Disculpen la demora pero el trabajo me está consumiendo y no tengo tiempo para casi nada. De todos modos, con este post termino esta historia que, espero, les haya gustado.
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Un encuentro cercano... (Final).
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Resulta imposible describir con palabras la experiencia. ¡Me estaba comiendo a una mocosa a la que conocía desde que tenía 7 años! El morbo de la situación me dominaba y no podía dejar de darle cada vez más duro, cada vez más hondo. La puse en 4, la puse al borde de la cama, la puse contra la pared, de costilla con la pierna en alto... me puse bruto y le hice de todo. Para terminar la agarré al borde de la cama con las piernas al hombro y se la empujé hasta sentir que tocaba fondo... y allí le dejé toda mi carga de leche. No quería salirme y, sin sacarla, la acomodé en la cama y me acomodé sobre ella en posición de misionero para llenarla de besos en la boca la cara y el cuello; al rato me dejé caer a un lado para no abrumarla con mi peso y ella me siguió en el movimiento para quedar sobre mí, pero ni aún así me permití sacarla.
Siguió un largo silencio durante el cual sólo escuché los latidos de mi corazón, violentamente agitado, mientras la dejaba morir adentro y deliberadamente bloqueaba todos mis pensamientos concentrándome en la sensación de esa piel joven y fresca sobre la mía y a todo lo largo de mi cuerpo. No sé cuándo ella comenzó a besarme con una ternura infinita pero allí mismo mi fiel compañero de batalla empezó a volver a la vida dentro de su caliente, húmeda y ajustada conchita. Tan pronto como me sentí listo para seguirla, volvimos a la posición de misionero y lo que siguió fue un polvo largo, lento y suave, lleno de besos y caricias, que más que sexo se sintió como realmente hacer el amor. Volví a terminar dentro de ella sin haberla sacado.
Agotados los dos, se volteó en la cama para quedar de espaldas a mí y dobló sus rodillas en una posición casi fetal mientras yo me acomodaba ajustadamente tras ella tratando de mantener el contacto con hasta el último centímetro posible de su piel. Allí le acaricié sus deliciosas tetas, le besé el cuello y detrás de la oreja, la llamé mi bebé y me dediqué a susurrarle cositas lindas al oído hasta que ella se volteó nuevamente hacia mí para buscar mi boca con la suya. Recién entonces, agotadas todas mis fuerzas, me permití una pequeña concesión al sentido común.
Le dije...
- Vamos a ducharnos...
Y ella se dejó guiar de la mano hasta el jacuzzi vacío para darnos una ducha.
La bañé cariñosa y cuidadosamente, incluyendo todas sus partes íntimas, y le pedí que hiciera lo mismo conmigo, tras lo cual procedí a atemperar el agua para empezar a llenar el jacuzzi. Me senté en la tina, la senté contra mí con su espalda apoyada en mi pecho y, mientras esperábamos que se llene el jacuzzi volvimos al juego de los besos. Cuando el agua alcanzó el nivel justo prendí la bomba, agregué la espuma y disfruté viéndola gozar como una criatura de su primer jacuzzi con espuma. Me preguntó la hora y me dijo que tenía que volver a la agencia y yo le dije que no, que de ninguna manera, además de que en la agencia no esperaban que volviera, al menos no ese día, o de lo contrario ya hacía rato que la hubieran estado llamando al celular. Y entonces comenzó la conversación seria.
- ¿Te gustó?
- Me gustaste tú, muchísimo, demasiado, pero no me gustó para nada lo que hicimos.
- ¿Total, te gusté o no te gusté?
- Ya te dije que me gustaste demasiado, pero si vas a dedicarte a esto no puedes volver a hacerlo sin protección. Ni siquiera con un chico lindo y millonario, que alguno te va a tocar, ni siquiera con alguien de confianza... ni siquiera conmigo.
Y me pasé lo mejor de una buena media hora explicándole las razones por las que no podía hacerlo. Paula y las otras chicas ya le habían advertido, todo con condón pero ella no se lo había tomado muy en serio. Me contó que a su ex-enamorado no le gustaba usar jebe y que ella era muy cuidadosa con sus pastillas; aunque parezca mentira su única preocupación era no embarazarse, para ella las ETS era como si no existieran, eran cosas que les pasan a las putas baratas que se acuestan con cholos borrachos y drogadictos, asumía que estando en una agencia supuestamente VIP todos sus clientes serían chicos sanos de clase alta. Me asombró comprobar que parte importante de las charlas de motivación de Paula era precisamente convencerla de eso, supongo para que no le diera asco la idea de acostarse con decenas de desconocidos. Yo tuve que explicarle la realidad del negocio en el que se estaba metiendo.
También conversamos de lo que tenía que aprender a hacer, como el sexo oral con todos sus deliciosos detalles y el sexo anal con todas sus importantes precauciones, y de las habilidades que le convenía aprender como los masajes, el yoga y el arte de la conversación; le ofrecí regalarle un curso de masajes eróticos cuya propaganda había visto en internet y le prometí que la buscaría todas las semanas para practicar. Decidimos practicar un poco ese mismo día y, luego de casi 45 minutos de intermedio, la sola sugerencia volvió a poner al muchacho en atención. Le enseñé a reconocer el lado correcto del jebe, le enseñé a ponérmelo con la boca y le enseñé a chuparla como se debe, incluyendo los huérfanos, a pesar de sus objeciones por el mal sabor del preservativo; al final terminamos tirando allí mismo en el jacuzzi. El anal y los masajes quedarían para mucho más adelante.
Esa fue la primera de muchas salidas; ella salía de su casa temprano todos los sábados diciendo que se iba a estudiar con sus amigas aprovechando que su mamá trabajaba los sábados y aduciendo que sus hermanas menores no la dejaban estudiar, pero salía de la casa de su amiga a las 12:00 en punto. Yo la recogía del paradero donde supuestamente tomaría el micro hacia su casa para írnos a nuestro hotel favorito donde pasábamos una hora, máximo hora y media, de sexo frenético, tras lo cual yo la dejaba a cuadra y media de su casa, camino a la mía. Una vez una amiga de su madre me vió recogerla y se lo comentó... la ví subir a una 4x4 con un viejo... pero nosotros ya estábamos preparados para ello: ...Ah sí, el otro día mientras estaba esperando el micro pasó el papá de 'Fulanita' (mi hija) y me jaló hasta la esquina de la casa... (la mejor forma de pasar desapercibido es no ocultarse y la forma más efectiva de mentir es decir la pura verdad).
Yo nunca volví a llamar a la agencia de Paula por el temor de verme chantajeado y, aunque yo no me enteraría hasta unos años después, tampoco ella volvió nunca más por ahí. Nuestra relación kine-cliente duró apenas algo más de nueve o diez meses; ella nunca se fué de su casa y cuando terminó el colegio ingresó a trabajar como vendedora de medio tiempo en un centro comercial de esos bien pitucos, yo le pagué (a cuenta de nuestras salidas) la academia preuniversitaria a la que asistía por las tardes después del trabajo y ella le dijo a su mamá que se la pagaba con su sueldo, ingresó a San Marcos a mitad de año y, al poco tiempo, se ganó una beca integral a la que yo la había animado a postular y se marchó a México, ese fue el fin de nuestra relación.
El año pasado regresó a visitar a la familia y nos volvimos a encontrar en una reunión informal, una parrillada en la casa de una amistad común, familia de otra de las amigas de mi hija ahora ex-alumnas todas ellas. Está bellísima, se la ve mucho más madura y maneja su ahora impresionante anatomía con una sensualidad mucho más agresiva y el aplomo de una hembra poderosa que sabe lo que tiene y lo que vale; buscamos la oportunidad de tener un momento a solas en la relativa privacidad del jardín donde muchos grupos conversaban, no era algo raro verme conversar con ella supuestamente para que me cuente cómo le iba en México, a nadie le llamó la atención. Me contó que le iba bien, que le faltaba un año para terminar, que vivía con su novio mejicano, quien ya había terminado la carrera y tenía un buen trabajo y quien, si les iba bien, al siguiente año cuando ella también hubiera terminado su carrera vendría con ella a Lima para presentarse con su mamá y pedirle formalmente su mano (!).
En medio de la multitud de gente que circulaba por el jardín, sin prestarnos ninguna atención, hablamos también del casi año en que fuimos íntimos; me contó que nunca regresó con Paula y que los dos primeros meses, cuando todavía estaba en el colegio, sólo salió conmigo (yo no lo sabía). Que luego había empezado a poner avisos en inglés, en páginas de internet para turistas (CraigList y otras similares) cobrando sumas muy altas en dólares y poniendo en práctica todo lo que yo le había enseñado. Me dijo que sólo hacía dos o tres salidas a la semana y con eso, más su sueldo de vendedora y lo que yo le daba, tenía más que suficiente para sus gastos y para ahorrar el dinero que después llevaría a México como complemento de su beca que, aunque integral, era muy austera. Allá se reinventó como la chica seria de clase alta limeña que hubiera sido si su padre no hubiera muerto y ella no hubiera sido tan rebelde.
Me dio mucho gusto verla y conversar con ella, se mostró descaradamente cariñosa y hasta melosa conmigo, era mi sobrina de cariño y a nadie le llamaba la atención, hasta su mamá me comentó luego que yo había sido para ella como una especie de figura paterna (Ah, si tan sólo supiera
). No me atreví a proponerle encontrarnos para recordar los viejos tiempos y ella tampoco me insinuó nada o, si lo hizo, yo no me percaté de ello. Ahora está de regreso en México y la próxima vez que la vea, seguramente, estará acompañada de su marinovio; es un capítulo cerrado en mi vida pero uno que siempre me deleito en recordar.
Fin.