A la hora de optar entre comodidad o adrenalina, vivir el sexo en el auto supera las revoluciones por minuto de cualquier bólido. Damián DamoreLas limitaciones son muchas: el espacio, la iluminación y el movimiento, factor fundamental para desarrollar cualquier ejercicio. Entre la palanca de cambios y el seguro de la puerta, el sexo en el auto se vuelve placenteramente indomable.
Miguel Ángel (44) recuerda viejos tiempos y viejos modelos de autos: Hace veinte años tenia un Fiat 600 color verde agua y en ese auto había que ser mago para tener sexo porque los asientos delanteros no eran reclinables, eran rebatibles. La invitación al sexo era en el asiento trasero y eso no era muy feliz, pues es como decir vení para el fondo; te mataba el calor del motor que el 600 tenía atrás, sintetiza en una mezcla de clase de curso de mecánica popular con erotismo urbano.
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Andrés cumple dieciocho años en un mes. Como todo adolescente está preparado para emociones fuertes. Cuenta la experiencia que vivió junto a un amigo y dos chicas en un Renault Clio color gris.
Sin poder reparar en ese instante en lo que le pudieron haber ocasionado a la suspensión del coche, Andrés admite que el auto no se rompió sólo porque estaba detenido: Salimos los cuatro en el auto de una fiesta y fuimos a una plaza. Ahí todo se encaminaba. Fuimos a la casa de mi amigo y luego a mi casa: en ambos lugares había gente. Sin plata, con un auto cómodo y con vidrios polarizados -para el plan que teníamos-, el sexo en el coche iba genial. Así que terminamos todos ahí. Sabíamos que iba a ser un bardo, pero andando no lo podíamos hacer, así que nos detuvimos en una calle oscura. El Clio no sólo tiene asientos reclinables delanteros, también lo son los traseros que se estiran hasta el baúl. No te digo que teníamos mucha comodidad pero no tuvimos problemas".
Sebastián (35) confiesa no haber tenido nunca sexo en un auto. También confiesa no haber tenido nunca un auto. En cambio relata una anécdota sobre sexo en cuatro ruedas que vivió como voyeur hace años: Veníamos caminado de bailar con unos amigos. Mi casa era el primer punto de llegada. Al doblar a la esquina vemos un Renault 11 que se movía demasiado. Cuando no acercamos nos dimos cuenta que ahí algo pasaba y los mecánicos a la madrugada no trabajan. Nos escondimos detrás de un ligustro al lado de mi casa y nos quedamos todos mirando. Hubo dos sorpresas: la primera la duración, estuvieron sin problemas más de media hora y la otra cuando bajaron del auto, él la despidió y ella se metió en su casa, ¡era mi vecina que ni se inmutó en hacerlo en la puerta!, cuenta con asombro.
La onda que haya entre las personas tiene mucho que ver con esto. Una vez ante una situación de sexo en el auto de un chico que estaba conmigo se le cayó el profiláctico y lo estuvimos buscando más de diez minutos. En un momento estábamos sofocados pero después -ante el desconcierto y la pérdida eventual-, nos empezamos a reír. Más tranquilos prendimos la luz, lo encontramos y seguimos. El momento de prender la luz es difícil porque te da tiempo a pensar. Decís, ¿qué estoy haciendo acá encerrada como un hámster?, pero cuando te lo contestás, volvés al punto de partida. Después de todo nunca dejó de ser sexo, ¿no?, se pregunta Mariela (26) sin culpas.
La repetición del sexo en el auto siempre enriquece para una próxima oportunidad: el aprendizaje sobre las ventajas y desventajas que tiene cada vehículo permitirá dar una idea del ejercicio que demandará la acción y de la amplitud de movimientos que la soporte. No vaya a ser cosa que, avasallados por la situación, tengamos que evaluar la distribución de pesos con un calculo teórico del centro de gravedad. Justo en ese momento.