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El Medioevo
2.1 Del lupanar romano al burdel medieval
El lupanar romano, institución netamente urbana, desapareció con la caída del Imperio Romano de Occidente y fue sustituido por el modesto burdel, que no era otra cosa que una choza o un conjunto de éstas a la vera de los bosques y de los caminos. Tanto la Iglesia como los mismos bárbaros desaprobaban la prostitución, por diferentes razones. La Iglesia aún no veía la diferencia teológica entre la copula conyugal y el trato carnal entre cliente y prostituta, considerando a ambas impuras. No obstante, ambas eran vistos como males necesarios. La primera estaba permitida para fines de procreación, mientras que la segunda era un mal necesario para controlar los peores apetitos de los hombres. Los bárbaros no hacían ese tipo de disquisiciones, la prostitución era un delito que ofendía a la tribu.
Este estado de cosas no podía ser permanente, pues poco a poco los bárbaros se convirtieron al cristianismo y tuvieron que adaptar sus costumbres a la moral cristiana. Esta implicaba aceptar la prohibición de relaciones sexuales en ciertas épocas del año, tales como cuarenta días antes de Navidad y de Semana Santa y ocho días después de Pentecostés. Además, un humilde invento hizo el ejercicio de la profesión un poco más cómodo: la cama.
Empero, el factor decisivo fue el establecimiento de la asociación Iglesia burdel. La prostitución resistía pese a todos los embates que sufría. Así se llegó a un modus vivendi según el cual la Iglesia permitiera el ejercicio profesional a cambio de un provecho económico de éstas. Dado el carácter precario del burdel, la Iglesia alquilaba los terrenos cercanos a los pueblos y ciudades para que los campamentos de prostitutas se instalen y ejerzan su oficio.
2.2 Las Cruzadas y la influencia bizantina
Uno de los hitos en la historia medieval fueron, sin duda alguna, las Cruzadas. El viejo continente no fue el mismo después de ellas, afectando la vida diaria en todos los niveles, incluyendo el mundo de la prostitución. En este ámbito se dejó sentir con mucha fuerza la influencia de Bizancio. Constantinopla conservaba la tradición del mundo antiguo, que había evolucionado hasta alcanzar niveles sorprendentes de refinamiento. Había lupanares para todos los gustos y bolsillos. Los más lujosos eran enormes villas decoradas con mosaicos y tapices y las internas eran cortesanas baqueanas en los placeres más extremos.. Cuando las Cruzadas terminaron dos siglos después, la influencia bizantina ya había transformado la cultura erótica de Occidente. Los burdeles europeos, desde Italia hasta Inglaterra, copiaron en lo que pudieron el lujo de los lupanares bizantinos y sus internas ya vestían trajes de seda de vivos colores y sus camas cubiertas de sabanas de la misma tela. Ellas se convirtieron en las reinas indiscutibles de la actividad favorita de la nobleza ociosa: los torneos o justas. El premio por dar muestras asombrosas de valor era el amor de las damas. Este se cobraba literalmente. La Iglesia apoyaba la prostitución porque era una importante fuente de ingreso y el arma moral para combatir contra el peor de los pecados: la sodomía.
La cultura bizantina dio otro elemento que carecía la erótica occidental: variedad. En efecto, Bizancio era uno de los mercados de esclavos más activos del mundo medieval. Las chicas más pedidas provenían de Rusia, Grecia, las orillas del Mar Negro y el mundo musulmán. El tráfico se justificaba porque la Iglesia autorizaba la esclavitud de los paganos y los heréticos.
2.3 Saunas y barrios rojos
El renacer erótico de Occidente por la influencia no significó que dejara de haber roces entre las prostitutas y las autoridades. Evidentemente eran las trabajadoras sexuales de condición más modesta las que sufrían el acoso legal y social. Las violentas reacciones populares contra los prostibulos en tiempos de epidemias y guerras llevaron a la creación de las primeras zonas rojas. Estas aparecen por primera documentadas en el sur de Francia, en la ciudad papal de Aviñon, y luego en toda Europa en donde se fundara una nueva universidad. Los prostibulos de las zonas rojas contaban con el apoyo eclesiástico y de las corporaciones universitarias. Incluso las prostitutas ya contaban con una santa patrona, María Magdalena, y un culto popular, el de Santa María Egipcíaca, quién, según la leyenda, ofreció su cuerpo para pagar al barquero el pasaje.
Entretanto, en Inglaterra se gestaba una revolución en el mundo de la prostitución: la aparición de los sauna, para los fines que hoy conocemos. Con aprobación real y eclesiástica, el sauna y el burdel fueron uno, lo que implicó la primera legalización de la prostitución en la historia. Este experimento se inició en el siglo XII, durante el reinado de Enrique II. Los saunas londinenses eran descendientes directos de las termas romanas donde, a pesar de la prohibición oficial, se ejercía la prostitución. Un importante invento inglés hacía la diferencia entre el stew inglés y la terma romana: el jabón. Las reglas básicas de los saunas ingleses eran:
1. Los movimientos de las internas debían ser controlados por el propietario y la administradora.
2. No se podía retener una interna en contra de su voluntad.
3. Se establecía un tope en las tarifas de hospedaje de las internas.
4. No se admitían mujeres casadas ni en estado religioso.
5. No se podía abrir los locales en los días de fiesta.
6. La actividad sexual en los locales sólo tenía lugar en las noches.
7. No se admitían mujeres enfermas. Toda candidata debía pasar un examen previo a su ingreso al sauna.
8. Los propietarios no podían ser al mismo tiempo proveedores de las internas.
Los saunas ingleses eran casas con techos de paja, paredes de barro tarrajeadas de blanco y reforzadas con madera. Los baños operaban con estufas artesanales. Las habitaciones estaban bien ventiladas y aromatizadas con hierbas y flores. A medida que llegaron los lujos de oriente, estos locales contaron con ropa de cama y orinales individuales para las pensionistas. Los locales podían tener nombres poéticos como el Callejón de la Doncella o explícitos como El Buscacoños o el Rincón de los Cornudos. Hasta el siglo XIV la mayoría de los locales fueron propiedad de la Iglesia, razón por la cual también eran llamados abadías, la administradora era la abadesa y las internas monjas. Al mismo tiempo, se fundaba el primer hospital especializado en enfermedades venéreas. El consejo médico más común era correr, saltar, inhalar pimienta, pasarse una pluma en la vagina y la lavarse las partes con vinagre.
2.4 El mundo musulmán
Al igual que Occidente, el mundo musulmán recibió mucha influencia de Bizancio. Los primeros burdeles islámicos fueron fundados en Bagdad, durante el apogeo del Califato, a mediados del siglo VII. Los cronistas de la época indican que las internas eran esclavas de origen turco, cuya belleza era sumamente apreciada. Más que simples prostitutas, ellas eran cortesanas porque se les enseñaba a cantar, bailar y tocar el laúd. El nombre con el que se les conocía era serai, palabra árabe de la que proviene la italiana serrallo, un sinónimo de prostibulo.
Visitar el prostíbulo era todo un rito. La formula con la que se accedía a la atención era una especie de contrato simplificado de matrimonio. El costo del servicio era una dote simbólica que aseguraba la fidelidad de la serai durante el tiempo de atención. Ambas partes debían hacer abluciones rituales después de la atención. Los hombres debían hacer las mismas abluciones si eyeculaban tras masturbarse o después de un sueño húmedo. No se podía dar el servicio en los baños, pues se creía que una mujer en los baños nunca iba sola, la acompañaba el diablo.
La Serai destacaba por el cuidado que tenía hacia su persona. Fueron ellas las que rescataron la industria de los cosméticos del olvido y la gimnasia, pues debían ser verdaderas acróbatas para realizar las once posturas sexuales conocidas en el Islam. Además, en su tiempo libre se dedicaban a la interpretación de los sueños, pues éstos tenían gran importancia para ganarse el favor de los clientes.
El término más común para llamar a las prostitutas era Kehbehs. No obstante los burdeles reflejaban el mundo de las relaciones sociales de la época, estableciéndose una jerarquía semejante a la existió en Grecia y Roma. Muchas de las palabras referentes al oficio fueron tomadas del griego y del persa, que eran las civilizaciones más avanzadas de Medio Oriente. Tras la conquista otomana, la erótica árabe sobrevivió y floreció en la costa mediterránea oriental. Beirut fue, y sigue siendo hasta nuestros días, el equivalente musulmán de Ámsterdam o Las Vegas en Occidente.