A veces me sorprende y asombra cuán difícil resulta diferenciar lo que se quiere de lo que se ama y, una vez diferenciado, dejar de pretender aquello que el yo, el ego, reclama hasta con desesperación insensata.
Creo que basta con refrescar que la diferencia pasa por una cuestión posesiva del querer respecto a la de buscar el bienestar general conjunto, pero dando prioridad a la del ser amado, en lo que se ama de verdad, aunque implique incomodidades esfuerzos y dolor para uno. En otras palabras: el querer es egoísta, posesivo y, el amar, altruista.
Es muy lógico y común querer a aquello que se ama. Porque se necesita, desea y anhela la cercanía o contacto con lo que se ama. Lo que no es lógico es confundir cuándo el amor es más un querer limitante del otro o enfermizo en pretender lo que es inalcanzable o contraproducente.
Pongo por ejemplo el extrañar mucho a alguien en particular, como un hijo, ex pareja, pariente, etc. En tales casos, donde la otra persona prefirió hacer su vida aparte; se extraña lo que se recibía y significaba en beneficio personal, sea psicológico, emocional u otro, la persona extrañada. Más que nada porque no se tiene con quién lo que se recibía de la misma. El hueco o vacío que se siente por la ausencia de la persona extrañada, es precisamente eso: VACÍO de lo que NOS DABA y aún QUEREMOS continuar recibiendo. Y esto se evidencia en preguntas comunes como ¿Por qué tuve que perder? o ¿Ya no lo TENGO más? Preguntas sobre detalles que evidencian posesión, necesidad personal de lo que se OBTENÍA, así sea sólo contención afectiva o psicológica.
En tales situaciones, el ego o yo, desde nuestro inconsciente que es su reino, llora a gritos como un bebé hambriento por la teta de la madre.
En realidad lo que el ego realmente necesita y pide, no es el recuperar a ésa teta, la materna específicamente, sino de saciar su hambre, su necesidad de alimento, al margen de si es de esa misma persona u otra. Porque el ego necesita saciar el hambre, la necesidad o necesidades específicas. Bien que si aparece una nodriza y le pone el pezón en la boca, el bebé ego probará y, notando que es casi igual, no solo se alimentará tal cual, sino que también hasta se dormirá como si hubiera sido de la propia madre el alimento. (Si era ésa su única necesidad insatisfecha, obviamente).
Sin embargo, en la vida adulta cuesta mucho darse cuenta que el tema es "así de simple. Porque el alimento que se recibía de una persona que se extraña, no era una única cosa, sino un conjunto que, en la distancia, se agigantan y suman otras que no eran tales. Por ejemplo, en una pareja, no era sólo el entendimiento en diálogo, sino la seguridad que nos brindaba, la complementación en muchas cuestiones, especialmente en lo sexual que, a simple vista, parece casi irreemplazable porque los demás no tienen lo mismo o no pueden satisfacer igual.
Con tal forma de pensar, suele cerrarse la puerta a hallar otros paliativos e, incluso, a alguien mejor que lo perdido. Porque cuando el ego extraña algo, lo embellece y perfecciona como argumento para recuperarlo, que estúpidamente enceguece de amor obstaculizando poder ver otras posibilidades mejores.
En esto, también entran a jugar los prejuicios sociales respecto a la velocidad con que algunas personas superan al duelo de una ruptura de pareja, si enseguida ya están en los brazos de otra. Porque se preguntan ¿cómo es posible que tan rápido haya superado el trance del lógico dolor y replanteo de ¿en qué fallamos?, que ya reemplazó a la anterior. Es que ¿acaso tiene claro que esta vez no se equivocará o acontecerán los mismos errores o diferencias que con la anterior? ¿Tan rápidamente?
porque con frecuencia noto cuántas personas se entusiasman terriblemente con alguien, creyendo que están profundamente enamoradas y "AMAN" (creen que aman) a quienes son obviamente incompatibles, pero les satisfacen, al menos momentáneamente, en alguna necesidad muy fuerte del ego.
Así sea un varón adolescente que se enamora de la calidad de sexo que recibe de una mujer con la que no tiene otra cosa en común, y la pareja sólo dura por cierto interés recíproco, aunque de parte de ella no sea precisamente la actividad sexual lo que le interesa o satisfaga de la relación.
¿Cuántas veces nos enteramos de gente que cree que morirá si no recupera a lo que recibía de su gran amor y, pasado cierto tiempo, halló otra mejor? Tiempo que pudo haber sido hasta de años de no poder pensar ni mirar a otra persona, porque daba por obvio que nadie como él (o ella) para pareja.
¡Y a los extremos que se puede llegar! De realizar escándalos por recuperar al gran amor o hasta incurrir en crímenes pasionales de alguien que tan sólo NO MERECE que nos desesperemos por él (o ella). Pero el EGO HERIDO (y hambriento de lo que ya no recibe) puede enceguecer mal y por mucho tiempo.
Incluso, así también es como muchos hombres son fácilmente manipulables a través del sexo y necesidades del ego que, para las mujeres, suelen ser muy fáciles de satisfacérselas, si consideran que vale la pena por lo que pueden obtener a cambio, también como satisfacción de las necesidades más imperiosas o importantes del propio ego.
Creo que basta con refrescar que la diferencia pasa por una cuestión posesiva del querer respecto a la de buscar el bienestar general conjunto, pero dando prioridad a la del ser amado, en lo que se ama de verdad, aunque implique incomodidades esfuerzos y dolor para uno. En otras palabras: el querer es egoísta, posesivo y, el amar, altruista.
Es muy lógico y común querer a aquello que se ama. Porque se necesita, desea y anhela la cercanía o contacto con lo que se ama. Lo que no es lógico es confundir cuándo el amor es más un querer limitante del otro o enfermizo en pretender lo que es inalcanzable o contraproducente.
Pongo por ejemplo el extrañar mucho a alguien en particular, como un hijo, ex pareja, pariente, etc. En tales casos, donde la otra persona prefirió hacer su vida aparte; se extraña lo que se recibía y significaba en beneficio personal, sea psicológico, emocional u otro, la persona extrañada. Más que nada porque no se tiene con quién lo que se recibía de la misma. El hueco o vacío que se siente por la ausencia de la persona extrañada, es precisamente eso: VACÍO de lo que NOS DABA y aún QUEREMOS continuar recibiendo. Y esto se evidencia en preguntas comunes como ¿Por qué tuve que perder? o ¿Ya no lo TENGO más? Preguntas sobre detalles que evidencian posesión, necesidad personal de lo que se OBTENÍA, así sea sólo contención afectiva o psicológica.
En tales situaciones, el ego o yo, desde nuestro inconsciente que es su reino, llora a gritos como un bebé hambriento por la teta de la madre.
En realidad lo que el ego realmente necesita y pide, no es el recuperar a ésa teta, la materna específicamente, sino de saciar su hambre, su necesidad de alimento, al margen de si es de esa misma persona u otra. Porque el ego necesita saciar el hambre, la necesidad o necesidades específicas. Bien que si aparece una nodriza y le pone el pezón en la boca, el bebé ego probará y, notando que es casi igual, no solo se alimentará tal cual, sino que también hasta se dormirá como si hubiera sido de la propia madre el alimento. (Si era ésa su única necesidad insatisfecha, obviamente).
Sin embargo, en la vida adulta cuesta mucho darse cuenta que el tema es "así de simple. Porque el alimento que se recibía de una persona que se extraña, no era una única cosa, sino un conjunto que, en la distancia, se agigantan y suman otras que no eran tales. Por ejemplo, en una pareja, no era sólo el entendimiento en diálogo, sino la seguridad que nos brindaba, la complementación en muchas cuestiones, especialmente en lo sexual que, a simple vista, parece casi irreemplazable porque los demás no tienen lo mismo o no pueden satisfacer igual.
Con tal forma de pensar, suele cerrarse la puerta a hallar otros paliativos e, incluso, a alguien mejor que lo perdido. Porque cuando el ego extraña algo, lo embellece y perfecciona como argumento para recuperarlo, que estúpidamente enceguece de amor obstaculizando poder ver otras posibilidades mejores.
En esto, también entran a jugar los prejuicios sociales respecto a la velocidad con que algunas personas superan al duelo de una ruptura de pareja, si enseguida ya están en los brazos de otra. Porque se preguntan ¿cómo es posible que tan rápido haya superado el trance del lógico dolor y replanteo de ¿en qué fallamos?, que ya reemplazó a la anterior. Es que ¿acaso tiene claro que esta vez no se equivocará o acontecerán los mismos errores o diferencias que con la anterior? ¿Tan rápidamente?
porque con frecuencia noto cuántas personas se entusiasman terriblemente con alguien, creyendo que están profundamente enamoradas y "AMAN" (creen que aman) a quienes son obviamente incompatibles, pero les satisfacen, al menos momentáneamente, en alguna necesidad muy fuerte del ego.
Así sea un varón adolescente que se enamora de la calidad de sexo que recibe de una mujer con la que no tiene otra cosa en común, y la pareja sólo dura por cierto interés recíproco, aunque de parte de ella no sea precisamente la actividad sexual lo que le interesa o satisfaga de la relación.
¿Cuántas veces nos enteramos de gente que cree que morirá si no recupera a lo que recibía de su gran amor y, pasado cierto tiempo, halló otra mejor? Tiempo que pudo haber sido hasta de años de no poder pensar ni mirar a otra persona, porque daba por obvio que nadie como él (o ella) para pareja.
¡Y a los extremos que se puede llegar! De realizar escándalos por recuperar al gran amor o hasta incurrir en crímenes pasionales de alguien que tan sólo NO MERECE que nos desesperemos por él (o ella). Pero el EGO HERIDO (y hambriento de lo que ya no recibe) puede enceguecer mal y por mucho tiempo.
Incluso, así también es como muchos hombres son fácilmente manipulables a través del sexo y necesidades del ego que, para las mujeres, suelen ser muy fáciles de satisfacérselas, si consideran que vale la pena por lo que pueden obtener a cambio, también como satisfacción de las necesidades más imperiosas o importantes del propio ego.