El escándalo del tratamiento privilegiado a Antauro Humala es también el del silencio del presidente
Martes 13 de marzo de 2012
La mañana del domingo nos trajo un capítulo más de la novela sobre la vida privilegiada del reo mejor tratado de este país, Antauro Humala. No se trató, es cierto, de una entrega particularmente novedosa. A nadie debería sorprenderle que contara con un iPhone en una prisión de máxima seguridad: desde alguna parte tenía que estar dando todas esas entrevistas. Además, es natural que se tenga servicio de teléfono con Internet de alta velocidad cuando se tiene un alojamiento carcelario de lujo, que incluye cable, una cómoda cocina, salidas en días festivos, visitas románticas, fotografías con deslumbradas admiradoras dentro de la exclusiva celda, facilidades para dirigir desde ella un periódico racista y subversivo, así como cambios a un penal más cómodo a solicitud del huésped. Incluso puede que con el tratamiento recibido por Antauro Humala estemos descubriendo finalmente la verdadera razón por la que los funcionarios del INPE manejan de forma tan desastrosa las cárceles peruanas: su verdadero talento puede estar en la administración hotelera.
La historia ha tomado un nuevo pico de interés, sin embargo, con la sorpresa que nos tenía reservada la noche del domingo. ¿Para qué utilizaba su sofisticado teléfono el reo más consentido de nuestro sistema penitenciario? Para hacer lobby. Antauro Humala recibía encargos que iban desde facilitar trámites para conseguir visas a funcionarios chinos (que prometían mostrarse ‘agradecidos’

y conseguir puestos de trabajo para militantes de Gana Perú, hasta realizar gestiones para nombrar a un intendente de la Sunat.
Si se comprueba que Antauro actuaba sobre estos pedidos o, peor aun, que obtenía resultados concretos de los poderes públicos en sus actuaciones, toda esta historia cambia de género y se agrava. Ya no estaríamos únicamente ante un caso de trato privilegiado al jefe de una banda paramilitar que asesinó a cuatro policías en un intento de golpe de Estado que, por lo demás, en su momento apoyó el hermano-presidente que ahora permite todo esto. Estaríamos ahora también ante un caso de tráfico de influencias claramente tipificado por el Código Penal.
Puede, desde luego, que Antauro haya dejado sin contestar las solicitudes que se acumulaban en su bandeja de entrada, o puede que haya intentado interceder en favor de ellas pero sin obtener nada del Gobierno. Puede. Pero no se acaba de entender, en este supuesto, por qué las solicitudes le seguían llegando. Los ‘lobbistas’ acostumbran oler el poder a la misma velocidad que huelen su ausencia. Si Antauro nunca entregaba resultados, es raro que se los siguieran pidiendo.
Frente a todo esto, el presidente Humala continúa optando por el silencio. Igual que con el caso de esa virtuosa de las entrevistas personales en concurso público, Isabel Paiva, esposa de Antauro recientemente contratada por el Estado para administrar becas, entre otros, de reservistas. O con el escándalo de los Gestores para el Desarrollo (político de Daniel Abugattás), encubierto y blindado por la bancada gubernamental. O con todos esos casos de oscuras contrataciones estatales. O con el bochornoso blindaje a su ex abogado Chehade. O con tantas otras cosas.
Subido sobre su popularidad, el presidente parece estarse sintiendo más allá del bien y del mal y en ninguna necesidad de darnos explicaciones. O acaso esté siendo presa de algún mecanismo psicológico primario que lo lleva a pensar que si él hace como que el elefante no está ahí, todos acabaremos pensando que no lo está. La única otra posibilidad, en fin, es que viendo el ejemplo de algunos haya llegado a la conclusión de que “mientras que haga obra” (que en este caso parece querer decir “mientras que no arruine la economía”

a los peruanos no nos importa mucho más.
Sea como fuese, ninguna de las tres posibilidades anteriores acaba bien para el presidente ni, por lo tanto, para el resto del Perú. La primera, porque no existe gobierno que no tenga su mal momento en las encuestas y, cuando ese momento llegue, es mejor que no encuentre a un presidente con esqueletos en el clóset. La segunda, porque no tenemos 8 años y todo el mundo está viendo al elefante. Y, la tercera, porque los gobiernos que se creen invulnerables porque “hacen obra”, tarde o temprano acaban yendo demasiado lejos, aun para el gusto de los que antes aplaudían las obras (como pasó con Fujimori).
La situación de su hermano exige una aclaración y una decisión del presidente de la República. En este Diario esperamos sinceramente que las dé, para la tranquilidad de todos. Mientras permanezca en su monárquico silencio, solo podemos pensar, como el refrán popular, que el que calla otorga.
El Comercio (
(Editorial) El que calla otorga | El Comercio Perú)
Comentario: Muy acertada la opinión de El Comercio, el único que no opina aquí es Ollanta. Todos estamos comentando el caso de su hermanísimo Antauro, el 99.99% en contra y 0.01% a favor (el papá del clan Humala en ese minúsculo porcentaje) pero el responsable directo de esto no dice ni pío, será esta la política caracterísitca a aplicar? ahora resulta que tendremos otro mudo, pero en palacio. Claro que este mudito lo será cuando le convenga. Además que bueno que aquí en el foro no seamos los únicos que evidenciamos la similitud de comportamientos en este gobierno con los gobiernos corruptos anteriores y que los comentarios respecto al comportamiento de las instituciones del Estado con Antauro sean unánimes y apuntan hacia un uso indiscriminado del poder, el cual ya sabemos a donde nos lleva.