Abriendo (más) la caja de Pandora

Pandora estaba estrenando también el collar recién confeccionado a petición de él, de color negro intenso como su pelo y con una placa dorada y brillante que decía PUTA. Lo usaba casi con orgullo mientras se dejaba manosear sumisamente por su cliente favorito, que alternaba sus manoseos nalgueándola y pellizcando sus tetas. Se las chupó también hasta dejarlas rojas, la tomó del cabello ruloso para hacerla arrodillar y acallar con un trancazo de verga en la boca. Pandora había mejorado notoriamente en los últimos meses, ahora aguantaba garganta profunda sin chistar aunque el pene fuera enorme, salivando como canino pavloviano premiando a su hombre de turno con sonoras gárgaras y empapadas atoradas.

Ni siquiera descuidaba los testículos por peludos que fueran, los lambía con amor siempre y a veces incluso se le quedaban varios pelos en la lengua después de succionar, pero eso la mojaba todavía más.

Era viernes y Gabriel había tenido malos días laborales. Le escribió a Pandora con miras a terminar su jornada para ir luego a cachársela duro y algo más. La detuvo después de varios minutos de placer oral, la tomó de las mejillas y le habló con preguntas. La prostituta respondió todas recibiendo de recompensa un generoso escupitajo en el ojo. Gabriel dejó a la puta arrodillada en lo que encendía el televisor y ponía el video.

No empezó desde el inicio, sino desde el minuto donde Hugo tenía a Pandora en la cama a 4 patas. Las carnes blancas de la chica ondeaban con cada embestida, los famosos aplausos se escuchaban como cohetes y los gemidos de ella los acompañaban. La prostituta no dijo nada, solo se observó siendo penetrada mientras Gabriel volvía hacia la cama. Él tampoco dijo nada y se quedó observando el video hasta que Hugo paró para soltarle una nalgada salvaje.

En ese momento Gabriel tomó a la protagonista del cabello al unísono que en el video Hugo comenzaba la penetración anal. No le costó casi nada metérsela en el culo a pesar de las grandes proporciones de su pene gracias a lo empapada que iba Pandora y las facilidades que la propia puta le dio, aflojando e incluso separando sus nalgas.

-Dime perra, ¿eso estaba acordado? No, ¿verdad?

No lo habían hecho. Hugo simplemente se dio él mismo el permiso de sodomía y Pandora lo aceptó con gusto. Dio su respuesta a Gabriel y no tardó en recibir un nuevo salivazo, un escupitajo generoso y cargado de odio que la prostituta sintió como una piedra pequeña que estalló en su mejilla mientras que, en la grabación, el actor-director cogía ritmo. El culo blanco y gordo de la puta recibía con alegría la incursión al natural de la pingaza, el lente de la cámara en POV captaba con atención su vaivén y cómo se perdía en el orificio anal de una Pandora que contenía cada vez menos sus gemidos.

La realidad era que, aun en el caso remoto de que Hugo no se atreviera, Pandora estaba dispuesta a pedirle, a rogarle incluso, que no terminara el video sin hacerlo. Había perdido el rumbo, le excitaba demasiado que le rompieran el culo, no estaba satisfecha hasta que lo hacían... y por suerte él estaba más que dispuesto a cumplir sus deseos.
 
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