Solo un hilo rojo cubría un poco de su delicada concha, estaba echa una perra caliente y yo no me iba a quedar atrás, la levanté en peso y la tiré de espaldas en la cama. Lamí como un loco ese culazo que me había tirado muchas veces, ella solo se retorcía y gemía suavecito; pues, era de tarde y habían más personas en el departamento de a lado. Ya con el culo bien dilatado, procedí a lamer su conchita, estaba toda peladita y bien mojada con los jugos que habían caído de la lamida de culo que le había dado. Mientras lamía esa concha no paraba de abrirle las nalgas para excitarla aun más. Busqué mi pantalón y saque mis condones de emergencia, ya estaba listo. Puse mi pinga en la entrada de su concha y frote cuanto pude, mientras la perra no paraba de gemir, "Ruégame que te lo meta, puta". Ella: "Métalaaaaaa, ya métela, eres un imbécil, métela ya". Gente, esa fue música para mis oídos y de una sola embestida se la metí hasta el fondo y ella soltó un grito que fácil se escucho en todo el piso del edificio, esa perra estaba poseída, yo la tenía atrapada debajo mío, pero igual se daba maña para moverme el culo y succionarme la pinga como una maldita aspiradora. Me puse de costado y le levanté una pierna para penetrarla a mi gusto, cuando de pronto sentí como todos sus jugos chorreaban a mis piernas, había llegado y estaba hecha un trapo y yo recién empezaba. Puta madre, no me importó nada, la acomode al filo de la cama, coloque una almohada debajo de su vientre y me ubique de pie detrás de ella. Gente, se la metí con furia y a mil por hora, la perra solo gemía inmóvil, mientras su concha no paraba de chorrear sus jugos, eso me arrechó más y le metí sus buenas nalgadas para que reaccione, pero ella seguía desvanecida y recibiendo toda mi pinga adentro. La cogí bien de la cintura y le dí con tanta fuerza que sus nalgas estaban todas rojas, no me inmuté y seguí hasta botar toda mi leche dentro del condon, claro. Una vez que salió la última gota de leche de mi cuerpo, cogí mi ropa del piso, me vestí lo mas rápido que pude y dejé ese lugar, pues sabía que si me quedaba un poco más, no podría dejar nuevamente a esa rica veterinaria.
Y así terminó por completo mi relación con Miriam, la veterinaria.