JAYLEE
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No hace mucho, efectivamente, al leer una investigación de un reconocido profesional comprendí lo que por mucho tiempo siempre me pregunté...del por qué siendo el Perú un país enorme luego de la lucha por su independencia, termino geograficamente desmenbrado?. "Bolívar-Libertador y enemigo número 1 del Perú", de Herbert Morote es un texto de investigación sería que todo peruano debe de leer y abrir la posibilidad de que no todo lo que conocemos como verdad histórica tiene que serlo.
Este investigador lambayecano es frontal cuando afirma: "Sin Bolívar el Perú no se hubiera independizado en 1824. Pero sin él, el Perú hubiera sido más grande y fuerte. Nuestro Libertador sacrificó, expolió, engañó y cercenó al país a tal extremo que ninguna otra nación latinoamericana jamás llegó a pagar por su independencia lo que el Perú pagó por la suya, ninguna otra tampoco estuvo en tanto peligro de perder aún más. Sin Bolívar nuestra independencia hubiera demorado unos años. Con Bolívar nuestras pérdidas fueron irreparables".
El venezolano fue ruin con San Martín; celoso feminoide con Sucre; vengativo con Luna Pizarro; cobarde con Guisse; traidor con Necochea; desleal con las tropas de Junín y Ayacucho y profundamente antiperuano.
La erudición de Morote refresca el desprecio de Bolivar por los indios y los negros. Recuerda también cómo su ambición nos arrebató Guayaquil y pretendió robar Jaén y Maynas para su imperio de papel; propiciando además la separación del Alto Perú.
Heraclio Bonilla y Franklin Pease avanzaron en la desmitificación. Ahora Morote retrata al Bolívar en su texto como un tirano en lo político; bribón en las cuentas; déspota con los suyos; sanguinario con los adversarios; y miserable con quienes cometieron el error de amarlo, según ilustra el paupérrimo final de Manuelita Sáenz.
La memoria recóndita de los peruanos siempre lo ha sabido, aunque por desgracia, como dice Morote, "El Perú (es) un país donde se resaltan y festejan batallas que se pierden". Cierto, los áulicos pasados deformaron legendariamente los hechos y como Hegel con Napoleón presentaron el espíritu del tirano cabalgando como un santo sobre su caballo.
Pero hoy, cuando se quiere imponer el bolivarianismo como paradigma político, debemos reiterar que nuestra historia nacional no puede ser escenario de un fantasma que en el Perú debe ser bajado del pedestal. Bien advierte Morote: "Debido a la experiencia que tuvimos con nuestro libertador y también gran enemigo, los peruanos deberíamos estar atentos a las consecuencias geopolíticas del renacimiento bolivariano".
¡Confutatis maledectis!, rechacemos al maldito. A Bolívar, apreciado COFRAdE, NO podemos ignorarlo, pero en tanto traidor a nuestra patria, retirémosle la impropia túnica del heroísmo.
Cuando a Paniagua en su momento político presidencial se le incurrió sobre el por qué la permanencia del monumento de Bolivar frente al Congreso que es la plaza de la Constitución. Él con una sonrrisa irónica respondió:¨Bolivar está donde debe estar, esa plaza se llama ahora plaza de la Inquisición¨
Saludos siempre.
Este investigador lambayecano es frontal cuando afirma: "Sin Bolívar el Perú no se hubiera independizado en 1824. Pero sin él, el Perú hubiera sido más grande y fuerte. Nuestro Libertador sacrificó, expolió, engañó y cercenó al país a tal extremo que ninguna otra nación latinoamericana jamás llegó a pagar por su independencia lo que el Perú pagó por la suya, ninguna otra tampoco estuvo en tanto peligro de perder aún más. Sin Bolívar nuestra independencia hubiera demorado unos años. Con Bolívar nuestras pérdidas fueron irreparables".
El venezolano fue ruin con San Martín; celoso feminoide con Sucre; vengativo con Luna Pizarro; cobarde con Guisse; traidor con Necochea; desleal con las tropas de Junín y Ayacucho y profundamente antiperuano.
La erudición de Morote refresca el desprecio de Bolivar por los indios y los negros. Recuerda también cómo su ambición nos arrebató Guayaquil y pretendió robar Jaén y Maynas para su imperio de papel; propiciando además la separación del Alto Perú.
Heraclio Bonilla y Franklin Pease avanzaron en la desmitificación. Ahora Morote retrata al Bolívar en su texto como un tirano en lo político; bribón en las cuentas; déspota con los suyos; sanguinario con los adversarios; y miserable con quienes cometieron el error de amarlo, según ilustra el paupérrimo final de Manuelita Sáenz.
La memoria recóndita de los peruanos siempre lo ha sabido, aunque por desgracia, como dice Morote, "El Perú (es) un país donde se resaltan y festejan batallas que se pierden". Cierto, los áulicos pasados deformaron legendariamente los hechos y como Hegel con Napoleón presentaron el espíritu del tirano cabalgando como un santo sobre su caballo.
Pero hoy, cuando se quiere imponer el bolivarianismo como paradigma político, debemos reiterar que nuestra historia nacional no puede ser escenario de un fantasma que en el Perú debe ser bajado del pedestal. Bien advierte Morote: "Debido a la experiencia que tuvimos con nuestro libertador y también gran enemigo, los peruanos deberíamos estar atentos a las consecuencias geopolíticas del renacimiento bolivariano".
¡Confutatis maledectis!, rechacemos al maldito. A Bolívar, apreciado COFRAdE, NO podemos ignorarlo, pero en tanto traidor a nuestra patria, retirémosle la impropia túnica del heroísmo.
Cuando a Paniagua en su momento político presidencial se le incurrió sobre el por qué la permanencia del monumento de Bolivar frente al Congreso que es la plaza de la Constitución. Él con una sonrrisa irónica respondió:¨Bolivar está donde debe estar, esa plaza se llama ahora plaza de la Inquisición¨
Saludos siempre.