Destroza Anos
Teniente
La amiga de mi esposa V
- ¿Podemos vernos hoy en la tarde? me preguntó Carla por teléfono. Puede ser donde íbamos siempre.
Hacía meses que no sabía de ella, y oír su voz, comprobar que seguía siendo la perra que me había tirado hasta el límite, me generó una erección inmediata. Obviamente acepté su propuesta y un par de horas después ya estaba esperándola en el hotel de costumbre.
Cuando llegó, no dijimos ni hola, simplemente nos besamos y prácticamente nos arrancamos la ropa, se la
metí con furia, la caché con mucha fuerza, embistiendo con energía, haciendo que su concha se mojara a mares, mientras ella me mordía los labios, se prendía de mi espalda, me envolvía con sus piernas. También le di por el culo: en cuatro, de pie, de costado, con ella encima, piernas al hombro, siempre cachándola como a ella le gustaba, con muchísima fuerza, haciéndola chillar, gritándome que le diera duro, que la rompiera, que no parara.
- ¿Y qué ha sido de tu vida? le pregunté, después del segundo polvo, mientras ella me acariciaba la verga, empezando a levantarla para un nuevo cache.
- Pasándola rico me respondió.
- ¿Rico? ¿Te cacha rico el pastrulo de tu enamorado?
- Más o menos, pero Ernesto es un loco, le gusta hacer siempre cosas raras, así que nunca me aburro.
Luego dejó de hablar por un rato, bajó hasta mi verga y se la metió en la boca.
- Una vez, mientras manejaba rumbo al sur me dijo Carla, haciendo una pausa en la mamada me pidió que se la chupara y que no iba a frenar hasta que lo hiciera venir.
Luego siguió chupándomela, como nunca, engullendo mi verga como si fuese la última que probaría en su vida. Pero luego volvió a hacer una pausa.
- Y se la chupé por un buen rato, algo asustada, porque sentía que el carro se movía recontra fuerte o escuchaba que los otros carros tocaban el claxon, pero Ernesto no frenaba, supongo que esquivaba los carros uno tras otro mientras yo se la seguía mamando.
Carla volvió a mi verga, a lamerla hasta dejarla dura, luego la sujetó, firme, y sin soltarla se sentó sobre mí, metiéndosela ella misma por el culo.
- ¿Y sabes qué? me dijo, entre jadeos Algo raro: a Ernesto no le gusta metérmela por el culo. Pero sí me mete consoladores.
Entonces los movimientos de Carla se hicieron más rápidos, más fuertes, mientras ella misma controlaba la potencia, la fuerza con que mi verga entraba en su ano, gritando una vez más.
- Y ahora hay una locura más que quiere hacer me decía, apretando los dientes, jadeando como loca, rompiéndose ella misma el culo con mi verga. Ahora quiere tener un trió. Quiere cacharme junto a otro hombre y hacerme gritar.
Eso fue lo último que dijo y siguió moviéndose, hasta que, sin sacársela, la puse de costado, de inmediato la giré y puse sus piernas sobre mis hombros. Y con lo último que me quedaba de energías, caché a la amiga de mi esposa con todas mis fuerzas, sin detenerme un segundo, llevándola una vez más a chillar, hasta que le llené el culo de leche.
- Y qué dices: ¿aceptas? me preguntó Carla, aun agitada.
- Solo dime cuándo y dónde le respondí.