Gracias por el milkshake

mariano333

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‎5 Years of Service‎
Me pidió que esté en la puerta de mi oficina a las 6pm en punto. A las 5:57 me llamó al
celular diciendo que ya estaba llegando, a las 5:59 -mientras se acercaba- tocaba el
claxon y a las 6:01 me recibía en su carro molesta porque no había estado a la hora.

La molestia le duraría menos de un minuto. Los dos sabíamos que no nos habíamos
encontrado para estar molestos.

Apenas Liliana aceleró el carro puse mi mano en su entrepierna y le empecé a besar el
cuello. Sonrió. Subí lamiéndola, desde el cuello hasta la oreja, respirando en su cara.
Aceleró. Continué besando y lamiendo su oreja, respirándole cada vez más fuerte. Subí
mi mano de la entrepierna a su vagina. Gimió.

- ¿Sigues molesta?
- Un poquito menos. ¿a dónde vamos?
- Ah... al telo pues, ¿no?
- Sí, ya sé. ¿Pero a cuál?
- No sé. Tú invitas, ¿no? Tú decides.

Ella siempre invitaba los hoteles. De esa manera me convencía. Me ofrecía además una
serie de incentivos para dedicar una noche al culto al hedonismo. Me llevaba a comprar
marihuana de la buena – ¡y vaya que la era!-, traía botellas de vino, quesos y chocolates.
Me hacía además otra clase de ofertas que yo no podía rehusar. “Te la voy a chupar
hasta que te vengas en mi cara”, me aseguraba previamente por el teléfono. Sabía que
de otra manera yo no le diría a mi amada y recatada mujer que me quedaría hasta tarde
en el trabajo.

Antes de llegar le pedí que pare en un grifo. Bajamos y compré un litro de helado. A
ella le encantó la idea. “Podemos comer helado y ver películas” dijo.

Me quise sacar los zapatos al entrar a la habitación, pero Liliana se me tiró encima y me
tumbó en la cama. Me empezó a besar la cara mientras con las manos me sacaba la
camisa. Luego fue bajando. Besaba desesperada. Me sacó el pantalón y de manera
descontrolada se lanzó hacia lo que tanto deseaba. Tenía mi pene en su mano, con la
otra me empezaba a sacar el calzoncillo. Le pedí que pare.

- No lo tendrás hasta que no te saques toda la ropa.

En menos de diez segundos estaba ya en ropa interior. Se iba a lanzar nuevamente hacia
su objeto de deseo, pero le recordé:

- Toda la ropa.

Se sacó también el sostén y el calzón. Ahora podía ver esas tetas enormes. Los dos
mejores argumentos que Liliana tenía para convencerme de pasar la noche juntos.

- ¿Ahora, si?
- Todo tuyo, querida.

Se abalanzó. Primero, lo lamía con desesperación. Yo la tenía que agarrar de los pelos, a
la altura de la nuca, para controlar un poco sus movimientos. Luego la iba llevando a mi
ritmo. Liliana gemía de placer. Cerraba los ojos y con un fervor casi religioso se
dedicaba a mi pene. Lo lamía desde la base hasta la cabeza. Recorría el glande con la
lengua, rodeándolo, casi abrazándolo. Hundía toda la boca y movía su cabeza de atrás
hacia delante. Arrodillada frente a mí. Casi agradeciéndome por la ofrenda que le daba.

Viéndola ahí abajo, lamiendo mi pene con tanta devoción, me daba lástima
interrumpirla. Pero debía hacerlo. La puse sobre la cama y fui a recoger el helado que
estaba en la mesa. Le eché helado en las tetas. Esas tetas enormes que me hipnotizaban.
Pasé a ser el nuevo beato de la habitación. Lamí las tetas con helado de chocolate de
arriba a abajo, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, de abajo a arriba y en
todas las diagonales posibles. Hundí mi cara entre sus tetas con helado. Mi pene rozaba
su vagina, le daba besos, hundía un poco la cabeza pero no llegaba a entrar. Liliana
empezaba a dejar escapar algunos gritos.

Luego me pare sobre la cama. Ella inmediatamente se arrodilló frente a mí y mientras
besaba y cogía mi pene con una mano, con la otra buscaba el helado. Puso mi pene en el
balde de helado y se lo comió como una perra come un hueso. Se lo metía a lo boca con
frenesí. De atrás para adelante y de adelante para atrás. Con las manos me agarraba las
nalgas y se impulsaba para metérselo más al fondo. Yo solo separé un poco las piernas y
la sujeté por los pelos para que el ímpetu de su movimiento no me tumbe. De cuando en
cuando se sacaba el pene de la boca y lo volvía a hundir en el balde de helado. Hacía lo
mismo con mis huevos.

Cuando conseguí un poco de estabilidad sujeté su cabeza solo con la mano derecha, la
izquierda la lleve a mi cintura. Jalándola suavemente del pelo la separe de mi pene,
levanté su cara de modo que pudiera mirarme y le pregunté:

- ¿quieres el helado con leche?
- Tú sabes como me gusta- respondió.
- Entonces te prepararé un milkshake especial.

Sus ojos brillaron. Empezó a besarme el pene. Desde abajo, subiendo por la base hasta
llegar a la cabeza. Luego jugó con los labios, la lengua, empezó a tragarse la cabeza. La
besuqueaba, la lamía, con las dos manos recorría el tronco de mi pene, masturbándome.

Luego sacó las manos, las puso nuevamente en mis nalgas y con mucha fuerza me jaló
metiendo casi toda mi verga en su boca. Repitió esta operación varias veces. Volvió a
agarrar la base de mi pinga con una mano y la siguió chupando. Con más fervor y con
más devoción. Lo hacía con pasión. Su cara denotaba deseo. Me miraba, me decía con
los ojos que deseaba que me viniera. Se metía mi pene a la boca una y otra vez. Su
mirada daba lástima, me pedía semen. Tenía que dárselo. Mirándola desde arriba,
seriamente y a los ojos le jalé un poco la cabeza para separarla de mi pinga, le subí la
cara para que me vea y la eyaculé de frente, en todo el rostro. Le cayó en todas partes,
en los ojos, en la nariz y en la boca, que la mantenía abierta esperando un poco de leche
para su helado. Cuando sintió que tenía una cantidad considerable de semen, cerró la
boca y con un sonoro sorbo se tragó todo el helado y toda la leche.

Suspiró. Con el dorso de la mano se limpió los labios manchados de semen y helado de
chocolate y me dijo:

- Gracias por el milkshake.
 
Ptm, alucinante relato estimado, muy buen relato.
 
buena batida le metiste
 
Pucha, que buena delechada que le dio jajajajja
 
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