Son cerca de las seis de la mañana, miro la ventana que da a la calle desde mi cuarto, la claridad del día va imponiéndonse sobre la noche. Lima es la misma de siempre: el cielo gris que lo cubre todo, el ruido incesante de los automóviles, el calabobos cayendo sobre las cabezas de los transeuntes. No hace tanto frio como en la última vez que estuve aquí. No puedo dormir por más que lo intento, estoy aquí y no me resigno a quedarme dormido y contar un día más sin poder verte. Busco una señal en el cielo, en las nubes, en donde sea y la encuentro. Estoy listo para salir.
Camino unas cuadras, tomo mi taxi, otra vez estoy por los eternos senderos. Ya nisiquiera es temprano del otro día, ya es muy tarde de ayer y de hoy también. "Acabo de llegar de viaje" le digo a Chiquito Flores que se apresura a darme la bienvenida muy efusivo como extrañado. Estoy nervioso, sé que no debería estar aquí, muchísimo menos a esta hora, pero te quiero ver.
Camino por el pasillo, no hay nadie en él, llego a la entrada de la sala principal, Urbano me recibe muy cordial como siempre, "volviste a la vida Doctor" me dice y con lo mano me invita a pasar. El local está prácticamente vacío, por ahí un parroquiano durmiendo la siesta. Las chicas en ropa de calle haciendo su cola para cobrar su fichas, pero ella no está, al menos no la veo por ningún lado.
Veo desfilar rostros conocidos, Evelyn, Kiara, Leslie y otras cuyos nombres desconozco. Todas ellas a punto de abandonar el local. Lamento decirlo, pero a alguna de ellas, la luz del día y la ropa de calle le quita el encanto que le da la embriaguéz que nos causa el ambiente.
Urbano se apresura y me trae a Luna. Ella a mis ojos estrena atuendo y figura nueva. Aunque para ser sinceros no se le ve nada mal, sin embargo, yo la encuentro diferente.
Cómo no es a ella a quién espero, al verla venir pienso en decirle que se retire, pero me da curiosidad conversar con ella.
- A los tiempos Amadito, que ha sido de ti -me dice.
Conversamos y coincidimos en que prácticamente los dos nos retiramos casi al mismo tiempo y los dos regresamos casi por las mismas fechas y de tan bonita que estaba la conversa casi le invito otro trago, pero como casi no es suficiente, entiendo y ella entiende que debe irse. Hasta la Luna pierde su brillo cuando la
niña mala hace de las suyas.
Así, sigo la espera, que no se ha prolongado tan sólo por unas cuantas horas, sinó más bien, por unos cuantos meses (al menos más de dos).
De repente la veo pasar, falda negra y polo blanco, tal como la imaginaba con ayudita. No está sola. Urbano como quién da unas condolencias me dice: "Está ocupada doctor". Insisto en esperar.
Ella es muy linda, inteligente, encantadora y bonita. Capáz de cautivar sin proponérselo. ¡Cuanta! razón tenía mi amigo del alma cuando me decía post atraz que yo también caería finalmente cautivado si permanecía cerca de ella.
Pienso en pararme, acercarme a aquella meza y con la venia de su acompañante saludarla después de todo este tiempo y acto seguido retirarme. Decido esperar diez minutos. De pronto, no puedo creer lo que mis ojos ven: Como si fuera por obra y gracia divina su acompañante se para, se despide de ella y se retira. Las ocho de la mañana está en sus últimos minutos.
Cuando Lucía viene hacia mí, pienso en todo el tiempo en que no la he podido ver, pienso que seguramente me va a decir que ya se va porqué es muy tarde. Pero no, ella se queda, es mi día de suerte.
Saludos a todos.
Amado García Guerrero