qué se puede esperar si el "presidente" cosito Ollanta es un cobarde
hasta el propio Villa Stein lo ha dicho: "tenemos un gobierno acéfalo"
solución: golpe militar y sacarlos a patadas al incapaz este con su esposa la dientona de mela
Ya pues, Gaahlcito, es en serio papa.
¿Golpe militar dices? ¿Para qué? Para que, bajo el disfraz de un comando paramilitar se exterminen a los choros, asesinos, secuestradores, estafadores, pandilleros, narcos, y demás lacras, con el pequeño añadido conformado por niños, estudiantes, amas de casa, trabajadores honestos, padres de familia y ancianos conformantes de ese conocido "costo social" que hace a las sociedades más brutas e inhumanas? Y todo para que luego ese mismo gobierno de facto genere sus propios delincuentes, paranoicos y abusivos, con la diferencia que tendrán la sartén por el mango......??? nada que ver cholo, tu propuesta solo se puede tomar como producto de una crisis momentanea en tu estado de ánimo, dicho en muy buena onda por siaca.
Donde si no me causas ninguna gracia es cuando te basas en ese "administrador de justicia", así entre comillas, llamado Villa Stein para forjarte una opinión. No te pases pues tío. ¿Villa Stein te sirve realmente de referencia en temas como este? Guarda que decir eso es comprometer demasiado tu lucidez, aunque luego de tu bromita golpista creo que hay que esperar cualquier cosa de ti. Y no te me arañes que lo digo con mucho cariño.
El asunto no es sencillo, no es simple. Es complejo como la gran mayoría de problemas que nuestro país tiene pendientes de solución. Existe una aparente dejadez en el gobierno, aunque habría que evaluar de manera documentada hacia donde están dirigidos sus esfuerzos, de existir estos claro está (si no es así, demuéstrenlo, no lo repitan y repitan sin ton ni son).
Hasta donde se sabe, existe la ya mencionada
ley Contra el crimen Organizado, la misma que establece los criterios para determinar la existencia de una organización criminal, los delitos a los cuales son aplicables y su ámbito de acción. Para quienes lo desconocen, esta ley
entrará en vigencia el 1 de julio del presente año. Más allá del artículo aparecido en Expreso (que ya se sabe de qué pies cojea) no hay indicios contundentes de que el MEF no apruebe su implementación. En todo caso, de ser así, quedaría demostrado que ha llegado la hora de reemplazar a Castilla, más preocupado últimamente de cuidar cada paso de su gestión antes de su retirada formal ahora que se viene una desaceleración inevitable de la economía. Tarea para la casa entonces es estar atentos a las movidas que se puedan dar en los siguientes días en el MEF. Cosito sabe que mucho de su caudal popular depende de los resultados que llegue a obtener en este tema y es poco previsible, para alguien que ha hecho del pragmatismo inmediatista su estilo de gobierno, el que se haya sentado de brazos cruzados como varios interpretan.
Paralelamente a la parte jurídica, se ha venido implementando en los últimos tiempos el Sistema Nacional de Seguridad Ciudadana, con participación de Sector Público y la Sociedad Civil, y que ha sido pensada como una especie de nexo entre el Estado y la ciudadanía. Bien manejado podría tener un papel fundamental en los objetivos de paz social buscados.
La tarea es, entonces, llevar a la práctica aquellos instrumentos que ya han sido formalizados y esta es la parte complicada. Las aristas que conforman el ámbito en el que se requiere implementarlo son variadas y, por qué no decirlo, a veces enfrentadas entre sí. Veía, por ejemplo, hace un par de días, un informe que daba cuenta de la labor de un suboficial de la PNP que ha logrado darle vida a talleres muy concurridos por jóvenes que desean cambiarle la cara al Callao. Son jóvenes provenientes de las zonas más peligrosas del puerto, pero que mediante argumentos tan simples como el de la amistad y el entusiasmo, tratan de captar a jóvenes que yacen perdidos en la delincuencia y el vicio. Y sorprendentemente, el programa crece cada día más. Sin embargo esto no podría tener resultados, más allá de aquellos que resultan momentáneos y circunstanciales, si no van de la mano con el ofrecimiento de opciones laborales, sociales o culturales que permitan el surgimiento de los jóvenes captados e involucrados. Recuerdo mucho el caso de un joven de mi barrio, amigo de infancia, a quien el destino llevo, por necesidad, a delinquir y caer en el vicio. Lo que parecía un caso perdido fue forjándose una salida en base al esfuerzo y afecto de sus amigos más cercanos que consiguieron la primera fase de ablandamiento. Pero este no hubiera tenido resultados si es que un vecino del barrio no le hubiera procurado matricula en un taller de fotografía. Con los buenos amigos siguiéndole los pasos y procurándole momentos de esparcimiento sano ese joven consiguió, vía cachuelos, adquirir una cámara fotográfica de segunda mano, consiguió trabajo como reportero gráfico e inició una brillante carrera en la cual es, hoy en día, uno de los más mentaditos y exitosos.
Sin embargo, el ejemplo es insuficiente para captar la solución integral a la problemática de la inseguridad ciudadana. Hay muchos aspectos más, básicos, cuya atención es indispensable para que cualquier programa en contra de la delincuencia sea efectivo. El sistema educativo, en el Perú, no está diseñado para servir de soporte en esta lucha. Cada vez menos son resaltados valores como la solidaridad, la honestidad, el respeto y la no violencia. Los centros educativos son, muchas veces, foco de generación de pandillas en las que se enseña como primera lección que sus integrantes son inimputables ante la ley y que, por lo tanto, cuentan con carta blanca para delinquir. Cuando empiezan las deserciones de buenos escolares por ese motivo, la reacción es nula.
Otro aspecto a tener en cuenta es el de nuestra realidad penitenciaria. Las cárceles se han convertido en una especie de universidad de los pandilleros y en hogar cómodo de delincuentes ranqueados. Para nadie es un secreto que existen grupos de jóvenes que ven la estancia en un penal como un trofeo de guerra que les generará puntos en la calle a su salida. Al interior, aprenden mucho más de asesinatos, bandas, estafas, agresiones, ajustes de cuenta, drogas y demás vicios que en la calle misma. El hacinamiento horrendo que existe en los establecimientos penales favorece, sin duda, la distorsión emocional del interno.
Existen otros aspectos, muchos más, que se deberían tomar en consideración, pero ninguno como aquel que mayor contribución le ha generado al crecimiento de la delincuencia en el país en los últimos años: la impunidad.
Estamos hartos de ver entrar y salir de la cárcel a despreciables delincuentes, desde pandilleros hasta los de saco y corbata, como si fuera Pedro de su casa. La complicidad de malos jueces y secretarios ha alcanzado niveles de asquerosidad sin precedentes (habla Gaahl, estoy hablando de tu referencia). Desde raterillos de poca monta hasta gansters que fungieron de presidentes, gozan de impunidad de acuerdo a la conveniencia del juez de turno. No habrá entonces resultados efectivos en la lucha contra la delincuencia hasta que no se lleve adelante un proceso real, efectivo, aleccionador y aséptico de reforma en el Poder Judicial. Y aunque eso suene a iluso prefiero dejarlo escrito, porque lo peor que nos puede pasar es callarlo, ignorarlo o menospreciarlo.
Hace unos años atrás, durante el tramo final de la gestión del recordado gordo Andrade en la municipalidad de Lima, se elaboró todo un diagnostico acerca de la delincuencia limeña, con una serie de propuestas para combatirla efectivamente. Se llamaba
Plan Bratton. Cuando ese miserable de Castañeda llego a palacio municipal su primera acción fue enviar al tacho del olvido este famoso plan que recomendaba sistemas y técnicas de organización en aras de justicia y en contra de cualquier tipo de impunidad y que, para más datos, ya había tenido éxito en otros países.
Finalizo entonces, citando la advertencia que quedo escrita en aquel abortado plan, y cuya finalidad era que fuera tomado en consideración por gobiernos municipales posteriores:
"De continuar con la ausencia de una respuesta poderosa de parte del sistema de justicia, en los próximos tres a cinco años las tasas de robos, asaltos y asesinatos aumentarán de manera alarmante y la sensación de inseguridad, normalmente presente en la población limeña, se sentirá de manera más pronunciada".
El sinvergüenza ese que alojamos por aquellos años en palacio municipal, prefirió quedarse más mudo que nunca. Convirtió esa advertencia en nuestra sentencia.
Salud.