¡Ja ja ja ja... por partida doble... y no va' serrrrrr!!!!
En una orgía conocí a una flaca de 23 - 24 que era la más arrecha y la más mandada y la más laberintosa de la orgía, una verdadera máquina de tirar. Le saqué el fono y la saqué, ya en privado, varias veces; cuando ya nos tuvimos confianza me contó que era profesora de inicial recién graduada y madre soltera, pero que no tenía trabajo estable, sólo algunas suplencias de vez en cuando. Dos o tres años después las cosas se le fueron arreglando, consiguió una plaza estable en un nido estatal y, con el billete, regresó el mantenido... quiero decir el padre de su hijo... y la flaca dejó de putear. Aún así nos las arreglamos para encontrarnos un par de veces más, pero a ella ya se le hacía complicado y a mí... bueno... ella ya tenía 26 - 27 y la competencia de chicas más jóvenes y menos complicadas hacía que ya no valiera el esfuerzo de buscarla. Pero que tiraba bien rico... tiraba bien rico la condenada.
Pero la primera fue una mocosa recién graduada que me enseñó un curso electivo de poca importancia en la UNI. La pobre, a sus 23 años, era muy jovencita e inexperta para los lobos a quienes enseñaba y le costaba trabajo mantener el orden y la autoridad en una clase con alumnos casi de su misma edad y algunos hasta mayores que ella. A pesar de ser algo menor que ella, no me resultó demasiado dificil enamorarla con algunas gentilezas, algunas muestras de pituquería sanisidrina y, sobre todo, una oreja comprensiva para sus quejas, un hombro fuerte y confiable para sus lagrimas de frustración y unas palabras dulces infinitamente repetidas en su oido. Pasé el curso con la mejor nota de la promoción. La vida nos separó cuando se convenció que yo no pensaba amarrarme antes de, primero, vivir la vida un poquito... y un poquito más después.
Diablito