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TENER SERIAS OBJECIONES morales para votar por el retorno del fujimorismo no convierte a quien las tenga en un humalista instantáneo.
TENER SERIAS OBJECIONES sobre el fujimorismo supone deplorar el ejercicio de la administración pública como una demolición sistemática de instituciones, derechos y personas a favor de intereses privados. Disolver y reelegirse, por ejemplo.
TENER SERIAS OBJECIONES sobre el fujimorismo supone discrepar de un pragmatismo salvaje en donde el crecimiento económico justifica la compra de políticos, el alquiler de broadcasters, y se postula el daño colateral como cavernario valor democrático.
TENER SERIAS OBJECIONES morales sobre el fujimorismo es rechazar la institucionalización del clientelaje político de los más pobres, el enriquecimiento ilícito de los gobernantes y la coima pura y dura (sino la cárcel) a quienes se opongan a lo anterior como mediocre resignación a lo que en el Perú se debe entender por tecnología, honradez y trabajo.
EL VERTEDERO DE INSULTOS de buena parte del fujimorismo a quienes los confrontan con estas objeciones, basadas en hechos factuales y no supuestos, confirma que el problema aquí no es la señora Keiko, seguramente una buena señora. El problema es la matriz de su candidatura: un ex presidente que fugó del cargo, postuló al congeso japonés como refugio, y luego fue condenado en juicio público a 25 años de cárcel. Entronizar una dinastía de usufructo familiar en base a estos antecedentes raya entre la histeria y el masoquismo. Una dignidad demolida por once años de sicosociales y de comedores a cambio de votos, y un descreimiento del bienestar democrático tras la insolidaridad de quienes sucedieron a Fujimori.
DICHO ESO, HUMALA sigue siendo una incertidumbre. Parafraseando a Marx (Groucho), su candidatura militar es a una candidatura lo que la música militar es a la música. Por eso es que el voto en blanco o viciado, si bien deleznables, siguen siendo opciones. Por más paracaídas que se lleve puesto sortear el abismo supone siempre un salto al vacío. Lo patético es que quienes intentan minimizar el riesgo de suicidio que supone esa alternativa, Mario Vargas Llosa el primero, reciban a cambio el peor guano posible, el de la intolerancia potenciada con la ignorancia. Lo patético es que una empresa de capital extranjero, Saga, haya sido la primera en señalar que seguirán invirtiendo gane quien gane. Las elecciones no solo son justas cuando gana el candidato que uno quiere.
EL INSULTO COMO doctrina y la manipulación informativa como sistema de propaganda fueron características del peor fujimorismo. Ambos están ahora operativos. No hay confesión más sincera de ello que despedir periodistas honestos por temor a su neutralidad (sic). Una opinion pública bien informada es peligrosa cuando hay algo oscuro que esconder. El problema en este caso es que lo oscuro se filmó en video. Y, casi todo, ya se vió.
TENER OBJECIONES MORALES al retorno de una metastasis social como la que el fujimorismo dejó en el país no requiere de humalismo. Requiere de auto estima. Más fácil aún, con sentido común basta.
Autor: Jaime Bedoya
Trigo Atómico
TENER SERIAS OBJECIONES sobre el fujimorismo supone deplorar el ejercicio de la administración pública como una demolición sistemática de instituciones, derechos y personas a favor de intereses privados. Disolver y reelegirse, por ejemplo.
TENER SERIAS OBJECIONES sobre el fujimorismo supone discrepar de un pragmatismo salvaje en donde el crecimiento económico justifica la compra de políticos, el alquiler de broadcasters, y se postula el daño colateral como cavernario valor democrático.
TENER SERIAS OBJECIONES morales sobre el fujimorismo es rechazar la institucionalización del clientelaje político de los más pobres, el enriquecimiento ilícito de los gobernantes y la coima pura y dura (sino la cárcel) a quienes se opongan a lo anterior como mediocre resignación a lo que en el Perú se debe entender por tecnología, honradez y trabajo.
EL VERTEDERO DE INSULTOS de buena parte del fujimorismo a quienes los confrontan con estas objeciones, basadas en hechos factuales y no supuestos, confirma que el problema aquí no es la señora Keiko, seguramente una buena señora. El problema es la matriz de su candidatura: un ex presidente que fugó del cargo, postuló al congeso japonés como refugio, y luego fue condenado en juicio público a 25 años de cárcel. Entronizar una dinastía de usufructo familiar en base a estos antecedentes raya entre la histeria y el masoquismo. Una dignidad demolida por once años de sicosociales y de comedores a cambio de votos, y un descreimiento del bienestar democrático tras la insolidaridad de quienes sucedieron a Fujimori.
DICHO ESO, HUMALA sigue siendo una incertidumbre. Parafraseando a Marx (Groucho), su candidatura militar es a una candidatura lo que la música militar es a la música. Por eso es que el voto en blanco o viciado, si bien deleznables, siguen siendo opciones. Por más paracaídas que se lleve puesto sortear el abismo supone siempre un salto al vacío. Lo patético es que quienes intentan minimizar el riesgo de suicidio que supone esa alternativa, Mario Vargas Llosa el primero, reciban a cambio el peor guano posible, el de la intolerancia potenciada con la ignorancia. Lo patético es que una empresa de capital extranjero, Saga, haya sido la primera en señalar que seguirán invirtiendo gane quien gane. Las elecciones no solo son justas cuando gana el candidato que uno quiere.
EL INSULTO COMO doctrina y la manipulación informativa como sistema de propaganda fueron características del peor fujimorismo. Ambos están ahora operativos. No hay confesión más sincera de ello que despedir periodistas honestos por temor a su neutralidad (sic). Una opinion pública bien informada es peligrosa cuando hay algo oscuro que esconder. El problema en este caso es que lo oscuro se filmó en video. Y, casi todo, ya se vió.
TENER OBJECIONES MORALES al retorno de una metastasis social como la que el fujimorismo dejó en el país no requiere de humalismo. Requiere de auto estima. Más fácil aún, con sentido común basta.
Autor: Jaime Bedoya
Trigo Atómico