giorghi
Sargento
Este relato es más reciente, ocurrió entre el año pasado y este. Parece cuento, pero es el primero de tres que me sucedieron con tres chicas que fueron mis amigas por tiempo y con las que me reencontré casi de la misma forma. Sé que en estos casos siempre surgen dudas sobre su veracidad, pero trataré de ser lo más fiel. Lógicamente ocurrieron en distintas épocas.
Conocí a esta chica, que llamaré Carla, hace varios años. Frecuentábamos un grupo parroquial del distrito donde vivíamos, aunque ella estaba en aquel grupo de los que llamábamos los pituquitos - antes esas diferencias eran más marcadas, ahora las siento menos fuertes y paraba con gente mayor, a pesar de solo llevarme dos o tres años. El asunto fue que en esa época poco a poco nos fuimos relacionando más, salíamos a fiestas en mancha, hablábamos más y yo sentía por momentos que ella me miraba con otros ojos. También me gustaba, me parecía atractiva, tenía carácter fuerte, pero no me hacía muchas ilusiones porque la sentía muy distante, veía que se movía en otros círculos, otras amistades y pensaba que no se fijaría en mí pues su mirada apuntaba alto. Reconozco que en ese tiempo yo me sentía inferior.
Pero con el paso del tiempo las cosas fueron cambiando. Ella se casó con un pata de buena posición, tuvo un hijo y se volvió una típica ama de casa. Yo por mi parte también establecí una relación, tuve un hijo, maduré, el trabajo y los logros personales y profesionales me fueron quitando la idea de inferioridad, y así nos fuimos frecuentando cada vez menos. De cuando en cuando sabía de ella, nos encontrábamos, en contadas ocasiones nos escribimos. Hubo un tiempo en que, por un asunto de terceros, tomamos posiciones contrarias, lo que disminuyo aún más nuestro contacto.
Pero el año pasado, después de buen tiempo nos encontramos en un evento X. Ella, que ahora vive en el extranjero, estaba de paso por aquí. Se le veía bien, aunque físicamente ya se le notaba el paso de los años, esto mismo a mi parecer, hacía que resalten más su atractiva personalidad y su belleza madura y serena, cosas que uno aprecia más con los años. Además que se nota que se cuida bastante. Por esas casualidades, que al final no lo son, nos encontramos varias veces en la semana y en el cumpleaños de una amiga, ya más en confianza, me confirmó algo que me había intrigado. Había venido sola porque tenía fuertes conflictos con el marido. Quería tirar la toalla, ya no daba más. La conversación fue tan agradable que nos abstraimos de todo, el tiempo no pasó.
En esos días la llamé, me llamó, chateamos hasta tarde, salimos a almorzar, primero, luego a cenar y ya era demasiado evidente que algo pasaba. Una íntima amiga se lo adelantó. No hubo nada premeditado, ni siquiera en mí. Para mí era algo platónico, algo que ya formaba parte del pasado pues no solo no sucedió nada entre nosotros sino que lo que yo pensaba o creía eran solo suposiciones. Ella no acostumbra tomar mucho, y un día que salimos a cenar se le pasó un poco la mano con el vino. Ahí me habló de cosas intimas, que al comienzo con el marido las cosas en el plano sexual fueron muy buenas, pero que después conforme fueron pasando los años y como suele suceder, todo se fue enfriando, volviéndose monótono y aburrido.
Hablemos claro, así como esta muchas historias se han contado. Pero esta chica no era por ningún lado una chica fácil, ni estaba buscando salir de su aburrida vida domestica con el primero que se cruzara. Ese día la llevé a su casa, obviamente yo también estaba picado pero no quería hacer alguna burrada. Al despedirnos nos miramos fijamente por un buen rato y se despidió de mí con un fuerte abrazo, agradeciéndome la compañía. Era como si una corriente eléctrica hubiese recorrido nuestros cuerpos. En términos populares ese día hicimos el famoso Click.
Al día siguiente, parecía como si la tierra se la hubiese tragado. La llamé a su celular en la noche y no contestó. Pasó otro día y ninguna señal. Ni me llamó, ni la vi conectada. Claro yo no la buscaba con desesperación, pero ahí me pude dar cuenta de que me había acostumbrado a su presencia, y seguro ella a la mía. Y era esa, probablemente, la razón por la que no daba señales de vida, pues intuyo que esa noche ella sintió el mismo gusto que yo, la misma atracción.
Casi cinco días después, cuando había perdido toda esperanza de aunque sea despedirme de ella pues sabía que tenía que regresar con su familia, me llamó para invitarme a una reunión de despedida que le hacían sus amigas de colegio. De colegio bien. Sus amigas lo hacían pues al parecer la siguiente venida demoraría mucho más tiempo, ya que al esposo lo mandarían a Europa por asuntos de trabajo. Dudé en responder, por varios motivos, en parte porque afloraron de nuevo los prejuicios, los sentimientos de inferioridad, o pensamientos como, habrá pura pituca y cómo me miraran. Iba a decir que no, pero ella insistió tanto que por un lado me desconcertó pues hasta hace poco estaba no habida y ahora casi me rogaba, lo que me llevó finalmente a aceptar.
Me puse lo mejor que tenía, y más que eso, pues fui a comprar una camisa fichaza. La peluquería del comercial de TV, manicure, el perfume guardado solo para ocasiones especiales. Me habré mirado al espejo unas quince veces. Mas tarde, llegué a una casa que parecía la residencia de un diplomático. Ah, es que mi amiga está casada con XXXXX, (miembro de uno de los grupos más poderosos del país, dueños de XXXXX empresas), me dijo ella mientras me saludaba efusiva y alegremente. Se veía radiante, guapa, elegante. Puta, pensé, ya soné, este fue el remate, de verdad me gusta y mucho. Me presentó a toda una galería de personajes, que parecía interminable. ¿Era de verdad su despedida, o era la celebración del aniversario patrio de alguna nación? Habían ex modelos, artistas, pero claro también algunos ilustres desconocidos. El más ilustre de lejos, era yo.
Luego de todo eso, una fiesta como todas. Bailamos todo el tiempo, juntos y en grupo. Circulaban tantas botellas de etiqueta azul que un ex presidente se hubiera vuelto loco. Ella me presentó como su amigo, pero estoy seguro que el 80% de gente ahí, veía algo más. En cada baile nos acercábamos más, las miradas eran más fijas, sentía su respiración, cada vez más agitada.
A cierta hora, cuando gran parte de los asistentes se había ido, un grupo de mujeres que eran las más revoltosas echó llave a la puerta principal y comenzó una hora loca como nunca había visto hasta ese momento. Con strippers, hombres y mujeres, desenfrenados. Todavía con algo de lucidez me preguntaba donde quedó tanta compostura, tanta elegancia de muchas. Cada baile mal hecho o mal acompañado era castigado con una sobredosis de licor, así que antes de cumplirse la hora ya la mayoría estaba más que ebria. Por momentos perdía de vista a Carla y luego la encontraba rodeada de aquellas revoltosas que la querían ahogar en licor. Con excepción de una, Lily, su mejor amiga, quien la cuidaba como su sombra, su verdadera otra mitad, su verdadera alma gemela. En el cole eran como Thelma & Louise. Me pregunté qué seguiría después.
Sin querer encontrar una respuesta, me dediqué más bien a buscar una salida, alguna ventana, alguna puerta mal cerrada. Y cuando por fin vi una luz que venía del exterior y estaba decidido a escapar, una delicada y caliente mano me cogió del brazo. Era Lily enseñándome la llave de la puerta principal y diciendo Llévatela, mientras me acercaba a Carla, llévala a su casa por favor.
(sigue)
Conocí a esta chica, que llamaré Carla, hace varios años. Frecuentábamos un grupo parroquial del distrito donde vivíamos, aunque ella estaba en aquel grupo de los que llamábamos los pituquitos - antes esas diferencias eran más marcadas, ahora las siento menos fuertes y paraba con gente mayor, a pesar de solo llevarme dos o tres años. El asunto fue que en esa época poco a poco nos fuimos relacionando más, salíamos a fiestas en mancha, hablábamos más y yo sentía por momentos que ella me miraba con otros ojos. También me gustaba, me parecía atractiva, tenía carácter fuerte, pero no me hacía muchas ilusiones porque la sentía muy distante, veía que se movía en otros círculos, otras amistades y pensaba que no se fijaría en mí pues su mirada apuntaba alto. Reconozco que en ese tiempo yo me sentía inferior.
Pero con el paso del tiempo las cosas fueron cambiando. Ella se casó con un pata de buena posición, tuvo un hijo y se volvió una típica ama de casa. Yo por mi parte también establecí una relación, tuve un hijo, maduré, el trabajo y los logros personales y profesionales me fueron quitando la idea de inferioridad, y así nos fuimos frecuentando cada vez menos. De cuando en cuando sabía de ella, nos encontrábamos, en contadas ocasiones nos escribimos. Hubo un tiempo en que, por un asunto de terceros, tomamos posiciones contrarias, lo que disminuyo aún más nuestro contacto.
Pero el año pasado, después de buen tiempo nos encontramos en un evento X. Ella, que ahora vive en el extranjero, estaba de paso por aquí. Se le veía bien, aunque físicamente ya se le notaba el paso de los años, esto mismo a mi parecer, hacía que resalten más su atractiva personalidad y su belleza madura y serena, cosas que uno aprecia más con los años. Además que se nota que se cuida bastante. Por esas casualidades, que al final no lo son, nos encontramos varias veces en la semana y en el cumpleaños de una amiga, ya más en confianza, me confirmó algo que me había intrigado. Había venido sola porque tenía fuertes conflictos con el marido. Quería tirar la toalla, ya no daba más. La conversación fue tan agradable que nos abstraimos de todo, el tiempo no pasó.
En esos días la llamé, me llamó, chateamos hasta tarde, salimos a almorzar, primero, luego a cenar y ya era demasiado evidente que algo pasaba. Una íntima amiga se lo adelantó. No hubo nada premeditado, ni siquiera en mí. Para mí era algo platónico, algo que ya formaba parte del pasado pues no solo no sucedió nada entre nosotros sino que lo que yo pensaba o creía eran solo suposiciones. Ella no acostumbra tomar mucho, y un día que salimos a cenar se le pasó un poco la mano con el vino. Ahí me habló de cosas intimas, que al comienzo con el marido las cosas en el plano sexual fueron muy buenas, pero que después conforme fueron pasando los años y como suele suceder, todo se fue enfriando, volviéndose monótono y aburrido.
Hablemos claro, así como esta muchas historias se han contado. Pero esta chica no era por ningún lado una chica fácil, ni estaba buscando salir de su aburrida vida domestica con el primero que se cruzara. Ese día la llevé a su casa, obviamente yo también estaba picado pero no quería hacer alguna burrada. Al despedirnos nos miramos fijamente por un buen rato y se despidió de mí con un fuerte abrazo, agradeciéndome la compañía. Era como si una corriente eléctrica hubiese recorrido nuestros cuerpos. En términos populares ese día hicimos el famoso Click.
Al día siguiente, parecía como si la tierra se la hubiese tragado. La llamé a su celular en la noche y no contestó. Pasó otro día y ninguna señal. Ni me llamó, ni la vi conectada. Claro yo no la buscaba con desesperación, pero ahí me pude dar cuenta de que me había acostumbrado a su presencia, y seguro ella a la mía. Y era esa, probablemente, la razón por la que no daba señales de vida, pues intuyo que esa noche ella sintió el mismo gusto que yo, la misma atracción.
Casi cinco días después, cuando había perdido toda esperanza de aunque sea despedirme de ella pues sabía que tenía que regresar con su familia, me llamó para invitarme a una reunión de despedida que le hacían sus amigas de colegio. De colegio bien. Sus amigas lo hacían pues al parecer la siguiente venida demoraría mucho más tiempo, ya que al esposo lo mandarían a Europa por asuntos de trabajo. Dudé en responder, por varios motivos, en parte porque afloraron de nuevo los prejuicios, los sentimientos de inferioridad, o pensamientos como, habrá pura pituca y cómo me miraran. Iba a decir que no, pero ella insistió tanto que por un lado me desconcertó pues hasta hace poco estaba no habida y ahora casi me rogaba, lo que me llevó finalmente a aceptar.
Me puse lo mejor que tenía, y más que eso, pues fui a comprar una camisa fichaza. La peluquería del comercial de TV, manicure, el perfume guardado solo para ocasiones especiales. Me habré mirado al espejo unas quince veces. Mas tarde, llegué a una casa que parecía la residencia de un diplomático. Ah, es que mi amiga está casada con XXXXX, (miembro de uno de los grupos más poderosos del país, dueños de XXXXX empresas), me dijo ella mientras me saludaba efusiva y alegremente. Se veía radiante, guapa, elegante. Puta, pensé, ya soné, este fue el remate, de verdad me gusta y mucho. Me presentó a toda una galería de personajes, que parecía interminable. ¿Era de verdad su despedida, o era la celebración del aniversario patrio de alguna nación? Habían ex modelos, artistas, pero claro también algunos ilustres desconocidos. El más ilustre de lejos, era yo.
Luego de todo eso, una fiesta como todas. Bailamos todo el tiempo, juntos y en grupo. Circulaban tantas botellas de etiqueta azul que un ex presidente se hubiera vuelto loco. Ella me presentó como su amigo, pero estoy seguro que el 80% de gente ahí, veía algo más. En cada baile nos acercábamos más, las miradas eran más fijas, sentía su respiración, cada vez más agitada.
A cierta hora, cuando gran parte de los asistentes se había ido, un grupo de mujeres que eran las más revoltosas echó llave a la puerta principal y comenzó una hora loca como nunca había visto hasta ese momento. Con strippers, hombres y mujeres, desenfrenados. Todavía con algo de lucidez me preguntaba donde quedó tanta compostura, tanta elegancia de muchas. Cada baile mal hecho o mal acompañado era castigado con una sobredosis de licor, así que antes de cumplirse la hora ya la mayoría estaba más que ebria. Por momentos perdía de vista a Carla y luego la encontraba rodeada de aquellas revoltosas que la querían ahogar en licor. Con excepción de una, Lily, su mejor amiga, quien la cuidaba como su sombra, su verdadera otra mitad, su verdadera alma gemela. En el cole eran como Thelma & Louise. Me pregunté qué seguiría después.
Sin querer encontrar una respuesta, me dediqué más bien a buscar una salida, alguna ventana, alguna puerta mal cerrada. Y cuando por fin vi una luz que venía del exterior y estaba decidido a escapar, una delicada y caliente mano me cogió del brazo. Era Lily enseñándome la llave de la puerta principal y diciendo Llévatela, mientras me acercaba a Carla, llévala a su casa por favor.
(sigue)