flantis
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...Lo tenía contra el suelo chapado del cuello, neutralizado.
No contaba con mi experiencia, sabía bien defenderme, golpear (y duro), pero no era cuestión física. Él sabía que podía golpearlo más donde más daño le haría (su estadía aquí luego de empapelarlo) pero siguió armandome la bronca que no duró mucho; quizá lo haya comprendido, mi camisa rasgada, su "pana" pidiendo que lo suelte, y ella llorando. Todo se había acabado.
Que trágico final.
TRES MESES ATRÁS...
Llegué a Lima, estaba en el Jorge Chávez y había olvidado cargar mi celular antes del viaje. Pero lo peor fue que dejé el cargador conectado en el hotel.En consecuencia de ello estaba sin cel y sin cargador. ¿Por qué explico esto?, porque no podía tomar un Uber, porque los taxistas del aeropuerto son unos abusivos de m ierda, y porque es un poco pendej0 tomar uno en la calle (en esa zona) a las 11 pm de un domingo.
¿Y ahora?, bueno, primero que nada salir del aeropuerto porque no me resisto al chocolate caliente y sandwich de la tía veneno, una casera bien casera que ya hasta mi nombre sabe. Además, me moría de hambre; <<y cómo va el negocio, señora?>> Ahí, bajando un poco me dice. Luego de eso me explica que la presencia de los venecos le ha movido la clientela. Es todo un éxodo.
Sin embargo, me hizo recordar a Daniella: para los que leyeron sobre el relato de la venezolana que me comí.
¿Qué será de esa veneca? Hace poco ví sus redes y hasta fanpage tiene, está incursionando de modelo en revistas. Bien por ella.
Cuando terminé mi chocolate power y me empujé mi suculento sanguchón, decidí irme a complementar mi alimentación por San Miguel, en Rústica. Pero antes de parar un taxi, vi bajar a una flaca con una caja de alfajores desde el puente, bajaba corriendo, era un manjar hecho mujer. El detector de culos de un hombre es una antena en alerta 24/7 que todos llevamos. Es más, creo en la teoría del instinto animal y las feromonas, pero ese es otro cuento.
A esta flaca le calculé al ojo 21 años, blanca, cabello castaño claro con un par de grandes risos a cada lado, cejas grandes que le daban una expresión de ternura a sus ojos claros (muy claros), nariz pequeña y respingada, quebradita, un poco tetona, barriga plana, caderas anchas, piernas bien proporcionadas, y el culo, no se imaginan que culo. El culo que tiene es de esos cuyos cachetes te hacen seguir a una mujer aunque te desvíes de tu rumbo. El jean que llevaba sin bolsillos y casi a la cadera me hicieron treparme al bus que ella paró corriendo para subir a vender. Ella vestía un polito blanco sencillo pero ajustado gracias a sus tetas, una gorra guinda con una V enorme (típico de las venecas), el jean en mención y sus tabas converse.
Cuando estaba en el bus, procuré sentarme al fondo para ser el último al que me ofrezca sus alfajores. Felizmente era el único y felizmente el bus iba hacia La Marina. En el momento que llega a mi sitio un poco desalentada porque vendió solo uno, yo ya tenía una revista en la mano (sección niños) que me dieron en el aeropuerto y que saqué de mi mochila; me hice el que estaba leyendo hasta que se me acercó.
Para esto, la revista en la mano fue para aplicar una técnica pulpina que usaba hace años para hacer el habla a un buen culo. Si no la sabías porque no te la contó tu tío el cachero, o porque vives en un óvalo y no conoces esquina, o porque eres un precoz pulpín aun, anota:
Al momento de ofrecerme sus alfajores le compré uno, y luego le pedí que por favor, ella siendo mujer, me ayude a escogerle unas opciones de regalos para niñas que estaban en la revista para mi linda sobrinita (ni sobrina tengo), porque quería premiarla por sacar buenas notas en primer grado, ella lo tomó con amabilidad y quizá con ternura de ver a un huevonazo escogiendo en aprietos el regalo para una niña y pidiendo consejos a un punto de vista femenino. El 99,9% te ayudará amablemente.
Me ayudó a escoger un par de cosas pero me dijo <<lo siento nene es bien tarde y tengo que vender para poder irme a mi casa>> y como era evidente, no la iba a soltar hasta no tener al menos su celu para whatsappearla (el wachapa no falla sobrino, no falla), le dije que si me ayudaba a escoger el preciso le compraba más para llevarle a mi familia y lo tomó con gracia y conveniencia, estuvimos sentados escogiendo un regalo para una ficticia sobrina mía.
Le hice unas preguntas caletas, se llamaba Kate (keit pa los luchos), vivía en Magdalena con su primo y su prima. Cuando por fin elegimos ya habíamos congeniado con total cordialidad, aún no intentaba nada y yo seguía haciendome el huevón, el tío chocho . En agradecimiento cumplí mi parte y le compré su caja, ya estábamos por La Marina y le pregunté si había cenado; como el trato era cordial en agradecimiento la invité a comer una parrilla en Rústica, me dijo que gracias pero que no me conocía, así que le puse un cuchillo y la obligué (es broma), le insistí le dí un billete de 100 y la c agué porque no tenía vuelto para darme y nadie le iba a cambiar a esa hora; caballero nomás, entramos a Rústica y cenamos.
Ya dentro cenamos, todo fue ameno, saqué los datos suficientes y le dije que podía ir a vender sus alfajores a mi trabajo, que yo la ayudaría a entrar. Ella me agradeció.
No contaba con mi experiencia, sabía bien defenderme, golpear (y duro), pero no era cuestión física. Él sabía que podía golpearlo más donde más daño le haría (su estadía aquí luego de empapelarlo) pero siguió armandome la bronca que no duró mucho; quizá lo haya comprendido, mi camisa rasgada, su "pana" pidiendo que lo suelte, y ella llorando. Todo se había acabado.
Que trágico final.
TRES MESES ATRÁS...
Llegué a Lima, estaba en el Jorge Chávez y había olvidado cargar mi celular antes del viaje. Pero lo peor fue que dejé el cargador conectado en el hotel.En consecuencia de ello estaba sin cel y sin cargador. ¿Por qué explico esto?, porque no podía tomar un Uber, porque los taxistas del aeropuerto son unos abusivos de m ierda, y porque es un poco pendej0 tomar uno en la calle (en esa zona) a las 11 pm de un domingo.
¿Y ahora?, bueno, primero que nada salir del aeropuerto porque no me resisto al chocolate caliente y sandwich de la tía veneno, una casera bien casera que ya hasta mi nombre sabe. Además, me moría de hambre; <<y cómo va el negocio, señora?>> Ahí, bajando un poco me dice. Luego de eso me explica que la presencia de los venecos le ha movido la clientela. Es todo un éxodo.
Sin embargo, me hizo recordar a Daniella: para los que leyeron sobre el relato de la venezolana que me comí.
¿Qué será de esa veneca? Hace poco ví sus redes y hasta fanpage tiene, está incursionando de modelo en revistas. Bien por ella.
Cuando terminé mi chocolate power y me empujé mi suculento sanguchón, decidí irme a complementar mi alimentación por San Miguel, en Rústica. Pero antes de parar un taxi, vi bajar a una flaca con una caja de alfajores desde el puente, bajaba corriendo, era un manjar hecho mujer. El detector de culos de un hombre es una antena en alerta 24/7 que todos llevamos. Es más, creo en la teoría del instinto animal y las feromonas, pero ese es otro cuento.
A esta flaca le calculé al ojo 21 años, blanca, cabello castaño claro con un par de grandes risos a cada lado, cejas grandes que le daban una expresión de ternura a sus ojos claros (muy claros), nariz pequeña y respingada, quebradita, un poco tetona, barriga plana, caderas anchas, piernas bien proporcionadas, y el culo, no se imaginan que culo. El culo que tiene es de esos cuyos cachetes te hacen seguir a una mujer aunque te desvíes de tu rumbo. El jean que llevaba sin bolsillos y casi a la cadera me hicieron treparme al bus que ella paró corriendo para subir a vender. Ella vestía un polito blanco sencillo pero ajustado gracias a sus tetas, una gorra guinda con una V enorme (típico de las venecas), el jean en mención y sus tabas converse.
Cuando estaba en el bus, procuré sentarme al fondo para ser el último al que me ofrezca sus alfajores. Felizmente era el único y felizmente el bus iba hacia La Marina. En el momento que llega a mi sitio un poco desalentada porque vendió solo uno, yo ya tenía una revista en la mano (sección niños) que me dieron en el aeropuerto y que saqué de mi mochila; me hice el que estaba leyendo hasta que se me acercó.
Para esto, la revista en la mano fue para aplicar una técnica pulpina que usaba hace años para hacer el habla a un buen culo. Si no la sabías porque no te la contó tu tío el cachero, o porque vives en un óvalo y no conoces esquina, o porque eres un precoz pulpín aun, anota:
Al momento de ofrecerme sus alfajores le compré uno, y luego le pedí que por favor, ella siendo mujer, me ayude a escogerle unas opciones de regalos para niñas que estaban en la revista para mi linda sobrinita (ni sobrina tengo), porque quería premiarla por sacar buenas notas en primer grado, ella lo tomó con amabilidad y quizá con ternura de ver a un huevonazo escogiendo en aprietos el regalo para una niña y pidiendo consejos a un punto de vista femenino. El 99,9% te ayudará amablemente.
Me ayudó a escoger un par de cosas pero me dijo <<lo siento nene es bien tarde y tengo que vender para poder irme a mi casa>> y como era evidente, no la iba a soltar hasta no tener al menos su celu para whatsappearla (el wachapa no falla sobrino, no falla), le dije que si me ayudaba a escoger el preciso le compraba más para llevarle a mi familia y lo tomó con gracia y conveniencia, estuvimos sentados escogiendo un regalo para una ficticia sobrina mía.
Le hice unas preguntas caletas, se llamaba Kate (keit pa los luchos), vivía en Magdalena con su primo y su prima. Cuando por fin elegimos ya habíamos congeniado con total cordialidad, aún no intentaba nada y yo seguía haciendome el huevón, el tío chocho . En agradecimiento cumplí mi parte y le compré su caja, ya estábamos por La Marina y le pregunté si había cenado; como el trato era cordial en agradecimiento la invité a comer una parrilla en Rústica, me dijo que gracias pero que no me conocía, así que le puse un cuchillo y la obligué (es broma), le insistí le dí un billete de 100 y la c agué porque no tenía vuelto para darme y nadie le iba a cambiar a esa hora; caballero nomás, entramos a Rústica y cenamos.
Ya dentro cenamos, todo fue ameno, saqué los datos suficientes y le dije que podía ir a vender sus alfajores a mi trabajo, que yo la ayudaría a entrar. Ella me agradeció.