Arquisexo
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[h=1]Desaprobación presidencial: Lamento de una profecía cumplida[/h]
No era muy difícil predecir que el presidente no podría cumplir con todas las promesas que hizo
21 Agosto 2013 En la última encuesta de Ipsos se reporta que la aprobación del presidente sigue cayendo. Ha pasado de 20% de desaprobación en agosto del 2011 (o sea, apenas asumió el mando) a 49% en agosto del 2012 (o sea, un año despés) y a 62% en agosto del 2013 (o sea, ahora). Curiosamente, y a diferencia de otros presidentes que siguieron la misma trayectoria de popularidad-desaprobación, lo que muestran las cifras es que la caída en aprobación es generalizada: Mientras que en Lima lo desprueba el 61%, en el interior lo desaprueba el 64%. Tampoco hay una diferenciación geográfica: Su aprobación ha caído tanto en el norte, como en el centro, como en el sur, como en oriente. La única cifra que resalta es la desaprobación en el nivel socio económico A, en donde ésta cae a 50%. en los demás niveles (B, C, D y E) fluctúa entre 61% y 65%.
Es decir, básicamente en términos generales todos estamos decepcionados del presidente. Ahora, para poner las cosas en perspectiva, comparemos con los presidentes recientes. Alan García comenzó con una desaprobación de 35% en julio del 2006 y terminó con 54% en julio del 2011 (o sea, mejor que Ollanta Humala hoy). Tuvo un pico de 78% en setiembre del 2008, per luego se recuperó. La principal razón por la que la gente desaprobaba su gestión era porque existía la percepción de que había mucha corrupción en su gobierno.
Alejandro Toledo fue un caso más comparable al de Ollanta Humala. Llegó al poder prometiendo todo y cuando llegó no pudo cumplir con casi nada. Y si bien él llegó a niveles de desaprobación de 91% a los dos años de su gestión, terminó su gestión con 47%. Al igual que Ollanta Humala, él comenzó con niveles de desaprobación bastante buenos: 16% (considerablemente menor al nivel con el que comenzó nuestro presidente actual). Buena parte de la recuperación de la imagen de Alejandro Toledo tenía que ver con el crecimiento económico.
Durante su campaña del 2011, el presidente Ollanta Humala generó las condiciones para este desencanto hoy en día, algo que en ese entonces varios comentamos. Cuando metió a una sola bolsa los objetivos de grupos que tenían orientaciones diametralmente opuestas, quedaba claro que alguien iba a salir perdiendo. El juego en ese entonces fue a cancelar a los demás y a pretender ser el grupo que se impondría por encima de los demás. El grupo Gran Transformación fue el primero en perder y terminó saliendo del gobierno relativamente pronto. No obstante, el grupo Hoja de Ruta tampoco llegó muy lejos: Su autor en la práctica Kurt Burneo no duró mucho en el ministerio que le cayó. Es más, la alianza del gobierno con Perú Posible es bastante frágil y asimétrica.
Lo que tenemos hoy en día es un gobierno que lucha por quedar bien con todos, pero no logra hacer click con casi nadie. La principal razón para su desaprobación es que no cumple sus promesas (la segunda es que la inseguridad ciudadana, un problema que no podrá solucionar en el tiempo que le queda de gestión). Y es poco probable que las pueda cumplir, considerando que se trata de promesas que se contradicen entre sí. Por ejemplo, Ollanta Humala durante la campaña prometió defender el crecimiento económico, pero al mismo tiempo marchó con los trabajadores portuarios por un retroceso en el proceso de concesiones que es total y completamente necesario para continuar la integración comercial del Perú al mundo, engranaje crucial para el modelo económico que ahora dice defender. Pero por otro lado, hay elementos que persisten desde su etapa Gran Transformación que no son negociables.
En ese sentido todo hace suponer que su popularidad seguirá cayendo, en la medida en la que simplemente no pueda cumplir las promesas que hizo sin patear el tablero del modelo económico que necesita defender para que la economía sigua creciendo y generando el contexto en el cual se puede seguir reduciendo la pobreza y la desigualdad, aunque no a la velocidad a la que le demandan que se reduzcan. Lo que nos debería preocupar es que esto, a su vez, es un marco que genera incentivos al populismo, sobre todo conforme se acerca el final de su gestión. Esperemos que para entonces los que prometieron vigilar al presidente sí cumplan su promesa. Por lo menos ellos.
No era muy difícil predecir que el presidente no podría cumplir con todas las promesas que hizo

21 Agosto 2013 En la última encuesta de Ipsos se reporta que la aprobación del presidente sigue cayendo. Ha pasado de 20% de desaprobación en agosto del 2011 (o sea, apenas asumió el mando) a 49% en agosto del 2012 (o sea, un año despés) y a 62% en agosto del 2013 (o sea, ahora). Curiosamente, y a diferencia de otros presidentes que siguieron la misma trayectoria de popularidad-desaprobación, lo que muestran las cifras es que la caída en aprobación es generalizada: Mientras que en Lima lo desprueba el 61%, en el interior lo desaprueba el 64%. Tampoco hay una diferenciación geográfica: Su aprobación ha caído tanto en el norte, como en el centro, como en el sur, como en oriente. La única cifra que resalta es la desaprobación en el nivel socio económico A, en donde ésta cae a 50%. en los demás niveles (B, C, D y E) fluctúa entre 61% y 65%.
Es decir, básicamente en términos generales todos estamos decepcionados del presidente. Ahora, para poner las cosas en perspectiva, comparemos con los presidentes recientes. Alan García comenzó con una desaprobación de 35% en julio del 2006 y terminó con 54% en julio del 2011 (o sea, mejor que Ollanta Humala hoy). Tuvo un pico de 78% en setiembre del 2008, per luego se recuperó. La principal razón por la que la gente desaprobaba su gestión era porque existía la percepción de que había mucha corrupción en su gobierno.
Alejandro Toledo fue un caso más comparable al de Ollanta Humala. Llegó al poder prometiendo todo y cuando llegó no pudo cumplir con casi nada. Y si bien él llegó a niveles de desaprobación de 91% a los dos años de su gestión, terminó su gestión con 47%. Al igual que Ollanta Humala, él comenzó con niveles de desaprobación bastante buenos: 16% (considerablemente menor al nivel con el que comenzó nuestro presidente actual). Buena parte de la recuperación de la imagen de Alejandro Toledo tenía que ver con el crecimiento económico.
Durante su campaña del 2011, el presidente Ollanta Humala generó las condiciones para este desencanto hoy en día, algo que en ese entonces varios comentamos. Cuando metió a una sola bolsa los objetivos de grupos que tenían orientaciones diametralmente opuestas, quedaba claro que alguien iba a salir perdiendo. El juego en ese entonces fue a cancelar a los demás y a pretender ser el grupo que se impondría por encima de los demás. El grupo Gran Transformación fue el primero en perder y terminó saliendo del gobierno relativamente pronto. No obstante, el grupo Hoja de Ruta tampoco llegó muy lejos: Su autor en la práctica Kurt Burneo no duró mucho en el ministerio que le cayó. Es más, la alianza del gobierno con Perú Posible es bastante frágil y asimétrica.
Lo que tenemos hoy en día es un gobierno que lucha por quedar bien con todos, pero no logra hacer click con casi nadie. La principal razón para su desaprobación es que no cumple sus promesas (la segunda es que la inseguridad ciudadana, un problema que no podrá solucionar en el tiempo que le queda de gestión). Y es poco probable que las pueda cumplir, considerando que se trata de promesas que se contradicen entre sí. Por ejemplo, Ollanta Humala durante la campaña prometió defender el crecimiento económico, pero al mismo tiempo marchó con los trabajadores portuarios por un retroceso en el proceso de concesiones que es total y completamente necesario para continuar la integración comercial del Perú al mundo, engranaje crucial para el modelo económico que ahora dice defender. Pero por otro lado, hay elementos que persisten desde su etapa Gran Transformación que no son negociables.
En ese sentido todo hace suponer que su popularidad seguirá cayendo, en la medida en la que simplemente no pueda cumplir las promesas que hizo sin patear el tablero del modelo económico que necesita defender para que la economía sigua creciendo y generando el contexto en el cual se puede seguir reduciendo la pobreza y la desigualdad, aunque no a la velocidad a la que le demandan que se reduzcan. Lo que nos debería preocupar es que esto, a su vez, es un marco que genera incentivos al populismo, sobre todo conforme se acerca el final de su gestión. Esperemos que para entonces los que prometieron vigilar al presidente sí cumplan su promesa. Por lo menos ellos.