Con la serenidad que da el paso de los años y con cierta imparcialidad, podemos opinar que si se hace un balance del paso de Fujimori por nuestra historia, se podría argumentar a su favor la lucha antiterrorista, la reinserción económica, el fin de la inflación y la gran cantidad de obras (carreteras, puentes, escuelas, edificios gubernamentales, entre otros). Pero también su gobierno tuvo enormes defectos. Violó los derechos humanos en varios casos (como Barrios Altos y la Cantuta), dio un golpe de estado contra un Congreso opositor y obtuvo un Congreso sumiso, impuso una dictadura autoritaria (autoritarismo competitivo lo denominan algunos autores), tomó decisiones secretas con falta de transparencia, y se dejó asesorar por Montesinos, con quien organizó la mayor red de corrupción de nuestra historia, con lo cual, este fenómeno ha adquirido la condición de institución nacional. Pero tampoco se puede echar toda la culpa a Fujimori y Montesinos. También la culpa es del pueblo que no fiscalizó y del mal funcionamiento de los órganos de control (el Congreso fue sumiso, la CGR incumplió su deber, el Ministerio Público fue complaciente, el PJ abdicó de sus responsabilidades frente al país, y la SUNAT incumplió su deber de imparcialidad en el cobro de los impuestos).
Ahora, sobre lo de apoyar o no a Keiko, es indudable que tanto el activo como el pasivo de su padre jugaran en su favor o en su contra. Y la corrupción del régimen de su padre es indudable que revivirá bajo un eventual gobierno de Keiko. Por ello, estoy de acuerdo con Vargas Llosa.