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Después de varios intentos, hubo conseguido introducir la mitad de mi pieza en el esfínter (cuán cálido era...),
De improviso ella cayó con todo su glorioso peso sobre mí, ensartándose mi miembro hasta los huevos, hasta los mismos huevos. Ella gimió de dolor (¿o fue placer?) y se quedó unos momentos sin respiración. Me imaginé que la visión de aquel panorama desde delante sería fantastica: Adrianita sentada sobre una pinga que le entraba hasta el fondo de su macizo culo, con una cara mitad sopresa, mitad susto, mitad dolor/placer.
Su culo, su ojete, era estrecho y cálido como un horno. Entró con relativa facilidad, y enseguida me dí cuenta de que era tan delicioso y calentito que me costaría horrores no correrme enseguida. Sentía la fantástica presión de sus nalgas de diosa oprimiendo, ordeñando mi afortunada pinga. La cogí por las caderas y la hice subir y bajar un poco. Ella se dejaba llevar . En unos momentos ya la tenía bien aferrada por las caderas, haciéndola cabalgar levemente aquel imponente trasero.
- uffffffffffffffff, qué culoooo! -no pude reprimir.
Ella suspìraba, sin acertar a decir nada. La hice rodar de tal manera que quedó debajo de mí. Mi pinga , por supuesto, aún dentro ,sin creerme aún del todo que, al fin , se la había metido.
Seguí empujando. Cada vez era más facil entrar y salir de su ojete. Ella suspiraba, y no de dolor precisamente. La puse en cuatro , yo detrás de ella, en la posición más clásica para dar por el culo. Ahora no sólo podía penetrarla a conciencia, sino que tenía ante mí una maravillosa perspectiva: su enorme trasero. Empecé a darle con creciente fuerza. Mi pinga resbalaba hacia dentro con relativa facilidad. Pensé que si la primera enculada era tan sencilla, las posteriores serían tan habituales como metérsela por la concha.
que culazo tenía la chamita....

De improviso ella cayó con todo su glorioso peso sobre mí, ensartándose mi miembro hasta los huevos, hasta los mismos huevos. Ella gimió de dolor (¿o fue placer?) y se quedó unos momentos sin respiración. Me imaginé que la visión de aquel panorama desde delante sería fantastica: Adrianita sentada sobre una pinga que le entraba hasta el fondo de su macizo culo, con una cara mitad sopresa, mitad susto, mitad dolor/placer.
Su culo, su ojete, era estrecho y cálido como un horno. Entró con relativa facilidad, y enseguida me dí cuenta de que era tan delicioso y calentito que me costaría horrores no correrme enseguida. Sentía la fantástica presión de sus nalgas de diosa oprimiendo, ordeñando mi afortunada pinga. La cogí por las caderas y la hice subir y bajar un poco. Ella se dejaba llevar . En unos momentos ya la tenía bien aferrada por las caderas, haciéndola cabalgar levemente aquel imponente trasero.
- uffffffffffffffff, qué culoooo! -no pude reprimir.
Ella suspìraba, sin acertar a decir nada. La hice rodar de tal manera que quedó debajo de mí. Mi pinga , por supuesto, aún dentro ,sin creerme aún del todo que, al fin , se la había metido.
Seguí empujando. Cada vez era más facil entrar y salir de su ojete. Ella suspiraba, y no de dolor precisamente. La puse en cuatro , yo detrás de ella, en la posición más clásica para dar por el culo. Ahora no sólo podía penetrarla a conciencia, sino que tenía ante mí una maravillosa perspectiva: su enorme trasero. Empecé a darle con creciente fuerza. Mi pinga resbalaba hacia dentro con relativa facilidad. Pensé que si la primera enculada era tan sencilla, las posteriores serían tan habituales como metérsela por la concha.
que culazo tenía la chamita....

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