Pier10
Capitan
Un libro nunca debe ser juzgado por su cubierta. Valeria es una mujer pálida, con la mirada perdida y casi siempre está cansada. En el barrio decían que ella debía trabajar en la noche, en algo extraño. También decían que las drogas la habían consumido de tal manera que siempre estaba somnolienta. Todo eso parecía ser cierto, pues no había viernes en que ella no estuviera en el bar de la tía Marly. Un pequeño rincón que tenía unas mesas al fondo del pasillo, donde historias alegres y tristes eran contadas con el vaivén de la cerveza.
Ella no era la única personaje del lugar. Había un señor que cantaba las canciones de los Yaipen y decía que era sobrino del fundador del grupo, pero al tener rasgos indígenas fue abandonado. También había otro señor llamado Gorila. Decían que él bebía todos los días desde que su mujer, una de las más lindas del barrio, falleció repentinamente.
Un viernes, una amiga me buscó para salir a bailar. La verdad es que no tenía ganas de ir. Pensé en decirle que estaba enfermo, pero ella apareció en la puerta de mi casa. Contra mi voluntad, salimos. En el paradero buscaba un taxi y antes de poder estirar la mano, nos encontramos con un viejo amigo. Un amigo al que no veía desde hacía un par de años. Él fue mi ángel salvador, pues convenció a mi amiga, que también era amiga suya, a que fuéramos a beber donde Mary. Ella aceptó solo porque no conocía el local y porque le dijimos que allí se podía cantar.
Dentro del local, la incomodidad de mi amiga era tan visible que podía sentirse en el aire. La segunda cerveza la animó y empezó a disfrutar un poco de la reunión. Ya por la cuarta cerveza llegaron otros amigos. Una pareja de profesores, que no bebían mucho y hablaban alto. Y otro amigo al que llamábamos el cantante, pues el karaoke era su diversión semanal. Juntamos unas mesas y después de unas cervezas llegó la famosa vampira. Nunca la había visto de cerca, pero sabía que era ella. En silencio se sentó en la mesa donde estaban tres personas tomando y cantando.
Las horas fueron pasando y un hombre de cabellos pelirrojos se sentó al lado de la vampira. La miraba y la tocaba con mucha confianza. Por alguna razón, me puso extremadamente celoso, algo que no es normal en mí. Tal vez la piel pálida de ella me atraía sin que pudiera hacer nada. Intentaba no mirarla más, pero cada tanto volvía la mirada. Todos se divertían cantando y bailando, pero yo estaba tenso e irritado. Cuando menos lo esperaba, la vampira se acercó a mí y me dijo: 'Puedes poner los caminos de la vida'.
continuará...
Ella no era la única personaje del lugar. Había un señor que cantaba las canciones de los Yaipen y decía que era sobrino del fundador del grupo, pero al tener rasgos indígenas fue abandonado. También había otro señor llamado Gorila. Decían que él bebía todos los días desde que su mujer, una de las más lindas del barrio, falleció repentinamente.
Un viernes, una amiga me buscó para salir a bailar. La verdad es que no tenía ganas de ir. Pensé en decirle que estaba enfermo, pero ella apareció en la puerta de mi casa. Contra mi voluntad, salimos. En el paradero buscaba un taxi y antes de poder estirar la mano, nos encontramos con un viejo amigo. Un amigo al que no veía desde hacía un par de años. Él fue mi ángel salvador, pues convenció a mi amiga, que también era amiga suya, a que fuéramos a beber donde Mary. Ella aceptó solo porque no conocía el local y porque le dijimos que allí se podía cantar.
Dentro del local, la incomodidad de mi amiga era tan visible que podía sentirse en el aire. La segunda cerveza la animó y empezó a disfrutar un poco de la reunión. Ya por la cuarta cerveza llegaron otros amigos. Una pareja de profesores, que no bebían mucho y hablaban alto. Y otro amigo al que llamábamos el cantante, pues el karaoke era su diversión semanal. Juntamos unas mesas y después de unas cervezas llegó la famosa vampira. Nunca la había visto de cerca, pero sabía que era ella. En silencio se sentó en la mesa donde estaban tres personas tomando y cantando.
Las horas fueron pasando y un hombre de cabellos pelirrojos se sentó al lado de la vampira. La miraba y la tocaba con mucha confianza. Por alguna razón, me puso extremadamente celoso, algo que no es normal en mí. Tal vez la piel pálida de ella me atraía sin que pudiera hacer nada. Intentaba no mirarla más, pero cada tanto volvía la mirada. Todos se divertían cantando y bailando, pero yo estaba tenso e irritado. Cuando menos lo esperaba, la vampira se acercó a mí y me dijo: 'Puedes poner los caminos de la vida'.
continuará...