Arranca con todo la JMJ y el Papa hablará las cosas con total claridad y sin medias tintas.
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Lo que pasa con Benedicto XVI ya lo quisieran los grandes artistas y grupos de rock de la tierra. También los demagogos y corruptos de la política y la vida pública, de esos que abundan en Latinoamérica. Este fin de semana, el Papa congregará en Madrid a millones de mujeres y hombres para la Jornada Mundial de la Juventud.
Pocos, muy pocos tienen la capacidad de convocatoria del Santo Padre, quizá nadie en el mundo. Lo más sorprendente del caso es que los peregrinos que acuden a la Madre Patria no lo hacen para escuchar la oscura letanía del relativismo ateo y agnóstico, ese modelo cultural que nos bombardea día y noche desde los medios de comunicación, un discurso primitivo que proclama la exaltación del placer por el placer, la ausencia de verdades y principios, el culto supremo del egoísmo y la más irresponsable levedad.
No. Los que van a ver al Papa son plenamente conscientes que ese anciano de poderosa inteligencia hablará de compromiso, deber y lucha diaria. El Papa pedirá a los jóvenes que se sacrifiquen hasta el extremo por un mundo podrido recordándoles que ellos son la sal de la tierra y que serán perseguidos y escarnecidos, al igual que su Maestro. Burlada y combatida, la juventud que hoy acude a Madrid recorriendo todos los caminos de la tierra, contempla el declive moral de una civilización que ha alcanzado la cima del progreso material mientras se hunde en el fango del odio a lo trascendente, un odio nefasto y soberbio que se disfraza de laicismo ramplón. Duro es, pues, el horizonte al que tienen que enfrentarse los cristianos de esta época. Por eso, los jóvenes que responden al llamado del Santo Padre son auténticos nadadores contra corriente, rebeldes que se niegan a someterse al signo de estos tiempos. Ellos han comprendido que el Papa, esa roca fuerte, tiene palabras de vida eterna y que toda existencia es un combate de seres libres por la verdad. Sí, militia est vita hominis super terram.
Benedicto XVI es un intelectual claro, directo, conciso. No se anda con rodeos. A diferencia de esas ideologías que retornan de ultratumba tras haber construido muros y enterrado millones de vidas, el Papa sabe que para transformar el mundo primero tenemos que cambiarnos a nosotros mismos. Lo demás es demagogia, falaz abstracción condenada a estrellarse con la realidad. Toda esa palabrería babélica que hoy intenta explicar la crisis global desde el positivismo económico y jurídico ignora adrede la dimensión valorativa de los problemas mundiales. Por eso está condenada al análisis sesgado. Los enemigos de la verdad, entre espasmos y retorcijones violentos, no soportan que un anciano, el heredero de Pedro, convoque a tanta gente para pedir sacrificio y generosidad, al igual que hace dos mil años lo hizo el hijo del carpintero. Y los que odian la fe tampoco comprenden el misterio esencial de la Iglesia, madre sobre todas las cosas: si los jóvenes no acuden, ¡el Papa los irá a buscar!Martín Santivañez: Esa roca fuerte | Diario Correo
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Lo que pasa con Benedicto XVI ya lo quisieran los grandes artistas y grupos de rock de la tierra. También los demagogos y corruptos de la política y la vida pública, de esos que abundan en Latinoamérica. Este fin de semana, el Papa congregará en Madrid a millones de mujeres y hombres para la Jornada Mundial de la Juventud.
Pocos, muy pocos tienen la capacidad de convocatoria del Santo Padre, quizá nadie en el mundo. Lo más sorprendente del caso es que los peregrinos que acuden a la Madre Patria no lo hacen para escuchar la oscura letanía del relativismo ateo y agnóstico, ese modelo cultural que nos bombardea día y noche desde los medios de comunicación, un discurso primitivo que proclama la exaltación del placer por el placer, la ausencia de verdades y principios, el culto supremo del egoísmo y la más irresponsable levedad.
No. Los que van a ver al Papa son plenamente conscientes que ese anciano de poderosa inteligencia hablará de compromiso, deber y lucha diaria. El Papa pedirá a los jóvenes que se sacrifiquen hasta el extremo por un mundo podrido recordándoles que ellos son la sal de la tierra y que serán perseguidos y escarnecidos, al igual que su Maestro. Burlada y combatida, la juventud que hoy acude a Madrid recorriendo todos los caminos de la tierra, contempla el declive moral de una civilización que ha alcanzado la cima del progreso material mientras se hunde en el fango del odio a lo trascendente, un odio nefasto y soberbio que se disfraza de laicismo ramplón. Duro es, pues, el horizonte al que tienen que enfrentarse los cristianos de esta época. Por eso, los jóvenes que responden al llamado del Santo Padre son auténticos nadadores contra corriente, rebeldes que se niegan a someterse al signo de estos tiempos. Ellos han comprendido que el Papa, esa roca fuerte, tiene palabras de vida eterna y que toda existencia es un combate de seres libres por la verdad. Sí, militia est vita hominis super terram.
Benedicto XVI es un intelectual claro, directo, conciso. No se anda con rodeos. A diferencia de esas ideologías que retornan de ultratumba tras haber construido muros y enterrado millones de vidas, el Papa sabe que para transformar el mundo primero tenemos que cambiarnos a nosotros mismos. Lo demás es demagogia, falaz abstracción condenada a estrellarse con la realidad. Toda esa palabrería babélica que hoy intenta explicar la crisis global desde el positivismo económico y jurídico ignora adrede la dimensión valorativa de los problemas mundiales. Por eso está condenada al análisis sesgado. Los enemigos de la verdad, entre espasmos y retorcijones violentos, no soportan que un anciano, el heredero de Pedro, convoque a tanta gente para pedir sacrificio y generosidad, al igual que hace dos mil años lo hizo el hijo del carpintero. Y los que odian la fe tampoco comprenden el misterio esencial de la Iglesia, madre sobre todas las cosas: si los jóvenes no acuden, ¡el Papa los irá a buscar!Martín Santivañez: Esa roca fuerte | Diario Correo