gnussi98
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Hace tiempo que sigo este foro, pero no me había animado a escribir, intentaré contar algunos amoríos que marcaron mi mente, ojalá sea de su agrado.
Después de mucho tiempo he regresado a Perú, a la casa de mi padre, después de varios años. El micro mini departamento en la azotea aún guarda algunos libros y objetos míos. Papá decidió darme este pequeñísimo departamento cuando empecé la universidad a cambio que me haga cargo completamente de las dos propiedades de él, ya que vivía con su nueva familia al interior del país.
En pocas palabras yo era el casero, conserje, limpieza, pintor, albañil, electricista y, claro, en poco tiempo aprendí a "escoger" a los nuevos inquilinos.
Ya había tenido algunas experiencias interesantes y memorables con algunas inquilinas, cierto día, mi padre me comunicó que no alquile un departamento del segundo piso, ya se había contactado con el dueño de un restaurant cercano y se irían a vivir una pareja ahí. Los esperé el día pactado para entregarles las llaves, firmar un contrato y explicarle las reglas básicas, grande fue mi sorpresa cuando vi que eran una pareja de chinos, uno era el que iba a tomar el departamento y el otro venía a ayudarle con el idioma.
Al día siguiente llegaron como 5 chinos para la mudanza, entre ellos resaltó una chinita pequeña, un rostro bonito, bastante angelical, llevaba un vestido floreado y podía notarse sus senos pequeños y un culito coquetón, luego me enteraría que ella era la esposa y ambos administraban un chifa a un par de cuadras de mi casa.
El chino fue siempre atento, me saludaba y me respondía al saludo, la chinita era totalmente huraña y diría que hasta algo grosera, no respondía mis saludos, quizá le caía mal, quizá su español era muy malo o había adivinado mis intenciones de depravado, no lo se.
Los meses pasaron, la chinita me provocaba una erección inmediata cuando la veía, en especial cuando la veía subiendo las escaleras y podía ver sus piernas blancas y suaves, en mis fantasías, la veía como un anime.
La azotea era mi patio, mi pequeño huerto y mi lugar de descanso, cultivaba varias plantas, frutas, vegetales y las cuidaba con mucho esmero, era el único recuerdo que tenía de mi madre, por eso me sorprendí una noche que al llegar a mi micro departamento encontré a la chinita husmeando mis tomates casi maduros, y sin inmutarse por mi presencia me dijo, "tomate mucho sol, no bueno" y sin decir otra palabra término de comer un tomate que ya tenía en la mano. Me molesté mucho, mi pequeño huerto en la azotea era algo muy íntimo y privado y los inquilinos no podían entrar ahí. La chinita ni se inmutó y se fue. Pasaron un par de días de ese incidente y una tarde alguien toca a mi puerta, pensé que algún inquilino se había quedado sin cable o problemas con la Internet, pero era la chinita, llevaba una bolsa plástica y un par de táperes con comida, "pala ti", me dijo. Pregunté el porqué, solo me dijo "como mucho tomate tuyo", le pregunté su nombre, me dijo "soy Mei" "a tlabajar,chau".
El chifa estaba delicioso, como todos los chifas de mi país. No volví a ver a Mei casi dos semanas, una noche nos encontramos en la puerta, esta vez si respondió al saludo, le dije que las fresas estaban madurando, pero no entendió, "fresa" le repetí, pero no entendía, le señale que me acompañe a la azotea, subimos juntos y le enseñe las fresas de mi huerto, se rió fuertemente, arranqué dos fresas y le hice probar, conversamos un poco, me contó que venía de una provincia en China, su abuela tenía un campo grande y también una huerta con muchas frutas, mi pequeño huerto debió hacerle recordar a su abuela. Le pregunté si ya había terminado de trabajar ese día, "si, Lin en chifa bolacho" me contestó y se fue sin decir más. Pasaron varios días sin verla, decidí entonces, ir a comer al chifa, Mei me atendió, pedí el menú y al terminar le pregunté si podía ir a la azotea en la noche, quería enseñarle algo.
Pensé que no había entendido, pero, en la noche tocó mi puerta y la invité a pasar, le ofrecí fruta fresca que me había enviado mi padre, aceptó y le dije que quería darle algo, le había comprado un libro con muchas fotos de la fusión de la comida chino-peruana, se puso seria,"glacias" me dijo y se levantó para irse, pensé que la había cagado, pero cuando la estaba acompañando a la puerta, se volvió a mi y me dio un beso en la mejilla y salió como alma que lleva el diablo.
Pasaron varios días sin verla, el recuerdo de sus labios muy cerca a mi boca me volvía más ansioso, las pocas veces que la vi a lo largo de las semanas estaba trabajando en el chifa o llegando con el esposo después del trabajo. Una de las inquilinas, Janet, que luego escribiré su relato, me contó que a veces los chinos hablaban alto como discutiendo, pero era imposible entender, ella sospechaba que el chino bebía frecuentemente.
Un día regresaba de la universidad y vi a Mei saliendo del trabajo con un par de bolsas pesadas, le di al alcance casi a toda velocidad y le propuse ayudarla, lo cual aceptó gustosa, fuimos conversando hasta llegar a casa y le invité a la azotea para beber algo, como siempre me miró y siguió su camino. Al cabo de unos minutos tocaron mi puerta, era ella tenía un vestido amarillo, era verano y se veía literalmente como un anime,eso me arrechó aún más. Preparé un zumo y lo bebimos, no quise ofrecerle alcohol, pensé que no lo iba a tomar bien, después de conversar sobre el trabajo, me preguntó si fumaba y si tenía cigarros, si, le repondí. Salimos a la azotea, la noche estaba fresca, el humo del cigarro le daba un aire nostálgico a la atmósfera, me contaba que el esposo bebía casi a diario, habían planeado venir primero a Perú a trabajar unos años y mudarse a USA, "más plata allá" me decía, yo sólo la escuchaba y lentamente le tomaba la mano, ella no se oponía, ambos en silencio, acerqué mi rostro lentamente al suyo y quise besarla ella me miró y me dijo "eso no está bien", pero tampoco se opuso cuando la besaba, ella me besaba con delicadeza, mis manos por primera vez sentían su cintura pequeña, tenía que agacharme un poco para besarla, mi excitación estaba al máximo, ella sentía mi verga dura, tomaba mi rostro con sus manos, finalmente se separó de mí y repitió, "tengo esposo, no está bien", se encogió de hombros y la vi bajar las escaleras.
Entre a mi cuarto con una mezcla entre soledad y arrechura, estaba dispuesto a correrme una paja, cuando sentí nuevamente que tocaban la puerta, salí y estaba Mei nuevamente parada ahí, miraba hacia abajo, lentamente levanté su rostro y la besé de nuevo, esta vez con más pasión y algo más de fuerza, sus pequeñas manos ya no tocaban mi rostro, sino me abrazaba, empezaba a sentir su lengua jugando con la mía, como tratando de huir, entramos lentamente y sin despegarnos a mi habitación, su respiración estaba más agitada, le besaba el cuello, sentía su perfume y eso me arrechaba más, con mi mano le tocaba sus pechos pequeños a través del vestido y mi otra mano luchaba con el cierre del vestido, finalmente pude apreciar su brassier con pequeños encajes, procedí a besarle los pechos mientras nos echábamos en la cama, luché un poco, nuevamente, con su brassier hasta que finalmente sus pequeños pechos desnudos aparecieron frente a mi, sus pezones pequeños y rosados querían huir de mis besos, pero yo los chupaba con ternura y dedicación, como si de eso dependiera mi vida, ella solo respiraba agitada, por fin, esa chinita, esquiva y dueña de mis pajas y sueños húmedos, era mía.
Comencé a quitarle el vestido por completo, quería ver que ocultaba ese trajecito de anime, admiré con cuidado su calzon pequeño y con encajes, no se opuso cuando le baje el calzoncito y me empecé a quitar toda la ropa, su vagina no estaba depilada, pero tenía una forma hermosa, sus pelitos eran suaves, quise entrar con mi lengua y probar cada uno de sus sabores, pero ella lo impidió con sus manos, lo intente nuevamente, esta vez, con poca resistencia, probé la vagina escondida dentro de esos vellos, era pequeñita, me extasiaba el olor y sabor de esa vagina asiática, ella no gemía, sólo respiraba agitadamente, mi boca cubría su vagina y mi lengua jugueteaba con su clitoris, parecía que no éramos expertos en el sexo, pero yo tenía una debilidad por el sexo oral, me enloquecia el sabor de Mei. Después de varios minutos, fui subiendo lentamente, pensé que se iba a oponer a que la penetre sin condón, por otro lado tampoco me importaba mucho en aquel momento, solo quería poseerla. En esa posición, la penetraba lentamente y mi boca disfrutaba de sus pezones, sentía su vagina apretada, eso me excitaba aún más, sus gemidos eran casi silenciosos, la penetraba una y otra vez, su vagina y mi pinga eran un solo mecanismo, que se movían con lubricacion infinita, ella me abrazaba y nuestras lenguas jugaban nuevamente, intenté poner sus piernas en mi hombro, pero me dio a entender que no quería eso. Seguimos en el juego del amor y la lujuria descontrolada, finalmente sentía que toda mi energía era expulsada en forma de semen dentro de su vagina estrecha, ella me miró y abrió sus ojos rasgados totalmente impresionada. Me eché al costado de ella y vi su vagina, mi semen se combinaba con sus vellos púbico y salía de a pocos de su vagina, ella solo se levantó y se fue al baño sin decir nada. Esa escena me excitó nuevamente, y hasta el día de hoy me produce una erección cuando esta regresa a mi mente.
Mei se volvió a echar a mi lado, me preguntaba porqué vivía solo, sin familia y casi sin amigos, preguntó por mi madre y mi huerto, tomé un cartón que tenía en una repisa y con un plumón escribí: "Huerto Mei". La voy a colocar en la mitad del huerto, le dije, ella se rió y me besó, la abracé nuevamente y ya tenía la pinga dura nuevamente. Mei me cogió suavemente la pinga con su pequeña mano y me dijo "esposo duelme, bolacho, mañana hacemos otla vez", casi le rogué que se quedara, pero Mei se vistió y se fue. También me vestí y, como le había prometido, coloqué el cartón en un pared en el huerto.
Nuestra aventura amatoria se repitió un par de veces más, pero eso lo contaré luego, hoy en vísperas de año nuevo tengo que tomar un avión rumbo a casa, me esperan casi 16 horas de vuelo, en mi maleta llevo un pedazo de cartón casi descolorido con el nombre de mi antiguo huerto y con el recuerdo de un amor clandestino que estaba destinado a terminar tan rápido como comenzó.
Después de mucho tiempo he regresado a Perú, a la casa de mi padre, después de varios años. El micro mini departamento en la azotea aún guarda algunos libros y objetos míos. Papá decidió darme este pequeñísimo departamento cuando empecé la universidad a cambio que me haga cargo completamente de las dos propiedades de él, ya que vivía con su nueva familia al interior del país.
En pocas palabras yo era el casero, conserje, limpieza, pintor, albañil, electricista y, claro, en poco tiempo aprendí a "escoger" a los nuevos inquilinos.
Ya había tenido algunas experiencias interesantes y memorables con algunas inquilinas, cierto día, mi padre me comunicó que no alquile un departamento del segundo piso, ya se había contactado con el dueño de un restaurant cercano y se irían a vivir una pareja ahí. Los esperé el día pactado para entregarles las llaves, firmar un contrato y explicarle las reglas básicas, grande fue mi sorpresa cuando vi que eran una pareja de chinos, uno era el que iba a tomar el departamento y el otro venía a ayudarle con el idioma.
Al día siguiente llegaron como 5 chinos para la mudanza, entre ellos resaltó una chinita pequeña, un rostro bonito, bastante angelical, llevaba un vestido floreado y podía notarse sus senos pequeños y un culito coquetón, luego me enteraría que ella era la esposa y ambos administraban un chifa a un par de cuadras de mi casa.
El chino fue siempre atento, me saludaba y me respondía al saludo, la chinita era totalmente huraña y diría que hasta algo grosera, no respondía mis saludos, quizá le caía mal, quizá su español era muy malo o había adivinado mis intenciones de depravado, no lo se.
Los meses pasaron, la chinita me provocaba una erección inmediata cuando la veía, en especial cuando la veía subiendo las escaleras y podía ver sus piernas blancas y suaves, en mis fantasías, la veía como un anime.
La azotea era mi patio, mi pequeño huerto y mi lugar de descanso, cultivaba varias plantas, frutas, vegetales y las cuidaba con mucho esmero, era el único recuerdo que tenía de mi madre, por eso me sorprendí una noche que al llegar a mi micro departamento encontré a la chinita husmeando mis tomates casi maduros, y sin inmutarse por mi presencia me dijo, "tomate mucho sol, no bueno" y sin decir otra palabra término de comer un tomate que ya tenía en la mano. Me molesté mucho, mi pequeño huerto en la azotea era algo muy íntimo y privado y los inquilinos no podían entrar ahí. La chinita ni se inmutó y se fue. Pasaron un par de días de ese incidente y una tarde alguien toca a mi puerta, pensé que algún inquilino se había quedado sin cable o problemas con la Internet, pero era la chinita, llevaba una bolsa plástica y un par de táperes con comida, "pala ti", me dijo. Pregunté el porqué, solo me dijo "como mucho tomate tuyo", le pregunté su nombre, me dijo "soy Mei" "a tlabajar,chau".
El chifa estaba delicioso, como todos los chifas de mi país. No volví a ver a Mei casi dos semanas, una noche nos encontramos en la puerta, esta vez si respondió al saludo, le dije que las fresas estaban madurando, pero no entendió, "fresa" le repetí, pero no entendía, le señale que me acompañe a la azotea, subimos juntos y le enseñe las fresas de mi huerto, se rió fuertemente, arranqué dos fresas y le hice probar, conversamos un poco, me contó que venía de una provincia en China, su abuela tenía un campo grande y también una huerta con muchas frutas, mi pequeño huerto debió hacerle recordar a su abuela. Le pregunté si ya había terminado de trabajar ese día, "si, Lin en chifa bolacho" me contestó y se fue sin decir más. Pasaron varios días sin verla, decidí entonces, ir a comer al chifa, Mei me atendió, pedí el menú y al terminar le pregunté si podía ir a la azotea en la noche, quería enseñarle algo.
Pensé que no había entendido, pero, en la noche tocó mi puerta y la invité a pasar, le ofrecí fruta fresca que me había enviado mi padre, aceptó y le dije que quería darle algo, le había comprado un libro con muchas fotos de la fusión de la comida chino-peruana, se puso seria,"glacias" me dijo y se levantó para irse, pensé que la había cagado, pero cuando la estaba acompañando a la puerta, se volvió a mi y me dio un beso en la mejilla y salió como alma que lleva el diablo.
Pasaron varios días sin verla, el recuerdo de sus labios muy cerca a mi boca me volvía más ansioso, las pocas veces que la vi a lo largo de las semanas estaba trabajando en el chifa o llegando con el esposo después del trabajo. Una de las inquilinas, Janet, que luego escribiré su relato, me contó que a veces los chinos hablaban alto como discutiendo, pero era imposible entender, ella sospechaba que el chino bebía frecuentemente.
Un día regresaba de la universidad y vi a Mei saliendo del trabajo con un par de bolsas pesadas, le di al alcance casi a toda velocidad y le propuse ayudarla, lo cual aceptó gustosa, fuimos conversando hasta llegar a casa y le invité a la azotea para beber algo, como siempre me miró y siguió su camino. Al cabo de unos minutos tocaron mi puerta, era ella tenía un vestido amarillo, era verano y se veía literalmente como un anime,eso me arrechó aún más. Preparé un zumo y lo bebimos, no quise ofrecerle alcohol, pensé que no lo iba a tomar bien, después de conversar sobre el trabajo, me preguntó si fumaba y si tenía cigarros, si, le repondí. Salimos a la azotea, la noche estaba fresca, el humo del cigarro le daba un aire nostálgico a la atmósfera, me contaba que el esposo bebía casi a diario, habían planeado venir primero a Perú a trabajar unos años y mudarse a USA, "más plata allá" me decía, yo sólo la escuchaba y lentamente le tomaba la mano, ella no se oponía, ambos en silencio, acerqué mi rostro lentamente al suyo y quise besarla ella me miró y me dijo "eso no está bien", pero tampoco se opuso cuando la besaba, ella me besaba con delicadeza, mis manos por primera vez sentían su cintura pequeña, tenía que agacharme un poco para besarla, mi excitación estaba al máximo, ella sentía mi verga dura, tomaba mi rostro con sus manos, finalmente se separó de mí y repitió, "tengo esposo, no está bien", se encogió de hombros y la vi bajar las escaleras.
Entre a mi cuarto con una mezcla entre soledad y arrechura, estaba dispuesto a correrme una paja, cuando sentí nuevamente que tocaban la puerta, salí y estaba Mei nuevamente parada ahí, miraba hacia abajo, lentamente levanté su rostro y la besé de nuevo, esta vez con más pasión y algo más de fuerza, sus pequeñas manos ya no tocaban mi rostro, sino me abrazaba, empezaba a sentir su lengua jugando con la mía, como tratando de huir, entramos lentamente y sin despegarnos a mi habitación, su respiración estaba más agitada, le besaba el cuello, sentía su perfume y eso me arrechaba más, con mi mano le tocaba sus pechos pequeños a través del vestido y mi otra mano luchaba con el cierre del vestido, finalmente pude apreciar su brassier con pequeños encajes, procedí a besarle los pechos mientras nos echábamos en la cama, luché un poco, nuevamente, con su brassier hasta que finalmente sus pequeños pechos desnudos aparecieron frente a mi, sus pezones pequeños y rosados querían huir de mis besos, pero yo los chupaba con ternura y dedicación, como si de eso dependiera mi vida, ella solo respiraba agitada, por fin, esa chinita, esquiva y dueña de mis pajas y sueños húmedos, era mía.
Comencé a quitarle el vestido por completo, quería ver que ocultaba ese trajecito de anime, admiré con cuidado su calzon pequeño y con encajes, no se opuso cuando le baje el calzoncito y me empecé a quitar toda la ropa, su vagina no estaba depilada, pero tenía una forma hermosa, sus pelitos eran suaves, quise entrar con mi lengua y probar cada uno de sus sabores, pero ella lo impidió con sus manos, lo intente nuevamente, esta vez, con poca resistencia, probé la vagina escondida dentro de esos vellos, era pequeñita, me extasiaba el olor y sabor de esa vagina asiática, ella no gemía, sólo respiraba agitadamente, mi boca cubría su vagina y mi lengua jugueteaba con su clitoris, parecía que no éramos expertos en el sexo, pero yo tenía una debilidad por el sexo oral, me enloquecia el sabor de Mei. Después de varios minutos, fui subiendo lentamente, pensé que se iba a oponer a que la penetre sin condón, por otro lado tampoco me importaba mucho en aquel momento, solo quería poseerla. En esa posición, la penetraba lentamente y mi boca disfrutaba de sus pezones, sentía su vagina apretada, eso me excitaba aún más, sus gemidos eran casi silenciosos, la penetraba una y otra vez, su vagina y mi pinga eran un solo mecanismo, que se movían con lubricacion infinita, ella me abrazaba y nuestras lenguas jugaban nuevamente, intenté poner sus piernas en mi hombro, pero me dio a entender que no quería eso. Seguimos en el juego del amor y la lujuria descontrolada, finalmente sentía que toda mi energía era expulsada en forma de semen dentro de su vagina estrecha, ella me miró y abrió sus ojos rasgados totalmente impresionada. Me eché al costado de ella y vi su vagina, mi semen se combinaba con sus vellos púbico y salía de a pocos de su vagina, ella solo se levantó y se fue al baño sin decir nada. Esa escena me excitó nuevamente, y hasta el día de hoy me produce una erección cuando esta regresa a mi mente.
Mei se volvió a echar a mi lado, me preguntaba porqué vivía solo, sin familia y casi sin amigos, preguntó por mi madre y mi huerto, tomé un cartón que tenía en una repisa y con un plumón escribí: "Huerto Mei". La voy a colocar en la mitad del huerto, le dije, ella se rió y me besó, la abracé nuevamente y ya tenía la pinga dura nuevamente. Mei me cogió suavemente la pinga con su pequeña mano y me dijo "esposo duelme, bolacho, mañana hacemos otla vez", casi le rogué que se quedara, pero Mei se vistió y se fue. También me vestí y, como le había prometido, coloqué el cartón en un pared en el huerto.
Nuestra aventura amatoria se repitió un par de veces más, pero eso lo contaré luego, hoy en vísperas de año nuevo tengo que tomar un avión rumbo a casa, me esperan casi 16 horas de vuelo, en mi maleta llevo un pedazo de cartón casi descolorido con el nombre de mi antiguo huerto y con el recuerdo de un amor clandestino que estaba destinado a terminar tan rápido como comenzó.