nirvanon
Teniente
Sara y yo llevamos ocho años de casados, al principio todo era sexo. A pesar de sus dos hijos, ella siempre estaba dispuesta a complacerme y yo a ella. La niñera, una cajamarquina de 17 años, solía mirarme con los ojos vivarachos cada que salía del cuarto a la cocina para tomar algo.
Los desayunos post mañanero se volvieron toda una joda, la muchacha se ponía la ropa más ceñida abajo y encima siempre tiritas con escote. El calor limeño dejaba notar un poco de sudor caer entre sus pequeños pero redonditos senos. Yo desayunaba con la mirada fija en el plato. Mientras, Sara no se iba a dejar atrasar por una empleada, el golpe a su ego hubiese sido brutal, asi que la despidio sin más que decir ni preguntar, simplemente lo hizo.
Luego me dijo que estaba llegando a casa su hermana, la última vez que la vi tenia 12 años, era un poco gordita y los brackets parecían querer atrapar todo lo que pasara cerca a el. Pero bueno, 7 años después Camila se había desarrollado de forma distinta. De los brackets ya no existía ni rastro, su cabello recortado a la altura de las orejas le daban ese toque sexy que Sara había ido descuidando.
"Cuñado, ahora te voy a tener loco" fue lo primero que me dijo sonriendo, mientras mis ojos se posaban en sus enormes senos que parecían querer correr a abrazarme. Sonreí como quién no quiere y le dije que suba al auto y que no vaya a comer nada adentro. Sara me miró como diciéndome "déjala, debe estar cansada" y yo rematé. "Ensucias y limpias". Iba serio todo el camino, pero pensando en tremendos melones que me habían enviado desde Piura.
Esta historia es demasiada larga como para contarla completa. Lo cierto es que una noche tomé su celular como buen cuñado que soy y leí dos conversas que llamaron mi atención, una con un chibolo pulpo que le hablaba de sexo todo el rato y ella lo alucinaba, le decía que era mucha vaca para tan poco toro. Qué era mucho poto para tan poca chicha. Él le hacía recordar que una vez bajo la escalera le había metido su sobada y que faltaba el premio mayor. Ella como tremendo lote que era, se cagaba de risa del muchacho. Y otra conversa con su amiga fue más impactante. Le contaba que su hermana era una frígida, que ella con un hombre como yo, ni pensaría en salir de la cama. Qué se me notaba disgustado y que ella, solo ella tenía la cura para ese mal genio.
Luego de eso no la volví a mirar con los mismos ojos. Yo ya me había decidido a comérmela y así lo haría en cualquier momento. Adrede dejaba la puerta del baño abierta mientras me bañaba, o salia con un buzo que dejara notar mis erecciones mañaneras haciéndome el que no se daba cuenta. Me la cruzaba en la cocina y sus ojos bajaban rápidamente a mirarme la verga. Tenía que dar otro paso para ver sobre que terreno pisaba. Así que idee algo.
Cada vez que me la cruzara en algún rincón de la casa la asustaría. Y entonces pasaba, dónde la veía, la asustaba y en ese susto que le daba aprovechaba para tomarla por la cintura y pegarla ligeramente a mi. Ella no se quejaba y por el contrario se pegaba un poco más. Hasta que una tarde no resistí y la jalé hacia mi haciéndole sentir todo el presupuesto.
Nunca voy a olvidar el rostro que puso aquella vez, giro la cabeza hacia mi, abrió los ojos a mas no poder y se mordió ligeramente los labios. Para luego decirme "soy tu cuñadita". Eso lejos de alejarme, hizo que la presionara más hacia mi y le dijera "tienes que portarte bien en casa, si no ya sabes lo que te va a tocar" e hice un ademán con la mano simulando un palmazo.
Continuará...
Los desayunos post mañanero se volvieron toda una joda, la muchacha se ponía la ropa más ceñida abajo y encima siempre tiritas con escote. El calor limeño dejaba notar un poco de sudor caer entre sus pequeños pero redonditos senos. Yo desayunaba con la mirada fija en el plato. Mientras, Sara no se iba a dejar atrasar por una empleada, el golpe a su ego hubiese sido brutal, asi que la despidio sin más que decir ni preguntar, simplemente lo hizo.
Luego me dijo que estaba llegando a casa su hermana, la última vez que la vi tenia 12 años, era un poco gordita y los brackets parecían querer atrapar todo lo que pasara cerca a el. Pero bueno, 7 años después Camila se había desarrollado de forma distinta. De los brackets ya no existía ni rastro, su cabello recortado a la altura de las orejas le daban ese toque sexy que Sara había ido descuidando.
"Cuñado, ahora te voy a tener loco" fue lo primero que me dijo sonriendo, mientras mis ojos se posaban en sus enormes senos que parecían querer correr a abrazarme. Sonreí como quién no quiere y le dije que suba al auto y que no vaya a comer nada adentro. Sara me miró como diciéndome "déjala, debe estar cansada" y yo rematé. "Ensucias y limpias". Iba serio todo el camino, pero pensando en tremendos melones que me habían enviado desde Piura.
Esta historia es demasiada larga como para contarla completa. Lo cierto es que una noche tomé su celular como buen cuñado que soy y leí dos conversas que llamaron mi atención, una con un chibolo pulpo que le hablaba de sexo todo el rato y ella lo alucinaba, le decía que era mucha vaca para tan poco toro. Qué era mucho poto para tan poca chicha. Él le hacía recordar que una vez bajo la escalera le había metido su sobada y que faltaba el premio mayor. Ella como tremendo lote que era, se cagaba de risa del muchacho. Y otra conversa con su amiga fue más impactante. Le contaba que su hermana era una frígida, que ella con un hombre como yo, ni pensaría en salir de la cama. Qué se me notaba disgustado y que ella, solo ella tenía la cura para ese mal genio.
Luego de eso no la volví a mirar con los mismos ojos. Yo ya me había decidido a comérmela y así lo haría en cualquier momento. Adrede dejaba la puerta del baño abierta mientras me bañaba, o salia con un buzo que dejara notar mis erecciones mañaneras haciéndome el que no se daba cuenta. Me la cruzaba en la cocina y sus ojos bajaban rápidamente a mirarme la verga. Tenía que dar otro paso para ver sobre que terreno pisaba. Así que idee algo.
Cada vez que me la cruzara en algún rincón de la casa la asustaría. Y entonces pasaba, dónde la veía, la asustaba y en ese susto que le daba aprovechaba para tomarla por la cintura y pegarla ligeramente a mi. Ella no se quejaba y por el contrario se pegaba un poco más. Hasta que una tarde no resistí y la jalé hacia mi haciéndole sentir todo el presupuesto.
Nunca voy a olvidar el rostro que puso aquella vez, giro la cabeza hacia mi, abrió los ojos a mas no poder y se mordió ligeramente los labios. Para luego decirme "soy tu cuñadita". Eso lejos de alejarme, hizo que la presionara más hacia mi y le dijera "tienes que portarte bien en casa, si no ya sabes lo que te va a tocar" e hice un ademán con la mano simulando un palmazo.
Continuará...