nachtgeist25
BANEADO
No voy a mentir diciendo que me llamó la atención desde el principio. Melissa no llamaba la atención por su belleza y hasta la ropa que usaba delataba su procedencia conservadora. Nunca le hubiera hablado si es que no me tocaba hacer grupo con ella para uno de los cursos de la universidad. Fue allí, en la sala de estudios después de clases, que se sacó de encima la casaca que usaba usualmente y pude notar que bajo esa prenda Melissa ocultaba un par de tetas generoso. Evidentemente, eso generó en mí un renovado interés por hablar con ella.
Pude darme cuenta rápido de que la chica no era exactamente brillante. Por su modo de pensar y las cosas que desconocía, hubiera creído que acababa de llegar a la ciudad desde un caserío escondido en los cerros. Pero eso me tenía sin cuidado, porque a pesar de que Melissa usaba un polo común podía entender que bajo él estaría usando un sostén de como mínimo talla 40. Me relamí, pero aquel día no pude hacer ningún movimiento ya que ella tenía que regresar rápido. Quedé con ella al día siguiente, pero las clases acabaron más temprano de lo esperado y en vez de ir hacia la sala de estudio, me arriesgué en preguntarle si quería venir a mi casa a estudiar. Sorprendentemente, ella aceptó.
Ese día ella se había puesto un aburrido polo negro. El camino hacia mi casa era corto, pero se me hizo más largo por la ansiedad que tenía de sacarle esa prenda horrible de encima.
En casa decidí continuar un poco con la excusa del trabajo, no quería ir demasiado rápido y cagar mi oportunidad. Ya había notado que Melissa era de una familia conservadora (luego sabría cuánto), pero si había decidido venir hasta donde mí no era tan pegada a las escrituras como parecía.
Le dije que debíamos tomar un descanso tras apenas diez minutos. Me levanté de mi asiento y me acerqué a ella, preguntándole sobre su vida como quien no quiere la cosa. Ella se puso a hablar y soltar sus frustraciones, tal como yo esperaba, por lo que no perdí oportunidad de ofrecerle un masaje de hombros que ella aceptó. Fue así, lento pero seguro, que empecé a tocarla hasta finalmente bajar mis manos hasta sus tetas, magreándolas primero por encima de su ropa. Ella no rechazó el atrevimiento de mis manos, sino que siguió suspirando con los ojos cerrados.
Decidí que era momento de aprovechar y le levanté el polo de color horrible que llevaba hasta la altura del sostén. No me había equivocado, en efecto la modosita de Melissa cargaba un buen par de tetas debajo de su ropa. Y el color rojo del sostén que las cubrían delataban sus intenciones, ella quería.
No me contuve más y le agarré las tetas sin pudor, le dije qué ricas tetas estabas escondiendo mientras terminaba de sacarle el polo negro. La besé en el cuello sin dejar de manosearla, desabrochando su sostén rojo para poder ver bien aquel par de tesoros. Arrojé la prenda íntima a un lado y tomé sus tetas por completo en mis manos, pellizcando sus pequeños pezones. Ella solo alcanzaba a gemir.
La tomé de la mano y le dije que fuéramos a mi cuarto. Ella obedeció y una vez dentro le saqué el jean y el calzón también rojo, era joven y estaba ardiendo y me moría por metérsela. Aun así me detuve unos minutos para llevarme sus tetotas a la boca y devorarlas como un bebito. Le dejé muy babeados los pezones mientras no dejaba de repetirle qué ricas tetas tienes, cómo me gustan, la empujaba hacia la cama mientras le devoraba sus tetas deliciosas.
Pude darme cuenta rápido de que la chica no era exactamente brillante. Por su modo de pensar y las cosas que desconocía, hubiera creído que acababa de llegar a la ciudad desde un caserío escondido en los cerros. Pero eso me tenía sin cuidado, porque a pesar de que Melissa usaba un polo común podía entender que bajo él estaría usando un sostén de como mínimo talla 40. Me relamí, pero aquel día no pude hacer ningún movimiento ya que ella tenía que regresar rápido. Quedé con ella al día siguiente, pero las clases acabaron más temprano de lo esperado y en vez de ir hacia la sala de estudio, me arriesgué en preguntarle si quería venir a mi casa a estudiar. Sorprendentemente, ella aceptó.
Ese día ella se había puesto un aburrido polo negro. El camino hacia mi casa era corto, pero se me hizo más largo por la ansiedad que tenía de sacarle esa prenda horrible de encima.
En casa decidí continuar un poco con la excusa del trabajo, no quería ir demasiado rápido y cagar mi oportunidad. Ya había notado que Melissa era de una familia conservadora (luego sabría cuánto), pero si había decidido venir hasta donde mí no era tan pegada a las escrituras como parecía.
Le dije que debíamos tomar un descanso tras apenas diez minutos. Me levanté de mi asiento y me acerqué a ella, preguntándole sobre su vida como quien no quiere la cosa. Ella se puso a hablar y soltar sus frustraciones, tal como yo esperaba, por lo que no perdí oportunidad de ofrecerle un masaje de hombros que ella aceptó. Fue así, lento pero seguro, que empecé a tocarla hasta finalmente bajar mis manos hasta sus tetas, magreándolas primero por encima de su ropa. Ella no rechazó el atrevimiento de mis manos, sino que siguió suspirando con los ojos cerrados.
Decidí que era momento de aprovechar y le levanté el polo de color horrible que llevaba hasta la altura del sostén. No me había equivocado, en efecto la modosita de Melissa cargaba un buen par de tetas debajo de su ropa. Y el color rojo del sostén que las cubrían delataban sus intenciones, ella quería.
No me contuve más y le agarré las tetas sin pudor, le dije qué ricas tetas estabas escondiendo mientras terminaba de sacarle el polo negro. La besé en el cuello sin dejar de manosearla, desabrochando su sostén rojo para poder ver bien aquel par de tesoros. Arrojé la prenda íntima a un lado y tomé sus tetas por completo en mis manos, pellizcando sus pequeños pezones. Ella solo alcanzaba a gemir.
La tomé de la mano y le dije que fuéramos a mi cuarto. Ella obedeció y una vez dentro le saqué el jean y el calzón también rojo, era joven y estaba ardiendo y me moría por metérsela. Aun así me detuve unos minutos para llevarme sus tetotas a la boca y devorarlas como un bebito. Le dejé muy babeados los pezones mientras no dejaba de repetirle qué ricas tetas tienes, cómo me gustan, la empujaba hacia la cama mientras le devoraba sus tetas deliciosas.