mateo262
Capitan
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Me hubiera gustado decir que esto lo escribi yo...seria mentirles. Lo lei hace algunos años me parecio genial, Lo escribio el gran AVATAR de FP en el año 2006. Esto es una oda, un poema, una tesis un ensayo o quizas una elegía..no lo sé.
Culos. Me encantan los culos. Todos los culos. Me gustan los grandes, los pequeños, los gordos, los delgados, los huesudos, los redondos, los que tienen forma de manzana, de corazón, incluso los caídos me gustan.
Los cursis lo llaman pompis, pero existen muchos nombres diferentes para referirse al culo. Ancas, me remiten a las ranas, así que descartada. Cola, que lo llaman allende el Atlántico, en el habla ibérica me parece contradictorio en su sentido. Jamás diría alguien de acá, refiriéndose al coito anal -vulgar sucedáneo en mi opinión, además de que tiende a ocultar la perspectiva íntegra de un buen culo- introduje mi cola en su cola. Aún siendo, diccionario en mano, correcto, me suena raro y confuso. Fondo, trasero, suelo... me parecen poco útiles, demasiado polisémicas e incluso eufemísticas. Ojete no me gusta, me parece que es confundir la parte con el todo y para eso mejor confundir el culo con las témporas. Además tiene un no-se-qué y un que-sé-yo de referirlo a los órganos de la visión que, aún encantándome cualquier culo en su vista, no termina de convencerme. Por el contrario, glúteos, ano y nalgas, tan anatómicas ellas (las palabras) me atraen para según que ocasiones. No son mis preferidas, en cualquier caso. Cachas, posaderas, asentaderas, asiento, tampoco me tientan. Cachas me recuerdan a personas-objeto demasiado musculadas, donde el mús-culo nada tiene que ver con tan preciosa porción corporal. A todas estas nominaciones, aparte lógicamente de culo, prefiero pandero. Pandero me remite a tambor, a sonido grave y elástico, timpánico, a palmetada en el culo. Nada tiene que ver, aunque mucha gente así lo crea, con el tamaño del mismo. Hay panderos grandes y pequeños, como hay tambores y timbales, e incluso panderetas.
Hay culos con todas las formas y texturas. Los hay respingones, macizos, duros, blandos, grandes y pequeños. Los hay fibrosos, deportistas, amateurs e incluso profesionales. Porque sí, hay profesionales del culo. No tanto porque trabajen con el susodicho sino porque es evidente que un culo trabajado es un culo que trabaja y eso sólo se puede (o se debe) hacer profesionalmente. En cuanto a las texturas propiamente dichas, los hay que se hunden más o menos levemente al tacto, con más o menos capa grasa, con sólo glúteo endurecido, duros, casi metálicos en su tacto. Los hay de piel fina, suaves, cubiertos de corto vello invisible. Los hay de piel más gruesa, más áspera, culos poco cuidados pero también bellos en su rudeza. Los hay lampiños y peludos, con el vello dosificado de formas diferentes, por la hendidura central sólo, uniéndose con el perineal, rodeando al ano, con adorno piloso repartido por toda su extensión, con formaciones lanudas concretas... Con pelo o sin él, todos son maravillosos.
Femeninos y masculinos podrían ser dos categorías de culos. No siempre coinciden con el sexo del propietario, claro. Hay culos masculinos portados por hembras, sabrosas hembras en ocasiones, como los hay femeninos a cargo de machotes sin gota de feminidad en su forma de ser. Los hay bien llevados, los culos digo, como los hay hartos de su propietario. Los hay infantiles, adultos, ancianos. Hay tantos tipos de culos como culos, realmente. Dicen que no hay dos narices iguales. Tampoco culos. Hay culos cansados, agotados, rendidos a la vida sedentaria. Hay culos, por el contrario, vitales, vivísimos ellos, acostumbrados a la orgía de tensión-distensión que sus dueños les proporcionan. Son culos habituados al deporte, al ejercicio variado. Suelen ser prietos, poderosos, musculados, activos, vigorosos y enérgicos. Culos dictatoriales a veces, son los que demandan gimnasia, entrenamiento, acción sin más. Continua, eso sí, o arriesgas su dureza, la haces fofa, blanda, arriesgas el sufrir mofa y befa al pasearlo de tal guisa. Los dictatoriales tienden también a llevar la contraria de manera más directa. Actúan como en el poema de Góngora (Da bienes Fortuna, que no están escritos), cuando pitos, flautas y cuando flautas pitos. Es decir, que cuando los necesitas prietos, firmes, duros, deciden presentar su lado más laxo, incluso ciñendo celulitis. Cuando no te es necesaria su bizarría, entonces se presentan desafiantes, enhiestos, pétreos. Pero claro, es lo que tiene el dictador de arbitrario. Sin embargo, otros panderos son sumisos a sus legítimos propietarios. Hacen lo que les mandas, ora se sientan, ora se levantan, siempre sin ni una palabra de queja, sin un reproche, asertivos los culos sumisos, sin duda.
Otra posible división se podría hacer entre los culos vestidos y los culos desnudos. Con una pequeña subdivisión de culos semivestidos (o semidesnudos, según se mire):
Los vestidos, ya así extraordinarios, hacen bueno cualquier pantalón. Disiento de aquellos que dicen que los vaqueros de una marca concreta (si quieren publicidad, que paguen por ella, que no están las cosas para excesos) hacen un mejor culo. Es al revés. Un buen pandero dignifica la prenda que lo cubre. Sea ésta pantalón, falda o falda pantalón. Entre los vestidos, los hay que marcan ropa interior, costura en suma, los hay que quedan tan íntimamente recubiertos que no ocultan nada, los hay que, reconociendo su valía, son tan amados por la tela que los reviste que entran en contacto carnal con ella. Así, ésta se introduce entre ambas nalgas, acaricia cadera, ano, raja, perineo incluso. Ama por tanto, acaricia, besa, lame si el pantalón es de lamé o de algún tejido similar (la lycra también chupa). Hay asimismo culos desvergonzados que fuerzan a la ropa a tornarse caediza, a descubrir tanga (las fantásticas colas de ballena de los sajones), slip, braga o boxer. Con estos culos hay que tener especial cuidado (si es el tuyo, no al mirarlo), ya que si su impudicia no se corresponde con la del que porta la prenda, se corre el riesgo de quedar con las vergüenzas más a la vista de lo deseado. Por fortuna suelen corresponderse ambos pudores.
Culos. Me encantan los culos. Todos los culos. Me gustan los grandes, los pequeños, los gordos, los delgados, los huesudos, los redondos, los que tienen forma de manzana, de corazón, incluso los caídos me gustan.
Los cursis lo llaman pompis, pero existen muchos nombres diferentes para referirse al culo. Ancas, me remiten a las ranas, así que descartada. Cola, que lo llaman allende el Atlántico, en el habla ibérica me parece contradictorio en su sentido. Jamás diría alguien de acá, refiriéndose al coito anal -vulgar sucedáneo en mi opinión, además de que tiende a ocultar la perspectiva íntegra de un buen culo- introduje mi cola en su cola. Aún siendo, diccionario en mano, correcto, me suena raro y confuso. Fondo, trasero, suelo... me parecen poco útiles, demasiado polisémicas e incluso eufemísticas. Ojete no me gusta, me parece que es confundir la parte con el todo y para eso mejor confundir el culo con las témporas. Además tiene un no-se-qué y un que-sé-yo de referirlo a los órganos de la visión que, aún encantándome cualquier culo en su vista, no termina de convencerme. Por el contrario, glúteos, ano y nalgas, tan anatómicas ellas (las palabras) me atraen para según que ocasiones. No son mis preferidas, en cualquier caso. Cachas, posaderas, asentaderas, asiento, tampoco me tientan. Cachas me recuerdan a personas-objeto demasiado musculadas, donde el mús-culo nada tiene que ver con tan preciosa porción corporal. A todas estas nominaciones, aparte lógicamente de culo, prefiero pandero. Pandero me remite a tambor, a sonido grave y elástico, timpánico, a palmetada en el culo. Nada tiene que ver, aunque mucha gente así lo crea, con el tamaño del mismo. Hay panderos grandes y pequeños, como hay tambores y timbales, e incluso panderetas.
Hay culos con todas las formas y texturas. Los hay respingones, macizos, duros, blandos, grandes y pequeños. Los hay fibrosos, deportistas, amateurs e incluso profesionales. Porque sí, hay profesionales del culo. No tanto porque trabajen con el susodicho sino porque es evidente que un culo trabajado es un culo que trabaja y eso sólo se puede (o se debe) hacer profesionalmente. En cuanto a las texturas propiamente dichas, los hay que se hunden más o menos levemente al tacto, con más o menos capa grasa, con sólo glúteo endurecido, duros, casi metálicos en su tacto. Los hay de piel fina, suaves, cubiertos de corto vello invisible. Los hay de piel más gruesa, más áspera, culos poco cuidados pero también bellos en su rudeza. Los hay lampiños y peludos, con el vello dosificado de formas diferentes, por la hendidura central sólo, uniéndose con el perineal, rodeando al ano, con adorno piloso repartido por toda su extensión, con formaciones lanudas concretas... Con pelo o sin él, todos son maravillosos.
Femeninos y masculinos podrían ser dos categorías de culos. No siempre coinciden con el sexo del propietario, claro. Hay culos masculinos portados por hembras, sabrosas hembras en ocasiones, como los hay femeninos a cargo de machotes sin gota de feminidad en su forma de ser. Los hay bien llevados, los culos digo, como los hay hartos de su propietario. Los hay infantiles, adultos, ancianos. Hay tantos tipos de culos como culos, realmente. Dicen que no hay dos narices iguales. Tampoco culos. Hay culos cansados, agotados, rendidos a la vida sedentaria. Hay culos, por el contrario, vitales, vivísimos ellos, acostumbrados a la orgía de tensión-distensión que sus dueños les proporcionan. Son culos habituados al deporte, al ejercicio variado. Suelen ser prietos, poderosos, musculados, activos, vigorosos y enérgicos. Culos dictatoriales a veces, son los que demandan gimnasia, entrenamiento, acción sin más. Continua, eso sí, o arriesgas su dureza, la haces fofa, blanda, arriesgas el sufrir mofa y befa al pasearlo de tal guisa. Los dictatoriales tienden también a llevar la contraria de manera más directa. Actúan como en el poema de Góngora (Da bienes Fortuna, que no están escritos), cuando pitos, flautas y cuando flautas pitos. Es decir, que cuando los necesitas prietos, firmes, duros, deciden presentar su lado más laxo, incluso ciñendo celulitis. Cuando no te es necesaria su bizarría, entonces se presentan desafiantes, enhiestos, pétreos. Pero claro, es lo que tiene el dictador de arbitrario. Sin embargo, otros panderos son sumisos a sus legítimos propietarios. Hacen lo que les mandas, ora se sientan, ora se levantan, siempre sin ni una palabra de queja, sin un reproche, asertivos los culos sumisos, sin duda.
Otra posible división se podría hacer entre los culos vestidos y los culos desnudos. Con una pequeña subdivisión de culos semivestidos (o semidesnudos, según se mire):
Los vestidos, ya así extraordinarios, hacen bueno cualquier pantalón. Disiento de aquellos que dicen que los vaqueros de una marca concreta (si quieren publicidad, que paguen por ella, que no están las cosas para excesos) hacen un mejor culo. Es al revés. Un buen pandero dignifica la prenda que lo cubre. Sea ésta pantalón, falda o falda pantalón. Entre los vestidos, los hay que marcan ropa interior, costura en suma, los hay que quedan tan íntimamente recubiertos que no ocultan nada, los hay que, reconociendo su valía, son tan amados por la tela que los reviste que entran en contacto carnal con ella. Así, ésta se introduce entre ambas nalgas, acaricia cadera, ano, raja, perineo incluso. Ama por tanto, acaricia, besa, lame si el pantalón es de lamé o de algún tejido similar (la lycra también chupa). Hay asimismo culos desvergonzados que fuerzan a la ropa a tornarse caediza, a descubrir tanga (las fantásticas colas de ballena de los sajones), slip, braga o boxer. Con estos culos hay que tener especial cuidado (si es el tuyo, no al mirarlo), ya que si su impudicia no se corresponde con la del que porta la prenda, se corre el riesgo de quedar con las vergüenzas más a la vista de lo deseado. Por fortuna suelen corresponderse ambos pudores.