nachtgeist25
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Ficticio, pero bien quisiera que no.
Mis instintos me decían que Francesca ocultaba mucho detrás de sus fotos típicas en la playa y su sonrisa de catálogo. Según sus redes, estaba feliz de la vida con su novio tan pituco y amante del mar como ella, pero yo sabía bien que eso no era todo.
Por eso nada más me acerqué a su novio, un tipo tan "chill" que nunca sospechó lo que quería y planeaba conseguir. Me tomó un tiempo, sí, pero fui yo el que decidió ir lento para no arriesgar tropiezos. Yo tenía el timón allí, no él.
Logré mi propósito de acompañarlos a veranear un día soleado. La visión de Francesca, la verdadera razón de que llevara ese tiempo al lado de aquel imbécil, sirvió para calmar todas mis angustias. La chica era linda y tenía unas tetas riquísimas, pero las largas horas de gym surtían efecto en su parte inferior. Las ganas que tenía de plantarle una nalgada salvaje no eran normales.
Fui sutil, no quería cagar mi oportunidad. Aun así, las ganas de ver la carita de Francesca no sonriéndome, sino chupándome la pinga, eran casi incontrolables. Tenía que ser mía...
Mis instintos me decían que Francesca ocultaba mucho detrás de sus fotos típicas en la playa y su sonrisa de catálogo. Según sus redes, estaba feliz de la vida con su novio tan pituco y amante del mar como ella, pero yo sabía bien que eso no era todo.
Por eso nada más me acerqué a su novio, un tipo tan "chill" que nunca sospechó lo que quería y planeaba conseguir. Me tomó un tiempo, sí, pero fui yo el que decidió ir lento para no arriesgar tropiezos. Yo tenía el timón allí, no él.
Logré mi propósito de acompañarlos a veranear un día soleado. La visión de Francesca, la verdadera razón de que llevara ese tiempo al lado de aquel imbécil, sirvió para calmar todas mis angustias. La chica era linda y tenía unas tetas riquísimas, pero las largas horas de gym surtían efecto en su parte inferior. Las ganas que tenía de plantarle una nalgada salvaje no eran normales.
Fui sutil, no quería cagar mi oportunidad. Aun así, las ganas de ver la carita de Francesca no sonriéndome, sino chupándome la pinga, eran casi incontrolables. Tenía que ser mía...
