Herramentero
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Parte 1.- Inicio de Clases
Siempre he considerado la importancia de mantenerse actualizado en las profesiones y/o en las diversas actividades que cada quien desarrolle. Lo que definitivamente nunca calculé fue que este curso sirviera también para mantener y actualizar mis actividades extra curriculares.
Todo empezó a mediados de febrero del año pasado cuando vi la publicación de un curso; más bien un postgrado en el que estaba interesado a seguir y que lo dictaba una universidad privada.
Si bien es cierto, los cursos se dictaban por la noche, tuve que acomodar mis horarios en la chamba, aunque sabía que no tendría problemas, ya que por política tienden a mantener actualizados a su personal, y así pude matricularme sin problemas.
La universidad no me era desconocida, si lo eran los nuevos ambientes creados para dictar estos cursos, la nueva gente que conocería, su capacidad de intelecto y desarrollo profesional y más que luego de varios años regresaba a mi alma mater, en otras palabras, si bien es cierto sentía la confianza necesaria para sacarle provecho al curso, también estaban los nervios de volver después de tiempo al primer día de clases.
El primer día llego más temprano de lo previsto, tratando de calcular el bendito tráfico que hoy tenemos en Lima, así como posibles lugares donde estacionarme.
Ubico mi clase y como aún tenía tiempo, me doy unas vueltas alrededor del recinto universitario.
Simplemente era cambio de gente y no ver a nadie conocido y la forma de ser de los nuevos estudiantes.
Ellos miraban cuando nos cruzábamos me hacía parecer no pertenecer en ese nuevo mundo. Aún así pudieran verme con 10 años o más de diferencia ya me saludaban como buenas noches, señor y uno que otro por allí, buenas noches, profe.
Lo que si se me pasó por alto y no lo había calculado en su momento, era que también podía encontrarme con chicas de todo tipo; entre lindas, simpáticas, poco agraciadas, así como las inteligentes, intelectuales e inclusive alguna hueca que nunca falta.
Definitivamente encuentras de todo y para todos los gustos.
Viendo que la hora llegaba para el inicio de clases vuelvo al aula, y pongo mis cosas separando un asiento siempre considerando sentarme en las primeras filas; de preferencia siempre en la segunda fila y cerca de la puerta; por si necesitaba salir, nunca en el medio. Así tendría total perspectiva de la clase y de quien o quienes participaban activamente de ella.
Esto siempre lo consideré importante por si hay trabajos grupales para saber con quién juntarte ó con quien intercambiar opiniones.
Al rato comienza a entrar la gente, entre hombres y mujeres con variadas edades y comienzan acomodarse en diferentes puntos del aula, hasta que entra una chica, algunos años menor que yo me pregunta:
Hola. Esta es la clase de fulanito de tal
Hola. Si, ésta es su clase. Le respondo.
Está ocupado el asiento del costado, me pregunta haciendo referencia al asiento sobre mi lado izquierdo.
No, no está ocupado, puedes sentarte, le termino diciendo.
Ese fue el inicio de una grata amistad que empezó nuevamente en las aulas y que posteriormente terminaría sin que ninguno tuviera pensado; al menos yo, con grandes revolcones en la cama.
Siempre he considerado la importancia de mantenerse actualizado en las profesiones y/o en las diversas actividades que cada quien desarrolle. Lo que definitivamente nunca calculé fue que este curso sirviera también para mantener y actualizar mis actividades extra curriculares.
Todo empezó a mediados de febrero del año pasado cuando vi la publicación de un curso; más bien un postgrado en el que estaba interesado a seguir y que lo dictaba una universidad privada.
Si bien es cierto, los cursos se dictaban por la noche, tuve que acomodar mis horarios en la chamba, aunque sabía que no tendría problemas, ya que por política tienden a mantener actualizados a su personal, y así pude matricularme sin problemas.
La universidad no me era desconocida, si lo eran los nuevos ambientes creados para dictar estos cursos, la nueva gente que conocería, su capacidad de intelecto y desarrollo profesional y más que luego de varios años regresaba a mi alma mater, en otras palabras, si bien es cierto sentía la confianza necesaria para sacarle provecho al curso, también estaban los nervios de volver después de tiempo al primer día de clases.
El primer día llego más temprano de lo previsto, tratando de calcular el bendito tráfico que hoy tenemos en Lima, así como posibles lugares donde estacionarme.
Ubico mi clase y como aún tenía tiempo, me doy unas vueltas alrededor del recinto universitario.
Simplemente era cambio de gente y no ver a nadie conocido y la forma de ser de los nuevos estudiantes.
Ellos miraban cuando nos cruzábamos me hacía parecer no pertenecer en ese nuevo mundo. Aún así pudieran verme con 10 años o más de diferencia ya me saludaban como buenas noches, señor y uno que otro por allí, buenas noches, profe.
Lo que si se me pasó por alto y no lo había calculado en su momento, era que también podía encontrarme con chicas de todo tipo; entre lindas, simpáticas, poco agraciadas, así como las inteligentes, intelectuales e inclusive alguna hueca que nunca falta.
Definitivamente encuentras de todo y para todos los gustos.
Viendo que la hora llegaba para el inicio de clases vuelvo al aula, y pongo mis cosas separando un asiento siempre considerando sentarme en las primeras filas; de preferencia siempre en la segunda fila y cerca de la puerta; por si necesitaba salir, nunca en el medio. Así tendría total perspectiva de la clase y de quien o quienes participaban activamente de ella.
Esto siempre lo consideré importante por si hay trabajos grupales para saber con quién juntarte ó con quien intercambiar opiniones.
Al rato comienza a entrar la gente, entre hombres y mujeres con variadas edades y comienzan acomodarse en diferentes puntos del aula, hasta que entra una chica, algunos años menor que yo me pregunta:
Hola. Esta es la clase de fulanito de tal
Hola. Si, ésta es su clase. Le respondo.
Está ocupado el asiento del costado, me pregunta haciendo referencia al asiento sobre mi lado izquierdo.
No, no está ocupado, puedes sentarte, le termino diciendo.
Ese fue el inicio de una grata amistad que empezó nuevamente en las aulas y que posteriormente terminaría sin que ninguno tuviera pensado; al menos yo, con grandes revolcones en la cama.