Ella terminó con la pc, hice un par de llamadas, y salimos, le dije a mi secre que si llamaba mi esposa le dijera que salí a dejar a su mamá al mall, y que estaría ocupado toda la mañana en varias diligencias en la calle, lo que era muy normal en mi rutina diaria. Ya en el auto, le sugerí un lugar campestre muy bonito, con espacios privados, y un parqueo seguro, donde podíamos charlar el tiempo que ella quisiera, y hasta almorzar comida criolla si deseaba, lo que le pareció excelente. No le mencioné que aquel restaurante estaba bastante alejado del centro, y se ubicaba dentro de un hotel-alojamiento, donde yo había metido tremendas matazones con algunas amigas y coleguitas tramposillas. Me pidió el celular y llamó a mi cuñada para comunicarle que yo la estaba dejando en el mall, que ella estaría paseando luego con unas antiguas amistades, y que la llamaría mas tarde cuando llegara al depa. Durante el largo camino, sostuvimos una charla que ella inició con esta simple pregunta: ¿Qué piensas ahora de mí luego que te entregué aquel USB? Le respondí que no era ella la responsable de mi curiosidad, que como persona adulta tenía el derecho de disfrutar el sexo con su pareja de la forma que mas les agradara, y que entendía perfectamente que a Paul le encantara grabarla y fotografiarla, para disfrutar luego de esas imágenes bellas y eróticas en la intimidad. Le aseguré que de estar yo en el lugar de Paul, haría exactamente lo mismo. ¿Me tomarías esa clase de fotos tu también? Preguntó sonriente. Por supuesto que si, y lo haría feliz sabiendo que a la modelo le encanta posar, le contesté refiriéndome a ella obviamente. Eres muy cortes al querer hacerme sentir bien, agregó, pero no te pregunté tu opinión acerca de si estaba bien o mal grabarme o tomarme fotos con mi pareja teniendo sexo, te pregunté que opinaste de mi cuando recibiste ese USB de mis propias manos, quedando expuesta a tus ojos de una manera que las suegras no acostumbran a quedar ante sus yernos. Ante esta pregunta, le contesté que me sorprendió mucho en un principio, una sorpresa muy agradable aclaré, pero que luego supuse que corrió el riesgo de que yo fuera un sapazo, pues consideré en primer lugar que era una dama que se sentía orgullosa de tener un cuerpo que daría envidia a muchas veintiañeras, y entendí además que se trataba de una mujer con un estilo de vida moderno, viviendo muchos años en USA, que quizás no le daba la importancia a ese tipo de prejuicios. De cualquier modo, le dije, la culpa de todo era mía, por ser un entrometido. Ella me escuchaba silenciosa, jugando con sus largas uñas pintadas de un rojo brillante, en su cuello y su escote, y finalmente dijo: En verdad debes de ser muy bueno en tu profesión, casi me convences a mi misma que lo que hice no estuvo mal, y soltó una risa tan contagiosa que me hizo reír del mismo modo, lo que alivió la tensión del momento. Seguimos charlando de otros temas, y escuchando música hasta que llegamos al hotel campestre, al ingresar noté cierta sorpresa en su mirada al leer el enorme aviso de “Hotel”, pero no hizo comentario alguno. Parqueamos el auto, y nos dirigimos al restaurante.
En tanto ella subía las escaleritas del apartado, pude apreciar desde atrás esas nalgas redondas y deliciosas que apenas entraban en sus jeans, y cogiéndole la cintura la ayudé a tomar asiento, sentándome al lado de ella en la mesa circular. Hacía calor, y ella pidió un jugo de frutas naturales frío, y yo una jarra de cerveza helada, nos sirvieron y quedamos solos. Ahora podía apreciar libremente el t-shirt rojo que llevaba puesto, del mismo tono de sus uñas, con un escote tan revelador que me puso el miembro duro en segundos. Ella observó mi mirada en su escote, y el movimiento disimulado de mi mano hacia abajo para arreglar “el problemita” que me ocasionó esa visión, y dijo: Viste el problema que ocasioné, no puedes mirarme sin dejar de imaginarme sin ropa. Pedí disculpas, y comprensión ante las circunstancias, le dije que jamás imaginé tener una suegra tan sensual, y menos sospeché que la suerte me hiciera llegar a verla en fotos y videos, desnuda y teniendo sexo. No fue la suerte, contestó, fue mi estupidez y falta de consideración hacia mi hija lo que ha ocasionado que estemos tu y yo aquí. Para esto te pedí charlar, me dijo, pues necesito que entiendas algunas cosas que serán muy importantes en tu futura relación con mi hija y conmigo. Mencionó en primer lugar que ella amaba a sus hijas, que eran las únicas personas que realmente quería, pues después del divorcio con el padre de ellas, no creía volver a querer a otro hombre. Quería que sus hijas fueran felices, que formaran una familia, en fin lo que cualquier madre desea para sus hijas. Pero ahora su estúpida vanidad estaba poniendo en peligro su relación con su propia hija, concluyó. Hay mucho de cierto en lo que dijiste en el auto, agregó mirándome fijamente, me siento muy orgullosa de cómo luzco, de mi apariencia personal, asisto regularmente al gimnasio, incluso tengo un minigym instalado en mi casa, cuido mi cabello, mis uñas, me gusta lucir bella y atractiva, me agrada sentir la mirada de los hombres sobre mi, y Paul, no me hace ningún problema por eso, al contrario, le encanta que yo luzca sensual, y se que agrado a los varones sin importar si son jóvenes o mayores, o si son solteros o casados. Le dije, que entendía perfectamente, pues era imposible para un varón no reconocer que lucía muy joven y atractiva, y que el verla con ese vestuario sensual que destacaba sus atributos, la hacía deseable. Ella había terminado su jugo de frutas, y estaba bebiendo un vasito de cerveza helada. ¿Y desde cuando luzco deseable para ti? preguntó. Desde que la conocí, contesté. Aun cuando quiero mucho a su hija, eso no impide que reconozca la belleza de una mujer cuando la tengo frente a mí.
Aquí ella se levantó de la mesa para ir al baño y aproveché para pedir otra jarra de cerveza helada, y a su regresó, fui yo quien preguntó, tuteándola por primera vez: ¿Querías que revise tus fotos cuando me diste el USB?, antes de contestar encendió un cigarrillo, y dijo: Yo me di cuenta que te gustaba, pero quise dejarlo ahí como algo anecdótico, te estabas casando con mi hija, pero eso no te convertía en un ciego, se como son los hombres, y no me extrañaba que pudieras sentirte atraído por cualquier otra mujer, incluyéndome a mi. No soy una vieja, ni una abuelita. Pero aquella mañana que me encontraste en toalla en la sala, vi las cosas de forma diferente, supe que te habías excitado, lo noté en tu mirada y en tus pantalones, como hoy. Y es verdad, dejé de pensar como madre y vi las cosas como mujer. Imaginaba que hubiera pasado si me hubieses encontrado desnuda, sin la toalla arriba, cual hubiera sido tu reacción, fuiste tu quien habló de un violador. En fin, si es cierto, cuando te ofrecí el USB quise que me vieras desnuda, y me hubiera gustado ver tu rostro cuando revisabas los videos y las fotos. Pero luego me arrepentí, nuevamente vi las cosas como madre y supe que cometí una estupidez, ¿Qué pensaría mi hija si se enterara,.. que quise quitarle el marido? mi hija jamás me perdonaría, jamás entendería que mi intención no ha sido ni será jamás acabar con su matrimonio. Le pedí que se calme, que todo estaba bien, que entendía sus temores, pero que nada había pasado, que sus miedos eran infundados, que ella me conocía muy poco, y por eso su preocupación, pero que de mi parte no tenía nada que temer, que yo no dejaría que algo de esa naturaleza se interpusiera entre las dos. Ella se quedó un rato en silencio, y finalmente dijo que valió la pena el viaje, pues se sentía mas tranquila después de desahogarse, y sincerarse conmigo. Me acerqué a ella y toqué su rostro con mis manos por primera vez, le pregunté que como hacía yo para desahogarme, ahora que sabía por su propia boca, que sentía los mismos deseos por mi que los que yo sentía por ella, me dijo que jamás debió pasar, que lo sentía, que lo olvide, en tanto yo me acercaba mas a su cuerpo, y ya rozaba sus pechos escotados, hablaba en sus oídos, acariciaba su rostro, su cabello, le decía que era imposible olvidar, que pensaba en ella cada noche, y me imaginaba besándola, acariciándola, penetrándola, dije mil cosas mas que ni recuerdo, ella se mantenía silenciosa, pero no rechazaba mis avances ni mis palabras, finalmente la abrasé y junté mis labios a los suyos, que se mantuvieron cerrados unos segundos, para luego abrirlos y disfrutar ambos de un beso largo, apasionado, silencioso. Un beso que sellaba un pacto sexual entre mi suegra y yo, asumiendo los riesgos y peligros que afrontábamos. Ella se pegaba más a mí, y me acariciaba el cabello, mis hombros, mi espalda, parecía que aquel primer beso sería el último. Finalmente la solté, la levanté de la mesa, y la llevé de la cintura al alojamiento. Pedí una habitación, me dieron la llave e ingresamos.