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Me gustaría ser Mandela. Para perdonar a quienes se atreven a compararlo con Fujimori. Como si estuvieran en el mismo Universo. Y olvidarme que uno fue Dictador y el otro Liberador. Olvidarme que Fujimori robó, mató, huyó, lo chaparon y hoy se hace la victima desde su celda dorada. Y Mandela soportó estoicamente su encierro, con dignidad. Me gustaría perdonarlos, realmente.
Me gustaría perdonar a los medios al servicio de la mafia. Perdonar al diario El Comercio y su poder omnipresente que va más allá del 80% de copamiento de medios y que NADIE se atreve a cuestionar. Perdonarle que todos los días nos mienta en primera plana y con miserias de redactor de diario chicha. Y nos asalten a mano armada con noticias pre-frabricadas en los contertulios de la Confieb y la Diroes. Me gustaría.
Me gustaría perdonar a los que transmiten Combate, Esto es Guerra, Al Fondo hay Sitio, y muchos programas similares que dan Rating. Y que tienen idiotizadas a toda una generación que no lee, que no piensa ni se cuestiona nada. Y ponerme rojo de envidia como chicos chilenos de su misma edad salen a calle a reclamar una mejor educación. Mientras aquí nos hace gracia la ignorancia ajena y callamos la propia.
Me gustaría perdonar a Facebook y al Twiter, que han convertido a varias generaciones en autómatas rebuznantes, que odian por otros y son felices sin tener vida propia. Y han convertido el chisme en poder y la indignación en caricatura. Destrozan despiadadamente a quien falle ortográficamente y sufren a mares cuando muere un rubio actor famoso que nadie sabía que existía hasta el momento en que falleció.
Me gustaría perdonar a Cipriani por usar sotana de cura. Cuando de cura no tiene nada. Ni el amor, ni la humildad, ni la humanidad, ni la cara. Menos cuando nos sermonea cada domingo desde su fiel RPP acerca de la bondad y el amor y justicia; pero apaña a pedófilos amigos, se orina en los DDHHs de terceros y no condona los pecados si eres rojo o hueles a rojo.
Me gustaria ser Mandela para perdonar a Jaime Delgado, que luchó tantos años por defender a los consumidores y cuando obtuvo el puesto de congresista le sobrevino la amnesia. Ya no hablemos de los “roba cable”, “come oro”, “lava pies”, “roba voto”, “cuida madre” y urtechos (de deben haber varios...), no!, a ellos hay que perdonarlos por cojudos. Pero a Jaime Delgado no le perdono nada porque es el congresista promedio, que promete mucho, hace poco y pasa piola hasta el final.
Me gustaría no tenerle odio a Manuel “el loco” Vargas, porque se comió durante años a ese sueño de mujer que se llama Tilsa. OBVIO. Pero no se puede. Nosotros lo odiamos porque nos metió la yuca a todos con el aval del “Mago” Markarian, haciéndonos creer que clasificabamos. Cuando todos saben que Perú no tiene ni jugadores ni dirigentes ni prensa ni nada que lo avale para que nos puedan dar esa felicidad.
Y no puedo. No puedo perdonar, no puedo transar con el tráfico infernal de una ciudad caótica, ni por los miles de muertos en carreteras, ni las mujeres esterilizadas, ni el Baguazo, ni el VRAE tomado por Sendero, ni Keiko estudiando en USA con mi plata, Ni Alan engordando con los dineros de los damnificados de Ica, ni Machito Gomez jugando en 2da luego luego haber asesinado a una menor, ni que un pedófilo conocido sea conductor del programa de TV mas visto por estos días, ni ser compatriota de Laura Bozo, Jaime Bayly y Martha Chavez. Me escarpela la piel. No puedo.
Menos voy a perdonar a los policías corruptos, que extorsionan en cada esquina para la gaseosa o los que dicen que protegen a niños de la Trata de Personas y lo único que hacen en extorsionar pobres prostitutas que no le hacen daño a nadie. O los que intervienen locales que no han pagado su “semana”. No pues, no puedo perdonar.
Es más grande que yo.
Debo admitir que Mandela era de otro planeta. Soportar un encierro de 27 años, perdonar a los que lo juzgaron, calmar la ira de sus seguidores y ganarse a sus enemigos y ser presidente de un país dividido en dos. Es propio de un ser iluminado.
Debo admitir mi terrible indigencia y pobreza mental. Vivir en un país como Perú me ha convertido en un ser incrédulo. Teniéndolo todo no hemos conseguido nada. Ver tanto egoísmo, tanta maldad, tanta miseria humana te termina convirtiendo en lo mismo que odias.
Lo siento Mandela, no puedo ser como tu.
Me gustaría perdonar a los medios al servicio de la mafia. Perdonar al diario El Comercio y su poder omnipresente que va más allá del 80% de copamiento de medios y que NADIE se atreve a cuestionar. Perdonarle que todos los días nos mienta en primera plana y con miserias de redactor de diario chicha. Y nos asalten a mano armada con noticias pre-frabricadas en los contertulios de la Confieb y la Diroes. Me gustaría.
Me gustaría perdonar a los que transmiten Combate, Esto es Guerra, Al Fondo hay Sitio, y muchos programas similares que dan Rating. Y que tienen idiotizadas a toda una generación que no lee, que no piensa ni se cuestiona nada. Y ponerme rojo de envidia como chicos chilenos de su misma edad salen a calle a reclamar una mejor educación. Mientras aquí nos hace gracia la ignorancia ajena y callamos la propia.
Me gustaría perdonar a Facebook y al Twiter, que han convertido a varias generaciones en autómatas rebuznantes, que odian por otros y son felices sin tener vida propia. Y han convertido el chisme en poder y la indignación en caricatura. Destrozan despiadadamente a quien falle ortográficamente y sufren a mares cuando muere un rubio actor famoso que nadie sabía que existía hasta el momento en que falleció.
Me gustaría perdonar a Cipriani por usar sotana de cura. Cuando de cura no tiene nada. Ni el amor, ni la humildad, ni la humanidad, ni la cara. Menos cuando nos sermonea cada domingo desde su fiel RPP acerca de la bondad y el amor y justicia; pero apaña a pedófilos amigos, se orina en los DDHHs de terceros y no condona los pecados si eres rojo o hueles a rojo.
Me gustaria ser Mandela para perdonar a Jaime Delgado, que luchó tantos años por defender a los consumidores y cuando obtuvo el puesto de congresista le sobrevino la amnesia. Ya no hablemos de los “roba cable”, “come oro”, “lava pies”, “roba voto”, “cuida madre” y urtechos (de deben haber varios...), no!, a ellos hay que perdonarlos por cojudos. Pero a Jaime Delgado no le perdono nada porque es el congresista promedio, que promete mucho, hace poco y pasa piola hasta el final.
Me gustaría no tenerle odio a Manuel “el loco” Vargas, porque se comió durante años a ese sueño de mujer que se llama Tilsa. OBVIO. Pero no se puede. Nosotros lo odiamos porque nos metió la yuca a todos con el aval del “Mago” Markarian, haciéndonos creer que clasificabamos. Cuando todos saben que Perú no tiene ni jugadores ni dirigentes ni prensa ni nada que lo avale para que nos puedan dar esa felicidad.
Y no puedo. No puedo perdonar, no puedo transar con el tráfico infernal de una ciudad caótica, ni por los miles de muertos en carreteras, ni las mujeres esterilizadas, ni el Baguazo, ni el VRAE tomado por Sendero, ni Keiko estudiando en USA con mi plata, Ni Alan engordando con los dineros de los damnificados de Ica, ni Machito Gomez jugando en 2da luego luego haber asesinado a una menor, ni que un pedófilo conocido sea conductor del programa de TV mas visto por estos días, ni ser compatriota de Laura Bozo, Jaime Bayly y Martha Chavez. Me escarpela la piel. No puedo.
Menos voy a perdonar a los policías corruptos, que extorsionan en cada esquina para la gaseosa o los que dicen que protegen a niños de la Trata de Personas y lo único que hacen en extorsionar pobres prostitutas que no le hacen daño a nadie. O los que intervienen locales que no han pagado su “semana”. No pues, no puedo perdonar.
Es más grande que yo.
Debo admitir que Mandela era de otro planeta. Soportar un encierro de 27 años, perdonar a los que lo juzgaron, calmar la ira de sus seguidores y ganarse a sus enemigos y ser presidente de un país dividido en dos. Es propio de un ser iluminado.
Debo admitir mi terrible indigencia y pobreza mental. Vivir en un país como Perú me ha convertido en un ser incrédulo. Teniéndolo todo no hemos conseguido nada. Ver tanto egoísmo, tanta maldad, tanta miseria humana te termina convirtiendo en lo mismo que odias.
Lo siento Mandela, no puedo ser como tu.