Introduje el primer dedo. El más pequeño. Penetre despacio y suavemente su vagina. La tía estaba viendo cómo entraba lentamente. Su mirada estaba completamente concentrada en mi mano. Estaba con los ojos completamente fijos en mi dedo, sus labios carnosos- pruebas de su ascendencia negra- estaban siendo suavemente mordidos por sus dientes. Su cara demoraba una enorme ansiedad. Hacía ruidos minúsculos, imperceptibles. Conforme iba yendo más y más profundo (pero cada vez más y más lento) percibía cómo se enturbiaba su respiración porque veía claramente cómo su abdomen comenzaba a contraerse a un ritmo más acelerado. Saqué mi dedo y pause un momento. Acerqué mi dedo a su cara y dije: "Mira lo mojadita que estás, mi amor. Se nota que te está gustando. " Ella se quedó callada. Estaba en trance. Para aumentar su exitación y lujuria me metí el dedo a la boca y lo chupé un momento haciendo una mueca de placer cómo las que hace uno cuando come un delicioso postre. La tía abrió su boca en estupefacción y para rematarla le dije: "si así de rico sabe tu juguito ¿Cómo sabrá esa papayita?" El trance de la tía se agravó. Estaba extasiada. Eso lo hizo evidente. La mujer -que al menos por ese momento fue mía- vivía una tragedia. La tragedia de la mujer común. Esa tragedia que viven la mayoría de mujeres que surge del egoísmo del hombre promedio. De ese hombre que reduce el arte del placer femenino a meter lenguetazos sin ritmo ni planeación a sus vaginas, de atacar bruscamente el clítoris (si lo recuerdan), de jalar los senos como si fueran cualquier cosa y de reducir la penetración a rapidez y duración sin buscar el punto g de su amante. No me considero un hombre muy experimentado. Sin embargo, las pocas parejas que tuve- desde amigas con derechos, una que otra novia y alguna meretriz que logró afianzar mi clientela- han sido una gran fuente de conocimiento y aprendizaje para mí. A mí lo.que me satisface del sexo no es mi disfrute sexual en sí, sino la sensación de logro y dominio que consigo cuando dejó satisfecha a una mujer. Mi mejor recuerdo sexual fue cuando logré llevar a la cama a una de las compañeras más ariscas de mi facultad y hacerla sumisa a mi verga, a mis caricias, a mis besos y a mis afectos. Es eso lo que me excita. Deshacer la mente y el orgullo de las mujeres con placer. Y ahí estaba ella. Lista para ser conquistada, lista para dejar atrás su frustración sexual, lista para descubrir un nuevo amante, un nuevo placer. Esos segundos dónde nos miramos antes de proseguir con su masturbación fueron intoxicantes para ambos. Cuando ese instante terminó, retomé mi labor y decidí aumentar la intensidad el ataque. Esta vez comencé metiendo el dedo anular, esta vez lo inserte a una velocidad normal y comencé con la búsqueda del tesoro. Todas las mujeres tienen un punto débil. Un punto dónde simplemente no pueden resistir el placer, dónde son vulnerables, dónde son extremadamente sensibles y que de ser encontrado por su compañero será el mejor amigo y ayudante en la labor de conseguir el orgasmo de su compañera. Fui escarbando en su sexo. Me concentré en sentir las variaciones de sus paredes, en anotar los cambios en su respiración y las variaciones en sus gimoteos y agonicos gritos de placer. Estuve así algo de dos minutos hasta que lo encontré. El punto débil de mi amante se encontraba en el lado izquierdo de su cavidad. A unos cuantos centímetros de sus labios. Descubrí también que lo que más le gusta de la penetración no es la inserción sino la extracción, es decir, mi chama disfruta más el proceso de sacar más que el de meter. Con esta información decidí atacar con todo. Introduje mi dedo medio en conjunto con el índice y comencé un ataque cordinado. El patrón era algo como entrar un poco profundo, salir despacio y mientras salían mis dedos estos bajaban lentamente por el lateral donde se encontraba su punto g, cuando consideraba que estaba cerca, presionaba un poco los dedos en la pared para atacar intensamente su punto débil. Repetí esto varias veces y cada vez se notaba más agitada mi amante. Sus gemidos- al principio casi inaudibles- se conviertieron en fuertes gemidos. Sus piernas se abrieron incluso más y se veía como temblaban, su cara estaba contraída y sus ojos cerrados con fuerza. Su agonía era total. Eso solo me motivó más y más así que procedí con más enzañamiento. Luego de algo de tres minutos la chama comenzó a aumentar la frecue cia de sus gemidos y también sus decibeles. Comenzó a decir: "no, no, no" mientras hacía el mayor esfuerzo para no cerrar sus piernas . Yo seguí con todo y comencé a sentir fuertes contracciones en sus paredes vaginales. Su interior se había vuelto un lugar muy caliente y húmedo. Era como si mis dedos estuviesen en un sauna. Las contracciones se hicieron más y más frecuentes y llegó el momento esperado: su órgasmo. La milf cerró sus piernas repentinamente y tan fuerte que ahorcó mi muñeca, levantó su cadera y soltó un grito ahogado cuya mueca no pude ver porque fue tan fuerte el orgasmo que miró la cabezera de la cama. No salió un chorro, ni un squirt voluminoso. Fue un derrame discreto que se deslizó en la palma de mi mano . Cuando terminó, sus piernas cedieron y la chama se derritió en la cama. Su cuerpo estaba completamente relajado. Pero mis dedos seguían adentro de ella. Ya no sobaban nada. Simplemente estaban ahí con su sexo. Acompañando su conchita. Esto tenía un porqué. Un truco que me enseñó una ex amiga con derechos que era la mujer más cachera que he conocido. Las mujeres pueden tener varios orgasmos seguidos. Me mantuve adentro para-luego de un tiempo de descanso- atacar de nuevo. Repetí el proceso, pero está vez ya no había resistencia. La chama solo estaba ahí haciendo su mejor esfuerzo para mantener la consciencia y soportar el castigo del placer. Hice que se viniese dos veces más y paré hasta que la vi completamente sumisa y derrotada. Al final del proceso, la milf estaba derrotada y agotada. Pero yo no iba a parar ahí. Me recosté a su lado, acaricié su rostro, le sobé la mejilla y la desperté de su trance con un tierno beso. El romance no puede faltar, claramente. Estuve ahí recostado con ella un rato para que descansará. Ella solo estaba ahí y comenzó a acariciarme el rostro como si fuera su enamorado. Me había andado con un tierno abrazo. Estuvimos ahí algo de quince minutos hasta que me levanté. Me desnude lentamente para que se deleite con mi cuerpo trabajado por la calistenia y me paré a su lado. La chama se quedó mirando mi cuerpo un rato y comenzó a sobar mi abdomen y luego bajó hasta mi pene y comenzó a sobarlo. Estaba medio dormido. No es por echarme flores, pero estoy bien dotado. No algo extremo como un negro de porno, pero la vez que mi ex novia me la midió con una regla de 30 cm, me coroné con 19 centímetros. Ella comenzó a masturbarme suavemente para levantarlo y verlo en su máximo explendor. Antes de que siguiese con lo que- asumo- iba a ser una mamada. Le ofrecí irnos a la ducha juntos. Yo estaba muy sudado y la chama de tanto que me sadiqueé con el juego previo añadido a la caminata la había dejado sumamente sudada. La higiene es crucial para mí. Ella se quedó mirando, se rió y me dijo que ya. Se paró, pero a penas se podía mantener en pie. La chama era alta para ser mujer. Media-comparandola conmigo- 171 o 172(mido 178 cm). Seguramente su abuela o madre era una de esas venezolanas multas caballonas y de ahí había herededado esas abundancias y esa altura. Sus piernas temblaba y sus carnes también. Yo simplemente me acerqué, le dije: "ven, mi cielo." Y la abracé, la besé y le dije que la iba a cargar. Ella se rió, pero cuando vió que lo estaba intentando se dejó y se aferró de mí. La cargué como a una princesa y la llevé a la ducha. Estaba roja de la vergüenza, pero su mirada denotaba cierta ilusión. Cuando llegamos al pie de la ducha la incorporé y se paró. Estábamos frente a frente y ella se veía completamente embobada. Abrí el grifo del agua caliente y mientras calentaba ella comenzó a acariciarme mientras me decía cosas bonitas. La que más recuerdo fue: "ay, usted es un muchachito tan lindo" y volvimos a besarnos. Luego me pellizco la nalga y se rió pícaranente. Yo le seguí el juego y le apreté la nalga. Nos reímos y entramos a la ducha. En la ducha aprovechamos para manosearnos de maneras sumamente descaradas. Yo me pachamancesva con sus nalgas usando como excusa que tenía que enjabonarla bien y ella hacia lo mismo con mis pectorales, nalgas, pero sobretodo con mi pene. Estuvimos ahí algo de 10 minutos manoseandonos y luego salimos mientras me secaba la chama se puso a ver mi pene completamente erecto y a palparlo y hacer comentarios de el. "Ay, pero qué grande que es." "Qué rico se ve" " Está bien gordito", etc. Estaba embomabada con mi pinga. Cuando termine de secarme comencé a secarla para manoseaela un poquito más, pero cuando me puse a secarle el pecho, la tía me agarró la mano, se puso en cuclillas y me dijo:" Me lo vas a tener que prestar un ratito" y comenzó acercó sus cara a mi miembro, retrajo por completo mi prepucio , acercó sus labios y se engullio con mi pinga. Fue tan abrupto que no puede terminar de procesarlo hasta que sentí la humedad de su boca en mi y comenzó con una de las mejores mamadas que me han dado.