Felipe Vallejo
Cabo
- 79
- 164
- 15
- Registrado
- 20 Nov 2020
- Registrado
- 20 Nov 2020
- Mensajes
- 79
- Puntos de reacción
- 164
- Puntos
- 15
4 Years of Service
Capítulo: XV: Todo tiene su final
“Esperanza, ¿usted que hace ahí?”, se escuchó el gritó proveniente de afuera del cuarto. Era Majo. La madre de Majo seguía sacudiéndose sobre mí, ahora giraba su cabeza para poder verme. Sonreía con mucha malicia mientras veía mi cara de pánico. Se escucharon pasos al exterior del cuarto, como alguien corriendo, luego una puerta cerrarse.
“Finalmente Majo se va a dar cuenta de que tiene a un hijo de puta como novio…”. Ella siguió moviéndose, pero yo me levanté rápidamente, me zafé de ella bruscamente, algo tenía que hacer. Pero estábamos desnudos, agitados y acalorados, además que mi ropa no estaba allí, se había quedado junto a la secadora. Ahora tendría que vivir una pesadilla, todo por mi imprudencia. Majo tocó a la puerta.
-¿Se puede? – preguntó Majo luego de golpear la puerta
-Claro cariño, pasa. – Respondió su madre
Se abrió la puerta y allí estábamos: yo con mis manos cubriendo mis genitales y la madre de Majo de pie, con sus manos en las caderas.
Los ojos de Majo se expandieron, quedó helada por un par de segundos.
- ¿Qué es lo que pasa acá? – preguntó Majo con la voz entrecortada
- Pues mi vida, que tu novio es un mal nacido. Como es un hábil mentiroso, un tremendo manipulador, tenía que desenmascararlo, y esta fue la mejor forma que encontré. Hace bastante sabía que te engañaba, pero como iba a ser su versión contra la mía, y no sabía que tan ciega podías ser, no sabía si me lo creerías; decidí entonces demostrártelo así – respondió su madre
Majo seguía mirándonos, sin poder creer, su cara no había dejado de marcar su gesto de incredulidad por un segundo. Miraba hacia los costados cómo tratando de buscar explicaciones. Apretó sus labios por unos instantes. Luego quebró en llanto mientras empezaba a maldecirme.
“¡Pero que hijo de puta que eres, no puedo creer que me hayas hecho esto!”, decía ahogada en llanto. Hacía pausas para dejar escapar sus lamentos, lloraba, tomaba aire y seguía, “Y me decías que viviéramos juntos, que me amabas y no sé qué más estupideces… ¿Sabes?, métete tus disculpas en el culo. ¡No te las voy a aceptar jamás!”.
Esperanza salió de su cuarto para ver lo qué pasaba. Entró al cuarto donde ocurría todo mientras que Majo me maldecía. Esperanza marcó también en su cara una expresión de extrema sorpresa e incredulidad. Majo aún no había notado su presencia; estaba tan concentrada en descargar todo su odio hacia mí que por un rato no la vio.
“Y yo como una estúpida pensando que solo tenías ojos para mí, pero no, resulta que tienes una enorme capacidad para ser repugnante, tan hijo de puta que te follas incluso a mi madre… ¿Hace cuánto? ¿Cuántas veces? ¿Con quién más?...”.
Hizo una pausa, aunque su llanto nunca se detuvo. Permanecía todavía allí, esperando una respuesta de mi parte, respuesta que no llegaría pues no sabía cómo defenderme.
Esperanza se disponía a abrir su boca pero justo cuando empezó a hablar, Majo la interrumpió. “Cállate, cállate que eres cómplice, estabas ahí parada tras la puerta escuchándolos, ¡maldita enferma!, ¿Quién sabe cuántas veces lo habrás hecho?... ¿Sabes qué?, lárgate, no quiero ni verte”. Su madre le recriminó hablarle así a su hermana y le recordó que estaba descargando su ira conmigo; Esperanza corrió hacia su cuarto y se encerró.
Majo guardó silencio por unos segundos, me miraba fijamente. Mucho rencor, muchísimo rencor reflejaban sus ojos. “¡Lárgate! ¡Ahora mismo!, no vuelvas a aparecerte jamás en mi vida”.
Empecé a caminar lentamente hacia la salida, no podía sostenerle la mirada a Majo. Cuando iba pasando junto a ella me detuve, levanté la cabeza, la mire a los ojos por unos segundos. Le pedí que me dejara explicarle, así fuera cualquier otro día, lo que había ocurrido. Y cuando me iba a responder con un nuevo insulto, le dije rápidamente que su madre me había tentado, me había puesto una trampa, “hasta viagra habrá puesto en mi bebida para provocar esta situación…”.
Estuvo en silencio por un par de segundos y antes de que se animara a hablar yo tomé la iniciativa. Le dije que era imposible negarle lo que ella misma había visto. Sería un ‘caradura’ si negara lo innegable, pero le juré que era solo de una vil manipulación, que yo por su madre no sentía ni la más mínima atracción, que ella me había provocado, que realmente mi única inspiración era ella, mi bella Majo. Mientras le decía esto busqué tomar sus manos, pero ella las quitó bruscamente.
Entendí, debía irme y asumir que había perdido a Majo para siempre. Me di vuelta y continué mi camino.
Fui a buscar mi ropa, me vestí y fui al cuarto de Majo, Toqué la puerta pero no respondió. Era obvio que no quisiera hacerlo, le grité que iría por sus cosas, las que estaban en mi auto y se las subiría. Tampoco respondió. Cuando bajé allí estaba, rompiendo los vidrios del auto.
Esa es la última imagen que tengo de ella, enardecida hacia mí con justa causa. Es innegable que fueron experiencias sumamente placenteras, pero daría todo por regresar el tiempo y no incurrir en ninguna de ellas, pues el tiempo me hizo saber de la valiosa mujer que había perdido.

“Esperanza, ¿usted que hace ahí?”, se escuchó el gritó proveniente de afuera del cuarto. Era Majo. La madre de Majo seguía sacudiéndose sobre mí, ahora giraba su cabeza para poder verme. Sonreía con mucha malicia mientras veía mi cara de pánico. Se escucharon pasos al exterior del cuarto, como alguien corriendo, luego una puerta cerrarse.
“Finalmente Majo se va a dar cuenta de que tiene a un hijo de puta como novio…”. Ella siguió moviéndose, pero yo me levanté rápidamente, me zafé de ella bruscamente, algo tenía que hacer. Pero estábamos desnudos, agitados y acalorados, además que mi ropa no estaba allí, se había quedado junto a la secadora. Ahora tendría que vivir una pesadilla, todo por mi imprudencia. Majo tocó a la puerta.
-¿Se puede? – preguntó Majo luego de golpear la puerta
-Claro cariño, pasa. – Respondió su madre
Se abrió la puerta y allí estábamos: yo con mis manos cubriendo mis genitales y la madre de Majo de pie, con sus manos en las caderas.
Los ojos de Majo se expandieron, quedó helada por un par de segundos.
- ¿Qué es lo que pasa acá? – preguntó Majo con la voz entrecortada
- Pues mi vida, que tu novio es un mal nacido. Como es un hábil mentiroso, un tremendo manipulador, tenía que desenmascararlo, y esta fue la mejor forma que encontré. Hace bastante sabía que te engañaba, pero como iba a ser su versión contra la mía, y no sabía que tan ciega podías ser, no sabía si me lo creerías; decidí entonces demostrártelo así – respondió su madre
Majo seguía mirándonos, sin poder creer, su cara no había dejado de marcar su gesto de incredulidad por un segundo. Miraba hacia los costados cómo tratando de buscar explicaciones. Apretó sus labios por unos instantes. Luego quebró en llanto mientras empezaba a maldecirme.
“¡Pero que hijo de puta que eres, no puedo creer que me hayas hecho esto!”, decía ahogada en llanto. Hacía pausas para dejar escapar sus lamentos, lloraba, tomaba aire y seguía, “Y me decías que viviéramos juntos, que me amabas y no sé qué más estupideces… ¿Sabes?, métete tus disculpas en el culo. ¡No te las voy a aceptar jamás!”.
Esperanza salió de su cuarto para ver lo qué pasaba. Entró al cuarto donde ocurría todo mientras que Majo me maldecía. Esperanza marcó también en su cara una expresión de extrema sorpresa e incredulidad. Majo aún no había notado su presencia; estaba tan concentrada en descargar todo su odio hacia mí que por un rato no la vio.
“Y yo como una estúpida pensando que solo tenías ojos para mí, pero no, resulta que tienes una enorme capacidad para ser repugnante, tan hijo de puta que te follas incluso a mi madre… ¿Hace cuánto? ¿Cuántas veces? ¿Con quién más?...”.
Hizo una pausa, aunque su llanto nunca se detuvo. Permanecía todavía allí, esperando una respuesta de mi parte, respuesta que no llegaría pues no sabía cómo defenderme.
Esperanza se disponía a abrir su boca pero justo cuando empezó a hablar, Majo la interrumpió. “Cállate, cállate que eres cómplice, estabas ahí parada tras la puerta escuchándolos, ¡maldita enferma!, ¿Quién sabe cuántas veces lo habrás hecho?... ¿Sabes qué?, lárgate, no quiero ni verte”. Su madre le recriminó hablarle así a su hermana y le recordó que estaba descargando su ira conmigo; Esperanza corrió hacia su cuarto y se encerró.
Majo guardó silencio por unos segundos, me miraba fijamente. Mucho rencor, muchísimo rencor reflejaban sus ojos. “¡Lárgate! ¡Ahora mismo!, no vuelvas a aparecerte jamás en mi vida”.
Empecé a caminar lentamente hacia la salida, no podía sostenerle la mirada a Majo. Cuando iba pasando junto a ella me detuve, levanté la cabeza, la mire a los ojos por unos segundos. Le pedí que me dejara explicarle, así fuera cualquier otro día, lo que había ocurrido. Y cuando me iba a responder con un nuevo insulto, le dije rápidamente que su madre me había tentado, me había puesto una trampa, “hasta viagra habrá puesto en mi bebida para provocar esta situación…”.
Estuvo en silencio por un par de segundos y antes de que se animara a hablar yo tomé la iniciativa. Le dije que era imposible negarle lo que ella misma había visto. Sería un ‘caradura’ si negara lo innegable, pero le juré que era solo de una vil manipulación, que yo por su madre no sentía ni la más mínima atracción, que ella me había provocado, que realmente mi única inspiración era ella, mi bella Majo. Mientras le decía esto busqué tomar sus manos, pero ella las quitó bruscamente.
Entendí, debía irme y asumir que había perdido a Majo para siempre. Me di vuelta y continué mi camino.
Fui a buscar mi ropa, me vestí y fui al cuarto de Majo, Toqué la puerta pero no respondió. Era obvio que no quisiera hacerlo, le grité que iría por sus cosas, las que estaban en mi auto y se las subiría. Tampoco respondió. Cuando bajé allí estaba, rompiendo los vidrios del auto.
Esa es la última imagen que tengo de ella, enardecida hacia mí con justa causa. Es innegable que fueron experiencias sumamente placenteras, pero daría todo por regresar el tiempo y no incurrir en ninguna de ellas, pues el tiempo me hizo saber de la valiosa mujer que había perdido.