El bus hace su quinta parada, me despierta el transitar de los pasajeros. Unos bajan y otros suben, así se viaja en tercera clase. Transcurre el tiempo y el largo camino que hay hasta mi destino final parece de nunca acabar. Ya son como 20 horas de viaje, estoy hambriento, con los pies hinchados y con las posaderas muy adoloridas. Son las ocho de la noche y todavía falta mucho para llegar.
Tengo sueño, pero no puedo dormir, casi no he dormido nada desde que salí de la ciudad, trato de soñar despierto e inevitablemente me vienen los recuerdos, Los más bellos recuerdos que tengo en mi mente. Poco a poco me quedo dormido y empiezo a soñar. Mi mente me transporta al punto de partida, donde toda esta historia empezó: Unos eternos senderos, un local, cuyo Patrono es un león, cuya mirada amilana, intimida. Luces multicolores; muchachas en diminutas prendas, algunas con botas muy largas, de nombres improbables. Me siento ahí en una esquina, ahora lo sé, no es la esquina del Apóstol 13. Nisiquiera sé porqué estoy aquí, decido retirarme al acabar la cerveza helada que estoy tomando.
-Te presento a una amiga -me dice Urbano, o Pedro, no recuerdo-.
Atuendo blanco (falda y polo), botas largas y negras, pelo lacio y negro, ojos grandes como las uvas, mirada tierna, sonrisa genuina. Así es ella.
Se llama Lucía, he leído sobre ella, aquí en este mismo foro, pero sólo recuerdo su nombre, no recuerdo nada de lo que de ella se halla escrito.
Desde aquella vez que conversé con ella, nació en mí una necesidad de buscarla, me hizo sentir tan bien su compañía que empecé a frecuentarla. Ella es la amiga ideal, solía decir, escucha cuando tiene que hacerlo y te brinda las palabras precisas, exactas. Pareciera que hubiera vivido muchísimo, talvés es así. Ahora lo sé, la vida no son los años que uno vive, la vida son las emociones y sentimientos que uno experimenta a lo largo de esos años, debo confesar que he vivido muy poco.
En ese tiempo no la veía como lo que era realmente, una mujer muy hermosa, capaz de cautivar sin proponérselo, capaz de fulminar a un corazón con una mirada. Me tranquilizaba su compañía, no me inquietaba que estuviera ocupada, cuando esto ocurría, me retiraba o me quedaba, pero eso es ajeno a esta historia. En un tiempo fue mi mejor amiga, acaso la única, y hasta yo sé, que eso no se encuentra en la vuelta de la esquina y que personas así, amicalmente (si cabe la palabra) valen su peso en oro.
Pero la niña mala, que está en los corazones de todos nosotros, y que es bella como el cielo y grande como el mar, hizo de las suyas en el mio. Y poco a poco, visita tras visita, mirada tras mirada, sonrisa tras sonrisa, todo empezó a cambiar...
Muy apurado llego al local, chiquito me abre las puertas del taxi, la cordialidad es parte de su trabajo y lo cumple a cabalidad. Ingreso, me encuentro con mi amiota Leslie.
-Hola Causa -Me dice.
Me causa risa, pero así es ella, es la gringa con más calle que debe haber en nuestro país, es la Jocker del León.
Sigo mi camino a paso raudo, con un sólo pensamiento en mi mente: encontrarla. En el camino encuentro a Rebecca, «Hola Amadito, a los años», me dice. Antes la veía muy seria, ahora me dio la impresión de encontrar en ella a un angel.
Me encuentro con un par de cofrades, les hago la señal de S.O.S. y ellos acuden a mi ayuda, y yo, que les he dado mi palabra, no les he de fallar.
La busco y la encuentro, ahí en el segundo piso, entre besos le confieso que la niña mala se apoderado de mi corazón, y que ella es la responsable. Ahora entiendo que el amor es sordo ciego y mudo, porqué el amor no entiende de sentidos, sinó de los latidos de los corazones y de la verdad que hay en cada uno de los nuestros. Yo creo en lo que me dice el mio, porqué si yo no le creyera, ¿entonces quién?
Hoy, como nunca antes, en mi mente tenía un sólo pensamiento, y quiero pedir perdón a la cofradía, porqué no puedo informar acerca de las chicas que vi. Por ahí una conocida del tropical, seguramente Evelyn y jazmin con su sonrisa de collar, reventándose cuetes en todos los rincones del local. Te creemos chica, te creemos.
Al dar la vuelta por Colmena, me encuentro con un batallón de cofrades, al mando de un marinerito, "Ahí está el teniente de la luz" Dice uno, me dicen para seguirla. Pero esta vez, con la noche encima aún, tengo que irme a casa.
Saludos a todos.
Amado García Guerrero
Teniente de la Luz