Humala, PPK y la segunda vuelta
Por Gonzalo Zegarra Mulanovich
22 de Marzo de 2011
Las encuestas difundidas ayer domingo parecen poner en cuestión la mayor parte de los escenarios asumidos como probables sobre el eventual desenlace de las elecciones del 10 de abril, y en concreto sobre qué candidatos pasarán a la segunda vuelta. Candidaturas como la de Ollanta Humala y la de Pedro Pablo Kuczynski (PPK), que la sabiduría convencional de los analistas relegaba a la categoría de las que no tenían chance, súbitamente han empezado a ser consideradas casi tan viables como las de los otros favoritos Alejandro Toledo, Keiko Fujimori y Luis Castañeda Lossio. Como predijo Roberto Castro en Perú Económico (diciembre 2010), era una ingenuidad pensar como hicieron muchos que ya todo estaba resuelto a favor de las opciones tradicionales (o pro-sistema). En una estructura francamente inusual de preferencias, todas las candidaturas se distinguen de las que le preceden y siguen por apenas pocos puntos (2 ó 3). Pareciera que todos tuvieran opción de pasar a segunda vuelta, y cada vez resulta más difícil aventurarse a hacer un pronóstico.
Me arriesgo, sin embargo, a formular una primera conclusión (personal): Castañeda Lossio ha quedado fuera de carrera. Con 14 ó 15% y en caída a tres semanas de las elecciones, no parece tener chance de remontar. Más allá de lo que uno opine sobre su gestión municipal o sus capacidades para ser Presidente de la República, lo concreto es que está perdiendo adhesiones cada día que pasa, y su capacidad de comunicar es muy pobre. No deslumbra con una argumentación (racional) ni emociona con un mensaje (afectivo) efectivo. Aunque en las preguntas sobre eventuales escenarios de segunda vuelta que lo incluyen sale muy bien parado (le gana a todos, prácticamente), su dificultad actual y real es convertir primero en realidad ese hipotético estar él en segunda vuelta; y no parece encaminado a lograrlo. En mi modesta opinión, Castañeda Lossio ya fue. Ha llegado a un punto en el que puede ser percibido, incluso por sus seguidores, como un voto perdido (lo que antes pasaba con PPK). Creo que terminará con menos de 10% de preferencias.
Aunque también viene perdiendo votos significativamente, sobre la candidatura de Alejandro Toledo estoy tentado a pronosticar lo contrario que sobre la de Castañeda: o sea, que estará casi fijo en la segunda vuelta. ¿Las razones? Primero, se mantiene todavía en el primer lugar de las preferencias (aunque por cierto podría pasar al siguiente). Segundo, es políticamente muy resiliente: tiene la habilidad de voltear sus grandes fracasos y convertirlos en éxitos, como hizo tras la crisis ministerial que sufrió al nombrar canciller a Fernando Olivera, nombrando premier a PPK. O sea, aprende rápido y corrige (de hecho ya anunció que volverá a hacer proselitismo en provincias). Finalmente, tiene la enorme ventaja siempre subestimada por el análisis político tradicional de ser conocido en todos los rincones del país por haber sido Presidente de la República anteriormente.
La pregunta fundamental es, entonces, ¿quién Fujimori, Humala o PPK llegará a la segunda vuelta con Toledo? Intentaré responderla no en función a mis preferencias, si no con un análisis de los factores que objetivamente se están produciendo. O sea, con honestidad intelectual.
Esa honestidad me obliga a admitir que Ollanta Humala que, como cualquiera puede adivinar, está lejos de ser mi candidato favorito está manejando muy bien su mensaje político. Escuché presencialmente el debate de los 11 candidatos organizado por la ONPE con el objetivo centrado en calibrar la capacidad comunicacional de cada uno de ellos, y me quedé sorprendido por el desempeño de Humala. Ese desempeño, por cierto, le está valiendo crecer, a paso lento pero seguro, en las encuestas. ¿La clave? Un mensaje simple, claro y articulado. Hablar del Perú como un país dulce y cruel (citando a Basadre), para prometer volverlo más dulce, es ciertamente mucho más efectivo que intentar explicar el indescifrable concepto de economía nacional de mercado, como solía hacer antes. El economista Carlos Anderson publicó hace poco una columna en la que analizaba el plan de gobierno de Humala, y concluía que éste era rabioso en el diagnóstico pero muy moderado en el remedio (ya no propone cambios realmente radicales). En mi opinión, ese paquete sintoniza muy bien con la idiosincrasia y el estado de ánimo peruanos: nos gusta quejarnos, pero tenemos mucho miedo de perder lo ya logrado. Se ha discutido mucho si a Humala le convenía moderarse o no. Yo creo que lo único que no podía hacer era jugar a ser el outsider por segunda vez, por lo que tenía que cambiar de estrategia. El combo me-quejo-pero-no-cambiaré-demasiado sin duda le está funcionando.
Pero menos de lo que le está funcionando a PPK su propio combo (totalmente distinto al de Humala) de ruptura y continuidad. PPK crece a niveles de 50% por semana, lo que constituye un verdadero tsunami político similar al de Fujimori en 1990 y Humala en el 2006, pero que no por ello garantiza un triunfo. PPK es ruptura porque ha quebrado todas las formas y ritos de la política y politiquería tradicionales. Desde las lisuras hasta las redes sociales, PPK divierte sin dar miedo (como sucedía con los políticos payasos de antaño) porque tiene una trayectoria de seriedad y de resultados en la gestión pública. Igual no la tiene tan fácil, porque se percibe mucha resistencia hacia él en los sectores de bajos ingresos. Sin embargo, su penetración en las preferencias entre los jóvenes de todos los niveles socioeconómicos podría facilitarle crecer lo suficiente para pasar a segunda vuelta. Está a tan sólo 2 puntos de Humala, y a 4 de Keiko.
Ella, por su parte, se mantiene con un discurso articulado y sencillo, pero tiene problemas para transmitir emoción. El voto fujimorista, como se sabe, es duro, pero a pesar de eso sus preferencias vienen cayendo (de a pocos). Tiene algo de voto escondido, pero no lo suficiente para sentirse cómoda en el segundo lugar. Que pase a la segunda vuelta no depende tanto de ella, porque difícilmente podrá captar muchos más votos nuevos el voto negativo del fujimorismo es tan duro como su voto positivo; depende más de cuánto logren crecer Humala y PPK; a saber, de si alguno de ellos logra sobrepasarla.
Y eso depende del trasvase de votos entre candidatos. O sea, de quién capitaliza los votos que los otros pierden. Se trata de una aritmética por cierto difícil, porque no suele ser directa y proporcional (o sea, no todos los votos que pierde uno se van al mismo candidato, y a veces ni siquiera se dividen entre candidatos con posiciones parecidas). Ipsos APOYO encontró en una encuesta previa (no la última) que los votos que pierde Toledo van a Castañeda y PPK, los que pierde Keiko a Castañeda y Humala y lo que pierde Castañeda a Toledo y Keiko. Como quiera que son esos tres Toledo, Castañeda y Keiko, aunque en proporciones distintas quienes vienen perdiendo votos, hay que concluir que los votos de Toledo y Keiko que van a Castañeda, y los de Castañeda que van a Toledo y Keiko se neutralizan (o sea, no son suficientes para hacerlos subir). La pregunta es entonces, ¿quién se beneficia más PPK o Humala de los votos que están perdiendo Toledo, Castañeda y Fujimori? Humala recibe los de Fujimori, que cae menos. PPK, en cambio, los de Toledo, que ha caído algo más (pero tampoco tanto). Según Ipsos, ninguno se beneficia directamente de los que pierde Castañeda (que es el que más cae), pero parece claro que, puestos a escoger, los (ex) castañedistas tenderán a preferir a PPK que a Humala. Castañeda les vendió modernidad y capacidad de ejecución en obras públicas. Difícil que sustituyan esa promesa por la de un país más dulce y menos cruel como promete Humala. Salvo error u omisión, por supuesto.