, tratando de guardar silencio, pero Majo no se animaba. De todas formas yo sabía que Majo tenía ganas, estaba aún caliente y le sería difícil conciliar el sueño sin ponerle fin a su insaciable apetito sexual.
Empecé a besarle el cuello y a pasarle mi mano por su vientre. Majo no oponía resistencia alguna, pero cuando mi mano bajaba un poco más, buscando su zona más caliente, me detenía. Sabía que de permitirme llegar allí, no habría marcha atrás. De un momento a otro se impulsó hasta quedar sentada, me tomó de la mano y salimos de la habitación cautelosamente.
Pensamos ir a la piscina que había en este centro turístico, pero quizás sería demasiado evidente, fue entonces que nos decidimos ir por los lados de las canchas de tenis. Obviamente no follaríamos allí, era campo abierto y por consiguiente éramos más visibles. Además ya habíamos tenido suficiente de revolcarnos en la arena, y si bien, la cancha no tiene arena si no polvo de ladrillo, es más o menos lo mismo. Por esa zona, al lado de las canchas de tenis, quedaba un pequeño parque, lleno de vegetación; muchas palmeras y matorrales que servirían perfectamente para ocultarse allí. Ese era nuestro sitio.
Capítulo X: Infragantis

El día de nuestra llegada no había podido ser mejor. Majo y yo nos sacamos esas ganas que veníamos guardándonos por largos quince días. Esa primera noche quedamos exhaustos. Al otro día me fue muy difícil despertarme. Recuerdo que desperté porque escuché a Majo discutir. Le reprochaba a Esperanza andar desnuda por el cuarto. Por estar aún somnoliento no pude verla, aunque claro está, ya conocía bastante bien su cuerpo, pero no sobraba un segundo vistazo después de tanto tiempo. En todo caso no pudo ser, no pude ver de nuevo su bello y esbelto cuerpo sin recubrimiento alguno…