Cuervotron
Cabo
Sorprendido y excitado por situación, entramos en la ducha y comenzó el paleteo respectivo, éramos dos chiquillos excitados y sobrestimulados por el alcohol, nos besamos, acariciamos y despojamos de toda prenda que interrumpía el acercamiento total de nuestros cuerpos. Ella respiraba profundo ante el avance de mis manos sobre su delicado cuerpo y en mi mente solo había una consigna, sacarme la mala racha del verano que parecía no acabar.
Cerramos como pudimos la ducha y cogimos nuestras prendas para subir por las escaleras y meternos a mi habitación, ya dentro la abrace y llenándola de besos la lleve a la cama hasta tenerla mirando al techo rendida de placer por el recorrido que hacían mis manos y labios por su cuerpo, estaba poniendo en práctica todo lo que había hecho y aprendido con Lucia y estaba rindiendo sus frutos.
Me sumergí entre sus piernas para disfrutar de sus labios y encontrar su clítoris, al cual no deje de prestarle atención mientras mis manos recorrían sus piernas y bajo vientre para llegar a su pecho, era un pulpo y no estaba dispuesto a soltar a mi presa hasta sentir un orgasmo, el mismo que anuncio su llegada en medio de temblores y un gemido ahogado por mi pene al entrar en medio de los fluidos que salían de su cuerpo.
Sentía sus piernas abrazándome con fuerza a cara arremetida que daba, sus manos tiraban de mis cabellos y la mía recorría su cuerpo, no podía parar, no debía parar, esta vez era distinto a tirarme a Lucia, el morbo y la excitación no eran iguales, no sé si sería el hecho de la edad o el que Lucia era algo prohibido para mí, pero con Paola era algo diferente, no voy a decir espacial por no caer en la cursilería pero sí era diferente, lo sentía, lo vivía.
Luego de cambiar a perrito y contemplar esa hermosa perita que dibujaba su cuerpo no tuve “mejor idea” que incursionar por su culito… ella estaba terriblemente excitada por cada penetración que cuando menos lo pensó sus gemidos pasaron a alaridos de dolor pues sin previo aviso arremetí contra ese culito que comprobé estaba cerradito.
Ella se resistió, araño y lloro, presa de no sé que demonio no la escuche y entre, volví a salir y volvía a entrar, una y otra y otra vez hasta que termine y escuche su llanto y me asuste pues recién reaccione y pude ver que no solo era dolor sino también placer y nos fusionamos en un largo beso, nos volvimos a bañar, esta vez uno por uno para poder limpiar el desastre que hicimos en subir a mi habitación y empezamos el segundo viaje.
La situación era distinta, ya no era yo el que tomaba la iniciativa, esta vez ella me mostraría de que estaba hecha y lo hizo, subió a la cama como gata en celo y comenzó a besarme las piernas ignorando mi pene, beso mi pecho cuello y antes de tocar mis labios me estaba corriendo la paja con sus delicadas manos y bajo para hacerme un rico oral.
Aquí descubrí que para eso no era primeriza, tenía buena técnica y parecía orgullosa de la misma la ver mi rostro excitado con lo que ella hacía, sus labios eran una máquina de saliva, tenía el pene tan mojado como si lo tuviera dentro de una conchita, y así estuvo un buen rato hasta que se montó y comenzó a dar la cabalgata mas deliciosa que tuve (por buen tiempo)… y lo mejor estaba por llegar…
Cambiamos a perrito dónde no dejaba de sujetarme de dos hoyuelos que se formaban detrás de su cintura, luego la uve piernas al hombro, no podíamos parar, no debíamos parar, era una lucha por quien hacía terminar al otro primero y luego me dijo échate y se montó dándome la espalda, estuve a punto de perder el control viendo como mi pene se perdía en ese delicioso culito hasta que se lo saco y para sorpresa mía se lo medio con el coñito.
Era la gloria, en mi experiencia con Lucia nunca lo habíamos hecho así y esa nueva pose fue mi debilidad, quise disfrutar al máximo cada sentada de ella que se mordía el brazo para contener el dolor y disfrutar el ajuste que le daba mi pene a su culito que en poco tiempo sentí que algo me mojaba los huevos y termine viniéndome también.
Llegamos al mismo tiempo, bajamos a la sala sudados y más que contentos por lo que había pasado, era una chiquilla, era de mi edad, se llamaba Paola y este no sería aún el final de nuestra historia.
Cerramos como pudimos la ducha y cogimos nuestras prendas para subir por las escaleras y meternos a mi habitación, ya dentro la abrace y llenándola de besos la lleve a la cama hasta tenerla mirando al techo rendida de placer por el recorrido que hacían mis manos y labios por su cuerpo, estaba poniendo en práctica todo lo que había hecho y aprendido con Lucia y estaba rindiendo sus frutos.
Me sumergí entre sus piernas para disfrutar de sus labios y encontrar su clítoris, al cual no deje de prestarle atención mientras mis manos recorrían sus piernas y bajo vientre para llegar a su pecho, era un pulpo y no estaba dispuesto a soltar a mi presa hasta sentir un orgasmo, el mismo que anuncio su llegada en medio de temblores y un gemido ahogado por mi pene al entrar en medio de los fluidos que salían de su cuerpo.
Sentía sus piernas abrazándome con fuerza a cara arremetida que daba, sus manos tiraban de mis cabellos y la mía recorría su cuerpo, no podía parar, no debía parar, esta vez era distinto a tirarme a Lucia, el morbo y la excitación no eran iguales, no sé si sería el hecho de la edad o el que Lucia era algo prohibido para mí, pero con Paola era algo diferente, no voy a decir espacial por no caer en la cursilería pero sí era diferente, lo sentía, lo vivía.
Luego de cambiar a perrito y contemplar esa hermosa perita que dibujaba su cuerpo no tuve “mejor idea” que incursionar por su culito… ella estaba terriblemente excitada por cada penetración que cuando menos lo pensó sus gemidos pasaron a alaridos de dolor pues sin previo aviso arremetí contra ese culito que comprobé estaba cerradito.
Ella se resistió, araño y lloro, presa de no sé que demonio no la escuche y entre, volví a salir y volvía a entrar, una y otra y otra vez hasta que termine y escuche su llanto y me asuste pues recién reaccione y pude ver que no solo era dolor sino también placer y nos fusionamos en un largo beso, nos volvimos a bañar, esta vez uno por uno para poder limpiar el desastre que hicimos en subir a mi habitación y empezamos el segundo viaje.
La situación era distinta, ya no era yo el que tomaba la iniciativa, esta vez ella me mostraría de que estaba hecha y lo hizo, subió a la cama como gata en celo y comenzó a besarme las piernas ignorando mi pene, beso mi pecho cuello y antes de tocar mis labios me estaba corriendo la paja con sus delicadas manos y bajo para hacerme un rico oral.
Aquí descubrí que para eso no era primeriza, tenía buena técnica y parecía orgullosa de la misma la ver mi rostro excitado con lo que ella hacía, sus labios eran una máquina de saliva, tenía el pene tan mojado como si lo tuviera dentro de una conchita, y así estuvo un buen rato hasta que se montó y comenzó a dar la cabalgata mas deliciosa que tuve (por buen tiempo)… y lo mejor estaba por llegar…
Cambiamos a perrito dónde no dejaba de sujetarme de dos hoyuelos que se formaban detrás de su cintura, luego la uve piernas al hombro, no podíamos parar, no debíamos parar, era una lucha por quien hacía terminar al otro primero y luego me dijo échate y se montó dándome la espalda, estuve a punto de perder el control viendo como mi pene se perdía en ese delicioso culito hasta que se lo saco y para sorpresa mía se lo medio con el coñito.
Era la gloria, en mi experiencia con Lucia nunca lo habíamos hecho así y esa nueva pose fue mi debilidad, quise disfrutar al máximo cada sentada de ella que se mordía el brazo para contener el dolor y disfrutar el ajuste que le daba mi pene a su culito que en poco tiempo sentí que algo me mojaba los huevos y termine viniéndome también.
Llegamos al mismo tiempo, bajamos a la sala sudados y más que contentos por lo que había pasado, era una chiquilla, era de mi edad, se llamaba Paola y este no sería aún el final de nuestra historia.