Herramentero
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Prólogo
Muchas cosas nos caracterizan en la vida por vivir diferentes experiencias en todo aspecto; incluyendo nuestra vida sexual, predominando el aspecto de no conformarse con lo que ya sabes contra lo que te gustaría vivir.
No nos sentimos conformes con lo habitual cuando siempre queremos experimentar, aunque a veces esta experiencia termine superando nuestro habitual modo de vida.
Es como si llevaras años con tu pareja y de pronto quieras cambiar, quieras nuevas experiencias y quisieras romper la monotonía de vida.
Sin embargo y a pesar que muchas veces buscamos de salir del sendero natural del que nos hemos trazado buscando nuevas experiencias, éstas normalmente deberían terminar siendo calculadas y dentro de ciertos parámetros y no dentro de aquellas circunstancias en la que pueda terminar tu vida siendo una experiencia extrema y peor aún cuando no eres tú quien la busca sino que caes en ella por su propio peso.
Toda esta experiencia se termina resumiendo en un solo momento. Cómo decirle no a tu ex esposa que te quiere llevar a la cama una hora antes de ir a tu matrimonio con el pretexto de ir y hacer escándalo.
Capítulo I
Como parte de nuestra ajetreada vida, yo era un hombre felizmente casado; claro en su momento, y luego de siete años, felizmente divorciado. Pero como no podemos quedarnos con la felicidad a medias, siempre buscamos de compartirla al poco tiempo tuve una nueva enamorada, para luego convertirse en mi novia y posteriormente en….., ya divago de cómo nos casamos.
Mi vida se terminó enredando en tan sólo una hora. La relación con mi ex esposa nunca fue mala, nos queríamos bastante, y encima muy bella; de tez clara, cabello largo castaño claro, de bonito rostro y labios ligeramente gruesos, que cuando te besaba provocaba morderlos. A pesar de no ser alta, tenía muy buena contextura y bien proporcionada, con una piel tan suave que siempre te provocaba acariciarla, pero como algunas mujeres muchas veces sacaba a relucir ese carácter endemoniado que muchas veces guardan dentro.
Para mí era muy difícil aguantarlo. Ese fue el principal motivo de nuestra separación, ya que en lo demás era amable, cariñosa, atenta y hasta en la cama se portaba muy bien, y a veces indomable. Más cuando había luna llena, donde terminaba encontrando un éxtasis adicional. No me pregunten porque, sólo sentía que se transformaba y se desenfrenaba más allá de lo habitual.
Inclusive recuerdo que una vez, me había quedado trabajando hasta tarde en la oficina y fue a buscarme, algo que normalmente no hubiera hecho. Estaba muy sensualmente vestida, con una blusa corta y apretada y algunos botones abiertos que dejaban a la imaginación que tenía un par de buenos y provocativos senos, y, una pequeña falda que dejaban ver sus buenas y bien proporcionadas piernas.
De pensarlo ahora, pero me imagino debe haber dejado idiota al de seguridad.
Cuando entró a mi oficina, sólo escuche decir:
“no sabes que hoy hay luna llena y tienes que poseerme?”.
No hubo saludos, solo recuerdo que se me acercó por detrás, yo sentado en mi silla, deslizó sus manos entre mi cuello acariciándolo, para luego ir desabotonando mi camisa para rasgar con la fuerza de sus uñas mi pecho, suavizándolas con un vaivén de dulces besos y lamidas que calmaron una leve irritación producida.
Para luego ponerse delante de mío e ir sacándose su blusa y sentir el roce de sus pechos contra el mío, mientras sus manos inquietas se deslizaban hacia abajo para sentir el esplendor de mi miembro viril y comenzar a acariciarlo suavemente, mientras sentía la dulzura de sus labios bajar hasta encontrarse con él directamente y lamerlo y besarlo por todo lo largo y ancho que podía ser para luego tomarlo por completo hasta dejármelo completamente mojado.
Recuerdo que con mis manos la sujeté y comencé a bajar hacia sus labios inferiores desprendiéndola de las prendas que llevaba puesta. Una vez allí, no había quien me alejara. La besé y lamí; como a ella le gustaba, inclusive jugando con mi dedo dentro de ella hasta que sintiera que estaba por contraerse y los gemidos se hicieran más intensos.
Así la recosté de espaldas sobre el escritorio y con mi humedecido miembro comencé a frotarla entre sus nalgas hasta que se perdió en esa hermosa cueva una y otra vez hasta que no pudimos más y reventamos de puro placer.
Eran momentos que difícilmente olvidaría. Siempre buscábamos placer de diferentes maneras, más ella cuando había luna llena.
Para esto, ya llevábamos dos años de divorciados. Como vida de pareja no llegábamos a compenetrarnos completamente, mejor llevábamos la relación estando separados que juntos. Situación un tanto insólita, pero que termina siendo cierta.
Nos veíamos medianamente seguido; éramos amigos de siempre, y muchas veces pretendí llevarla a la cama, más cuando conocía sus fechas de desenfreno, pero luego de separados nunca me aceptó, menos cuando supo que ya salía con alguien.
Nunca supe porqué se desenfrenaba en esas fechas, pero recordar esos momentos me hacía olvidar los malos ratos que muchas veces pasamos juntos. Hasta que llegó ese día.
Muchas cosas nos caracterizan en la vida por vivir diferentes experiencias en todo aspecto; incluyendo nuestra vida sexual, predominando el aspecto de no conformarse con lo que ya sabes contra lo que te gustaría vivir.
No nos sentimos conformes con lo habitual cuando siempre queremos experimentar, aunque a veces esta experiencia termine superando nuestro habitual modo de vida.
Es como si llevaras años con tu pareja y de pronto quieras cambiar, quieras nuevas experiencias y quisieras romper la monotonía de vida.
Sin embargo y a pesar que muchas veces buscamos de salir del sendero natural del que nos hemos trazado buscando nuevas experiencias, éstas normalmente deberían terminar siendo calculadas y dentro de ciertos parámetros y no dentro de aquellas circunstancias en la que pueda terminar tu vida siendo una experiencia extrema y peor aún cuando no eres tú quien la busca sino que caes en ella por su propio peso.
Toda esta experiencia se termina resumiendo en un solo momento. Cómo decirle no a tu ex esposa que te quiere llevar a la cama una hora antes de ir a tu matrimonio con el pretexto de ir y hacer escándalo.
Capítulo I
Como parte de nuestra ajetreada vida, yo era un hombre felizmente casado; claro en su momento, y luego de siete años, felizmente divorciado. Pero como no podemos quedarnos con la felicidad a medias, siempre buscamos de compartirla al poco tiempo tuve una nueva enamorada, para luego convertirse en mi novia y posteriormente en….., ya divago de cómo nos casamos.
Mi vida se terminó enredando en tan sólo una hora. La relación con mi ex esposa nunca fue mala, nos queríamos bastante, y encima muy bella; de tez clara, cabello largo castaño claro, de bonito rostro y labios ligeramente gruesos, que cuando te besaba provocaba morderlos. A pesar de no ser alta, tenía muy buena contextura y bien proporcionada, con una piel tan suave que siempre te provocaba acariciarla, pero como algunas mujeres muchas veces sacaba a relucir ese carácter endemoniado que muchas veces guardan dentro.
Para mí era muy difícil aguantarlo. Ese fue el principal motivo de nuestra separación, ya que en lo demás era amable, cariñosa, atenta y hasta en la cama se portaba muy bien, y a veces indomable. Más cuando había luna llena, donde terminaba encontrando un éxtasis adicional. No me pregunten porque, sólo sentía que se transformaba y se desenfrenaba más allá de lo habitual.
Inclusive recuerdo que una vez, me había quedado trabajando hasta tarde en la oficina y fue a buscarme, algo que normalmente no hubiera hecho. Estaba muy sensualmente vestida, con una blusa corta y apretada y algunos botones abiertos que dejaban a la imaginación que tenía un par de buenos y provocativos senos, y, una pequeña falda que dejaban ver sus buenas y bien proporcionadas piernas.
De pensarlo ahora, pero me imagino debe haber dejado idiota al de seguridad.
Cuando entró a mi oficina, sólo escuche decir:
“no sabes que hoy hay luna llena y tienes que poseerme?”.
No hubo saludos, solo recuerdo que se me acercó por detrás, yo sentado en mi silla, deslizó sus manos entre mi cuello acariciándolo, para luego ir desabotonando mi camisa para rasgar con la fuerza de sus uñas mi pecho, suavizándolas con un vaivén de dulces besos y lamidas que calmaron una leve irritación producida.
Para luego ponerse delante de mío e ir sacándose su blusa y sentir el roce de sus pechos contra el mío, mientras sus manos inquietas se deslizaban hacia abajo para sentir el esplendor de mi miembro viril y comenzar a acariciarlo suavemente, mientras sentía la dulzura de sus labios bajar hasta encontrarse con él directamente y lamerlo y besarlo por todo lo largo y ancho que podía ser para luego tomarlo por completo hasta dejármelo completamente mojado.
Recuerdo que con mis manos la sujeté y comencé a bajar hacia sus labios inferiores desprendiéndola de las prendas que llevaba puesta. Una vez allí, no había quien me alejara. La besé y lamí; como a ella le gustaba, inclusive jugando con mi dedo dentro de ella hasta que sintiera que estaba por contraerse y los gemidos se hicieran más intensos.
Así la recosté de espaldas sobre el escritorio y con mi humedecido miembro comencé a frotarla entre sus nalgas hasta que se perdió en esa hermosa cueva una y otra vez hasta que no pudimos más y reventamos de puro placer.
Eran momentos que difícilmente olvidaría. Siempre buscábamos placer de diferentes maneras, más ella cuando había luna llena.
Para esto, ya llevábamos dos años de divorciados. Como vida de pareja no llegábamos a compenetrarnos completamente, mejor llevábamos la relación estando separados que juntos. Situación un tanto insólita, pero que termina siendo cierta.
Nos veíamos medianamente seguido; éramos amigos de siempre, y muchas veces pretendí llevarla a la cama, más cuando conocía sus fechas de desenfreno, pero luego de separados nunca me aceptó, menos cuando supo que ya salía con alguien.
Nunca supe porqué se desenfrenaba en esas fechas, pero recordar esos momentos me hacía olvidar los malos ratos que muchas veces pasamos juntos. Hasta que llegó ese día.