polo35
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El covid-19 ha dejado mucha tristeza en muchas familias ya que muchos seres queridos han partido a otro mundo y el motivo de mi relato es justamente uno de esos casos.
Una compañera de trabajo perdió a su esposo en julio del año pasado, lo cual la entristeció muchísimo y los compañeros de trabajo nos hicimos presente mediante arreglos florales y saludos desde las redes sociales o correo electrónico.
Le envié mis condolencias por el WhatsApp, y así transcurrieron los meses, hasta que recordé en una conversación que tuvimos dónde me dijo que nunca había conocido a otro hombre que no fuera su esposo.
Cabe señalar que mi relación con ella siempre fue profesional, unos simples coqueteos propios de una relación laboral, pero no hubo insinuaciones ni nada por el estilo.
En marzo de este año, en las conversaciones por el trabajo ya la notaba más alegre y me animé a escribirle más animosamente y obviamente, lanzando el maicito a ver si se podía pescar algo. Ella respondió dándome cabida a seguir la conversación, y fue ahí que me animé a recordarle lo que me había comentado sobre el único hombre de su vida.
Grandemente fue mi sorpresa cuando respondió: el tiempo pasado es inalterable, solo me queda vivir el presente. Si analizan bien la respuesta, da a entender que abre sus puertas a lo que la vida le presente.
Cómo buen cofrade pescador de oportunidades, le comenté, que era una sabía decisión y que si se habrían los restobares la invitaba a tomar un vino. Ella muy suelta, me dijo que le gusta el vino semiseco.
Una compañera de trabajo perdió a su esposo en julio del año pasado, lo cual la entristeció muchísimo y los compañeros de trabajo nos hicimos presente mediante arreglos florales y saludos desde las redes sociales o correo electrónico.
Le envié mis condolencias por el WhatsApp, y así transcurrieron los meses, hasta que recordé en una conversación que tuvimos dónde me dijo que nunca había conocido a otro hombre que no fuera su esposo.
Cabe señalar que mi relación con ella siempre fue profesional, unos simples coqueteos propios de una relación laboral, pero no hubo insinuaciones ni nada por el estilo.
En marzo de este año, en las conversaciones por el trabajo ya la notaba más alegre y me animé a escribirle más animosamente y obviamente, lanzando el maicito a ver si se podía pescar algo. Ella respondió dándome cabida a seguir la conversación, y fue ahí que me animé a recordarle lo que me había comentado sobre el único hombre de su vida.
Grandemente fue mi sorpresa cuando respondió: el tiempo pasado es inalterable, solo me queda vivir el presente. Si analizan bien la respuesta, da a entender que abre sus puertas a lo que la vida le presente.
Cómo buen cofrade pescador de oportunidades, le comenté, que era una sabía decisión y que si se habrían los restobares la invitaba a tomar un vino. Ella muy suelta, me dijo que le gusta el vino semiseco.