Juan_Camaney
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Artículo sobre la violencia de genero que sufren las mujeres en nuestra sociedad. Publicado por Patricia del Río en Peru21
Bien que te gusta
María Paola Vargas no solo fue lanzada de una combi. Ese fatídico sábado en el que se encontró atrapada en una custer con una turba de barristas enloquecidos, a ella le ocurrió algo que las mujeres peruanas tenemos que soportar casi todos los días: experimentó el terror de que esos chicos que gritaban a su alrededor no solo le arrebatarían su iPod o su billetera, sino que el robo vendría con agarrada de tetas y culo, con insultos y mañoserías, y si la cosa se ponía fea, con violación o, como fue en su caso, con aventón.
He hecho una rápida consulta entre amigas y conocidas, y todas coinciden en que casi cualquier acto criminal contra una mujer suele derivar en un episodio de agresión sexual. A nosotras nos roban y nos manosean, nos secuestran y nos violan, nos insultan y nos meten la mano. A veces, el toqueteo o las vulgaridades vienen solas, y nos los lanzan como 'piropos que, se supone, tendríamos que agradecer. A mí, por ejemplo, me han metido la mano varias veces. Entre las que recuerdo con más rabia está un imbécil que me tocó el poto desde su auto mientras yo montaba bicicleta. Por supuesto que casi me mato cuando caí de cara en la pista. Otra vez me manosearon mientras caminaba por Barranco. Mi agresor resultó ser un niño de ocho años que vendía dulces.
Y no importa si eres joven, vieja, alta, baja flaca o gorda. Tampoco parece relevante el grado de instrucción o edad del mañoso que te toca en gracia. A Pilar, un profesor de la universidad le dijo flaca, una agarradita; si no, te jalo. A Rocío, asesora del Congreso, un 'padre de la patria le agarró las tetas. A Patricia, mi amiga editora, le dijeron a los 11 años que tenía cuerpo de puta y, a mi prima Fabiola, un compañerito de clase le jaló la tira del recién estrenado sostén y la hizo llorar. A la dulce Doris, tres energúmenos se bajaron de una combi y se la chaparon a la fuerza. A la atlética Stephany le lanzaron quisiera ser tu calzón para que me mates a pedos, y a Mónica, que es timidísima, le encajaron el no menos grosero qué lindo huerto para sembrar mi nabo. Lo más indignante de esta situación es que los hombres creen que esas manifestaciones nos hacen felices. Bien que te gusta, de qué te quejas es el clásico estribillo que nos encajan después de que reclamamos por alguna grosería.
Curiosamente, si estas mismas perlas se las dicen o se las hacen a las madres o hermanas de los graciositos, ahí sí se cae el mundo y quieren matar al que osó ofender a sus chicas. Desde acá les pasamos un dato a los que están levantando la ceja porque este texto les parece una exageración. Pregúnteles a sus madres si caminan confiadas por las calles. Que les cuenten sus hermanas cuánto miedo les da tomar un taxi o subir a una combi repleta de hombres. Pregúnteles a sus hijas cómo se sintieron la última vez que se pusieron una minifalda y no pudieron avanzar una cuadra sin escuchar gritos y silbidos. Piensen, solo por un momento, el terror que sintió María Paola en los últimos minutos que estuvo con vida. Solo piensen.

Somos una sociedad machista? es la mujer un objeto para el peruano promedio? Al menos yo me mantengo firme al pensar que desde que la mujer decide vestir una minifalda, calcula los efectos que se esa prenda habra de tener con los caballeros en la calle. Tambien hay que considerar los efectos de las acciones de las mujeres no? Ojo que no justifico la agresion sexual de ninguna manera. En el caso de Paola Vargas, por ejemplo, hubo pura cobardía e insania de esos malnacidos.
Juan Camaney
Bien que te gusta
María Paola Vargas no solo fue lanzada de una combi. Ese fatídico sábado en el que se encontró atrapada en una custer con una turba de barristas enloquecidos, a ella le ocurrió algo que las mujeres peruanas tenemos que soportar casi todos los días: experimentó el terror de que esos chicos que gritaban a su alrededor no solo le arrebatarían su iPod o su billetera, sino que el robo vendría con agarrada de tetas y culo, con insultos y mañoserías, y si la cosa se ponía fea, con violación o, como fue en su caso, con aventón.
He hecho una rápida consulta entre amigas y conocidas, y todas coinciden en que casi cualquier acto criminal contra una mujer suele derivar en un episodio de agresión sexual. A nosotras nos roban y nos manosean, nos secuestran y nos violan, nos insultan y nos meten la mano. A veces, el toqueteo o las vulgaridades vienen solas, y nos los lanzan como 'piropos que, se supone, tendríamos que agradecer. A mí, por ejemplo, me han metido la mano varias veces. Entre las que recuerdo con más rabia está un imbécil que me tocó el poto desde su auto mientras yo montaba bicicleta. Por supuesto que casi me mato cuando caí de cara en la pista. Otra vez me manosearon mientras caminaba por Barranco. Mi agresor resultó ser un niño de ocho años que vendía dulces.
Y no importa si eres joven, vieja, alta, baja flaca o gorda. Tampoco parece relevante el grado de instrucción o edad del mañoso que te toca en gracia. A Pilar, un profesor de la universidad le dijo flaca, una agarradita; si no, te jalo. A Rocío, asesora del Congreso, un 'padre de la patria le agarró las tetas. A Patricia, mi amiga editora, le dijeron a los 11 años que tenía cuerpo de puta y, a mi prima Fabiola, un compañerito de clase le jaló la tira del recién estrenado sostén y la hizo llorar. A la dulce Doris, tres energúmenos se bajaron de una combi y se la chaparon a la fuerza. A la atlética Stephany le lanzaron quisiera ser tu calzón para que me mates a pedos, y a Mónica, que es timidísima, le encajaron el no menos grosero qué lindo huerto para sembrar mi nabo. Lo más indignante de esta situación es que los hombres creen que esas manifestaciones nos hacen felices. Bien que te gusta, de qué te quejas es el clásico estribillo que nos encajan después de que reclamamos por alguna grosería.
Curiosamente, si estas mismas perlas se las dicen o se las hacen a las madres o hermanas de los graciositos, ahí sí se cae el mundo y quieren matar al que osó ofender a sus chicas. Desde acá les pasamos un dato a los que están levantando la ceja porque este texto les parece una exageración. Pregúnteles a sus madres si caminan confiadas por las calles. Que les cuenten sus hermanas cuánto miedo les da tomar un taxi o subir a una combi repleta de hombres. Pregúnteles a sus hijas cómo se sintieron la última vez que se pusieron una minifalda y no pudieron avanzar una cuadra sin escuchar gritos y silbidos. Piensen, solo por un momento, el terror que sintió María Paola en los últimos minutos que estuvo con vida. Solo piensen.

Somos una sociedad machista? es la mujer un objeto para el peruano promedio? Al menos yo me mantengo firme al pensar que desde que la mujer decide vestir una minifalda, calcula los efectos que se esa prenda habra de tener con los caballeros en la calle. Tambien hay que considerar los efectos de las acciones de las mujeres no? Ojo que no justifico la agresion sexual de ninguna manera. En el caso de Paola Vargas, por ejemplo, hubo pura cobardía e insania de esos malnacidos.
Juan Camaney