Tema para tocarlo con pinzas sin duda. He leído atentamente cada una de las opiniones y también he dado la mía. De mi parte puedo ir sacando algunas conclusiones a partir de todo lo opinado.
1.- Hay que tener mucho cuidado para catalogar los cambios en nuestra forma de ver o interpretar las cosas. Lo que está a nuestro alrededor, nuestra cotidianidad y lo aprobable o reprobable que de ella se desprenda no puede ser calificado con términos concluyentes como si se tratara de sentencias definitivas. Somos parte de una historia que está muy lejos de concluir. Somos simplemente parte de un proceso. Proceso que a través de los siglos ha variado mucho en cuanto a paradigmas, pautas, modelos, prototipos. Lo que hoy causa desaprobación, en algún momento de la historia fue sujeto o de aprobación o de simple indiferencia. Nuestros esquemas son y siempre serán pasajeros. Incluidos los religiosos.
2.- Tampoco debemos dejar de comprender que los grandes cambios, precisamente por una cuestión de aceptación y amoldamiento social, no han sido nunca inmediatos, siempre han sido cuajados en el tiempo. Es esa la única forma de mantenerse en boga y formar parte de lo “normal” a partir de una aceptación mayoritaria o, de ser el caso, unánime.
3.- Generalizar comportamientos en los componentes de un grupo social es tan absurdo como pretender que aquel al que pertenecemos debe ser “excusado” de esos mismos defectos solo porque el esquema social actual así lo impone.
4.- Lo peor que un grupo social puede hacer para reivindicar sus derechos es actuar porque así lo impone la onda de la moda. El hecho que otros países aprueben o desaprueben reformas, cada uno en medio de una idiosincrasia y realidad distinta a la nuestra, no puede llevarnos a actuar por simple “imitación”. No es más avanzado el que se pone a la par de otras realidades sin considerar la suya propia. Pero lo contrario es igual de dañino. Cerrar los ojos a aquellos cambios que en algún momento tendrán cabida no debe convertirse en regla simplemente porque implica un gran cambio de mentalidades. Toda reforma cultural, social o antropológica implica un avance progresivo de quienes están a favor y una aceptación paulatina del quienes están en contra.
5.- Todo segmento social debe tener los mismos derechos y obligaciones. Pero antes que nada debe tener la capacidad suficiente para dotarse de la autenticidad suficiente como parte del todo. Y eso no se consigue con poses mediáticas, con caprichos obsesivos ni con actitudes retadoras. En el caso del segmento gay los avances son notorios pero no debe cegarlos al querer imponer sus opciones de manera súbita y sin mayores luchas experimentadas. La mejor lucha, la que mayores resultados les dará y la que les dotara de esa imprescindible autenticidad es la que proviene de mostrar sus cualidades y bondades de manera gradual, lejos de los escándalos y prepotencias mediáticas. No es con un cargamontón publicitario que conseguirán esa autenticidad. Esta se logra en base a respeto y demostración cabal de que la moral también es potestad suya. Una mirada a algunos programas televisivos dará cuenta de cuan alejados están aún de dicho objetivo primordial.
6.- No debemos, como sociedad, perder la objetividad ni detenernos en afanes etimológicos innecesarios. Si la palabra matrimonio deriva de algo distinto a lo que los homosexuales pretenden como matrimonio, también cientos de otras palabras encierran hoy en día, socialmente hablando, significados muy distintos de su etimología original. Baste para demostrarlo poner el ejemplo de la palabra política que, tal y como es ejercida hoy en día, resulta absolutamente lejana, sino opuesta, al ordenamiento y convivencia colectiva de los ciudadanos.
7.- Cientos de estudios demuestran fehacientemente que la homosexualidad es un hecho tanto biológico como psicológico. Intentar descartar alguna de las fuentes es negarse a ver la realidad. No se puede, por lo demás, hacer un estudio de cada particularidad al respecto, les dejo para quienes estén interesados un artículo interesantísimo de BBC Mundo al respecto:
¿Realmente la homosexualidad es genética? . El aceptar esa doble explicación para la homosexualidad no le quita ni le da al debate. La palabra matrimonio no puede obtener sentido si nos cegamos ante la realidad.
8.- Llevar esta discusión al campo teológico es absurdo. Es como si estuviéramos dispuestos a polemizar acerca de física cuántica moderna sin saber siquiera definir lo que son materia y energía. La mayoría de teólogos, especialistas en estudios bíblicos, se enfrentan a menudo con la interpretación de la Biblia que mantiene el magisterio eclesiástico. Y esto ocurre también, como es de imaginar, en lo relacionado al problema planteado por la homosexualidad. Las citas bíblicas, traídas a colación de manera oportunista por los voceros más conservadores de la Iglesia y difundida en llamativos paneles publicitarios no pueden ni deben ser utilizadas al pie de la letra, sin considerar el contexto histórico y cultural ni la traducción correcta. No se puede, a la inversa, acusar a la Iglesia de prepotente cuando lo que hace es mantenerse fiel a sus preceptos. Convertir a la Iglesia en institución abominable en un país con ordenamiento jurídico laico es no solo lamentable demostración de soberbia inútil de quienes defienden la posición a favor del matrimonio gay sino también de impresionante falta de recursos para hacer valer sus derechos por vías más legitimas.
9.- Descalificar a todo un componente social por casos particulares de riñas domesticas convierte esta discusión en algo tan accesorio como intolerante. Sobre todo cuando esa riñas no son atribución exclusiva de ellos. Al condenarlos por esos hechos estamos condenándonos y deslegitimándonos todos. Nada más escaso de consistencia.
10.- Si reparamos en el contenido de este tema veremos que el punto central de discusión se da alrededor de la posibilidad de adopción de niños por parte de las parejas homosexuales. Coincido con quienes se niegan a esa posibilidad, pero con la diferencia de que mi postura está condicionada por la legitimidad que con el tiempo pueda alcanzar la comunidad gay en nuestro país. Por razones muy simples. Al no haber alcanzado esa necesaria e imprescindible legitimidad, el segmento gay es aun presa de marginación y rechazo (en gran medida por sus propios errores) por parte del resto de grupos sociales. Aprobar, en estas circunstancias, el matrimonio gay y por extensión la adopción de niños por parte de sus integrantes, significaría darles la razón a quienes dicen que ello equivale a condenar a los niños a la misma marginación y estigma. La lucha homosexual por lo tanto, debe estar centrada por ahora, a mi entender, en dotarse de los incuestionables derechos civiles en materia de estabilidad jurídica. Y promover, desde sus propios espacios de lucha, sean estos medios de comunicación, sociedad civil, representantes en el congreso, etc, los necesarios cambios que posibiliten su aceptación como grupo social. El campo de la educación es fundamental en ese sentido. Porque todos, y aquí incluyo a quienes son homosexuales y quienes no lo somos, tenemos esa tarea pendiente. No se puede argumentar en contra de la adopción de niños por parte de los homosexuales diciendo que esto les originara rechazo social si es que no estamos dispuestos a cambiar esa figura. Esa es una responsabilidad de todos. Los homosexuales no son parias. Son tan dignos de derechos y deberes como todos nosotros.
11.- Respecto al supuesto riesgo que correrían los niños adoptados por parejas homosexuales, invito a los que apoyan su posición en ese temor a revisar estadísticas. ¿Cuántos casos de violaciones de niños por parte de homosexuales han sido reportados en los últimos años? ¿Cuántas de estas violaciones han sido perpetradas por heterosexuales? Las conclusiones de esa revisión darán una pauta clara de lo infundado del temor.
En conclusión, debo decir que estoy de acuerdo en que se apruebe la unión civil homosexual como una manera de dotarlos del necesario respaldo jurídico que exige su inclusión dentro de nuestro conglomerado social. No descarto el que este logro de paso, en el futuro, a la aprobación de la figura del matrimonio gay. Ello dependerá únicamente de la legitimidad que sean capaces de generarse, algo que hoy en día se muestran muy lejos de conseguir.
La historia nos demuestra que no hay que temer a los cambios cuando estos son graduales y justos. Mucho más le costó a la humanidad aceptar que la tierra no era plana sino redonda o a los antiguos jerarcas de la Iglesia aceptar que no éramos producto de un tronar de dedos divino sino de todo un ordenamiento y evolución de cientos de siglos inspirado por esa divinidad.
A los homosexuales les toca entender que solo en base a su esfuerzo y legitimación conseguirán el lugar y reconocimiento que esperan. Lejos de escándalos, disfuerzos, caprichos y poses retadoras a una sociedad que algún día los cobijara. El día que por fin lo entiendan habrán empezado a construirse a si mismos un lugar como parte incuestionable de ella.
Salud.
PD. Lectura recomendada:
La unión civil, la Biblia y la Iglesia: la entrevista que no se publicó