HIJOS DEL FUJIMORISMO
Muchos se preguntan por el desdén y la falta de compromiso de tres de los cuatro “fantásticos”, “ídolos”, “referentes”, de la selección peruana de fútbol, justo cuando las papas queman. Se les achaca la falta de amor a la camiseta, a la Patria. La afición duda de esas inoportunas lesiones e intoxicaciones. Nadie entiende nada. O así parece. Tal vez el indignado aficionado haría lo mismo en circunstancias similares.
Pongámonos en contexto. De dónde venimos. Remontándonos a nuestro pasado reciente, tenemos el “Aprocalipsis”, el desastroso primer (des)gobierno aprista, combinado con la barbarie senderista. Ahí nos forjamos como sobrevivientes. Eso nos dio la coraza necesaria para resisitir lo que vendría, el fujishock y la institucionalización de la desciudadanización del peruano. La cultura del sobreviviente, que también tiene mucho de la llamada “viveza criolla”, adquirió entonces mayoría de edad y DNI. Aprendimos a mirar con extrañeza y creciente desprecio a los idealistas y soñadores de las décadas pasadas. El “alpinchismo” se forjó como doctrina oficial. Patria, altruismo, justicia, gloria, eran conceptos que daban risa o alertaban de la posible presencia de un “subversivo”. Los nuevos héroes residían en el “Pentagonito”. Como buenos sobrevivientes, aprendimos a medrar con las migajas que quedaban de los derechos sistemáticamente arrebatados, a no chocar con el más fuerte, se perdió la rebeldía. Pero al mismo tiempo se aguzó la percepción por el más leve indicio de la oportunidad. De la oportunidad para salir de esa situación, a toda costa. Olvidados los viejos valores del pasado, el nuevo catecismo delincuencial dictaba que había que salvar el pellejo, pero ante todo, que el hijo de puta triunfa.
Una brisa ventiló este pútrido escenario con el cambio de milenio, pero más que un cambio sustancial, fue simplemente el desgaste de los “héroes”, que se equivocaron al pensar que la deconstrucción del ciudadano ya era completa. En realidad se equivocaron por poquito. Porque más allá del cambio de personajes, las coimisiones, faenones, compras fraudulentas y sobrevaloraciones (amén de la criminalización de la protesta, que ya es otro tema que da para largo) siguen a la orden del día. Con la ya consagrada resignación y “alpinchismo” del peruano. Uno de estos nuevos héroes de estiércol lo resumió magistralmente: “la plata llega sola”.Que no extrañe pues, si unos peloteros que ya tienen la vida resuelta, endiosados por la prensa, desprecian los conceptos de gloria, vergüenza deportiva, amor a la camiseta ( si no ya a la Patria). Son sobrevivientes exitosos. Aplicados alumnos del Doc. De repente, nos hacen un favor, y aprendemos a desligar a 11 tipos corriendo en una cancha tras una pelota, del concepto de Patria y le echamos un ojo a los verdaderos temas importantes.
Muchos se preguntan por el desdén y la falta de compromiso de tres de los cuatro “fantásticos”, “ídolos”, “referentes”, de la selección peruana de fútbol, justo cuando las papas queman. Se les achaca la falta de amor a la camiseta, a la Patria. La afición duda de esas inoportunas lesiones e intoxicaciones. Nadie entiende nada. O así parece. Tal vez el indignado aficionado haría lo mismo en circunstancias similares.
Pongámonos en contexto. De dónde venimos. Remontándonos a nuestro pasado reciente, tenemos el “Aprocalipsis”, el desastroso primer (des)gobierno aprista, combinado con la barbarie senderista. Ahí nos forjamos como sobrevivientes. Eso nos dio la coraza necesaria para resisitir lo que vendría, el fujishock y la institucionalización de la desciudadanización del peruano. La cultura del sobreviviente, que también tiene mucho de la llamada “viveza criolla”, adquirió entonces mayoría de edad y DNI. Aprendimos a mirar con extrañeza y creciente desprecio a los idealistas y soñadores de las décadas pasadas. El “alpinchismo” se forjó como doctrina oficial. Patria, altruismo, justicia, gloria, eran conceptos que daban risa o alertaban de la posible presencia de un “subversivo”. Los nuevos héroes residían en el “Pentagonito”. Como buenos sobrevivientes, aprendimos a medrar con las migajas que quedaban de los derechos sistemáticamente arrebatados, a no chocar con el más fuerte, se perdió la rebeldía. Pero al mismo tiempo se aguzó la percepción por el más leve indicio de la oportunidad. De la oportunidad para salir de esa situación, a toda costa. Olvidados los viejos valores del pasado, el nuevo catecismo delincuencial dictaba que había que salvar el pellejo, pero ante todo, que el hijo de puta triunfa.
Una brisa ventiló este pútrido escenario con el cambio de milenio, pero más que un cambio sustancial, fue simplemente el desgaste de los “héroes”, que se equivocaron al pensar que la deconstrucción del ciudadano ya era completa. En realidad se equivocaron por poquito. Porque más allá del cambio de personajes, las coimisiones, faenones, compras fraudulentas y sobrevaloraciones (amén de la criminalización de la protesta, que ya es otro tema que da para largo) siguen a la orden del día. Con la ya consagrada resignación y “alpinchismo” del peruano. Uno de estos nuevos héroes de estiércol lo resumió magistralmente: “la plata llega sola”.Que no extrañe pues, si unos peloteros que ya tienen la vida resuelta, endiosados por la prensa, desprecian los conceptos de gloria, vergüenza deportiva, amor a la camiseta ( si no ya a la Patria). Son sobrevivientes exitosos. Aplicados alumnos del Doc. De repente, nos hacen un favor, y aprendemos a desligar a 11 tipos corriendo en una cancha tras una pelota, del concepto de Patria y le echamos un ojo a los verdaderos temas importantes.