Srdestroyer
Sargento
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Les dejo unos pequeños relatos eróticos que me parecen alucinantes, espero les guste y también compartan los suyos.
1. La mamá desvergonzada de mi amigo
Fui una vez a la casa de un amigo de colegio para pasar la tarde, era de verano y el sol estaba fuerte. Habíamos jugado en la consola casi toda la mañana, encerrados en su cuarto. Nos habíamos quedado solos en la casa hasta que su mamá entró sola a la casa. Fue donde el cuarto y le pidió a su hijo que vaya a comprar una Inka Cola para tomar todos, a regañadientes aceptó, mientras que yo me quedé en el cuarto jugando a solas. Mi amigo se fue. Al rato, noto que la mamá estaba haciendo varias cosas cerca al cuarto, cuando pasaba por la puerta la veía de reojo, ya que usaba un pequeño vestido que fácilmente podía subirse por el viento o la inercia. Seguí jugando, sin prestar mayor atención. De repente, entra la mamá al cuarto con ropa limpia en mano para dejarla en la cama de mi amigo, esto no me hubiera parecido fuera de lo común si es que ¡ella no estuviera calata! Así es, entró con la mayor confianza del mundo usando solamente un polo y una trusa blanca. Entró y comenzó a guardar ropa en el ropero, frente a mí. Primero parada y luego en cuclillas, como mostrándome sus blancas nalgas. Lo único que me dijo fue: “perdón por la confianza”. Luego salió del cuarto y la pude ver un poco más pasando de largo por la puerta haciendo cosas usando solamente ese polito negro y ese calzón de encaje blanco. Ella se había cambiado de ropa antes de que llegara su hijo. Y mantuve ese secreto conmigo hasta este momento.
2. El taxista mirón
Salía con mi enamorada de ese entonces de una fiesta de unos amigos, habíamos tomado unos tragos, pero ella un poco más, además de la marihuana. Eran casi las 2 am cuando decidimos tomar un taxi hasta mi departamento y hacer el amor, como era de costumbre. Llegó el taxi, abrí la puerta y entré primero en la parte de atrás, luego ella. Inició el relativo largo trayecto y ambos estábamos con los efectos encima, esperando llegar rápido a nuestro destino. Pero no aguantamos mucho, comenzamos a besarnos y acariciarnos de forma muy sensual. Yo tocaba tanto sus piernas como sus pechos y ella daba pequeños gemidos de placer. Le pregunté, amablemente al taxista, que si podía detenerse en un lugar tranquilo y poco iluminado. Supongo que comprendió rápidamente lo que quería hacer, y dijo que sí. El regalo que estábamos a punto de hacerle era poder ver claramente lo que hacíamos. Se detuvo en un espacio donde pasaban pocos carros y comenzamos nuestra aventura. Ella se sentó encima de mí, estando yo entre sus piernas. Nos besamos profundamente mientras mis manos pasaban desde su espalda hasta sus nalgas, donde sin mayor reparo, levanté la falda y acaricié sus glúteos. Mis manos jugaban también con su tanga descubierta que estaba frente al taxista cuando éste volteaba a vernos. Notaba cómo el hombre miraba fijamente la figura de mi pareja y cómo ella se movía según el placer de nuestras caricias. Le susurré al oído si es que el otro podía tocarla y ella aceptó diciéndome “un poco”. Desde mi posición, invité con las manos al taxista a tocarla y él extendió una mano para acariciarle las nalgas. Me saqué el miembro, hice a un lado su tanga negra e hicimos el amor allí. El taxista seguía tocando esos glúteos mientras los dos nos movíamos de arriba a abajo. Terminamos el coito y nos dirigimos al departamento, donde continuamos nuestra labor.
3. El escritorio de la gerenta
Lo habían llamado para limpiar un derramamiento de café en la oficina de la recién ascendida gerenta de marketing. Cogió sus cosas y fue donde el accidente, tocó la puerta y entró tímidamente. Vio a la joven gerenta de ojos verdes y cabello castaño, quien le indicó que había un charco de café allí abajo del escritorio. Hizo caso y se agachó para ver el problema, cogió sus herramientas y se mantuvo limpiando el suelo. Desde su posición debajo del escritorio de la joven, no podía dejar de ver esas piernas cruzadas frente a él. Ella no se había movido de su sitio, seguía sentada en su silla todo el tiempo, mientras que allí abajo él limpiaba y muy cerca de él se mecía un pie con un elegante tacón. De repente ella recibe una llamada, era un cliente importante y suponía una oportunidad muy grande. Hablaba con el cliente con una voz sensual, que era parte de su estrategia para concretar una venta. Allí abajo, el joven podía notar el entusiasmo de la joven por el movimiento más acelerado de sus piernas que estaban a punto de patearlo, pero eso no impidió que termine su trabajo. Mientras ella cada vez más se acercaba a su objetivo, sus expresiones se tornaban más seductoras, al igual que el movimiento de sus piernas. Hasta que lo logró, cerró la venta más importante hasta ese momento mientras que al mismo tiempo, abría las piernas de manera grosera frente al joven limpiador. Allí abajo, el hombre podía ver directamente su ropa interior, que consistía en una fina tanga roja que comenzaba desde un punto oscuro y terminaba expandiéndose hasta donde comenzaba la falda. Pero eso no era todo, aquella tela presentaba una parte traslúcida que lograba mostrar una fina raya entre dos labios; asimismo observaba sus pantimedias oscuras que comenzaban más abajo y terminaban en sus pies. Sin amilanarse, ella hizo una nueva llamada, era hacia su pareja para contarle el logro del día, mientras allí abajo ella se mantenía con las piernas abiertas y el joven absorto tratando de concentrarse. Las piernas se cerraron antes de que termine su llamada, y un poco más, el joven limpiador había acabado su labor. Salió del escritorio y la gerenta sólo le dio un gracias. El hombre cerró la puerta de la oficina y decidido se fue al baño, para terminar lo que había querido comenzar hace unos instantes.
1. La mamá desvergonzada de mi amigo
Fui una vez a la casa de un amigo de colegio para pasar la tarde, era de verano y el sol estaba fuerte. Habíamos jugado en la consola casi toda la mañana, encerrados en su cuarto. Nos habíamos quedado solos en la casa hasta que su mamá entró sola a la casa. Fue donde el cuarto y le pidió a su hijo que vaya a comprar una Inka Cola para tomar todos, a regañadientes aceptó, mientras que yo me quedé en el cuarto jugando a solas. Mi amigo se fue. Al rato, noto que la mamá estaba haciendo varias cosas cerca al cuarto, cuando pasaba por la puerta la veía de reojo, ya que usaba un pequeño vestido que fácilmente podía subirse por el viento o la inercia. Seguí jugando, sin prestar mayor atención. De repente, entra la mamá al cuarto con ropa limpia en mano para dejarla en la cama de mi amigo, esto no me hubiera parecido fuera de lo común si es que ¡ella no estuviera calata! Así es, entró con la mayor confianza del mundo usando solamente un polo y una trusa blanca. Entró y comenzó a guardar ropa en el ropero, frente a mí. Primero parada y luego en cuclillas, como mostrándome sus blancas nalgas. Lo único que me dijo fue: “perdón por la confianza”. Luego salió del cuarto y la pude ver un poco más pasando de largo por la puerta haciendo cosas usando solamente ese polito negro y ese calzón de encaje blanco. Ella se había cambiado de ropa antes de que llegara su hijo. Y mantuve ese secreto conmigo hasta este momento.
2. El taxista mirón
Salía con mi enamorada de ese entonces de una fiesta de unos amigos, habíamos tomado unos tragos, pero ella un poco más, además de la marihuana. Eran casi las 2 am cuando decidimos tomar un taxi hasta mi departamento y hacer el amor, como era de costumbre. Llegó el taxi, abrí la puerta y entré primero en la parte de atrás, luego ella. Inició el relativo largo trayecto y ambos estábamos con los efectos encima, esperando llegar rápido a nuestro destino. Pero no aguantamos mucho, comenzamos a besarnos y acariciarnos de forma muy sensual. Yo tocaba tanto sus piernas como sus pechos y ella daba pequeños gemidos de placer. Le pregunté, amablemente al taxista, que si podía detenerse en un lugar tranquilo y poco iluminado. Supongo que comprendió rápidamente lo que quería hacer, y dijo que sí. El regalo que estábamos a punto de hacerle era poder ver claramente lo que hacíamos. Se detuvo en un espacio donde pasaban pocos carros y comenzamos nuestra aventura. Ella se sentó encima de mí, estando yo entre sus piernas. Nos besamos profundamente mientras mis manos pasaban desde su espalda hasta sus nalgas, donde sin mayor reparo, levanté la falda y acaricié sus glúteos. Mis manos jugaban también con su tanga descubierta que estaba frente al taxista cuando éste volteaba a vernos. Notaba cómo el hombre miraba fijamente la figura de mi pareja y cómo ella se movía según el placer de nuestras caricias. Le susurré al oído si es que el otro podía tocarla y ella aceptó diciéndome “un poco”. Desde mi posición, invité con las manos al taxista a tocarla y él extendió una mano para acariciarle las nalgas. Me saqué el miembro, hice a un lado su tanga negra e hicimos el amor allí. El taxista seguía tocando esos glúteos mientras los dos nos movíamos de arriba a abajo. Terminamos el coito y nos dirigimos al departamento, donde continuamos nuestra labor.
3. El escritorio de la gerenta
Lo habían llamado para limpiar un derramamiento de café en la oficina de la recién ascendida gerenta de marketing. Cogió sus cosas y fue donde el accidente, tocó la puerta y entró tímidamente. Vio a la joven gerenta de ojos verdes y cabello castaño, quien le indicó que había un charco de café allí abajo del escritorio. Hizo caso y se agachó para ver el problema, cogió sus herramientas y se mantuvo limpiando el suelo. Desde su posición debajo del escritorio de la joven, no podía dejar de ver esas piernas cruzadas frente a él. Ella no se había movido de su sitio, seguía sentada en su silla todo el tiempo, mientras que allí abajo él limpiaba y muy cerca de él se mecía un pie con un elegante tacón. De repente ella recibe una llamada, era un cliente importante y suponía una oportunidad muy grande. Hablaba con el cliente con una voz sensual, que era parte de su estrategia para concretar una venta. Allí abajo, el joven podía notar el entusiasmo de la joven por el movimiento más acelerado de sus piernas que estaban a punto de patearlo, pero eso no impidió que termine su trabajo. Mientras ella cada vez más se acercaba a su objetivo, sus expresiones se tornaban más seductoras, al igual que el movimiento de sus piernas. Hasta que lo logró, cerró la venta más importante hasta ese momento mientras que al mismo tiempo, abría las piernas de manera grosera frente al joven limpiador. Allí abajo, el hombre podía ver directamente su ropa interior, que consistía en una fina tanga roja que comenzaba desde un punto oscuro y terminaba expandiéndose hasta donde comenzaba la falda. Pero eso no era todo, aquella tela presentaba una parte traslúcida que lograba mostrar una fina raya entre dos labios; asimismo observaba sus pantimedias oscuras que comenzaban más abajo y terminaban en sus pies. Sin amilanarse, ella hizo una nueva llamada, era hacia su pareja para contarle el logro del día, mientras allí abajo ella se mantenía con las piernas abiertas y el joven absorto tratando de concentrarse. Las piernas se cerraron antes de que termine su llamada, y un poco más, el joven limpiador había acabado su labor. Salió del escritorio y la gerenta sólo le dio un gracias. El hombre cerró la puerta de la oficina y decidido se fue al baño, para terminar lo que había querido comenzar hace unos instantes.