TERCERA PARTE:
Nunca me sentí decepcionada de Peter por huir de la situación difícil descrita anteriormente. Pude haberlo juzgado pero nunca lo hice, era el hombre que recordaré toda mi vida.
Mi madre, mi amiga y confidente notó mi preocupación y ojos de culpable. Le confié todo. Me dijo: “Te instruí y no usaron los preservativos. Entonces asuman las consecuencias.”
Me asusté aun más, pero ella sonrió y me explicó el control natal del método del ritmo que lo sabia de teoría pero que ahora nos había salvado. Igual al día siguiente me llevó al ginecólogo quien me hizo ver la importancia de la práctica sexual, los cuidados que debía tener e inicie un programa de control natal que lo sigo fiel hasta el día de hoy.
No le comente nada a Peter, pero él me llamaba mostrando su preocupación. Se volvió más cariñoso y atento de lo que ya era. Me besaba siempre con ternura y otras veces con pasión. Pasaban los días en esa rutina. Ese trato hacia que me derritiera por Peter. Me empezaban a ganar las ganas, me sentía mas rara, caliente, quería estar desnuda nuevamente para él. Tenerlo en mis brazos. Se me venían a la mente las escenas que les he contado anteriormente.
Cuando estaba en mi ducha me ponía caliente, allí lo había tenido para mi. En mi cama sentía su olor de hombre macho. A veces abrazaba las almohadas pensando que eran Peter. Era obvio que mi iniciación sexual había abierto una puerta que debía atender, el placer sexual y cierta dependencia por Peter. Al menos así me sentía para esos días.
Sin embargo, a Peter le sucedía lo contrario. Al parecer el susto que pasó le habían anulado las ganas. Con él iba a varios lugares y la pasaba lindo pero no me proponía nada. Me sentía muy excitada pero no me atrevía a pedirle eso que te puede dar el hombre que amas y que ya había probado.
Cierto día decidí romper con eso y busqué un día de sexo pleno. Desde la noche anterior me afeite mi vagina. Lo hice con tanto cariño, que no sentí la incomodidad que normalmente produce. Amanecí con la mente caliente. Mis senos estaban duros, sentía que mi vagina latía sola. Mis labios de la boca tenia que morderlos para calmar mi inquietud. Me bañé con mucha espuma en mi jacuzzi. Deseaba estar lo mas suave posible. Me aseguré que no exista un bello en todo mi cuerpo. Salí de la tina y seguí mi sesión de crema. Me puse un hilo dental muy diminuto color negro, unas pantis muy sexis y un pequeño sostén también de color negro. Sabía lo que necesitaba para despertar pasión en Peter. Deseaba comunicarle que era su gata en celo. Me probé una minifalda que muestre mis contornadas piernas y una blusa que revelaba mi ombligo, unos zapatos altos que me sacaban más caderas de las que tengo. Uhhh que provocativa me veía. Mi autoestima esta muy en alto. Con un abrigo cubrí todo y salí de casa en busca de mi presa, Peter que ya me esperaba.
Mientras conducía mi auto, mis piernas temblaban tal vez por una sensación de expectativa. Tenía que romper esa fobia que me estaba robando a Peter. En un afán de hacer que no tiemblen mis piernas las apreté tanto que sentí un placer en el interior de mi vagina. Ummm me daba cuenta que necesitaba lo que Peter tenia. Ahora convertida en mujer tenía dependencia de un hombre. Era yo, la que buscaba ser poseída, clavada y complacida. Necesitaba lo que había probado apenas una sola vez pero que había dejado una marca y el cuerpo pedía que más veces repita esa deliciosa experiencia.
Por fin llegué a la casa de Peter. Era un feriado de junio y yo sabia que los padres de Peter irían a sus celebraciones católicas. La fiesta estaría de los dos estaría asegurada, pero era consiente que debía tomar la iniciativa para quitarle la fobia a Peter. Al llegar mi amorcito me dio la bienvenida y yo le correspondí con un beso largo y muy apasionado con lengua, lo apreté contra mi cuerpo y le dije que lo amaba. Peter puso la dosis de calma. No me desanimé. Me saque el abrigo de manera muy sexi, como una leona en celo me agache de manera innecesaria y le mostré a Peter mi trasero. Me volteé y lo vi mirándome con cara de bobo. El llevaba puesto un buzo y le miré de reojo que entre la entrepierna tenia su pene erecto. Eso me puso mas caliente. La verdad que estaba allí como un regalo envuelto y mi objetivo era tener a Peter entre mis brazo y con esa cosa dura dentro de mi.
Me acerque seductoramente a Peter. Sentía una calentura en mi cara, mis labios se secaban y la humedad que les faltaba la sentía en mi vagina. Me abalancé hacia mi presa, lo bese con fuerza y le dije: “Ahora nos toca en tu habitación. Mátame otra vez”. Nos besamos con intensidad. Esta vez yo apretaba su espalda. Me excitaba dominar la situación. Agarre sus glúteos. Sentía que me vengaba de él.
En eso sale lo macho de Peter. Me levanta y cargada me lleva a su habitación. Yo quería seguir dominando la situación. Me gustaba, pero me di cuenta que mejor funcionaba si cada uno tomaba la posta por turnos. Le dejé que me desnudara. Sentía torpeza al hacerlo, pero no bajaba las revoluciones de mi calentura. Empezó a besar mi vagina, no aguante ni segundos y tuve un orgasmo intenso debido a que el malo de Peter no me soltaba aunque se lo pedía. ¡Que riquísimo!. Eso pedía a gritos y este tonto no se daba cuenta.
“Ahora te toca a ti” me dijo. Me acercó su pene a mi cara. Empecé a besárselo suavemente y con temor. El me guiaba. Yo privilegiaba la base del pene, pero él buscaba que bese la cabeza. La verdad es que Peter buscaba introducirlo en mi boca. No me atrevía a abrir mi boca. Me empezó a excitar hacer eso. Con timidez saque mi lengua y empecé la lamer la cabeza del pene. Peter se retorcía, yo muy sentía rico todo esto. Se me fue el pudor y asco. En cosas de minutos lo tenía todo dentro de mi boca. Era una sensación de besar a Peter o de comérmelo. Me excitaba lo duro y caliente que se había puesto. Cada vez lo metía mas adentro y me gustaba más. En eso sentí una humedad que bajaba de mis entrepiernas y decidí clavarme esa cosota que me estaba comiendo por mi boca. Su lugar era mi caliente vagina y me iba a quitar toda la calentura. No demoré en sentarme sobre Peter e introducirme ese tronco en mi pequeña cosita. Debo reconocer que las ganas me vencieron y me lo penetré en una y empezamos a movernos tan rico, con velocidad y desesperación. Parecía que el mundo terminaba. Fue corto tiempo, pero los dos terminamos exhaustos y rendidos.
Ese día fue un día de sexo, tal como lo había planificado. Lo hicimos tantas veces que al día siguiente me costaba sentarme e incluso caminar. Cosas que las mujeres sabemos cuando abusamos o abusan de nosotras. Jeje
Mi vida sexual nunca más tuvo carencias ni angustias. A los dos nos despertó un deseo intenso por el sexo que casi todos los días lo hacíamos. Llegamos a aprender las necesidades de cada uno de nosotros. Peter se portó todo un macho, un excelente amante, hombre de bien y un amigo leal hasta que tuvo que partir.