¡Basta ya, Cardenal!
El indignante atropello de Cipriani a Garatea.
Entre todos los errores que el cardenal Juan Luis Cipriani debe haber cometido en su actuación pública que es la que interesa, pues la privada es de su estricta incumbencia, quizá del que más se lamentará va a ser el tratar de atropellar a un cura bueno y querido como Gastón Garatea, pues ello ha desnudado sus intenciones y generado una ola de protesta tan amplia como plural.
Cipriani le prohibió a Garatea el ejercicio de la función pastoral por unas declaraciones sobre celibato, gays y las protestas en zonas mineras. Pero quizá haya varios motivos más que incluyan enfoques distintos sobre la iglesia, la relación de esta con los pobres, o la CVR en la que ambos sacerdotes estuvieron en lados opuestos de la mesa y de la misa.
Fuentes periodísticas cercanas al cardenal sostienen que la suspensión a Garatea fue mantenida en privado por el Arzobispado de Lima, y que él decidió hacerla pública.
Hace unos días, un amigo me avisó del castigo a Garatea. Inmediatamente, llamé al padre para invitarlo a mi programa Buenas Noches de ATV+, al cual él había asistido un mes antes para hablar sobre pobreza e infancia. Él me respondió que prefería no aceptar la invitación, que no quería emitir declaración alguna y, además, me pidió mucho que no lo revelara en mi programa.
Lamentablemente, le hice caso con la esperanza de que cambiara de opinión y lo pudiera entrevistar sobre el castigo, pero poco después el colega Luis Jaime Cisneros reveló todo en el twitter. ¿Por lo demás, qué cosa quería Cipriani que dijera Garatea para ocultar su prepotencia? ¿Qué ya no tenía ganas de oficiar misa?
Y cuando la PUCP decidió nombrar profesor honorario a Garatea, el cardenal consideró que se trataba de un abierto desafío a su autoridad.
La indignación que ha desatado el comportamiento de Cipriani ha sido tan amplia como plural e incluye a izquierdistas y empresarios, a católicos y no católicos y, entre otros, a varios integrantes del clero.
Esto ha llevado a muchos a reflexionar sobre la verdadera motivación del cardenal para capturar la PUCP, y hasta dónde pueden llegar sus odios. Porque si es capaz de impedirle que oficie misa a un cura bueno como Garatea, ¿de qué muchas otras cosas sería capaz si es que Cipriani se estableciera al mando directo de la universidad?
Algunos podrán haberle pasado por agua tibia al cardenal su auspicio de candidaturas presidenciales o el uso del púlpito como tribuna política, pero el atropello a Garatea significa un punto de quiebre.
El plantón pacífico de hoy a las oho de la noche frente a la nunciatura es el momento de expresar solidaridad con el padre Garatea y de decirle ¡Basta ya, cardenal Cipriani!.
Augusto Alvarez Rodrich