Beyonder
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Cofradía lectora, les comparto un relato armado con mis recuerdos y una que otra exageración, espero les guste.
Todo hombre tiene una parte ficción en su propia historia. En esta, mi nombre es Santiago y la realidad se mezcla con la teatralización, todo lo necesario para ocultar identidades y todo lo conveniente para que valga la pena ser leída.
Esa noche de sábado prometía todo, menos sexo. Tal vez para alguien distinto a mi yo de 21 años hubiese sido el contexto ideal para levantar desconocidas, aprovechando la dinámica de las discotecas barranquinas de aquel entonces, sin embargo, yo me encontraba en un momento de suficiente autoconocimiento como para empezar a aceptar que ese no era mi estilo.
Las flacas de mi grupo habían ido con sus enamorados y las solteras no podrían haber hecho que se le parara ni a un náufrago, de modo que mi prospecto para esa noche era chupar, hablar con mis patas de la facu y hacerme el interesante con alguna para que luego me presente candidatas apetecibles.
La noche transcurría y mis patas tomaban medido, unos porque manejaban, otros porque querían terminar más sobrios que sus parejas. Así pasaban las horas hasta que una compañerita me pasó la voz
- Oye Santi, ¡mira quién está ahí!
Siguiendo su seña llegué a ver una figura femenina de un metro cincuenta y ocho, con su estatura aumentada por unas botas. El jean apretado le marcaba los muslos, le dibujaba el culo como una perita en tres dimensiones, sin dejar de ser pequeño. Era la chata Alhelí, con quien tuve una historia de un día, o de unas horas o, mejor dicho, un encontrón de dos rounds (El tatuaje de la mariposa (perutops.com) Dándole en la ducha (perutops.com))
-¡Oh!, es Alhelí
-Ajá, y ha venido sola. Me dijo que, si venía, venía sola.
-¡Oh!
-Oh, oh, ¿”oh” qué, pavo? Si está sola anda hazle el habla. A ella le gusta el cine como a ti.
-Claro, y a los que les gusta el cine, van con los que les gusta el cine; los gordos con las gordas, los lindos con las lindas y los feos con las feas.
-Ay, ¡serás pavo!
-O avestruz, pero no gallina; así que ahora, damisela, crea en mi palabra de que es con vos con quien quiero bailar.
-Jajajaja, ¡cómo eres! Vamos
Bailaba con esta compañera medio moticuco mientras trazaba mi estrategia. Si Alhelí acababa de llegar, no me iba a abalanzar de inmediato. La dejaría bailar con algún extraño, que pase un rato; a ver si llega un pata con quien ya había pactado o se integra al grupo donde estaba o con alguna flaca en particular. Después de todo, habían pasado como 8 o 10 meses desde nuestro encuentro y no habíamos confraternizado más allá de la facultad. Ya mi ex tenía buen tiempo con Víctor, el suficiente como para que Alhelí haya dejado de interesarse en sacarse el clavo o joder esa relación. Además, la chata Alhelí no era precisamente tranquila. Había evidencia de que sabía divertirse y, en ese momento, me pareció muy capaz de ser lo suficientemente independiente como para autogestionar sus polvos.
Entonces me dediqué a bailar con mis compañeras moticuco, a chupar en la mesa y a esperar el contacto casual, que asumí se daría indefectiblemente salvo que ya hubiera ido con el plan de encontrarse con alguien aparte de nosotros.
Corrieron las horas y cuando me acercaba con unas cervezas a la mesa del grupo, Alhelí ya conversaba con una de mis compañeras
-Hola Ale, ¡qué tal!
-Hola Santi, qué bien que te veo por acá
La conversación que siguió no la recuerdo, tan irrelevante debió ser que se opaca en mi memoria en favor de su cuerpito. De esta chata y su top sobre el ombligo, a pesar de sus piernas torneadas por el jean y de su culito formado, lo que me llamó la atención fue su carita. Un rostro pequeño, de boquita más pequeñita aún, no sabría precisar si redondeado o cuadrangular; diría que, como un melocotón, y de ojitos alargados sin llegar a ser chinos. Su cabello, además, tenía algo de cerquillo y estaba atado como en una cola japonesa, o con adornos que me parecieron japoneses. Bueno, el punto de tanta descripción es que en ese momento no me interesaba sino una cosa de ella, lo que no pude obtener en mis encuentros previos, cogérmela por la boca.
Estuve rondando la barra, ubicándome donde fumar sin incomodar, al punto que pulseaba como se comportaba la chata esta. Bailaba en grupo con las otras flacas, no daba signos de interesarse o esperar a alguien y ya le contaba varias piñas coladas. De pronto, mientras prendía un cigarrillo a la altura de la barra (tiempos aquellos en los que aún se podía fumar dentro de una discoteca o bar sin que digan nada) se me acerca a pedirme fuego.
-Santi, ¿tienes encendedor?
-Claro
Sus ojos parecían brillar al acercarse a la llama de mi encendedor. Yo los imaginaba vidriosos por las atragantadas que se daba en mi mente.
-Y Ale, qué te cuentas. ¿Viniste en plan tranqui?
-Ay sí…. Igual el panorama no está interesante, jajaja. Así que solo bailar y desestresarme un toque. Sin presión. ¿Tú qué tal? No me digas que le has puesto el ojo a alguien ¿O has venido solo a emborracharte?
-Mmmm comparto tu opinión sobre el panorama, sobre todo porque las veo acompañadas a todas, como en esa canción de Mecano.
- ¿Mecano? Uuyyyy no sabía que tenías tu lado femenino, jajaja. A ver si te sales yendo con el flaco de alguien.
-Jajajaja. Jamás, de ese pie no cojeo (te consta, putilla). Pero supongo que podría emborracharme. Si cuando acabas tu pucho quieres bailar con un fan de Mecano, heterosexual, a ver si bailamos antes de que me emborrache.
Sentía que todo lo que había vivido en estos meses daba fruto. No recordaba tanta seguridad en mí mismo, tanto dominio de mis emociones. Era como desatar tu jugada con el firme convencimiento de ganar, sin miedo a fracasar; aceptando la derrota no como una condena, sino como algo posible que hay que tratar de esquivar a toda costa. El premio, mi pene en su boca; y si fallo… las risas no habrán faltado.
Con esta nueva seguridad fruto de mis experiencias de los últimos 15 o 16 meses me distraje de ella. Estuve conversando con mis patas, ella conversaba en la barra con dos flacas del grupo, luego bailaban y seguía así. Cada cierto tiempo me pedía fuego; hasta que empezó a pedirme cigarros. Cuando ya iba por el quinto pucho le dije:
-Hey, voy a tener que cobrarte. Si se me acaban los puchos aquí no bajan de un sol cada uno.
- ¡Ay como eres! Tan egoísta y fijón. Seguro llevas la cuenta de los puchos.
-Digamos que, si se te va antojar un sexto pucho, vamos yendo a bailar de una vez. Si luego se te antojan más… bueno….
-Jajaja ¿Bueno qué, si se me antojan más?
-Primero el baile
Me aventuré a bailar, teniendo dos pies izquierdos, porque lo que sonaba era reguetón y porque confirmé, por el tono de su voz y la articulación de sus palabras, que andaba picada. Las piñas coladas y la cantidad de puchos tenían que dar algún efecto. El hecho es que bailamos, una, dos, no sé cuántas. Nos acercamos lo suficiente pero no me la chapé. La miraba con ganas y la tomaba de su exquisita cintura, hasta que nos fuimos a la barra por unos tragos. Cuando se acercaron las otras flacas dejé que siguieran su rumbo colectivo al baño, no sin antes haber deslizado mi mano por su muslo y ponerle dos cigarrillos en el bolsillo trasero del jean, todo acompañado con una sonrisa de su parte.
“Y nos dieron la una, las dos y las tres” Supongo que fueron las cuatro, el hecho es que la discoteca cerró. Tomé mi casaca de cuero y contemplé las cuatro esquinas formadas por calles muy rectas, un rectángulo perfecto a las 4 de la mañana, rodeado de pocos taxis y gente que se disolvía en el vacío de la plaza Butters; como una versión más lacaya de “Avenida Larco”. Cada quien tomó su taxi y yo vi que Alhelí caminaba sola en dirección a la esquina con la Av Luna Pizarro.
-Ale, ¿te recogen?
-No Santi, he venido con carro. Voy a donde una prima en Chorrillos
-Oh, ¿Pero puedes manejar bien? Quizá es poco prudente
- ¡No friegues! Algo picada estoy, pero normal llego a Chorrillos. A más lejos he manejado así. He estado midiendo los tragos.
Debo concederle que no se veía borracha, solo tan picada como para hablar rápido. Dijo otras cosas, pero no venían al caso. Lo que sí venía era su mirada achinada y dirigida a mí, sus pasos ralentizados… vi que la jugada estaba armada.
-Bueno, si quieres, solo si quieres, te puedo acompañar hasta Pedro de Osma, ahí ya es todo recto, más abierto y poco probable que te pase algo.
- ¿Crees que me pueden asaltar? ¿Me vas a defender como un caballero andante?
-Lo haría más como Mario o Luiggi
-Jaja, ¿en serio crees que me pueden robar o que va aparecer Kooppa?
-Mmm, había pensado más en un policía dispuesto a ponerte una multa o cobrarte una coima importante.
-Ahhh. Para mí que quieres que te jale y no lo dices claro. Pendejo. Dime que quieres que te jale.
-Jajaja, ¿Así ves mi sincera preocupación por tu seguridad? Bueno, digamos que mi ruta es ir al parque municipal, y digamos que es una forma de pagar por los cigarros a la vez que te da algo de seguridad; al menos más que ir sola a través de esas callejuelas hasta la avenida principal.
-Mmm. Ya sube. Pero solo porque hueles rico.
- ¿Ah sí?
-Sí, me ha gustado tu colonia
Subimos a su auto y poco antes de llegar al óvalo Balta (lo que fue el óvalo Balta) ya le había dicho
-Ale, no sientes que cada vez que acaba una semana, se te escapa algo de juventud.
- ¿Cómo así?
-Quiero decir, habrá un momento en el que ya no podremos hacer ciertas cosas, por estar muy mayores o con la presión alta. Cada vez que acaba un fin de semana, un sábado, siento que se acaba una parte del total de oportunidades para hacer cosas.
-Uyy, qué filosófico. Por eso hay que aprovechar los pequeños momentos, tratar de vivir cada momento al límite.
-Ja, no sé si al límite. No te digo que cada sábado tengo ganas de escalar una montaña. Me refiero más a oportunidades de hacer cosas que no he hecho, y que podría hacer, solo con un poco de atrevimiento.
-Ah, ¿cosas que no has hecho? Osea, como no dejar pasar oportunidades.
-Exacto, no dejar pasar oportunidades de hacer cosas que no he hecho, solo por falta de decisión.
-Entonces Santi, ¿qué cosas has dejado pasar este fin de semana?
-Bueno Ale (deslicé mi mano hasta su rodilla, y le acaricié con firmeza el muslo) Nunca he besado a una chica hermosa mientras maneja.
Le seguí acariciando el muslo todos los minutos que le tomó atravesar la avenida El Sol. En el semáforo que cruza con Grau, la tomé de la cintura y me la chapé como en película de adolescentes norteamericanos. La besaba y con mi mano ya sobaba su entrepierna, tan fuerte como su jean lo permitía.
-Oye Santi aaahhh, eres un pendejo, ahhh.
-Se trata de una actitud, Ale, de no dejar pasar la oportunidad. ¿Lo habías hecho alguna vez en un auto?
Le besaba el cuello y logré desabotonar su pantalón. Le acaricié un pecho por debajo del top y del sostén, pude notar su pezón erecto. Parece que le gustó el ambiente.
-No Santi, ¿tú tampoco? Bueno, no sé…
-Tú maneja, si sabes ir a Chorrillos sabes llegar a la av. Pedro de Osma, pasando el parque.
-Es la avenida con los árboles altos.
-Así es, a esta hora está desierta.
Todo hombre tiene una parte ficción en su propia historia. En esta, mi nombre es Santiago y la realidad se mezcla con la teatralización, todo lo necesario para ocultar identidades y todo lo conveniente para que valga la pena ser leída.
Esa noche de sábado prometía todo, menos sexo. Tal vez para alguien distinto a mi yo de 21 años hubiese sido el contexto ideal para levantar desconocidas, aprovechando la dinámica de las discotecas barranquinas de aquel entonces, sin embargo, yo me encontraba en un momento de suficiente autoconocimiento como para empezar a aceptar que ese no era mi estilo.
Las flacas de mi grupo habían ido con sus enamorados y las solteras no podrían haber hecho que se le parara ni a un náufrago, de modo que mi prospecto para esa noche era chupar, hablar con mis patas de la facu y hacerme el interesante con alguna para que luego me presente candidatas apetecibles.
La noche transcurría y mis patas tomaban medido, unos porque manejaban, otros porque querían terminar más sobrios que sus parejas. Así pasaban las horas hasta que una compañerita me pasó la voz
- Oye Santi, ¡mira quién está ahí!
Siguiendo su seña llegué a ver una figura femenina de un metro cincuenta y ocho, con su estatura aumentada por unas botas. El jean apretado le marcaba los muslos, le dibujaba el culo como una perita en tres dimensiones, sin dejar de ser pequeño. Era la chata Alhelí, con quien tuve una historia de un día, o de unas horas o, mejor dicho, un encontrón de dos rounds (El tatuaje de la mariposa (perutops.com) Dándole en la ducha (perutops.com))
-¡Oh!, es Alhelí
-Ajá, y ha venido sola. Me dijo que, si venía, venía sola.
-¡Oh!
-Oh, oh, ¿”oh” qué, pavo? Si está sola anda hazle el habla. A ella le gusta el cine como a ti.
-Claro, y a los que les gusta el cine, van con los que les gusta el cine; los gordos con las gordas, los lindos con las lindas y los feos con las feas.
-Ay, ¡serás pavo!
-O avestruz, pero no gallina; así que ahora, damisela, crea en mi palabra de que es con vos con quien quiero bailar.
-Jajajaja, ¡cómo eres! Vamos
Bailaba con esta compañera medio moticuco mientras trazaba mi estrategia. Si Alhelí acababa de llegar, no me iba a abalanzar de inmediato. La dejaría bailar con algún extraño, que pase un rato; a ver si llega un pata con quien ya había pactado o se integra al grupo donde estaba o con alguna flaca en particular. Después de todo, habían pasado como 8 o 10 meses desde nuestro encuentro y no habíamos confraternizado más allá de la facultad. Ya mi ex tenía buen tiempo con Víctor, el suficiente como para que Alhelí haya dejado de interesarse en sacarse el clavo o joder esa relación. Además, la chata Alhelí no era precisamente tranquila. Había evidencia de que sabía divertirse y, en ese momento, me pareció muy capaz de ser lo suficientemente independiente como para autogestionar sus polvos.
Entonces me dediqué a bailar con mis compañeras moticuco, a chupar en la mesa y a esperar el contacto casual, que asumí se daría indefectiblemente salvo que ya hubiera ido con el plan de encontrarse con alguien aparte de nosotros.
Corrieron las horas y cuando me acercaba con unas cervezas a la mesa del grupo, Alhelí ya conversaba con una de mis compañeras
-Hola Ale, ¡qué tal!
-Hola Santi, qué bien que te veo por acá
La conversación que siguió no la recuerdo, tan irrelevante debió ser que se opaca en mi memoria en favor de su cuerpito. De esta chata y su top sobre el ombligo, a pesar de sus piernas torneadas por el jean y de su culito formado, lo que me llamó la atención fue su carita. Un rostro pequeño, de boquita más pequeñita aún, no sabría precisar si redondeado o cuadrangular; diría que, como un melocotón, y de ojitos alargados sin llegar a ser chinos. Su cabello, además, tenía algo de cerquillo y estaba atado como en una cola japonesa, o con adornos que me parecieron japoneses. Bueno, el punto de tanta descripción es que en ese momento no me interesaba sino una cosa de ella, lo que no pude obtener en mis encuentros previos, cogérmela por la boca.
Estuve rondando la barra, ubicándome donde fumar sin incomodar, al punto que pulseaba como se comportaba la chata esta. Bailaba en grupo con las otras flacas, no daba signos de interesarse o esperar a alguien y ya le contaba varias piñas coladas. De pronto, mientras prendía un cigarrillo a la altura de la barra (tiempos aquellos en los que aún se podía fumar dentro de una discoteca o bar sin que digan nada) se me acerca a pedirme fuego.
-Santi, ¿tienes encendedor?
-Claro
Sus ojos parecían brillar al acercarse a la llama de mi encendedor. Yo los imaginaba vidriosos por las atragantadas que se daba en mi mente.
-Y Ale, qué te cuentas. ¿Viniste en plan tranqui?
-Ay sí…. Igual el panorama no está interesante, jajaja. Así que solo bailar y desestresarme un toque. Sin presión. ¿Tú qué tal? No me digas que le has puesto el ojo a alguien ¿O has venido solo a emborracharte?
-Mmmm comparto tu opinión sobre el panorama, sobre todo porque las veo acompañadas a todas, como en esa canción de Mecano.
- ¿Mecano? Uuyyyy no sabía que tenías tu lado femenino, jajaja. A ver si te sales yendo con el flaco de alguien.
-Jajajaja. Jamás, de ese pie no cojeo (te consta, putilla). Pero supongo que podría emborracharme. Si cuando acabas tu pucho quieres bailar con un fan de Mecano, heterosexual, a ver si bailamos antes de que me emborrache.
Sentía que todo lo que había vivido en estos meses daba fruto. No recordaba tanta seguridad en mí mismo, tanto dominio de mis emociones. Era como desatar tu jugada con el firme convencimiento de ganar, sin miedo a fracasar; aceptando la derrota no como una condena, sino como algo posible que hay que tratar de esquivar a toda costa. El premio, mi pene en su boca; y si fallo… las risas no habrán faltado.
Con esta nueva seguridad fruto de mis experiencias de los últimos 15 o 16 meses me distraje de ella. Estuve conversando con mis patas, ella conversaba en la barra con dos flacas del grupo, luego bailaban y seguía así. Cada cierto tiempo me pedía fuego; hasta que empezó a pedirme cigarros. Cuando ya iba por el quinto pucho le dije:
-Hey, voy a tener que cobrarte. Si se me acaban los puchos aquí no bajan de un sol cada uno.
- ¡Ay como eres! Tan egoísta y fijón. Seguro llevas la cuenta de los puchos.
-Digamos que, si se te va antojar un sexto pucho, vamos yendo a bailar de una vez. Si luego se te antojan más… bueno….
-Jajaja ¿Bueno qué, si se me antojan más?
-Primero el baile
Me aventuré a bailar, teniendo dos pies izquierdos, porque lo que sonaba era reguetón y porque confirmé, por el tono de su voz y la articulación de sus palabras, que andaba picada. Las piñas coladas y la cantidad de puchos tenían que dar algún efecto. El hecho es que bailamos, una, dos, no sé cuántas. Nos acercamos lo suficiente pero no me la chapé. La miraba con ganas y la tomaba de su exquisita cintura, hasta que nos fuimos a la barra por unos tragos. Cuando se acercaron las otras flacas dejé que siguieran su rumbo colectivo al baño, no sin antes haber deslizado mi mano por su muslo y ponerle dos cigarrillos en el bolsillo trasero del jean, todo acompañado con una sonrisa de su parte.
“Y nos dieron la una, las dos y las tres” Supongo que fueron las cuatro, el hecho es que la discoteca cerró. Tomé mi casaca de cuero y contemplé las cuatro esquinas formadas por calles muy rectas, un rectángulo perfecto a las 4 de la mañana, rodeado de pocos taxis y gente que se disolvía en el vacío de la plaza Butters; como una versión más lacaya de “Avenida Larco”. Cada quien tomó su taxi y yo vi que Alhelí caminaba sola en dirección a la esquina con la Av Luna Pizarro.
-Ale, ¿te recogen?
-No Santi, he venido con carro. Voy a donde una prima en Chorrillos
-Oh, ¿Pero puedes manejar bien? Quizá es poco prudente
- ¡No friegues! Algo picada estoy, pero normal llego a Chorrillos. A más lejos he manejado así. He estado midiendo los tragos.
Debo concederle que no se veía borracha, solo tan picada como para hablar rápido. Dijo otras cosas, pero no venían al caso. Lo que sí venía era su mirada achinada y dirigida a mí, sus pasos ralentizados… vi que la jugada estaba armada.
-Bueno, si quieres, solo si quieres, te puedo acompañar hasta Pedro de Osma, ahí ya es todo recto, más abierto y poco probable que te pase algo.
- ¿Crees que me pueden asaltar? ¿Me vas a defender como un caballero andante?
-Lo haría más como Mario o Luiggi
-Jaja, ¿en serio crees que me pueden robar o que va aparecer Kooppa?
-Mmm, había pensado más en un policía dispuesto a ponerte una multa o cobrarte una coima importante.
-Ahhh. Para mí que quieres que te jale y no lo dices claro. Pendejo. Dime que quieres que te jale.
-Jajaja, ¿Así ves mi sincera preocupación por tu seguridad? Bueno, digamos que mi ruta es ir al parque municipal, y digamos que es una forma de pagar por los cigarros a la vez que te da algo de seguridad; al menos más que ir sola a través de esas callejuelas hasta la avenida principal.
-Mmm. Ya sube. Pero solo porque hueles rico.
- ¿Ah sí?
-Sí, me ha gustado tu colonia
Subimos a su auto y poco antes de llegar al óvalo Balta (lo que fue el óvalo Balta) ya le había dicho
-Ale, no sientes que cada vez que acaba una semana, se te escapa algo de juventud.
- ¿Cómo así?
-Quiero decir, habrá un momento en el que ya no podremos hacer ciertas cosas, por estar muy mayores o con la presión alta. Cada vez que acaba un fin de semana, un sábado, siento que se acaba una parte del total de oportunidades para hacer cosas.
-Uyy, qué filosófico. Por eso hay que aprovechar los pequeños momentos, tratar de vivir cada momento al límite.
-Ja, no sé si al límite. No te digo que cada sábado tengo ganas de escalar una montaña. Me refiero más a oportunidades de hacer cosas que no he hecho, y que podría hacer, solo con un poco de atrevimiento.
-Ah, ¿cosas que no has hecho? Osea, como no dejar pasar oportunidades.
-Exacto, no dejar pasar oportunidades de hacer cosas que no he hecho, solo por falta de decisión.
-Entonces Santi, ¿qué cosas has dejado pasar este fin de semana?
-Bueno Ale (deslicé mi mano hasta su rodilla, y le acaricié con firmeza el muslo) Nunca he besado a una chica hermosa mientras maneja.
Le seguí acariciando el muslo todos los minutos que le tomó atravesar la avenida El Sol. En el semáforo que cruza con Grau, la tomé de la cintura y me la chapé como en película de adolescentes norteamericanos. La besaba y con mi mano ya sobaba su entrepierna, tan fuerte como su jean lo permitía.
-Oye Santi aaahhh, eres un pendejo, ahhh.
-Se trata de una actitud, Ale, de no dejar pasar la oportunidad. ¿Lo habías hecho alguna vez en un auto?
Le besaba el cuello y logré desabotonar su pantalón. Le acaricié un pecho por debajo del top y del sostén, pude notar su pezón erecto. Parece que le gustó el ambiente.
-No Santi, ¿tú tampoco? Bueno, no sé…
-Tú maneja, si sabes ir a Chorrillos sabes llegar a la av. Pedro de Osma, pasando el parque.
-Es la avenida con los árboles altos.
-Así es, a esta hora está desierta.