Nunca he escuchado gemidos o gritos en ningún hotel de Lince, y he estado en casi todos. Más bien una vez me tocó una venezolana chibola, de ojos verdes, que parecía no sé, necesitada. Se me prendió como si fuera su salida de la pobreza, y gritaba, ni siquiera gemía. Gritos así sin vergüenza ni nada, entonces me asusté porque de afuera podrían pensar que le estaba haciendo daño o algo, así que mientras le daba en misionero volteaba a ver la puerta, no vaya a ser que entre alguien, o el caficho.