El 17 de julio llega a España
De Naturaleza Violenta, un
slasher escrito y dirigido por
Chris Nash. Aquí mi crítica.
El
subgénero del
terror que más
popularidad ha tenido desde su creación hasta la actualidad es el
slasher. Sus orígenes se remontan a
Psicosis (1960) o
El Fotógrafo del Pánico (1960) pero no fue hasta la década de los 70, con
La Matanza de Texas (1974) o
Halloween (1978) que empezó a ganar fama y a acumular signos reconocibles. Los 80 supusieron la época dorada con títulos como
Viernes 13 (1980) o
Pesadilla en Elm Street (1984). Para entonces, todos sabían qué era un
slasher y cómo debía ser. Protagonistas jóvenes, habitualmente
adolescentes, que son perseguidos por un
asesino. Las
convenciones del subgénero se encontraban principalmente en el
guion, ya que las formas podían cambiar mucho dependiendo del director. Podemos reconocer un tipo de
estructura en concreto en muchos
slashers de la época hasta el estreno de
Scream en 1997, que volvió a cambiar las reglas.
De Naturaleza Violenta es al
slasher lo que
A Ghost Story (2017) fue al cine de fantasmas. La obra maestra de
David Lowery daba una
perspectiva única y radical al mito del espectro. Para ello, el punto de vista narrativo era el del propio fantasma, quien contempla el paso del tiempo como un mero
espectador. Una visión romántica (en un amplio sentido de la palabra), sensible y única.
De la misma manera, la película de Chris Nash comienza con la siguiente
premisa: un grupo de jóvenes se lleva un
medallón de una estructura derrumbada en el bosque. Lo que desconocen es que esta sepulta el cadáver podrido de Johnny, un
espíritu vengativo impulsado por un horrible crimen ocurrido hace 60 años. Y una vez se llevan el medallón, su cuerpo resucita con el único propósito de recuperarlo.
De primeras, se puede pensar en propuestas como
Angst (1983),
Maniac (1980) o
Henry: Portrait of a Serial Killer (1986). En las tres, el
punto de vista es el del propio asesino, pero este es un hombre de carne y hueso. Son películas incómodas y violentas al seguir las andadas de un monstruo, pero aún siendo frías y secas, seguimos a una persona.
De Naturaleza Violenta está protagonizada por lo más parecido que se me ocurre a
Jason Voorhees. Un no-muerto de tamaño colosal, aspecto putrefacto, rostro oculto tras una máscara y ni una sola línea de diálogo. Una
maquina de matar automatizada que procede a masacrar metódicamente a cualquiera que pueda tener su medallón.
El comienzo de la película es tan bueno que rápidamente me transportó al cine de
Kelly Reichardt, aunque esto solo me duró la primera escena. La puesta en escena hace del
espacio un personaje más por medio del
encuadre (unos 4:3 usados con bastante precisión). Los personajes, o los objetos con protagonismo en el plano, son bañados por su entorno: un frondoso
bosque, verde y silencioso. El asesino camina dando la espalda a la cámara en planos generales, americanos, medios y detalles. Encuentra a dos hombres discutiendo y, de manera aparentemente premeditada, acaba con ambos para descubrir que no son quienes buscaba.
Pero igual que el comienzo es prometedor, empiezan a notarse la
inconsistencia de su
narrativa y
dispositivo. Los asesinatos van precedidos de
largas caminatas del protagonista, pero estas son montadas por medio de
jumpcuts. El director
acelera un proceso crucial en su premisa: la perspectiva de un ser que, literalmente, no hace otra cosa que caminar o matar. ¿A qué se debe esto? ¿Es miedo a la recepción del espectador? ¿Está rompiendo con su propuesta formal para acercarse más al espectador medio? Y no solo eso. El primer asesinato sucede en
fuera de campo, rompiendo con el punto de vista sin motivo alguno para luego no volver a usar este recurso en toda la película.
La historia del pasado del protagonista se narra en una clásica conversación alrededor de una hoguera. Pero en vez de escucharla desde el
POV del protagonista, la cámara se junta con el grupo de jóvenes. Esto no es algo negativo de por sí, puede que la película quiera mezclar ambos puntos de vista, pero nunca llega a ser así del todo. El asesino está presente en prácticamente todas las escenas, pero la cámara se sitúa de manera
caprichosa y lo abandona sin una
justificación narrativa. Tan solo hay un cambio justificado, pero se realiza justo al final de la cinta.
Estos son los mayores problemas en
De Naturaleza Violenta. No son circunstanciales, sino que lastran toda la narrativa. Y lo peor de esto es que la película está llena de
hallazgos. Las
muertes son espectaculares, ya no solo en un sentido creativo y grotesco, sino también narrativo. Se hablará de «
la muerte del Yoga» por mucho tiempo. La
estética también me parece muy conseguida, homenajeando al género y con
momentos lumínicos realmente potentes. La historia no puede ser más sencilla, abrazando todas las
convenciones que existen, pero revertiéndolas por el tratamiento del POV. Así, ningún personaje es asesinado por su sexo o su etnia. Ninguno parece más tonto que el resto, o más listo, o más guapo. Esta decisión libra a la película de muchas
problemáticas asociadas al
slasher.
Recomendable a quien tenga curiosidad en ver
nuevas vías de expresión en este subgénero tan explotado. Y para
amantes del gore y la casquería, por supuesto.