drais
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Madame Savatier, la Flor del Mal
¿Cómo definir Las Flores del Mal, uno de los poemarios más atractivos de la literatura universal? ¿Cómo podríamos describir a su autor, el poeta francés Charles Baudelaire (1821 1867)? La clave para responder estas preguntas quizás se encuentran en el hecho que, a pesar de la misoginia que caracterizó al poeta, éste tampoco pudo resistirse a los encantos de una mujer y la convirtió en su musa. Esa mujer fue Apollinaire Savatier.
Aglaé Josephine Savatier nació en el departamento de las Ardenas, en el norte de Francia, en 1822. Fue hija natural del prefecto y una costurera. Para evitar el escándalo su padre natural casó a su amante con un sargento del ejército, André Savatier, quién dio su apellido a la niña. Tras una vida errante, de una guarnición a otra, la familia se estableció en París, donde la niña fue discípula de una célebre cantante de opera, Madame Cinti. Aglaé Josephine tenía dotes para el canto lírico, además de una inusual sensibilidad para las artes. Sin embargo, el destino quiso que el industrial y mecenas belga Alfred Mosselman se fijara en ella y la hiciera su amante. Este magnate la rodeó de toda clase de lujos y la instaló en un departamento en Montmartre, el distrito de las artes y las cortesanas de París.
De la noche a la mañana, la vida de la joven cambió totalmente. Así, pues, cambió su nombre al de Apollinaire, pues todavía soñaba brillar en el escenario de la Opera de París. Para ello contaba con el concurso de su rico protector, quien le procuró una esmerada educación artística. El contacto entre Apollinaire y el barón Mosselman era un artista llamado Fernand Broissard, quién introdujo a la joven al mundo intelectual de la época, donde destacaban figuras el pintor romántico Eugène Delacroix (1798 1863), el compositor Héctor Berilos (1803 1869), los novelistas Théophile Gautier (1811 1872), Gustave Flaubert (1821 1880), Prosper Mérimée (1803 1870) y el poeta Charles Baudelaire, cuya timidez con las mujeres era legendaria. Apollinaire Savatier brillaba en este círculo intelectual, que la reconocía como su Presidenta y destacaba su vivacidad, desenfado y un ser un poco canalla.
Al igual que Blache dAntigny, La Presidenta era uno de los árbitros de la moda femenina de París. Su imaginación y seducción era uno de los pilares del naciente mundo de la Alta costura. Era, además, modelo de pintores y escultores. Su deslumbrante belleza quedó plasmada para la posteridad en la escultura de Jean Baptiste Clésinger, Mujer mordida por la serpiente, la imagen del ideal erótico de mediados del siglo XIX. En el ámbito literario, Apollinaire Savatier pasó a la posteridad como la musa de Charles Baudelaire. El poeta estaba muy enamorado y, lo que no logró con cartas y poemas anónimos, lo alcanzó con su celebre poemario. Aquí un ejemplo que la pasión que consumía al poeta:
¿Qué le dirás esta tarde?
Qué le dirás esta tarde, pobre alma solitaria/
Qué le dirás corazón, corazón ayer florido/
A la más bella, a la más feliz, a la más querida/
Cuya divina mirada de pronto todo reverdece.
Nuestro orgullo ahora le canta alabanzas/
Nada se compara con la dulzura de su aura/
Y su cuerpo espiritual huele a perfume celestial/
Y sus ojos nos miran en hábito de pureza.
Que venga la noche y la soledad/
Que venga la calle y la multitud/
Pues su fantasma nos baila/
Como una llama
A veces ellas nos habla y dice:/
Soy bella/
Te ordeno en nombre del Amor/
Amar lo bello/
Soy Ángel guardián, Musa y Señora.
Madame Savatier y el poeta sólo tuvieron un encuentro amoroso. Luego de esa noche, Baudelaire escribió: Hace apenas unos días eras una deidad tan conveniente, tan noble, tan inviolable; y ahora, hete aquí: una mujer. Amantes de una noche, Charles Baudelaire y Apollonaire Savatier fueron amigos toda la vida. Ambos amaban el arte y compartían una sensibilidad estética que hoy el mundo echa en falta.
Apollinaire Savatier murió en París, a los 68 años de edad, en 1889. Al recordarla hoy, rendimos homenaje al ideal amoroso de una alma torturada, un hombre que rehuyendo al amor, lo encontró en una mujer, su Flor del Mal.
¿Cómo definir Las Flores del Mal, uno de los poemarios más atractivos de la literatura universal? ¿Cómo podríamos describir a su autor, el poeta francés Charles Baudelaire (1821 1867)? La clave para responder estas preguntas quizás se encuentran en el hecho que, a pesar de la misoginia que caracterizó al poeta, éste tampoco pudo resistirse a los encantos de una mujer y la convirtió en su musa. Esa mujer fue Apollinaire Savatier.
Aglaé Josephine Savatier nació en el departamento de las Ardenas, en el norte de Francia, en 1822. Fue hija natural del prefecto y una costurera. Para evitar el escándalo su padre natural casó a su amante con un sargento del ejército, André Savatier, quién dio su apellido a la niña. Tras una vida errante, de una guarnición a otra, la familia se estableció en París, donde la niña fue discípula de una célebre cantante de opera, Madame Cinti. Aglaé Josephine tenía dotes para el canto lírico, además de una inusual sensibilidad para las artes. Sin embargo, el destino quiso que el industrial y mecenas belga Alfred Mosselman se fijara en ella y la hiciera su amante. Este magnate la rodeó de toda clase de lujos y la instaló en un departamento en Montmartre, el distrito de las artes y las cortesanas de París.
De la noche a la mañana, la vida de la joven cambió totalmente. Así, pues, cambió su nombre al de Apollinaire, pues todavía soñaba brillar en el escenario de la Opera de París. Para ello contaba con el concurso de su rico protector, quien le procuró una esmerada educación artística. El contacto entre Apollinaire y el barón Mosselman era un artista llamado Fernand Broissard, quién introdujo a la joven al mundo intelectual de la época, donde destacaban figuras el pintor romántico Eugène Delacroix (1798 1863), el compositor Héctor Berilos (1803 1869), los novelistas Théophile Gautier (1811 1872), Gustave Flaubert (1821 1880), Prosper Mérimée (1803 1870) y el poeta Charles Baudelaire, cuya timidez con las mujeres era legendaria. Apollinaire Savatier brillaba en este círculo intelectual, que la reconocía como su Presidenta y destacaba su vivacidad, desenfado y un ser un poco canalla.
Al igual que Blache dAntigny, La Presidenta era uno de los árbitros de la moda femenina de París. Su imaginación y seducción era uno de los pilares del naciente mundo de la Alta costura. Era, además, modelo de pintores y escultores. Su deslumbrante belleza quedó plasmada para la posteridad en la escultura de Jean Baptiste Clésinger, Mujer mordida por la serpiente, la imagen del ideal erótico de mediados del siglo XIX. En el ámbito literario, Apollinaire Savatier pasó a la posteridad como la musa de Charles Baudelaire. El poeta estaba muy enamorado y, lo que no logró con cartas y poemas anónimos, lo alcanzó con su celebre poemario. Aquí un ejemplo que la pasión que consumía al poeta:
¿Qué le dirás esta tarde?
Qué le dirás esta tarde, pobre alma solitaria/
Qué le dirás corazón, corazón ayer florido/
A la más bella, a la más feliz, a la más querida/
Cuya divina mirada de pronto todo reverdece.
Nuestro orgullo ahora le canta alabanzas/
Nada se compara con la dulzura de su aura/
Y su cuerpo espiritual huele a perfume celestial/
Y sus ojos nos miran en hábito de pureza.
Que venga la noche y la soledad/
Que venga la calle y la multitud/
Pues su fantasma nos baila/
Como una llama
A veces ellas nos habla y dice:/
Soy bella/
Te ordeno en nombre del Amor/
Amar lo bello/
Soy Ángel guardián, Musa y Señora.
Madame Savatier y el poeta sólo tuvieron un encuentro amoroso. Luego de esa noche, Baudelaire escribió: Hace apenas unos días eras una deidad tan conveniente, tan noble, tan inviolable; y ahora, hete aquí: una mujer. Amantes de una noche, Charles Baudelaire y Apollonaire Savatier fueron amigos toda la vida. Ambos amaban el arte y compartían una sensibilidad estética que hoy el mundo echa en falta.
Apollinaire Savatier murió en París, a los 68 años de edad, en 1889. Al recordarla hoy, rendimos homenaje al ideal amoroso de una alma torturada, un hombre que rehuyendo al amor, lo encontró en una mujer, su Flor del Mal.